|
|
|
|
Las nubes, amontonadas y de un gris amoratado, como de tinta desleída,
|
|
|
|
|
fueron juntándose, juntándose, sin duda á cónclave, en las alturas del
|
|
|
|
|
cielo, deliberando si se desharían ó no se desharían en chubasco.
|
|
|
|
|
Resueltas finalmente á lo primero, empezaron por soltar goterones
|
|
|
|
|
anchos, gruesos, legítima lluvia de estío, que doblaba las puntas de las
|
|
|
|
|
yerbas y resonaba estrepitosamente en los zarzales; luego se apresuraron
|
|
|
|
|
á porfía, multiplicaron sus esfuerzos, se derritieron en rápidos y
|
|
|
|
|
oblicuos hilos de agua, empapando la tierra, inundando los matorrales,
|
|
|
|
|
sumergiendo la vegetación menuda, colándose como podían al través de la
|
|
|
|
|
copa de los árboles para escurrir después tronco abajo, á manera de
|
|
|
|
|
raudales de lágrimas por un semblante rugoso y moreno.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Bajo un árbol se refugió la pareja. Era el árbol protector magnífico
|
|
|
|
|
castaño, de majestuosa y vasta copa, abierta con pompa casi
|
|
|
|
|
arquitectural sobre el ancha y firme columna del tronco, que parecía
|
|
|
|
|
lanzarse arrogantemente hacia las desatadas nubes: árbol patriarcal, de
|
|
|
|
|
esos que ven con indiferencia desdeñosa sucederse generaciones de
|
|
|
|
|
chinches, pulgones, hormigas y larvas, y les dan cuna y sepulcro en los
|
|
|
|
|
senos de su rajada corteza.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al pronto fué útil el asilo: un verde paraguas de ramaje cobijaba los
|
|
|
|
|
arrimados cuerpos de la pareja, guareciéndolos del agua terca y furiosa;
|
|
|
|
|
y se reían de verla caer á distancia y de oir cómo fustigaba la cima del
|
|
|
|
|
castaño, pero sin tocarles. Poco duró la inmunidad, y en breve comenzó
|
|
|
|
|
la lluvia á correr por entre las ramas, filtrándose hasta el centro de
|
|
|
|
|
la copa y buscando después su natural nivel. Á un mismo tiempo sintió la
|
|
|
|
|
niña un chorro en la nuca, y el mancebo llevó la mano á la cabeza,
|
|
|
|
|
porque la ducha le regaba el pelo ensortijado y brillante. Ambos
|
|
|
|
|
soltaron la carcajada, pues estaban en la edad en que se ríen lo mismo
|
|
|
|
|
las contrariedades que las venturas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Se acabó...--pronunció ella cuando todavía la risa le retozaba en los
|
|
|
|
|
labios.--Nos vamos á poner como una sopa. Caladitos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--El que se mete debajo de hoja dos veces se moja--respondió él
|
|
|
|
|
sentenciosamente.--Larguémonos de aquí ahora mismo. Sé sitios mejores.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y mientras llegamos, el agua nos entra por el peszcuezo, y nos sale
|
|
|
|
|
por los pies.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Anda, tontiña. Remanga la falda y tapémonos la cabeza. Así, mujer,
|
|
|
|
|
así. Verás qué cerquita está un escondrijo precioso.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Alzó ella el vestido de lana á cuadros, cubriendo también á su compañero
|
|
|
|
|
y realizando el simpático y tierno grupo de Pablo y Virginia, que
|
|
|
|
|
parece anticipado y atrevido símbolo del amor satisfecho. Cada cual asió
|
|
|
|
|
una orilla del traje, y al afrontar la lluvia, por instinto juntaron y
|
|
|
|
|
cerraron bajo la barbilla la hendidura de la improvisada tienda, y sus
|
|
|
|
|
rostros quedaron pegados el uno al otro, mejilla contra mejilla,
|
|
|
|
|
confundiéndose el calor de su aliento y la cadencia de su respiración.
|
|
|
|
|
Caminaban medio á ciegas, él encorvado, por ser más alto, rodeando con
|
|
|
|
|
el brazo el talle de ella, y comunicando el impulso directivo, si bien
|
|
|
|
|
el andar de los dos llevaba el mismo compás.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Poco distaba el famoso escondrijo. Sólo necesitaron para acertar con él
|
|
|
|
|
bajar un ribazo, resbaladizo por la humedad, y lindante con la
|
|
|
|
|
carretera. Coronaban el ribazo grandes peñascales, y en su fondo existía
|
|
|
|
|
una cantera de pizarra, ahondada y explotada al construirse el camino
|
|
|
|
|
real, y convertida en profunda cueva; excelente abrigo para ocasiones
|
|
|
|
|
como la presente. Abandonada hacía tiempo por los trabajadores la
|
|
|
|
|
cantera, volvía á enseñorearse de ella la vegetación, convirtiendo el
|
|
|
|
|
hueco artificial en rústica y sombrosa gruta. En la cresta y márgenes
|
|
|
|
|
del ribazo crecía tupida maleza, y al desbordarse, estrechaba la entrada
|
|
|
|
|
de la excavación: al exterior se enmarañaba una abundante cabellera de
|
|
|
|
|
zarzales, madreselvas, cabrifollos y clemátidas; dentro, en las
|
|
|
|
|
anfractuosidades del muro lacerado por la piqueta, anidaban vencejos,
|
|
|
|
|
estorninos y algún azor; los primeros salieron despavoridos,
|
|
|
|
|
revoloteando, cuando entró la pareja. Siendo muy bajo el sitio, é
|
|
|
|
|
impregnado del agua que recogía como una urna y del calor del sol que
|
|
|
|
|
almacenaba en su recinto orientado al mediodía, encerraba una vegetación
|
|
|
|
|
de invernáculo, ó más bien de época antediluviana, de capas
|
|
|
|
|
carboníferas: escolopendras y helechos enormes brotaban lozanos,
|
|
|
|
|
destacando sobre la sombría pizarra los penachos de pluma de sus
|
|
|
|
|
vertebradas y recortadas hojas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Aun cuando el escondrijo daba espacio bastante, la pareja no se desunió
|
|
|
|
|
al acogerse allí, sino que enlazada se dirigió á lo más oscuro, sin
|
|
|
|
|
detenerse hasta tropezar con la pared, contra la cual se reclinó en
|
|
|
|
|
silencio, al abrigo de la remangada falda. Ni menos se desviaron sus
|
|
|
|
|
rostros, tan cercanos, que él sentía el aletear de mariposa de los
|
|
|
|
|
párpados de ella, y el cosquilleo de sus pestañas curvas. Dentro del
|
|
|
|
|
camarín de tela, los envolvía suavemente el calor mutuo que se
|
|
|
|
|
prestaban: las manos, al sujetar bajo la barbilla la orla del vestido,
|
|
|
|
|
se entretejían, se fundían como si formasen parte de un mismo cuerpo. Al
|
|
|
|
|
fin el mancebo fué aflojando poco á poco el brazo y la mano, y ella
|
|
|
|
|
apartó cosa de media pulgada el rostro. La tela, deslizándose, cayó
|
|
|
|
|
hacia atrás, y quedaron descubiertos, agitados y sin saber qué decirse.
|
|
|
|
|
Llenaba la gruta el vaho poderoso de la robusta vegetación
|
|
|
|
|
semi-palúdica, y el sofocante ardor de un día canicular. Fuera, seguía
|
|
|
|
|
cayendo con ímpetu la lluvia, que tendía ante los ojos de la pareja
|
|
|
|
|
refugiada una cortina de turbio cristal, y ayudaba á convertir en
|
|
|
|
|
cerrado gabinete el barranco donde con palpitante corazón esperaban niña
|
|
|
|
|
y muchacho que cesase el aguacero.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
No era la vez primera que se encontraban así, juntos y lejos de toda
|
|
|
|
|
mirada humana, sin más compañía que la madre naturaleza, á cuyos pechos
|
|
|
|
|
se habían criado. ¡En cuántas ocasiones, ya á la sombra del gallinero ó
|
|
|
|
|
del palomar que conserva la tibia atmósfera y el olor germinal de los
|
|
|
|
|
nidos, ya en la soledad del hórreo, sobre el lecho movedizo de las
|
|
|
|
|
espigas doradas, ya al borde de los setos, riéndose de la picadura de
|
|
|
|
|
las espinas y del bigote cárdeno que pintan las moras, ya en el repuesto
|
|
|
|
|
albergue de algún soto, ó al pie de un vallado por donde serpeaban las
|
|
|
|
|
lagartijas, habían pasado largas horas compartiendo el mendrugo de pan
|
|
|
|
|
seco y duro ya á fuerza de andar en el bolsillo, las cerezas atadas en
|
|
|
|
|
un pañuelo, las manzanas verdes; jugando á los mismos juegos, durmiendo
|
|
|
|
|
la siesta sobre la misma paja! ¿Entonces, á qué venía semejante
|
|
|
|
|
turbación al recogerse en la gruta? Nada se había mudado en torno suyo;
|
|
|
|
|
ellos eran quienes, desde el comienzo de aquel verano, desde que él
|
|
|
|
|
regresara del instituto de Orense á la aldea para las vacaciones, se
|
|
|
|
|
sentían inmutados, diferentes y medio tontos. La niña, tan corretona y
|
|
|
|
|
traviesa de ordinario, tenía á deshora momentos de calma, deseos de
|
|
|
|
|
ociosidad y reposo, lasitudes que la movían á sentarse en la linde de un
|
|
|
|
|
campo ó á apoyarse en un murallón, cuyo afelpado tapiz de musgo rascaba
|
|
|
|
|
distraidamente con las uñas. A veces clavaba á hurtadillas los ojos en
|
|
|
|
|
el lindo rostro de su compañero de infancia, como si no le hubiese visto
|
|
|
|
|
nunca; y de repente los volvía á otra parte, ó los bajaba al suelo.
|
|
|
|
|
También él la miraba mucho más, pero fijamente, sin rebozo, con
|
|
|
|
|
ardientes y escrutadoras pupilas, buscando en pago otra ojeada
|
|
|
|
|
semejante; y al paso que en ella crecía el instintivo recelo, en él
|
|
|
|
|
sucedía á la intimidad siempre un tanto hostil y reñidora que cabe entre
|
|
|
|
|
niños, al aire despótico que adoptan los mayores y los varones con las
|
|
|
|
|
chiquillas, un rendimiento, una ternura, una galantería refinada,
|
|
|
|
|
manifestada á su manera, pero de continuo. Ayer, aunque inseparables y
|
|
|
|
|
encariñados hasta el extremo de no poder vivir sino juntos y de que les
|
|
|
|
|
costase todos los inviernos una enfermedad la ausencia, cimentaban su
|
|
|
|
|
amistad, más que las finezas, los pescozones, cachetes y mordiscos, las
|
|
|
|
|
riñas y enfados, la superioridad cómica que se arrogaba él, y las
|
|
|
|
|
malicias con que ella le burlaba. Hoy parecía como si ambos temiesen, al
|
|
|
|
|
hablarse, herirse ó suscitar alguna cuestión enojosa; no disputaban, no
|
|
|
|
|
se peleaban nunca; el muchacho era siempre del parecer de la niña. Esta
|
|
|
|
|
cortedad y recelo mutuo se advertía más cuando estaban á solas. Delante
|
|
|
|
|
de gente se restablecía la confianza y corrían las bromas añejas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Con todo eso no renunciaban á corretear juntos y sin compañía de nadie.
|
|
|
|
|
Á falta de testigos, les distraía y tranquilizaba la menor cosa: una
|
|
|
|
|
flor, un fruto silvestre que recogían, una mosca verde que volaba
|
|
|
|
|
rozando con la cara de la niña. Impremeditadamente se escudaban con la
|
|
|
|
|
naturaleza, su protectora y cómplice.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
En la gruta, lo que les sacó de su momentáneo embeleso, fué observar la
|
|
|
|
|
vegetación viciosa y tropical del fondo. La niña, gran botánica por
|
|
|
|
|
instinto, conocía todas las plantas y yerbas bonitas del país; pero
|
|
|
|
|
jamás había encontrado, ni á la orilla de las fuentes, tan elegantes
|
|
|
|
|
hojas péndulas, tan colosales y perfumados helechos, tanto pulular de
|
|
|
|
|
insectos como en aquel lugar húmedo y caluroso. Parecía que la
|
|
|
|
|
naturaleza se revelaba allí más potente y lasciva que nunca, ostentando
|
|
|
|
|
sus fuerzas genesiacas con libre impudor. Olores almizclados revelaban
|
|
|
|
|
la presencia de millares de hormigas; y tras la exuberancia del follaje,
|
|
|
|
|
se divisaba la misteriosa y amenazadora forma de la araña, y se
|
|
|
|
|
arrastraba la oruga negra, de peludo lomo. La niña los miraba,
|
|
|
|
|
estremeciéndose cuando al apartar las hojas descubría algún secreto
|
|
|
|
|
rito de la vida orgánica, el sacrificio de un moscón preso y agonizante
|
|
|
|
|
en la red, el juego amoroso de dos insectos colgados de un tallo, la
|
|
|
|
|
procesión de hormigones que acarreaban un cuerpo muerto.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Entre tanto llovía á más y mejor. Sin embargo, así que hubo pasado cosa
|
|
|
|
|
de una hora, el chubasco se aplacó casi repentinamente, pareció que la
|
|
|
|
|
gruta se llenaba de claridad, y una bocanada de fragancia húmeda la
|
|
|
|
|
inundó: el tufo especial de la tierra refrigerada y el hálito de las
|
|
|
|
|
flores, que respiran al salir del baño. También á los refugiados se les
|
|
|
|
|
dilataron los pulmones, y á un mismo tiempo se lanzaron fuera del
|
|
|
|
|
escondrijo, hacia la boca de la cueva.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Allí se pararon deslumbrados por inesperado espectáculo. La atmósfera,
|
|
|
|
|
en su parte alta, estaba barrida de celajes, diáfana y serena: lucía el
|
|
|
|
|
sol, y sobre el replegado ejército de nubes, se erguía vencedor, con
|
|
|
|
|
inusitada limpidez y magnificencia, un soberbio arco-iris, cuyo
|
|
|
|
|
arranque surgía del monte del Pico-Medelo, cogía en medio su alta
|
|
|
|
|
cúspide, y venía á rematar, disfumándose, en las brumas del río Avieiro.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
No era esbozo de arcada borrosa y próxima á desvanecerse, sino un
|
|
|
|
|
semicírculo delineado con energía, semejante al pórtico de un palacio
|
|
|
|
|
celestial, cuyo esmalte formaban los más bellos, intensos y puros
|
|
|
|
|
colores que es dado sentir á la retina humana. El violado tenía la
|
|
|
|
|
aterciopelada riqueza de una vestidura episcopal; el añil cegaba con su
|
|
|
|
|
profunda vibración de zafiro; el azul ostentaba claridades de agua que
|
|
|
|
|
refleja el hielo, frías limpideces de noche de luna; el verde se
|
|
|
|
|
tornasolaba con el halagüeño matiz de la esmeralda, en que tan
|
|
|
|
|
voluptuosamente se recrea la pupila; y el amarillo, anaranjado y rojo
|
|
|
|
|
parecían luz de bengala encendida en el firmamento, círculos
|
|
|
|
|
concéntricos trazados por un compás celestial con fuego del que abrasa á
|
|
|
|
|
los serafines, fuego sin llamas, ascuas, ni humo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
A la vista del hermoso meteoro, aproximóse la pareja, según la costumbre
|
|
|
|
|
inveterada en los que se quieren, de expresarlo todo acercándose.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡El Arco de la Vieja!--exclamó en dialecto la niña, señalando con una
|
|
|
|
|
mano al horizonte y cogiéndose con la otra á la ropa del muchacho.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Nunca ví otro tan claro. Si parece pintado, así Dios me salve. Chica,
|
|
|
|
|
qué bonito!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Mira, mira, mira!--chilló ella.--¡El arco anda!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Que anda? Tú estás loca... ¡Ay, pues anda y bien que anda!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El arco se trasladaba en efecto, con dulce é imponente lentitud, de
|
|
|
|
|
manera teatral. Se vió un instante la cima del Pico recortada sobre el
|
|
|
|
|
fondo de vivos esmaltes; luego, poco á poco, el arco dejó atrás la
|
|
|
|
|
montaña y vino á coronar con su curva magnífica la profundidad del
|
|
|
|
|
valle. Mas ya palidecían sus tintas espléndidas, y se borraban sus
|
|
|
|
|
líneas brillantes, dejando como un vapor de colores, delicadísimo toque
|
|
|
|
|
casi fundido ya con el firmamento, casi velado por la humareda de las
|
|
|
|
|
nubecillas blancas, que vagaban y se deshacían también.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
II
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
A caminar por la carretera, fastidiosa de puro cómoda, prefirieron
|
|
|
|
|
seguir atajos en cuyo conocimiento eran muy duchos, y aun cruzar los
|
|
|
|
|
sembrados, desiertos á la sazón, pero donde, durante la noche entera y
|
|
|
|
|
la madrugada, cuadrillas de mujeres habían estado segando el centeno--á
|
|
|
|
|
las horas de calor no se siega, pues se desgrana la espiga madura.--No
|
|
|
|
|
se daban mucha priesa, al contrario, tácitamente estaban de acuerdo en
|
|
|
|
|
no recogerse á techado hasta entrada la noche. Apenas comenzaba á caer
|
|
|
|
|
la tarde. El campo, fresco y esponjado después de la tormenta y el
|
|
|
|
|
riego de las nubes, oreado por suave vientecillo, convidaba á gozar de
|
|
|
|
|
su hermosura: cada flor de trébol, cada manzanilla, cada cardo, se había
|
|
|
|
|
adornado el seno con un grueso brillante líquido; y grillos y
|
|
|
|
|
cigarrones, seguros ya de que cesaba el diluvio, se atrevían á
|
|
|
|
|
rebullirse en los barbechos, sintiendo con deleite la caricia del sol
|
|
|
|
|
sobre sus zancas ya enjutas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Vagaba la pareja sin rumbo cierto, cuando, casi debajo de sus cabezas,
|
|
|
|
|
en un sendero que se despeñaba hacia el valle, divisaron una figura
|
|
|
|
|
rara, que se movía despaciosamente. A un mismo tiempo la reconocieron
|
|
|
|
|
ambos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡El señor Antón el _algebrista_!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡El _atador_ de Boán!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿A dónde irá?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Aventuro algo bueno que á casa de la Sabia.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Quién te lo dijo?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Tiene la vaca más vieja muy malita.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Vamos á ver?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Corriente. Hay que bajar por las viñas; sino, es mucha la vuelta.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Por las viñas. Ale.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Dame la mano.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Piensas que no sé bajar sola?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El descenso era casi vertical, y había que escalar paredones y tener
|
|
|
|
|
cuidado de no desnucarse al sentar el pie sobre los guijarros; pero las
|
|
|
|
|
cuatro piernas juveniles alcanzaron pronto al estafermo, que caminaba
|
|
|
|
|
dibujando eses al tropezar en cualquier canto de la senda. Iba el señor
|
|
|
|
|
Antón en mangas de camisa (por señas que la gastaba de estopa): chaqueta
|
|
|
|
|
terciada al hombro, y un pitillo tras la oreja derecha. Los pantalones
|
|
|
|
|
pardos lucían un remiendo triangular azul en el lugar por donde más
|
|
|
|
|
suelen gastarse, y otros dos, haciendo juego con el de las nalgas, en
|
|
|
|
|
las perneras; de puro cortos, descubrían el hueso del tobillo, cubierto
|
|
|
|
|
apenas de curtida y momificada piel, y los zapatos torcidos y contraídos
|
|
|
|
|
como una boca que hace muecas. Fuera del bolsillo interior de la
|
|
|
|
|
chaqueta asomaba un libro empastado en pergamino, cuyas esquinas habían
|
|
|
|
|
roído los ratones y cuyas hojas atesoraban grasa suficiente para hacer
|
|
|
|
|
el caldo una semana.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al sentir ruido de gente, volvió el rostro, que lo tenía mas arrugado
|
|
|
|
|
que una pasa, más sequito que un sarmiento, y con todas las facciones
|
|
|
|
|
inclinadas unas hacia otras, á manera de piedras de murallón que se
|
|
|
|
|
derrumba: la nariz desplomada sobre la barba, ésta remontada hacia la
|
|
|
|
|
boca, y las mejillas colgando en curtidos pellejos á ambos lados de la
|
|
|
|
|
pronunciada nuez. En los pómulos parecía como si le hubiesen pintado con
|
|
|
|
|
teja dos rosetas simétricas; los labios se le habían sumido; y de la
|
|
|
|
|
abertura donde estuvieron partían innumerables rayitas y plieguecillos
|
|
|
|
|
convergentes, remedando el varillaje de un paraguas. ¿Paraguas dijiste?
|
|
|
|
|
No hay que omitir que bajo el codo izquierdo sujetaba el señor Antón uno
|
|
|
|
|
colosal, de algodón colorado rabioso, con remates y contera de latón
|
|
|
|
|
dorado; ni menos debe callarse que honraba su cabeza, por encima de un
|
|
|
|
|
pañuelo de yerbas, un venerable y caduco sombrero de copa alta, de los
|
|
|
|
|
más empingorotados y de los más apabullados también.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Buenas tardes, señorito don Perucho y la compaña...--dijo el
|
|
|
|
|
vejestorio al alcanzarle la pareja. Era su voz opaca y aguardentosa,
|
|
|
|
|
pero no tan cascada como pedían sus años.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿A dónde va, señor Antón?--preguntó la niña.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Para servir á vustede, señorita Manolita... ¡ahí á curar una vaca en
|
|
|
|
|
casa de la señora María la Sabia...!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Qué le duele?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Parece ser que le ha salido, dispensando vustedes, una _tumificación_
|
|
|
|
|
muy atroz en los cadriles... con perdón, carraspo, aquí donde las
|
|
|
|
|
personas humanas tenemos el hueso llamado _líaco_...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Un lobanillo?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Propiamente hablando, sí, señorito, un lobanillo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Rióse Perucho, pues le hacia gracia la facha del algebrista y su manía
|
|
|
|
|
de aplicar á todo los cuatro términos de anatomía mal aprendidos en su
|
|
|
|
|
libro ratonado. Moríase el vejete por dar explicaciones difusas acerca
|
|
|
|
|
de los padecimientos de sus clientes, fuesen novillos, cerdos, canes, ó,
|
|
|
|
|
como él decía, personas humanas, que á todos indistintamente les sabía
|
|
|
|
|
reparar los desperfectos, con su ciencia heredada de encolar y
|
|
|
|
|
recomponer la máquina animal. Ya llegaban al emparrado que sombreaba la
|
|
|
|
|
casa de la Sabia.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Era una casuca baja y construída con piedras mal trabadas: adornábala
|
|
|
|
|
principalmente un balcón ó _solana_ de madera, al cual nadie podía
|
|
|
|
|
asomarse, por obstruirlo una barricada de enormes calabazas, de amarilla
|
|
|
|
|
corteza, rameada de verde; en una esquina colgaban á secar ropas de
|
|
|
|
|
recién nacido, y al través de ellas se abría paso una soberbia mata de
|
|
|
|
|
claveles reventones, rojo coral, que florecía en una olla desportillada,
|
|
|
|
|
con las raíces escapándose de la tierra negruzca que las mantenía. A la
|
|
|
|
|
puerta de la casa, una mujer moza, de rostro curtido ya, desgranaba
|
|
|
|
|
habas en una criba; á sus pies dos chiquillos de corta edad, con pelo
|
|
|
|
|
casi blanco de puro rubio, se revolcaban por el suelo jugando con las
|
|
|
|
|
vainas de las habas. Cuando vió asomar al algebrista y á los que él
|
|
|
|
|
llamaba señoritos, levantóse la mujer con servilismo obsequioso, pegando
|
|
|
|
|
un moquete á los chiquillos, sin duda con el fin de agasajar mejor á la
|
|
|
|
|
visita; no contaban con él, y la misma sorpresa les impidió llorar.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La pareja entró. Tenía la casa piso de tierra; una escalera de madera
|
|
|
|
|
conducía al sobrado ó cuarto alto; y en el bajo se notaba una pintoresca
|
|
|
|
|
mezcla de racionales é irracionales. El _lar_ y la chimenea con asientos
|
|
|
|
|
de madera bajo su campana; la artesa de guardar el pan; el horno de
|
|
|
|
|
cocerlo; algunos taburetes con cuatro patas muy esparrancadas; la cuna
|
|
|
|
|
de mimbres de una criatura y el _leito_ ó camarote de tablas en que
|
|
|
|
|
dormía el matrimonio que la había engendrado, eran los muebles que
|
|
|
|
|
pertenecían á la humanidad en aquel recinto. La animalidad invadía el
|
|
|
|
|
resto. Al través de una división de tablones mal juntos pasaba el hálito
|
|
|
|
|
caliente, el lento rumiar y los quejumbrosos mugidos del ganado;
|
|
|
|
|
gallinas y pollos escarbaban el suelo y huían con señales de ridículo
|
|
|
|
|
terror, renqueando, al acercárseles la gente; dos ó tres palomas se
|
|
|
|
|
paseaban, muy sacadas de buche y muy balanceadas de cuello, esperando á
|
|
|
|
|
que cayese alguna migaja; un marrano sin cebar, magro y peludo aún como
|
|
|
|
|
un jabalí, sopeteaba con el hocico, gruñendo sordamente, en una tartera
|
|
|
|
|
de barro donde nadaban berzas en aguachirle; un perro de esa raza
|
|
|
|
|
híbrida llamada en el país de _pajar_, completamente tendido en tierra,
|
|
|
|
|
dormía; al respirar, se señalaba bajo su piel la armazón del costillaje,
|
|
|
|
|
y de cuando en cuando, al posársele una mosca encima, un estremecimiento
|
|
|
|
|
hacía ondular todos sus músculos, y sacudía, sin despertarse, una oreja.
|
|
|
|
|
Por un ventanillo, abierto en el testero, entraban las avispas á comerse
|
|
|
|
|
los gajos de cerezas maduras que andaban rodando sobre la artesa; y si
|
|
|
|
|
fuese posible prestar oído á unas trotadas menudas que allá arriba
|
|
|
|
|
resonaban, se comprendería que los ratones no andaban remisos en dar
|
|
|
|
|
cuenta del poco maíz restante de la cosecha anterior, ni de cuanto
|
|
|
|
|
encontraban al alcance de los dientes. En medio de esta especie de arca
|
|
|
|
|
de Noé, reposaba inmóvil, sentada al pie de la artesa, con los naipes
|
|
|
|
|
mugrientos al alcance de la mano, la vieja bruja de la Sabia.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Era su figura realmente espantable. Habíale crecido el bocio enorme,
|
|
|
|
|
hasta el punto de que se le viese apenas el verdadero rostro, abultando
|
|
|
|
|
más la lustrosa y horrible segunda cara sin facciones, que le caía sobre
|
|
|
|
|
el pecho, le subía hasta las orejas, y por lo hinchada y estirada
|
|
|
|
|
contrastaba del modo más repulsivo con el resto del cuerpo de la vieja,
|
|
|
|
|
que parecía hecho de raíces de árboles, y tenía de los árboles añosos la
|
|
|
|
|
rugosidad y oscuridad de la corteza, los nudos, las berrugas. Al ver
|
|
|
|
|
entrar al algebrista _y la compaña_, la bruja se enderezó y salió á
|
|
|
|
|
recibirles, no sin echarse con sumo recato un pañuelo de algodón sobre
|
|
|
|
|
los mechones de sus greñas blancas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La moza, entretanto, sacaba del establo á la paciente, una vaca
|
|
|
|
|
amarilla, y picándola con la aguijada, la empujaba fuera de la casa, á
|
|
|
|
|
sitio descubierto y claro. Cojeaba el infeliz animal, por culpa del gran
|
|
|
|
|
tumor que tenía en el ijar derecho; sus ojos estaban profundamente
|
|
|
|
|
tristes, como los de todo irracional ó niño enfermo. El sol pareció
|
|
|
|
|
reanimar algo á la vaca, y se le dilató el hocico respirando aire puro.
|
|
|
|
|
Ya salía tras ella el atador, poniendo la mano á guisa de pantalla ante
|
|
|
|
|
los ojos, para que no le estorbase el sol que declinaba.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Hace falta quien _treme_ del animal--dijo, después de palpar aprisa el
|
|
|
|
|
tumor.--Llama á tu hombre--añadió dirigiéndose á la moza.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Habiendo Perucho ofrecido su ayuda, convino el algebrista en que
|
|
|
|
|
bastaría con él y con la moza para sujetar á la doliente, y ordenó que
|
|
|
|
|
la señora María se encargase de preparar la bizma de pez hirviendo.
|
|
|
|
|
Remangóse Perucho las mangas de chaqueta y camisa, y arrodillándose,
|
|
|
|
|
asió con puño de hierro la pata del animal, asentándola y afirmándola en
|
|
|
|
|
tierra á fin de que no cocease con el dolor. El brazo del mancebo era
|
|
|
|
|
membrudo, atendida su edad, y la cuadratura de los músculos se diseñaba
|
|
|
|
|
enérgicamente: sobre el cutis, fino como raso, rojeaba á la luz
|
|
|
|
|
moribunda del sol un vello denso y suave. Su compañera le miraba con
|
|
|
|
|
disimulo y atención, como si viese por primera vez aquella cabeza
|
|
|
|
|
cubierta de ensortijados bucles, aquellas perfectas facciones trigueñas
|
|
|
|
|
y sonrosadas, aquel cogote juvenil y fuerte como testuz de novillo
|
|
|
|
|
bermejo, aquellas espaldas fornidas donde la postura y el esfuerzo para
|
|
|
|
|
mantener inmóvil la pata del animal hacía sobresalir el omoplato. De
|
|
|
|
|
chiquita, la costumbre de ver á Pedro le impedía reparar su hermosura:
|
|
|
|
|
ahora se le figuraba descubrirla en toda su riqueza de pormenores
|
|
|
|
|
esculturales, cosa que la turbaba mucho y tenía bastante culpa de la
|
|
|
|
|
cortedad y despego que mostraba al quedarse con él á solas. Se
|
|
|
|
|
avergonzaba la niña de no ser tan linda como su amigo; de ser casi fea.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
También se recogió el atador las mangas de estopa, y sacó de la
|
|
|
|
|
faltriquera del pantalón una reluciente navaja de afeitar envuelta en un
|
|
|
|
|
trapo. Agachóse bajo la paciente, y empuñando el instrumento, con brioso
|
|
|
|
|
girar de muñeca y haciendo terrible fuerza en el pulgar, sajó casi en
|
|
|
|
|
redondo el lobanillo. Bramó y resopló de dolor la vaca, intentando huir;
|
|
|
|
|
pero estaba bien sujeta y el corte dado ya. Sin hacer caso de los
|
|
|
|
|
mugidos angustiosos ni de las inútiles sacudidas de la bestia, el señor
|
|
|
|
|
Antón comenzó á esgrimir la navaja casi de plano, desprendiendo la piel
|
|
|
|
|
que cubría el tumor, y disecando poco á poco, con certera diestra, sus
|
|
|
|
|
raíces, como quien desprende de un peñasco los tientos de un adherido
|
|
|
|
|
pólipo. De rato en rato empapaba con trapos la sangre que corría y le
|
|
|
|
|
impedía ver. Cada raíz encubría otras más menudas, y la navaja seguía
|
|
|
|
|
escrutando los ijares del animal, persiguiendo las últimas
|
|
|
|
|
ramificaciones de la fea excrecencia. Ya casi la tenía desprendida,
|
|
|
|
|
cuando la vaca, que parecía resignada con su suerte, dió de pronto un
|
|
|
|
|
empuje desesperado y supremo, logró soltar las patas, derribó de una
|
|
|
|
|
patada el sombrero de copa alta del algebrista y echó á correr furiosa.
|
|
|
|
|
Ciega por el terror, fué á batir contra la muralla del emparrado, donde
|
|
|
|
|
la alcanzó Perucho. La agarró del rabo primero, luego la cogió por los
|
|
|
|
|
cuernos, y á remolque y á empujones y á puñadas la trajo otra vez á la
|
|
|
|
|
clínica. El señor Antón acusaba á la moza de no valer nada, de haber
|
|
|
|
|
aflojado la pata; y Manuela, con los ojos brillantes y la sonrisa en los
|
|
|
|
|
labios, se ofrecía á sustituir ventajosamente á la aldeana.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Jesús, alabando sea Dios, qué valiente de señorita!--tartamudeó la
|
|
|
|
|
Sabia, apareciendo en la puerta.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Las que nos criamos en la montaña...--murmuró la niña arrodillándose,
|
|
|
|
|
y ciñendo con ambas manos, no muy blancas ni nada endebles, el corvejón
|
|
|
|
|
del animal.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No hay cosa como las montañesas--declaró dogmáticamente el atador,
|
|
|
|
|
encasquetándose otra vez su abollada bomba, sin la cual, al parecer, no
|
|
|
|
|
era dueño de todos los recursos de la ciencia quirúrgica.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Remángate, Manola--aconsejó sin volver la cabeza Pedro:--sino vas á
|
|
|
|
|
ponerte perdida.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Notando que él no la miraba, Manolita se remangó. Los chiquillos, rubios
|
|
|
|
|
como el cerro, que presenciaban la operación absortos, con la pupila
|
|
|
|
|
dilatada y chupándose el dedo índice, quisieron también cooperar al buen
|
|
|
|
|
resultado, y vinieron á poner cada uno una manila en los corvejones de
|
|
|
|
|
la mártir. Poco duró el suplicio. El señor Antón, con su rapidez y
|
|
|
|
|
maestría acostumbradas, arrojaba ya triunfalmente hacia el campo más
|
|
|
|
|
próximo una masa sanguinolenta é informe, que era el núcleo del
|
|
|
|
|
lobanillo y su aureola de raíces. Entre un furioso y desesperado bramido
|
|
|
|
|
de la vaca al sentir la pez hirviendo que le abrasaba los tejidos, y un
|
|
|
|
|
_¡carraspo!_ del algebrista que se levantaba vencedor, se acabó la
|
|
|
|
|
operación y la víctima fué de nuevo encerrada en el establo. Echáronle
|
|
|
|
|
en el pesebre un brazado de fresca yerba, y á poco su hocico húmedo, del
|
|
|
|
|
cual se desprendía un hilo de baba, rumiaba con fruición la dulce
|
|
|
|
|
golosina.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
III
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Sin embargo, aún le quedaban al señor Antón deberes facultativos que
|
|
|
|
|
llenar en aquella casa. Le presentaron un ternero que andaba malucho de
|
|
|
|
|
desgano y rehusaba las cortezas de pan y la hierba más apetitosa. Le
|
|
|
|
|
abrió la boca al punto, sacóle de través la lengua, y declaró que tenía
|
|
|
|
|
_el piojo_. Pidió los ingredientes de sal y ajo, que metió en una
|
|
|
|
|
bolsita de lienzo; mojóla en vinagre, y frotó con ella los bordes de la
|
|
|
|
|
lengua, para levantar las escamillas en que consistía el mal: sacó luego
|
|
|
|
|
del bolsillo-estuche unas tijeras de costura, y cortó las escamas,
|
|
|
|
|
dejando al choto en disposición de zamparse todos los prados comarcanos.
|
|
|
|
|
Tras el ternero vino un buey, cojo de la mano derecha: el doctor
|
|
|
|
|
reconoció que tenía _el pulgón_ y que era preciso meterle entre la
|
|
|
|
|
pezuña un puñado de pólvora amasada y prenderle fuego. El caso era que
|
|
|
|
|
no se encontraba pólvora allí.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Que vayan por ella á los Pazos--exclamó servicialmente Perucho.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mientras van y vuelven llega la noche, señorito--exclamó el atador,--y
|
|
|
|
|
de aquí á Boán hay camino. Ya pasaré por aquí mañana ó pasado lo más
|
|
|
|
|
tarde, que me cumple verle la yegua al señor Angel. No hay duda, que no
|
|
|
|
|
muere el buey por eso.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Quedó aplazada la voladura del pulgón, pero no consintió la Sabia en que
|
|
|
|
|
se partiese el algebrista sin _tomar un taco_ y _echar un cloris_.
|
|
|
|
|
Limpiándose el copioso sudor con el pañuelo de yerbas, sentóse el señor
|
|
|
|
|
Antón á la mesa, ante el zoquete de pan de centeno y el jarro de vino.
|
|
|
|
|
Entabló conversación con el ama de casa, no habiendo querido los
|
|
|
|
|
señoritos sentarse ni probar cosa alguna, porque les divertía más
|
|
|
|
|
presenciar la cómica escena y oir, cruzando ojeadas y risas, la plática
|
|
|
|
|
donosa que avivaban con sus preguntas. Estaba de buen humor el vejete,
|
|
|
|
|
como siempre que terminaba felizmente una operación y se veía con el
|
|
|
|
|
pichel de mosto delante. A las quejas de la Sabia, que se lamentaba de
|
|
|
|
|
las enfermedades de los animales con tono de abuela cuando deplora
|
|
|
|
|
achaques de sus nietos, respondía jocosamente el algebrista que, si no
|
|
|
|
|
tuviese _una riqueza_ en ganado, no se le pondría el ganado enfermo
|
|
|
|
|
nunca.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿A que á mí no se me mueren las vacas? En no las teniendo... catá.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La bruja respondía á tan atinada observación con otra muy filosófica y
|
|
|
|
|
cristiana:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Todos habernos de morir, si Dios quiere.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
De tal respuesta tomó pie el algebrista para procurar insinuarse,
|
|
|
|
|
hablando del bocio de la vieja, y comprometiéndose á extirpárselo con
|
|
|
|
|
tanta prontitud como el tumor de la vaca, _fuera el alma_. Contó que
|
|
|
|
|
precisamente acababa de realizar la misma operación en un labrador rico
|
|
|
|
|
de Gondás. De cuatro ó cinco tajos de navaja _¡zis, zas!_ (y al decir
|
|
|
|
|
_zis_, _zas_ pasaba el dedo por delante del cuello deforme de la Sabia)
|
|
|
|
|
le había sajado el bocio perfectísimamente, plantándole, para atajar la
|
|
|
|
|
_morragia_, un emplasto donde se misturaban trementina, diaquilón,
|
|
|
|
|
confortativo, minio, litargirio, incienso, pez blanca, pez dorada y pez
|
|
|
|
|
negra...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Vamos, pez de todos los colores--dijo Perucho riendo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No haga burla, señorito, no haga burla... Pues emplasto fué aquel que
|
|
|
|
|
apretó, apretó, apretó (y el algebrista cerraba y apretaba el puño con
|
|
|
|
|
toda su fuerza) y á los quince días...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Al campo santo?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Quedó como si tal cosa, más contento que un cuco! La sabiduría puede
|
|
|
|
|
mucho, señorito!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La bruja no se resolvía á empecinarse. Tantos años con aquello, y al
|
|
|
|
|
fin _iba durando_: luego no era cosa de muerte. Los animales... no tiene
|
|
|
|
|
que ver con las personas: si no se cuidan y se asisten, ni trabajan, ni
|
|
|
|
|
dan leche, ni... En vista de que allí no necesitaban médico las
|
|
|
|
|
_personas humanas_, el algebrista, después de dejar temblando el jarro,
|
|
|
|
|
sacó el pitillo que llevaba tras la oreja, encendiólo en las brasas del
|
|
|
|
|
lar, se terció la chaqueta, y con andar más que nunca dificultoso, tomó
|
|
|
|
|
el camino del valle.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Acompañóle la pareja, divertida con su charla. Era el señor Antón uno de
|
|
|
|
|
esos personajes típicos, manifestación viviente, en una comarca, de los
|
|
|
|
|
remotos orígenes y misteriosas afinidades étnicas de la raza que la
|
|
|
|
|
habita. En el país se contaban muchos que ejercían la profesión de
|
|
|
|
|
_algebristas_, componiendo con singular destreza canillas rotas y
|
|
|
|
|
húmeros desvencijados, reduciendo lujaciones y extirpando sarcomas,
|
|
|
|
|
merced á no sé qué ciencia infusa ó tradición comunicada
|
|
|
|
|
hereditariamente, ó recogida de labios de algún _compostor_ viejo á
|
|
|
|
|
quien el mozo había _tomado los moldes_; pero ninguno tan acreditado y
|
|
|
|
|
consultado en todas partes como el _atador de Boan_, que tenía fama de
|
|
|
|
|
poner la ceniza en la frente á los médicos de Orense y Santiago,
|
|
|
|
|
habiendo persona que vino expresamente desde Madrid, cuando todavía se
|
|
|
|
|
viajaba en diligencia, á que el señor Antón le curase una fractura. No
|
|
|
|
|
desvanecían al vejete las glorias científicas; pero sí le daban pretexto
|
|
|
|
|
á descuidar la labranza de sus tierras y entregarse á sabrosa vagancia
|
|
|
|
|
cuotidiana por riscos y breñas. Con su chaquetón al hombro en el verano,
|
|
|
|
|
su montecristo de pardomonte en invierno, y siempre el pitillo tras la
|
|
|
|
|
oreja, la chistera calada sobre el pañuelo, el paraguas colorado bajo el
|
|
|
|
|
brazo y el libro grasiento en la faltriquera, recorría haciendo eses los
|
|
|
|
|
senderos del país, sintiendo en la cabeza y en la sangre la doble
|
|
|
|
|
efervescencia del aire puro y vivo de la montaña y de la libación de
|
|
|
|
|
mosto ó aguardiente hecha á los dioses lares de cada enfermo. La
|
|
|
|
|
atmósfera candente, el cierzo glacial, las claras mañanas primaverales,
|
|
|
|
|
las templadas noches, la borrasca, la bonanza, le tenían seco y oreado
|
|
|
|
|
como un fruto de cuelga, como esas manzanas tabardillas cuya piel se
|
|
|
|
|
arruga y contrae y adoba más que el mejor pergamino; y también, lo mismo
|
|
|
|
|
que en ellas, la pulpa se concentraba guardando toda su virtud y sabor.
|
|
|
|
|
No había viejo mejor conservado, más templado y _rufo_ que el señor
|
|
|
|
|
Antón: asegurábanlo las mozas trocando maliciosos guiños, y lo
|
|
|
|
|
confirmaban los mozos haciendo con la mano alzada y el pulgar inclinado
|
|
|
|
|
hacia la boca el ademán del que se atiza un buen traguete. Nunca se le
|
|
|
|
|
encontraba que no estuviese bajo la alegre influencia del jarro, ó del
|
|
|
|
|
sol, que tenía la virtud de hacerle fermentar en las venas la reserva de
|
|
|
|
|
espíritus alcohólicos. Entonces se desataba su locuacidad, y le gustaba
|
|
|
|
|
sobre todo platicar con los curas ó con los aldeanos viejos y duchos, en
|
|
|
|
|
quienes, á falta de instrucción, la experiencia de una larga vida ha
|
|
|
|
|
desarrollado cierta inteligencia práctica, haciéndoles depositarios del
|
|
|
|
|
caudal del saber popular, ancho cauce de arena donde á trechos brilla
|
|
|
|
|
alguna partícula de oro ó algún diamante en bruto. El señor Antón tenía
|
|
|
|
|
su filosofía allá á su modo, mitad bebida en tres ó cuatro librotes
|
|
|
|
|
viejos, en tomos descabalados de _Feijóo_, en el _Desiderio_ y _Electo_,
|
|
|
|
|
mitad inspirada por el espectáculo y la sugestión incesante de la madre
|
|
|
|
|
naturaleza, de árboles y estrellas, ríos y nubes. En su cráneo estrecho
|
|
|
|
|
y prolongado, verdadero cráneo céltico, bullían á veces viejas ideas
|
|
|
|
|
cosmogónicas, bocetos confusos de panteísmo y restos de cultos y
|
|
|
|
|
creencias ancestrales. Por lo cual, al meterse en honduras, solía decir
|
|
|
|
|
muchos y muy peregrinos despropósitos, mezclados con dictámenes y
|
|
|
|
|
sentencias que sorprendían al verlos salir de aquella boca plegada como
|
|
|
|
|
la jareta de un bolsón, envueltas en vaho aguardentoso y subrayadas por
|
|
|
|
|
la risa de polichinela que establecía inmediata comunicación entre su
|
|
|
|
|
nariz y su barba.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Encontrándolo más alumbrado que de costumbre, moríase Perucho por
|
|
|
|
|
tirarle de la lengua, y le seguía, llevando el dedo meñique enganchado
|
|
|
|
|
en el de Manuela y columpiando el brazo á compás, por hábito inveterado
|
|
|
|
|
de contacto cariñoso.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Chupaba el señor Antón su apestoso papelito, sumiendo la boca de tal
|
|
|
|
|
manera que, más que con los labios, parecía aspirar el humo con la
|
|
|
|
|
laringe. Al mismo tiempo iba filosofando sobre las enfermedades, la
|
|
|
|
|
vejez y la muerte.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mire, señorito, que esto de estar enfermo (aquí un traspiés), le tiene
|
|
|
|
|
su aquel, carraspo! Lee uno en libros, á lo mejor, que el hombre es,
|
|
|
|
|
como quien dice, un gusano, y viene la soberbia, y replica:--No, gusano,
|
|
|
|
|
no, que yo tengooó (ahuecó la voz enfáticamente), lo que no tiene un
|
|
|
|
|
gusanoooó! Pero llega la enfermedad, _maina mainita_ (y remedaba los
|
|
|
|
|
movimientos del que se acerca muy cautelosamente á otro), y ya no se
|
|
|
|
|
diferencia el _verme_ del hombre... carraspo! Porque díganme: uso yo
|
|
|
|
|
una navaja para _estripar_, con perdón, las _tumificaciones_ de las
|
|
|
|
|
vacas y otra para las personas humanas? No señor, que uso la misma, que
|
|
|
|
|
aquí la llevo en el bolsillo (y se golpeaba con fuerza el pecho). El
|
|
|
|
|
emplasto ó la cataplasma, ¿se misturan de otro modo? No señoóoor! Y en
|
|
|
|
|
vista de ello...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Resulta, señor Antón, que á usted no le parece diferente un buey de un
|
|
|
|
|
cristiano? Eh? Usted y yo valemos tanto como un jumento?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No sea tan _materialista_, señorito, carraspo!... Son poquitos los que
|
|
|
|
|
se hacen cargo de estas cosas _perfundas_... ¡Hay que abrir el ojo!
|
|
|
|
|
¿Tiene ahí un misto? Se me apaga el condenado del pitillo. Estimando la
|
|
|
|
|
molestia... Vamos al decir de que la gente como usted y como yo, y las
|
|
|
|
|
bestias, dispensando vustedes, padecen de los mismos males, y en la
|
|
|
|
|
botica no hay diferencias de remedios, y la vida se les viene y se les
|
|
|
|
|
va del mismo modo, y todos pasan su tiempo de chiquillos, porque los
|
|
|
|
|
perritos pequeños lloran y enredan como las criaturas, y luego á las
|
|
|
|
|
personas humanas les llega la de andar tras de las mozas, y andan que
|
|
|
|
|
_tolean_, y también los perros se escapan de casa para perseguir á las
|
|
|
|
|
perras, con perdón, y las buscan, y riñen por causa de ellas, y las
|
|
|
|
|
obsequian como los señoritos á las señoritas... ¡Carraspoó!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al llegar á este punto el discurso del atador, Pedro soltó los dedos de
|
|
|
|
|
Manuela para reir á carcajadas, y la montañesa le acompañó, sofocando la
|
|
|
|
|
risa en la boca con la punta del pañuelo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pero eso ya se sabe, señor Antón... Vaya unas noticias que da!
|
|
|
|
|
Fresquitas!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Poco y poco, poco y poco... (se ignora si el algebrista lo decía
|
|
|
|
|
pensando en que el camino tenía muchas piedras y él más vino en el
|
|
|
|
|
estómago, ó siguiendo la ilación de su tesis trascendental.) Vamos á la
|
|
|
|
|
_custión_... Digo, señorito, y no miento: un hombre _valerá_, estamos
|
|
|
|
|
conformes, más que los animales; pero poder... Vaya, poder, no puede más
|
|
|
|
|
que un buey; y cuando le llega la de cerrar el ojo, aunque sepa más que
|
|
|
|
|
el rey Salimón, lo cierra... y abur. ¿Lo cierra ó no, señorito?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Según y conforme.... También los hay que se quedan con él muy
|
|
|
|
|
abierto--murmuró Pedro para hacer rabiar al atador.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Desmasiado nos entendemos...--articuló éste escupiendo, por el sitio
|
|
|
|
|
en que algún día tuvo los colmillos, un chorro de saliva negruzca, cuya
|
|
|
|
|
proyección cortó limpiándose el agujero de la boca con el dorso de la
|
|
|
|
|
mano. Señorito, escuche y perdone.--¡A lo que me da que pensar,
|
|
|
|
|
carraspo! Esto del nacer, y del morir, y del enfermarse, y del comer, y
|
|
|
|
|
del beber ¡atención! (hizo aquí una ese más arqueada que ninguna), es
|
|
|
|
|
un... un... un aquel que puede más que los animales y los hombres
|
|
|
|
|
juntos, á modo de una _endrómena_ muy grande, muy graaaande....
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El algebrista tendía la mano y la giraba en derredor, señalando con
|
|
|
|
|
amplio ademán circular la profundidad del valle de Ulloa, el anfiteatro
|
|
|
|
|
de montañas que lo cierra, el río que espumaba cautivo en la hoz, todo
|
|
|
|
|
lo cual se dominaba desde el sendero alto y escarpado. Pedro y Manuela,
|
|
|
|
|
que habían vuelto á enganchar los dedos por instinto, miraban hacia
|
|
|
|
|
donde apuntaba el viejo, tratando de comprender la idea rebozada en
|
|
|
|
|
báquicos vapores que desde el cerebro del señor Antón descendía
|
|
|
|
|
trabajosamente hasta su lengua.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Tan grande--añadía extendiendo ya los dos brazos para mejor expresar
|
|
|
|
|
la inmensidad--que me parece á mí, señorito, con perdón, que es tan
|
|
|
|
|
grande como el mundo... ¡Más aún, carraspo!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Más que el mundo? ¡Quieto, vino, quieto!--exclamó Pedro, significando
|
|
|
|
|
que por boca del algebrista hablaba la borrachera.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Más aún, sí señor. ¿De qué se pasma? Desmasiado nos entendemos. Un
|
|
|
|
|
hombre ha leído algo... ¿Tiene otro misto? Disimule.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ahí va la caja. ¿Con que se ha leído mucho?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Una sonrisa orgullosa dilató los plieguecillos de la consabida jareta.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--El saber, como dijo el otro, no ocupa lugar... No se burle, señorito,
|
|
|
|
|
no se burle... ¿Desmasiado tendrá usted leído lo que llaman el Treato...
|
|
|
|
|
el Trato...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Alguna comedia?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡¡Comedia!! Lo compuso un fraile, hablando con respeto... un fraile de
|
|
|
|
|
esta tierra, con más sabiduría que todos los de España y del mundo
|
|
|
|
|
entero juntos... Pues allí dice, ¡sí, señorito! que las estrellas del
|
|
|
|
|
cielo son como nosotros... ¡con perdón! como este universo-mundo de
|
|
|
|
|
acá... y que también allí nacen, y mueren, y comen, y andan atrás de las
|
|
|
|
|
muchachas...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al llegar aquí guiñó picarescamente el algebrista el ojo izquierdo á la
|
|
|
|
|
bóveda celeste, y como si obedeciese á un conjuro, el hermoso lucero de
|
|
|
|
|
Venus comenzó á rielar con dulce brillo en el sereno espacio.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Hay que desengañarse, hay que desengañarse!--prosiguió el viejo
|
|
|
|
|
moviendo la cabeza, que, al oscilar sobre el seco pescuezo, parecía una
|
|
|
|
|
pasa pronta á desprenderse del rabo. Por muchas vueltas que se le dé,
|
|
|
|
|
esta cosa grande, grande, grandísima (y reiteraba el ademán de abarcar
|
|
|
|
|
todo el valle con los brazos), puede más que vusté, y que yo, y aquel, y
|
|
|
|
|
que todos, ¡carraspiche! Yo me muero, verbo en gracia; bien, corriente,
|
|
|
|
|
sí señor; ¿y después? La cosa grande se queda tan fresca. Yo me divertí
|
|
|
|
|
mis carnes; pero de yo ya propiamente no soy nada; se crían repollos, y
|
|
|
|
|
patatas, y ortigas, y toda _clas_ de hortalizas... ¿me entiende?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿También de mi cuerpo se han de criar repollos?--preguntó Manolita.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y ¡juy juy!--relinchó el algebrista, trompicándose en una piedra por
|
|
|
|
|
culpa del arrechucho de galantería que le entró.--Del cuerpo de las
|
|
|
|
|
señoritas buenas mozas se criará espliego, rositas de Mayo...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Adoptando de nuevo su gravedad filosófica, añadió:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pero no se ponga hueca... Le es igual... igualito... Qué más tiene
|
|
|
|
|
volverse chirivía ó malva de olor, carrás... ¿Quiérese decir que las
|
|
|
|
|
estrellas del cielo, y las tierras, y el _mainzo_, y el cuerpo de
|
|
|
|
|
vusté, y el mío, y el del Papa, con perdón, y el espliego, y los
|
|
|
|
|
repollos, y las vacas, y los gatos, es todito lo mismo, disimulando
|
|
|
|
|
vusté, y no hay que andar escoge de aquí y escoge de allí... Todo lo
|
|
|
|
|
mismo señorita, todo lo mismísimo... La cosa grande!!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al llegar aquí de su perorata le besó un canto en la espinilla, y
|
|
|
|
|
llevóse la mano á la pierna, exhalando un ay doliente; pero al punto
|
|
|
|
|
mismo, después de refregarse la parte dolorida y tirar con rabia del
|
|
|
|
|
cigarro, que se apagaba de vez, volvió á su tema, balbuciendo con lengua
|
|
|
|
|
todavía más estropajosa:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--La co... la cosa grande... se ríe de todo, sí señor, de todo... Allá
|
|
|
|
|
anda, carraspo... haciendo la burla á quien nace... y á quien muere... y
|
|
|
|
|
á los que buscamos las mo... mozas... de rumbo.... ¡juy! La cosa... g...
|
|
|
|
|
gran... no nació en jamás... ni se ha de morir... Buena gana tiene... A
|
|
|
|
|
cada a...ño... está... más... fres.... frescachona.... juy! vivan las
|
|
|
|
|
rap... rapazas... Arde, cigarro, arde, condenado, si quieres, que...
|
|
|
|
|
te... par...to...!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Echemos por las viñas, Manola--dijo Pedro á su compañera.--El
|
|
|
|
|
algebrista va hoy como un templo. Ya no se le sacan del cuerpo sino
|
|
|
|
|
barbaridades.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y si tropieza y cae al río?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Qué disparate! Estaría muerto ya un millón de veces, mujer, si fuese
|
|
|
|
|
capaz de caerse. Anda así toda la santa vida.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
IV
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Libres ya del atador, tomaron un sendero más practicable, que por entre
|
|
|
|
|
tierras labradías y viñedos conducía al gran castañar del solariego
|
|
|
|
|
caserón de Ulloa. Aunque la luna, en cuarto creciente, dibujaba ya sobre
|
|
|
|
|
el cielo verdoso una fina segur, todavía la claridad del crepúsculo
|
|
|
|
|
permitía registrar bien el paisaje; pero al ir entrando bajo la
|
|
|
|
|
tenebrosa bóveda formada por el ramaje de los castaños, se encontró la
|
|
|
|
|
pareja envuelta en la oscuridad, y en no sé qué de pavoroso y sagrado, y
|
|
|
|
|
fresco y solemne, como el ambiente de una iglesia. El suelo estaba seco
|
|
|
|
|
y mullido, como suele estar en verano el de los bosques, y el pie lo
|
|
|
|
|
hollaba con placer. No se oía más ruido que el rumor de las hojas,
|
|
|
|
|
melodioso como una música distante de la cual apenas se percibe el
|
|
|
|
|
acompañamiento. Instintivamente, Pedro y Manuela se aproximaron el uno
|
|
|
|
|
al otro, y sus dedos se engancharon con más fuerza; pero el sentimiento
|
|
|
|
|
que ahora los unía no era el mismo que allá en la gruta, sino una
|
|
|
|
|
especie de comunión de los espíritus, simultáneamente agitados, sin que
|
|
|
|
|
ellos mismos lo comprendiesen, por las ideas de muerte, de
|
|
|
|
|
transformación y de amor, removidas en la grosera plática del vejete
|
|
|
|
|
borracho.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Perucho!--murmuró ella alzando el rostro para mirar el de su
|
|
|
|
|
compañero, que en aquella sombra veía pálido y sin contornos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Qué quieres?--contestó él sacudiéndole el brazo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Qué me dices de todo eso?... ¡Cuántas bobadas echó por aquella boca
|
|
|
|
|
el señor Antón!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Está peneque, y chocho además.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Me volveré yo rosa? ¿Malvita de olor?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No tienes que volverte... Ya Dios te dió rosa y clavel y cuantas
|
|
|
|
|
flores hay.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No empieces á meterte conmigo... ¡Que me enfado! ¿Y eso que dice de
|
|
|
|
|
una cosa muy grande, que está en el cielo, y en la tierra, y en todos
|
|
|
|
|
los sitios?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Muchos ratos también se me pone á mí aquí--murmuró Pedro deteniéndose
|
|
|
|
|
y señalando á la frente--que hay una cosa muy grande.... ¡y tan
|
|
|
|
|
grande!... Mayor que el cielo. ¿Sabes dónde, Manola? ¿A que no lo
|
|
|
|
|
aciertas?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Yo qué sé? ¿Soy bruja ó echo las cartas como la Sabia?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El mancebo le tomó la mano, y la paseó por su pecho, hasta colocarla
|
|
|
|
|
allí, donde, sin estar situado el corazón, se percibe mejor su diástole
|
|
|
|
|
y sístole.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Aquí, aquí, aquí--repitió con ardiente voz, oprimiendo como para
|
|
|
|
|
deshacerla la mano morena y fuerte de la muchacha, que se reía,
|
|
|
|
|
tratando de soltarse.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Majadero, brutiño, que me lastimas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La soltó y ella siguió andando delante en silencio. De cuando en cuando
|
|
|
|
|
se percibía entre las hojas el corretear de una liebre, ó resonaba el
|
|
|
|
|
último gorjeo de un ave. A lo lejos arrullaban roncamente las tórtolas,
|
|
|
|
|
bien alimentadas aquellos días con los granos caídos en los surcos del
|
|
|
|
|
centeno. También se escuchaba, dominando la sinfonía con sordina del
|
|
|
|
|
follaje, el gemido de los carros que volvían cargados de haces de mies á
|
|
|
|
|
las eras.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Manola, no corras tanto...--exclamó Pedro con voz tan angustiada como
|
|
|
|
|
si la chica se le escapase.--¡Ave María, mujer! Parece que te van
|
|
|
|
|
persiguiendo los canes. ¿Tienes miedo?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No sé á qué he de tener miedo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues entonces, anda á modo, mujer... ¿Qué diversión se nos pierde en
|
|
|
|
|
los Pazos? ¡Mira que es bonita! Padrino estará fumando un cigarro en el
|
|
|
|
|
balcón, ó viendo cómo arreglan las _medas_; mamá por allí, dando
|
|
|
|
|
vueltas en la cocina; papá en la era, eso de fijo... las chiquillas ya
|
|
|
|
|
dormirán... ¡va buena que dormirán! Oye, chica, la mano.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Trabáronse como antes por los dedos meñiques y continuaron andando no
|
|
|
|
|
muy despacio. El bosque se hacía más intrincado y oscuro, y á veces un
|
|
|
|
|
obstáculo, seto de maleza ó valla de renuevos de árboles, les obligaba á
|
|
|
|
|
soltarse de los dedos, á levantar mucho el pie y tentar con la mano.
|
|
|
|
|
Tropezó Manola en el cepo de un castaño cortado, y sin poderlo evitar
|
|
|
|
|
cayó de rodillas. Pedro se lanzó á sostenerla, pero ella se levantaba ya
|
|
|
|
|
soltando la carcajada.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Vaya una montañesa, que tropieza en cualquier cosa como las señoritas
|
|
|
|
|
del pueblo! Por el afán de correr. Bien empleado.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pero si no se ve miaja. Rabio por salir pronto de aquí.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Para irte á la cama, ¿eh? ¿Para dejarme solito?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Podías dar un repaso á los libros, haragán.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mujer... ¡para cochinos tres meses que tiene uno de vacaciones! Yo
|
|
|
|
|
antes pasaba contigo todo el año... ¿no te acuerdas? Siempre, siempre
|
|
|
|
|
andábamos juntos... ¡Qué vida tan buena! Y bien aprendíamos reunidos,
|
|
|
|
|
más de lo que aprendo ahora en clase... Apenas tenemos leído libros de
|
|
|
|
|
la estantería! ¿Te acuerdas cuando te enseñé las letras por uno que
|
|
|
|
|
tiene estampas?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pero de la mitad nos quedábamos á oscuras. De muchos sólo mirábamos
|
|
|
|
|
las estampitas, aquellos monigotes tan descarados.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bueno, el caso es que estábamos más contentos, ¿eh? Yo al menos. ¿Y
|
|
|
|
|
tú?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Calló la niña montañesa, tal vez porque un haz de arbustos nuevos y un
|
|
|
|
|
alto zarzal le cerraban el paso. Tuvieron que retroceder y buscar entre
|
|
|
|
|
los castaños la senda perdida.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿No me contestas? ¿Vas enfadada conmigo?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No hay humor de hablar mientras esté uno en estas negruras.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y después que salgamos al camino de la era, ¿me das palabra de que
|
|
|
|
|
rodearemos por los sembrados?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí, hombre, sí.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Manola?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Quée?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Deslizábase á la sazón la pareja por un estrecho pasadizo de troncos de
|
|
|
|
|
castaño, que apenas daba espacio á una persona de frente. La oscuridad
|
|
|
|
|
disminuía; acercábanse á la linde del bosque. La niña alzó los ojos, vió
|
|
|
|
|
la cara de su compañero y acompañó la interrogación de fingido mal humor
|
|
|
|
|
con una sonrisa, y entonces él se inclinó, le echó las manos á la
|
|
|
|
|
cabeza, y con una mezcla de expansión fraternal y vehemencia apasionada,
|
|
|
|
|
apretóle la frente entre las palmas, acariciándole y revolviéndole el
|
|
|
|
|
cabello con los dedos, al mismo tiempo que balbucía:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Me quieres, eh? me quieres?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí, sí--tartamudeaba ella casi sin aliento, deliciosamente turbada por
|
|
|
|
|
la violencia de la presión.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Como antes? ¿como allá cuando éramos pequeñitos? eh? ¿Como si yo
|
|
|
|
|
viviese aquí?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ay! me ahogas.... me arrancas pelo--murmuró Manola, exhalando estas
|
|
|
|
|
quejas con el mismo tono que diría:--Apriétame, ahógame más.--No
|
|
|
|
|
obstante, Pedro la soltó, contentándose con guiarla de la mano hasta que
|
|
|
|
|
salieron completamente del bosque y en vez de árboles distinguieron
|
|
|
|
|
frente á sí el _carrerito_ que llevaba en derechura á la era de los
|
|
|
|
|
Pazos. Pero el mancebo torció á la izquierda, y Manola le siguió. Iban
|
|
|
|
|
orillando un sembrado de trigo, que en aquel país abundan menos y se
|
|
|
|
|
siegan más tarde que los de centeno. Si á la luz del sol un trigal es
|
|
|
|
|
cosa linda por su frescura de égloga, por los tonos pastoriles de sus
|
|
|
|
|
espigas, amapolas, cardos y acianos, de noche gana en aromas lo que
|
|
|
|
|
pierde en colores, y parece perfumado colchón tendido bajo un dosel de
|
|
|
|
|
seda bordado de astros. Convida á tomar asiento el florido ribazo
|
|
|
|
|
alfombrado de manzanillas, cuya vaga blancura se destaca sobre la franja
|
|
|
|
|
de yerba; y allá detrás se oye el susurro casi imperceptible de los
|
|
|
|
|
tallos que van y vienen como las ondas de una laguna.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Dejóse caer Manola en el ribazo, sentándose y recogiendo las faldas, y
|
|
|
|
|
Pedro se echó enfrente de ella, boca abajo, descansando el rostro en la
|
|
|
|
|
mano derecha. Así permanecieron dos ó tres minutos, sin pronunciar
|
|
|
|
|
palabra.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Debe de ser muy tarde--articuló la muchacha agarrando algunos tallos
|
|
|
|
|
de trigo y empuñándolos para sacudir las espigas junto á la cara de
|
|
|
|
|
Pedro.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Silencio... ¿No te da gusto tomar el fresco, _chuchiña_? Esta tarde no
|
|
|
|
|
se paraba con el calor. ¿Ó tienes sed?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No--contestó lacónicamente.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Transcurrió un momento, durante el cual Manola se entretuvo en arrancar
|
|
|
|
|
una por una flores de manzanilla, y juntarlas en el hueco de la mano. Al
|
|
|
|
|
fin la impacientó el obediente mutismo de su compañero.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Qué haces, babeco?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Te estoy mirando.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Vaya una diversión!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ya se ve. Como á ti ahora te ha dado por no mirarme... Parece que te
|
|
|
|
|
van á enfermar los ojos si me miras. Te has vuelto conmigo más brava que
|
|
|
|
|
un tojo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Ella, entre arisca y risueña, siguió arrancando las manzanillas
|
|
|
|
|
silvestres. Un céfiro de los más blandos que jamás ha cantado poeta
|
|
|
|
|
alguno, un soplo que parecía salir de labios de un niño dormido, pasando
|
|
|
|
|
luego por los cálices de todas las madreselvas y las ramas de todas las
|
|
|
|
|
mentas é hinojos, se divertía en halagarle la frente, inclinando después
|
|
|
|
|
las delgadas aristas de la espiga madura. A pesar de sus fingidas
|
|
|
|
|
asperezas, Manola sentía un gozo inexplicable, una alegría nerviosa que
|
|
|
|
|
le hacía temblar las manos al recoger las manzanillas. Con todo el
|
|
|
|
|
alborozo de una chiquilla saboreaba la impresión nueva de tener allí,
|
|
|
|
|
rendido, humilde y suplicante, al turbulento compañero de infancia, el
|
|
|
|
|
que siempre _podía más_ que ella en juegos y retozos, al que en la
|
|
|
|
|
asociación íntima y diaria de sus vidas representaba la fuerza, el
|
|
|
|
|
vigor, la agilidad, la destreza y el mando. Al sentirse investida por
|
|
|
|
|
primera vez de la regia prerrogativa femenina, al comprender claramente
|
|
|
|
|
cómo y hasta dónde le tenía sujeta la voluntad su Pedro, se deleitaba en
|
|
|
|
|
aparentar mal humor, en torcerle el gesto, en llevarle la contraria, en
|
|
|
|
|
responderle secamente, en burlarse de él con cualquier motivo,
|
|
|
|
|
encubriendo así la mezcla de miedo y dicha, el ímpetu de su sangre
|
|
|
|
|
virginal, ardorosa y pura, que se agolpaba toda al corazón, y subía
|
|
|
|
|
después zumbando á los oídos produciéndole deleitoso mareo, al oir la
|
|
|
|
|
voz de Pedro, y sobre todo al detallar su belleza física. Justamente,
|
|
|
|
|
mientras corría aquel tan halagüeño céfiro, Manuela se absorbía en la
|
|
|
|
|
contemplación de su amigo, pero de reojo. La luminosa transparencia de
|
|
|
|
|
la noche permitía ver los graciosos rizos del mancebo cayendo sobre su
|
|
|
|
|
frente blanca y tersa como el mármol, y distinguir la lindeza de sus
|
|
|
|
|
facciones y de sus azules ojos, que entonces parecían muy oscuros.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Cómo me querrá tanto, siendo yo fea?--decía para sus adentros
|
|
|
|
|
Manola; y de repente, cogiendo todas las manzanillas, se las arrojó al
|
|
|
|
|
rostro.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--A casa, á casa enseguida, que son las tantas de la noche--murmuró
|
|
|
|
|
arrodillándose, como si le costase trabajo incorporarse de una vez. Ya
|
|
|
|
|
estaba allí Pedro para auxiliarla. Cuando eran chiquillos solía dejarla
|
|
|
|
|
en el atolladero por algún tiempo hasta que pidiese misericordia, y
|
|
|
|
|
reirse descaradamente de sus apuros.... Ahora no se atrevería á hacerla
|
|
|
|
|
rabiar: él era el esclavo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Volvieron á tomar el sendero. A poco se encontraron en la era, vasto
|
|
|
|
|
redondel cercado por una parte de estrecha muralla y de manzanos
|
|
|
|
|
gibosos. Por la otra, sobre el cielo estrellado, se destacaba la cruz
|
|
|
|
|
del hórreo, y más arriba subían las ramas inmóviles de una higuera.
|
|
|
|
|
Alrededor, las _medas_ ó altos montículos de mies remedaban las tiendas
|
|
|
|
|
de un campamento ó la ranchería de una india. Ya no había allí nadie:
|
|
|
|
|
por el suelo quedaban todavía esparcidos algunos haces de la cosecha
|
|
|
|
|
del día.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Un perro, ladrando hostilmente, se abalanzó contra la pareja; mas al
|
|
|
|
|
reconocerla, trocó los ladridos de cólera en delirantes aullidos de
|
|
|
|
|
alegría, se echó al suelo, se revolcó, gimió, y por último, zarandeando
|
|
|
|
|
la cola de un modo insensato, con la lengua fuera de las fauces,
|
|
|
|
|
trotando sobre la seca hierba del sendero, y volviéndose á cada
|
|
|
|
|
segundo, los precedió hasta los Pazos de Ulloa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
V
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Subía la diligencia de Santiago el repecho que hay antes de llegar á la
|
|
|
|
|
villa de Cebre. Era la hora de mayor calor, las tres de la tarde. La
|
|
|
|
|
persona de más duras entrañas se compadecería de los viajeros encerrados
|
|
|
|
|
en aquel cajón, donde si toda incomodidad tiene su asiento, el que lo
|
|
|
|
|
paga suele contentarse con la mitad de uno.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Venía atestado el coche, que era de los más angostos, desvencijados,
|
|
|
|
|
duros y fementidos. En el interior, hombro contra hombro del vecino del
|
|
|
|
|
lado, é incrustadas las piernas en las del frontero, se acomodaban
|
|
|
|
|
cinco estudiantes de carrera mayor en vacaciones, una moza chata,
|
|
|
|
|
portadora de un cesto de quesos, el notario de Cebre, y la mujer de un
|
|
|
|
|
empleado de Orense, con el apéndice de un niño de brazo. La atmósfera
|
|
|
|
|
del interior era sol, sol disuelto en polvo, sol blanquecino, crudo,
|
|
|
|
|
implacable, centuplicado por la oscura refracción de los puercos
|
|
|
|
|
vidrios, que ningún viajero osaba bajar, por temor de ahogarse entre la
|
|
|
|
|
polvareda. La respiración se dificultaba: gotas de sudor rezumaban de
|
|
|
|
|
los semblantes, y moscas y tábanos--cuyo fastidioso enjambre había
|
|
|
|
|
elegido allí domicilio--se agolpaban en los pescuezos y labios,
|
|
|
|
|
chupándolas. No había modo de espantar á tan impertinentes bichos,
|
|
|
|
|
porque ni nadie podía revolverse, ni ellos, enconados por el ambiente de
|
|
|
|
|
fuego, soltaban la presa á dos tirones. Al desabrido cosquilleo del
|
|
|
|
|
polvo en las fosas nasales se unía el punzante mal olor de los quesos, y
|
|
|
|
|
aun sobresalía el desapacible tufo del correaje y el vaho nauseabundo
|
|
|
|
|
tan peculiar á las diligencias como el olor del carbón de piedra á los
|
|
|
|
|
vapores. A despecho de todas estas molestias y otras muchas propias de
|
|
|
|
|
semejante lugar, los estudiantes no perdían ripio, y armaban tal
|
|
|
|
|
algazara y chacota, secundándolos el notario, que sus dichos, más
|
|
|
|
|
picantes que el aguijón de los tábanos, habían parado como un tomate las
|
|
|
|
|
orejas de la moza, la cual apretaba su cesta de quesos lo mismo que si
|
|
|
|
|
fuese el más perfumado ramillete del mundo. La mujer del empleado,
|
|
|
|
|
aunque nada iba con ella, creíase obligada por sus deberes de buena
|
|
|
|
|
esposa y madre de familia á suspirar á cada minuto levantando los ojos
|
|
|
|
|
al cielo, mientras abanicaba con un periódico al dormido vástago.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
No disfrutaban mayor desahogo los de la berlina. De ordinario era esta
|
|
|
|
|
el sitio de preferencia; pero aquel día una especial circunstancia lo
|
|
|
|
|
había convertido en el más incómodo. Al salir de Santiago muy de
|
|
|
|
|
madrugada, los dos pasajeros que ya ocupaban las esquinas de la berlina
|
|
|
|
|
entrevieron con terror, á la dudosa luz del amanecer, otro pasajero de
|
|
|
|
|
dimensiones anormales, que se aproximaba á la portezuela, sin duda con
|
|
|
|
|
ánimo de subir y apoderarse del tercer asiento. Al pronto no
|
|
|
|
|
distinguieron sino un bulto oscuro, gigantesco, que exhalaba una especie
|
|
|
|
|
de gruñido, y se les ocurrió si sería algún animalazo extraño; pero
|
|
|
|
|
oyeron al mayoral--viejo terne conocido por el _Navarro_, aunque era,
|
|
|
|
|
según frase del país, más gallego que las vacas--exclamar, en el tono
|
|
|
|
|
flamenco y desenfadado que la gente de tralla cree indispensable
|
|
|
|
|
requisito de su oficio, y con la mitad del labio, pues el otro medio
|
|
|
|
|
sujetaba una venenosa tagarnina:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Maldita sea mi suerte! ¿Cura á bordo? Vuelco tenemos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Casi al mismo tiempo el pasajero de la esquina izquierda, vivaracho,
|
|
|
|
|
pequeño y moreno, tocó en el codo al de la derecha, que era alto, y le
|
|
|
|
|
dijo á media voz:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Es el Arcipreste de Loiro... Veremos cómo se amaña para pasar al
|
|
|
|
|
medio... Nosotros no soltamos nuestro rincón... ¡Se prepara buen
|
|
|
|
|
sainete!...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Miróle el otro viajero y encogióse de hombros, sin responder palabra.
|
|
|
|
|
Entre el mayoral y el zagal procuraban izar la humanidad del Arcipreste
|
|
|
|
|
hasta las alturas de la berlina: empresa harto difícil, pues requería
|
|
|
|
|
que el enorme vejestorio pusiese un pie en el cubo de la rueda, luego
|
|
|
|
|
otro en el aro, y luego le empujasen y embutiesen dentro por la estrecha
|
|
|
|
|
abertura de la portezuela. El viajero pequeño reía á socapa, calculando
|
|
|
|
|
el fracaso probable de la tentativa, por estar ocupado el rincón. Grande
|
|
|
|
|
fué su sorpresa al ver que el viajero alto llevaba la mano á su gorra de
|
|
|
|
|
viaje, indicando un saludo; y en seguida se corría hacia el asiento del
|
|
|
|
|
centro, para dejar paso franco; y después, viendo que ni aun así
|
|
|
|
|
conseguían introducir al obeso y octogenario Arcipreste, alargaba sus
|
|
|
|
|
enguantadas manos y tiraba de él con fuerza hacia el interior, logrando
|
|
|
|
|
por fin que atravesase la portezuela y se desplomase en el asiento del
|
|
|
|
|
rincón, haciendo retemblar con su peso la berlina y llenándola toda con
|
|
|
|
|
su desmesurada corpulencia, al paso que refunfuñaba un--Felices días nos
|
|
|
|
|
dé Dios.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
De soslayo--porque después de entrar el Arcipreste nadie podía
|
|
|
|
|
rebullirse y todos se encontraban extrictamente encajados, prensados
|
|
|
|
|
como sardina en banasta--el viajero chico insinuó á su compañero:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Pero hombre, que se ha fastidiado usted! Ahora tiene usted que
|
|
|
|
|
aguantarse en el medio todo el viaje. ¡Ha sido usted un tonto! El
|
|
|
|
|
entremés era dejarle, á ver qué hacía.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Enarcó las cejas el viajero de los guantes, dudando si mandar á paseo á
|
|
|
|
|
aquel cernícalo ó darle una lección. Al fin se volvió, como pudo, y dijo
|
|
|
|
|
bajando la voz:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Es un viejo y un sacerdote.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El viajero pequeño le miró con curiosidad, arrugando el gesto, y
|
|
|
|
|
procurando discernir mejor, á la pálida luz del amanecer, las trazas del
|
|
|
|
|
enguantado caballero. Parecíale hombre ya maduro, bien barbado,
|
|
|
|
|
descolorido de rostro, alto de estatura, no muy entrado en carnes--sin
|
|
|
|
|
ser lo que se llama flaco--y vestido de un modo especialmente decoroso y
|
|
|
|
|
correcto, por lo cual el observador pensó:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Este me huele á título ó diputado de los conservadores. ¿Quién será,
|
|
|
|
|
demonios, que no lo he visto nunca?--Y después de reflexionar breves
|
|
|
|
|
instantes:--De fijo--decidió es algún forastero que va á la finca del
|
|
|
|
|
marqués de las Cruces ó á la del de San Rafael... Claro. Allí todo el
|
|
|
|
|
mundo se come los santos y les hace el _salamelé_ á los curas... Pues el
|
|
|
|
|
marqués de las Cruces no es, que á ese bien le conozco... El de San
|
|
|
|
|
Rafael, menos... ¡ojalá! Nos haría reventar de risa con sus dichos...
|
|
|
|
|
señor más ocurrente y más natural... ¿Será alguno de los maridos de las
|
|
|
|
|
sobrinas? ¡Cá! vendría la señora también con él. Pero, ¿quién rayos
|
|
|
|
|
será?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Ya no tuvo punto de reposo el activo y bullidor cerebro del viajero
|
|
|
|
|
chico, á quien no en vano daban amigos y adversarios (de las dos cosas
|
|
|
|
|
tenía cosecha, á fuer de temible cacique) el sobrenombre significativo
|
|
|
|
|
de _Trampeta_, queriendo expresar la fertilidad en expedientes y
|
|
|
|
|
enredos que le distinguía. Toda la potencia escrutadora del intelecto
|
|
|
|
|
trampetil se aplicó á despejar la incógnita del misterioso viajero que
|
|
|
|
|
cedía el asiento del rincón á los curas. Con más atención que ningún
|
|
|
|
|
novelista de los que se precian de describir con pelos y señales; con
|
|
|
|
|
más escama que un agente de policía que sigue una pista, dedicóse á
|
|
|
|
|
estudiar é interpretar á su modo los actos de su compañero de viaje, á
|
|
|
|
|
fin de rastrear algo. Después de que arrancó la diligencia, el viajero
|
|
|
|
|
no había hecho sino bajar un cristal, el que le tocaba enfrente, con
|
|
|
|
|
ánimo sin duda de mirar el paisaje; pero al convencerse de que no se
|
|
|
|
|
veían por allí sino los hierros del pescante y los pies zapatudos del
|
|
|
|
|
mayoral, volvió á subirlo, y se recostó en el respaldo, resignadamente,
|
|
|
|
|
no sin lanzar una ojeada, de tiempo en tiempo, hacia las ventanillas.
|
|
|
|
|
Transcurrido un cuarto de hora, cuando ya habían perdido de vista el
|
|
|
|
|
pueblo, sacó una petaca fina, y abriéndola, la ofreció á ambos
|
|
|
|
|
compañeros sin hablar, pero con ademán cortés. Trampeta alargó sus dedos
|
|
|
|
|
peludos y cortos y cogió un cigarrillo diciendo:--Se estima.--El
|
|
|
|
|
Arcipreste entreabrió un ojo (iba como aletargado, resoplando y con la
|
|
|
|
|
cabeza temblona) y dijo que no con las cejas; al mismo tiempo deslizó la
|
|
|
|
|
incierta mano, que de puro gruesa parecía hidrópica, bajo el balandrán,
|
|
|
|
|
y exhibió una tabaquera de forma prehistórica, un gran _fusique_ de
|
|
|
|
|
plata, que arrimó á la nariz, sorbiendo con notoria complacencia el
|
|
|
|
|
rapé.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No toma sino polvo... Está más viejo que la Bula... Yo no sé cómo no
|
|
|
|
|
ha reventado ya--exclamó Trampeta, sin cuidarse de bajar la voz; por lo
|
|
|
|
|
cual el otro viajero le amonestó algo severamente:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mire usted que este señor puede oir lo que usted dice de él.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Cá! Más sordo que una tapia--gritó Trampeta, como para probar su
|
|
|
|
|
aserto.--Aunque le dispare un cañón junto á la oreja, ni esto. Siempre
|
|
|
|
|
fué algo _teniente_; pero ahora ¡María Santísima! La sordera, como usted
|
|
|
|
|
me enseña, es un mal que crece mucho con los años. Y vamos á ver: ¿dirá
|
|
|
|
|
usted al verlo tan acabado, que este bendito Arcipreste fué un _remeje
|
|
|
|
|
que te remejerás_ de elecciones, que nos dejaba á todos tamañitos? Hoy
|
|
|
|
|
no es ni su sombra... En sus tiempos era un demonio con sotana: no había
|
|
|
|
|
quien se la empatase en toda la provincia. Cuentan que una vez dió un
|
|
|
|
|
puntapié á la urna... Sin ir más lejos, allá cuando la Revolución, _la
|
|
|
|
|
gloriosa_, ¿usté me entiende? que andaban los carlistas muy alterados,
|
|
|
|
|
como usté me enseña, por poco entre ese condenado y otros de su laya me
|
|
|
|
|
hacen perder una elección reñidísima, y me sacan avante al Marqués de
|
|
|
|
|
Ulloa contra el candidato del gobierno.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al nombre del Marqués de Ulloa, el viajero enguantado, que hasta
|
|
|
|
|
entonces escuchaba como quien oye llover, y sin ocuparse más que del
|
|
|
|
|
cigarrillo suave que fumaba, prestó atención y aun intentó volverse;
|
|
|
|
|
pero esto no era factible, atendido que cada vez iban más apretados,
|
|
|
|
|
porque el Arcipreste, reclinando la cabeza en la esquina, y cubriéndose
|
|
|
|
|
la cara con un pañuelo blanco, adoptaba postura más cómoda, y ocupaba
|
|
|
|
|
todavía más sitio.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Dice usted que las elecciones en que figuró el Marqués de Ulloa?...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí señor, sí señor...--repuso Trampeta, todo esponjado y contento de
|
|
|
|
|
acertar con algo que interesaba al viajero y le hacía dar señales de
|
|
|
|
|
vida. Por cierto que después...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--El Marqués de Ulloa--interrumpió el viajero--es don Pedro Moscoso,
|
|
|
|
|
¿verdad?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--El mismo que viste y calza. Por cierto que...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿El yerno del señor de la Lage?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
No era sólo atención, era interés muy vivo lo que revelaba el semblante
|
|
|
|
|
del enguantado, y no pudiendo volver el cuerpo, torcía la barba sobre el
|
|
|
|
|
hombro, clavando en Trampeta sus ojos garzos y grandes, de párpado
|
|
|
|
|
marchito y enrojecido, como suelen tenerlo las personas que leen mucho ó
|
|
|
|
|
viven aprisa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Aajá--articuló Trampeta afirmando con cabeza y manos y con todo el
|
|
|
|
|
rebullicio de cuerpo que consentía la apretura:--¡aajá! El mismito. ¿Al
|
|
|
|
|
parecer usted lo conoce?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
No contestó el de los guantes, pero dijo con las pupilas:--Siga
|
|
|
|
|
usted.--Trampeta, aunque tan observador y ladino, no era capaz de darse
|
|
|
|
|
un punto á la lengua cuando ésta le picaba.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Aquellas fueron unas elecciones... de la mar salada! Quedó que contar
|
|
|
|
|
de ellas en el país para veinte años... Y como además de los líos que
|
|
|
|
|
hubo en ellas, vino después la muerte del mayordomo del marqués, que fué
|
|
|
|
|
una cosa atroz...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
A pesar de la sordera del Arcipreste, aquí bajó la voz Trampeta, y sus
|
|
|
|
|
ojos vivos, ratoniles, se posaron oblicuamente en el clérigo. Este
|
|
|
|
|
roncaba ya, con ahogado resuello de apoplético. El cacique se
|
|
|
|
|
tranquilizó y prosiguió:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Lo despabilaron en un monte por mandato de los mismos suyos; ni visto
|
|
|
|
|
ni oído... ¡Un balazo limpio, de esos que dejan sequito á un hombre!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ese mayordomo...--murmuró el de los guantes, fijando la vista en
|
|
|
|
|
Trampeta, como si quisiera preguntarle algo; pero se contuvo y no
|
|
|
|
|
prosiguió. Afortunadamente para él, Trampeta no era hombre de dejar cojo
|
|
|
|
|
el cuento.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Como usted me enseña, mi amigo, donde pasan ciertas cosas siempre hay
|
|
|
|
|
misterios y demoniuras... ¿Usted conoce al marqués? Bueno: pues entonces
|
|
|
|
|
ya sabe usted que vivía... mal arreglado, ó enredado, ó embrutecido,
|
|
|
|
|
como se quiera decir, con la hija de ese mayordomo que mataron... ¡y qué
|
|
|
|
|
moza era, me valga Dios! Como unas flores. Pues cuando el marqués
|
|
|
|
|
determinó de casarse con la hija del señor de la Lage...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El enguantado hizo un movimiento.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿También lo conoció, eh?--preguntó Trampeta.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Dijo el viajero que sí con la cabeza, y el bueno del Secretario
|
|
|
|
|
prosiguió:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues ¿usted me entiende? la boda del señorito no le hizo maldita la
|
|
|
|
|
gracia al truchimán del mayordomo, que tenía más conchas que un
|
|
|
|
|
galápago, y como no pudo vengarse de otro modo, fué, y ¿qué hizo?
|
|
|
|
|
Preparó las elecciones muy preparaditas, y cuando el marqués estaba
|
|
|
|
|
cerca de triunfar, no sé cómo judas lo amañó...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Aquí la mirada de Trampeta se hizo más oblicua y casi torva.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--En fin, que vendió completamente á su amo, lo mismo que vende uno los
|
|
|
|
|
cerdos en el mercado, con perdón: una jugarreta que le costó al señorito
|
|
|
|
|
la diputación, ni más ni menos... Y como usted me enseña... al vengativo
|
|
|
|
|
de Barbacana, que es más malo que la quina...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Pausa breve.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Usted no sabrá quién es Barbacana? ¡Dios nos libre! Entonces era el
|
|
|
|
|
tirano del país; uno de esos tiranones terribles, como usted me
|
|
|
|
|
enseña... Ahora ya va de capa caída... los años le pesan... le tenemos
|
|
|
|
|
metido el resuello en el cuerpo... vaya si se lo tenemos... ¿Usted irá
|
|
|
|
|
á Orense? ¡pues pregúntele usted al gobernador qué apunte es
|
|
|
|
|
Barbacana...!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al decir esto observaba Trampeta el rostro del enguantado, á ver si la
|
|
|
|
|
referencia al gobernador le producía efecto. Viendo que no, pensó para
|
|
|
|
|
su sayo:--No debe de ser diputado, ni cosa así.--Y añadió:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--En fin, que se cree... ¿Usted me entiende? que fué Barbacana quien...
|
|
|
|
|
(Ademán muy expresivo de despabilar una luz con los dedos.)
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Dice usted que mataron á ese hombre, al mayordomo del marqués de
|
|
|
|
|
Ulloa?--preguntó por fin el viajero de los guantes.--¿Y dónde, y quién y
|
|
|
|
|
por qué?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Quién? Un satélite de Barbacana, un facineroso malhechor relajado que
|
|
|
|
|
se llama el Tuerto... Así que Barbacana tiene un arachita, ya anda él
|
|
|
|
|
muy campante por el país, metiendo miedos á todo dios... ¡Uno de tantos
|
|
|
|
|
escándalos! Pero ahora les hemos de atar corto de vez. ¿Dónde? En un
|
|
|
|
|
monte, propiedad del marqués... por el día y por el sol. ¿Por qué? Pues
|
|
|
|
|
como dije, en venganza de que le hizo al marqués perder las elecciones.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y la hija de ese hombre... ¿qué ha sido de ella?--interrogó el
|
|
|
|
|
viajero, acariciándose la barba con la enguantada mano, para simular
|
|
|
|
|
indiferencia que no sentía.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ese es otro cantar... ¿Usted ya sabrá que el marqués enviudó de allí á
|
|
|
|
|
poco?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Una tristeza, una angustia profunda se grabó en el rostro del viajero.
|
|
|
|
|
Si Trampeta le mirase, ahora sí que vería la alteración de sus
|
|
|
|
|
facciones. Pero Trampeta á la sazón encendía dificultosamente el
|
|
|
|
|
cigarro.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Enviudó, porque la señorita _se puso tisis_... Parece que le dió muy
|
|
|
|
|
mala vida por causa de la raida de la moza, y que andaba San Benito de
|
|
|
|
|
Palermo... Ella era poquita cosa; de poco estuche... Pss...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Aumentó la turbación del viajero al decir esto Trampeta, y la revelaron
|
|
|
|
|
visibles señales. Sus ojos, que tenían más de pensativos que de
|
|
|
|
|
brillantes, chispearon un momento; frunció el entrecejo, y por su
|
|
|
|
|
frente despejada corrieron una tras otra, como olas, tres ó cuatro
|
|
|
|
|
arrugas bastante profundas. Respiró tan fuerte y hondo, que Trampeta,
|
|
|
|
|
volviéndose, le miró con mayor curiosidad aún.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Parece que la historia le toca á este señor de cerca... Tate... Hay
|
|
|
|
|
que ver lo que se habla... ¡Me caso! No se me quita el vicio de ser
|
|
|
|
|
parlanchín.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Había amanecido del todo, disipándose la niebla; el sol doraba ya con
|
|
|
|
|
alegre reflejo las cimas de los árboles, las aguas de los manantialillos
|
|
|
|
|
que brincaban del monte á la carretera, los cristales de las casitas que
|
|
|
|
|
de trecho en trecho se asomaban curiosas con su cerca, sus dos manzanos,
|
|
|
|
|
su emparrado de vid, su _meda_ de centeno junto al hórreo. A aquella
|
|
|
|
|
hora, en que el calor no hostigaba todavía á jacos ni á viajeros, y la
|
|
|
|
|
tierra despertaba impregnada de rocío nocturno, y el sol se bebía la
|
|
|
|
|
ligera _brétema_, no molestaría ir en la berlina, á no ser por los
|
|
|
|
|
ronquidos del Arcipreste, más hondos y atronadores cada vez, por su
|
|
|
|
|
estorboso volumen, por las blasfemias del mayoral, por el olor
|
|
|
|
|
desagradable del forro del coche. La claridad diurna alumbraba las
|
|
|
|
|
facciones del viajero de los guantes, descubriendo en su barba corrida,
|
|
|
|
|
bien recortada y no muy recia, unos cuantos hilos de plata; en su
|
|
|
|
|
dentadura una mella; en sus sienes lo ralo del pelo; en sus mejillas, de
|
|
|
|
|
piel fina y coloración mate, la azul señal de algunos granos de pólvora
|
|
|
|
|
incrustados bajo el cutis. A un lado y á otro de la nariz, los quevedos
|
|
|
|
|
de acero que solía gastar le habían labrado una especie de surco, rojo ó
|
|
|
|
|
amoratado. Su mirada, intensa, dulce, miope, tenía esa concentración
|
|
|
|
|
propia de las personas muy inteligentes, bien avenidas con los libros,
|
|
|
|
|
inclinadas á la reflexión y aun al ensueño.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El cacique, en guardia contra las preguntas que se le pudiesen dirigir,
|
|
|
|
|
esperaba; pero pasó un rato, y el viajero nada dijo: suspiró como quien
|
|
|
|
|
desahoga el pecho, y limpió con el pañuelo los quevedos, cerrándolos
|
|
|
|
|
cuidadosamente para no romperlos. Trampeta le atisbaba receloso.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Borrico de mi!--pensó.--Dice que conoce al marqués... Será su amigo,
|
|
|
|
|
y no querrá más chismes... Aunque, don Pedro Moscoso ¡qué ha de ser
|
|
|
|
|
amigo de ninguna persona tan así... tan decente!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Ocupábase el viajero, después de bajarse con dificultad, en sacar de un
|
|
|
|
|
cestito de paja un frasco blanco, forrado también de paja hasta el
|
|
|
|
|
gollete, con reluciente tapadera de metal.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Gusta usted un trago de vermut?--dijo al cacique.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No señor... Se aprecia... Llevo anís estrellado y buen aguardiente,
|
|
|
|
|
que es lo mejor para el flato estando en ayunas... Pero ya maté el
|
|
|
|
|
gusano antes de salir...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Bebió el enguantado por un vaso oblongo, recogió todo, y desabrochando
|
|
|
|
|
mal como pudo las correas de su manta de viaje, tomó de dentro un libro,
|
|
|
|
|
amarillo, con las hojas sin cortar. Abrió como unas veinte ó treinta
|
|
|
|
|
sirviéndose de un cortaplumas, mirando á Trampeta como en espera de que
|
|
|
|
|
terminaría la crónica chismográfica tan brillantemente comenzada.
|
|
|
|
|
Vacilaba y deseaba hablar. Se decidió por fin...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--La hija del mayordomo...--articuló.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Qué tentación tan fuerte para el cacique! Más fuerte que su virtud. Ya
|
|
|
|
|
no pudo contenerse.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues así que murió la señora, todo el mundo pensó que el marqués se
|
|
|
|
|
casaba con ella... porque la muchacha tenía un chiquillo, y al marqués
|
|
|
|
|
le había dado por tomarle un cariño atroz, de repente... así como á la
|
|
|
|
|
hija verdadera, la que tuvo de su señora, no le hacía apenas caso... Y
|
|
|
|
|
por cuanto salimos con que la moza apareció muy prendada y en tratos con
|
|
|
|
|
un tal Angel, el gaitero de Naya, un buen mozo también, y jurando y
|
|
|
|
|
perjurando que el chiquillo era hijo del gaitero dichoso... No hubo
|
|
|
|
|
fuerzas humanas que la disuadiesen: que me caso, que me caso, y va y se
|
|
|
|
|
casa con su querido, y el marqués, por no apartarse del chiquillo, los
|
|
|
|
|
deja seguir de criados en casa, al frente de la labranza... y le da
|
|
|
|
|
carrera al muchacho, y me lo trae hecho un señorito... Y unos dicen que
|
|
|
|
|
si esto, que si aquello, que si lo otro, que si lo de más allá... Las
|
|
|
|
|
lenguas, como usted me enseña, no hay quien las ate, eh? y usted, un
|
|
|
|
|
suponer, no va á ponerle un tapón en la boca á todos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al llegar aquí Trampeta, el viajero frunció las cejas otra vez. Después
|
|
|
|
|
de dudar un instante, dijo reposada y cortésmente:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Con permiso de usted...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Y tomando á sus pies, de entre el lío de la manta, un libro, se puso á
|
|
|
|
|
leer sosegadamente, aprovechando el paso de procesión con que la
|
|
|
|
|
diligencia subía ¡á la cumbre, á la cumbre!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Túvose Trampeta por chasqueado. Los indicios de curiosidad é interés del
|
|
|
|
|
viajero prometían plática larga y tendida, de esas que de repente, en un
|
|
|
|
|
coche de línea, convierten en amigos íntimos á los dos indiferentes que
|
|
|
|
|
un cuarto de hora antes dormitaban hombro contra hombro. Y héteme aquí
|
|
|
|
|
que ahora el compañero se ponía á leer sin hacerle más caso. Echó una
|
|
|
|
|
mirada sesga al libro, por si algo rastreaba: nuevo desengaño. El libro
|
|
|
|
|
estaba en un idioma que Trampeta no conocía ni aun para servirlo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
¿Hay hablador curioso que se resigne á no chistar, dejando en paz á los
|
|
|
|
|
que huyen de él refugiándose en un libro? Mil pretextos encontró
|
|
|
|
|
Trampeta para distraer á su vecino y llamarle la atención. Ya le
|
|
|
|
|
enseñaba un punto de vista, ya le nombraba un sitio, ya le bosquejaba en
|
|
|
|
|
pocas palabras y muchos guiños de inteligencia la historia del dueño de
|
|
|
|
|
alguna quinta. Fuese por cortesía ó porque le agradase, el enguantado
|
|
|
|
|
atendía gustoso. Cerraba el libro metiendo el dedo índice por entre dos
|
|
|
|
|
páginas para no perder la señal, y escuchaba, inclinando la cabeza, las
|
|
|
|
|
indicaciones topográficas y chismográficas del cacique.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Habrían andado cosa de tres horas, y ya el sol, el polvo y los tábanos
|
|
|
|
|
comenzaban á crucificar á los viajeros, cuando Trampeta tiró
|
|
|
|
|
repentinamente de la manga al enguantado.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Á bajarse tocan--le advirtió muy solícito como quien presta un
|
|
|
|
|
servicio notable.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Decía usted?--exclamó el viajero sorprendido.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿No va á la finca del marqués de las Cruces? Pues aquel es el soto.
|
|
|
|
|
Mayoral! Para, mayoraal!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No señor... Si no voy allí.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ah! Pensé.... Ha de dispensar.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La misma escena se repitió poco más adelante, en el empalme del camino
|
|
|
|
|
que conduce á la soberbia quinta del marqués de San Rafael. Trampeta
|
|
|
|
|
bien quisiera preguntar al enguantado--¿á dónde judas va entonces?--pero
|
|
|
|
|
con toda su petulante grosería de cacique mimado por personajes muy
|
|
|
|
|
conspicuos, dueño y señor feudal de un mediano trozo de territorio
|
|
|
|
|
gallego, y por contera y remate, mal criado y zafio desde sus años
|
|
|
|
|
juveniles, supo, á fuer de listo, notar en el semblante, modales y
|
|
|
|
|
trazas del viajero misterioso cierto _no sé qué_ sumamente difícil de
|
|
|
|
|
describir, combinación de firmeza, de resolución y de superioridad, que
|
|
|
|
|
sin violencia rechazaba la excesiva curiosidad dejándola burlada.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
VI
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Uno de los deleites más sibaríticos para el feroz egoísmo humano, es
|
|
|
|
|
ver--desde una pradería fresca, toda empapada en agua, toda salpicada de
|
|
|
|
|
amarillos ranunclos y delicadas gramíneas, á la sombra de un grupo de
|
|
|
|
|
álamos y un seto de mimbrales, regalado el oído con el suave murmurio
|
|
|
|
|
del cañaveral, el argentino cántico del riachuelo y las piadas ternezas
|
|
|
|
|
que se cruzan entre jilgueros, pardales y mirlos,--cómo vence la cuesta
|
|
|
|
|
de la carretera próxima, á paso de tortuga, el armatoste de la
|
|
|
|
|
diligencia. Hace el pensamiento un paralelo (fuente de epicúreos goces,
|
|
|
|
|
sazonados por el espectáculo del martirio ajeno), entre aquella
|
|
|
|
|
fastidiosa angostura y esta dulce libertad, aquellos malos olores y
|
|
|
|
|
estas auras embalsamadas, aquel ambiente irrespirable y esta atmósfera
|
|
|
|
|
clara y vibrante de átomos de sol, aquel impertinente contacto forzoso y
|
|
|
|
|
esta soledad amable y reparadora, aquel desapacible estrépito de ruedas
|
|
|
|
|
y cristales y estos gorjeos de aves y manso ruido de viento, y por
|
|
|
|
|
último, aquel riesgo próximo y esta seguridad deliciosa en el seno de
|
|
|
|
|
una naturaleza amiga, risueña y penetrada de bondad.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
No todos razonan y analizan esta impresión con lucidez; pero apenas hay
|
|
|
|
|
quien no la sienta y saboree. Bien la definía y paladeaba el médico de
|
|
|
|
|
Cebre, Máximo Juncal, entretenido en _echar_ un cigarro, tumbado boca
|
|
|
|
|
arriba en un pradillo de los más amenos que puede soñar la imaginación.
|
|
|
|
|
El médico vestía tuina de dril y calzaba zapatos de becerro; ni cuello
|
|
|
|
|
ni corbata tenía; su camisa de dormir, desabotonada, no tapaba unas
|
|
|
|
|
clavículas duras y salientes como pechuga de gallo viejo ya desplumado;
|
|
|
|
|
en sus manos afianzaba el último número de _El Motín_, donde acababa de
|
|
|
|
|
leer las picardigüelas de un _curiana_ allá en Navalcarnero enviadas al
|
|
|
|
|
periódico por un corresponsal rígidamente virtuoso, que escribía «lleno
|
|
|
|
|
de indignación.»
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Desde que por la carretera, bastante más elevada que el prado, vió
|
|
|
|
|
Juncal asomar la nube de polvo que anuncia la proximidad de un coche de
|
|
|
|
|
línea, interrumpió la para él sabrosísima lectura de los sueltos
|
|
|
|
|
clerófobos, y alzando la cabeza, entre chupada y chupada, púsose á
|
|
|
|
|
considerar atentamente las trazas del gran mamotreto. Oyó el repiqueteo
|
|
|
|
|
de los cascabeles y campanillas, tan regocijado cuando el tiro trota,
|
|
|
|
|
como melancólico cuando va á paso de caracol. Vió luego aparecer el
|
|
|
|
|
macho delantero, y á sus lomos el flaco zagal, vestido de lienzo azul,
|
|
|
|
|
con gorra de pelo encasquetada hasta la nuca, aletargado completamente
|
|
|
|
|
bajo la influencia de un sol de brasa. Manteníase sin caer del caballo
|
|
|
|
|
merced á un milagro de equilibrio y á la costumbre de andar así, pero
|
|
|
|
|
lo cierto es que dormía. Dormía también el mayoral; sólo que ese ya
|
|
|
|
|
roncaba cínicamente, espatarrado en el pescante, con la bota casi
|
|
|
|
|
desangrada bajo el sobaco, el mango de la tralla escurriéndosele de la
|
|
|
|
|
mano, los carrillos echando lumbre y colgándole de los labios un hilo de
|
|
|
|
|
baba vinosa. Y dormitarían los caballos del tiro, si se lo permitiesen
|
|
|
|
|
los encarnizados y fieros tábanos y las pelmas de las moscas,
|
|
|
|
|
infatigables en lancetarles la piel. Los infelices jacos se estremecían,
|
|
|
|
|
coceaban, sacudían las orejas con frenesí, se mosqueaban con el rabo, y
|
|
|
|
|
solían arrancar al trote, creyendo huir de la tortura.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bueno va--pensó en alto el médico, riéndose sin pizca de
|
|
|
|
|
compasión.--El tiro campa por su respeto. Y apenas va cargado el coche!
|
|
|
|
|
No entiendo cómo no vuelca todos los días.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
En efecto, desde lejos era el aspecto de la diligencia sumamente
|
|
|
|
|
alarmante. La base de la caja parecía angostísima en relación con la
|
|
|
|
|
cúspide, que la formaba una inmensa vaca ó imperial agobiada con
|
|
|
|
|
cuádruple peso del que razonablemente admitía. Por todas partes emergían
|
|
|
|
|
de la polvorienta cubierta enormes baúles, cajones descomunales, fardos
|
|
|
|
|
de colchones, grupos de sillas, pues la mujer del empleado trasladaba su
|
|
|
|
|
ajuar enterito. Del cupé, que también iba atestado de gente, sobresalían
|
|
|
|
|
cestos con gallinas, y más líos, y más rebujos, y más maletas, y otra
|
|
|
|
|
tanda de cajones. No se comprendía, al ver la penosa oscilación de la
|
|
|
|
|
desproporcionada cabeza del carruaje sobre las endebles ruedas, que ya
|
|
|
|
|
no se hubiese roto un eje, ó que la mole no se rindiese á su propia
|
|
|
|
|
pesadumbre. Algo que entrevió Juncal al través de los cristales de la
|
|
|
|
|
berlina, completó su malicioso regocijo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y para más, dentro va el Arcipreste de Loiro! Diez ó doce arrobas de
|
|
|
|
|
suplemento. Lo que es hoy.....
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al pensar esto el médico, llegaba el tiro á la revuelta de un
|
|
|
|
|
puentecillo tendido sobre un riachuelo de mezquino caudal--el mismo que
|
|
|
|
|
corriendo entre mimbrales y alisos regaba la pradería.--Era la revuelta
|
|
|
|
|
asaz rápida; el tiro, entregado á su propio impulso, la tomó muy en
|
|
|
|
|
corto. Juncal se incorporó, soltando un terno. No tuvo tiempo á más,
|
|
|
|
|
porque en un santiamén, sin saberse cómo, toda la balumba de coche y
|
|
|
|
|
caballos se revolvió, se enredó, se hizo un ovillo, y al sentir el peso
|
|
|
|
|
del carruaje, que se inclinaba con crujido espantoso, encrespáronse los
|
|
|
|
|
caballos, relinchando de ira y susto, irguióse la lanza por cima del
|
|
|
|
|
pretil del puente, y el macho delantero, con el zagal encima, y tras él
|
|
|
|
|
un caballo de cortas, salieron despedidos con ímpetu, haciendo _plaf!_
|
|
|
|
|
en mitad del riachuelo, lo mismo que ranas. Avínole bien á la
|
|
|
|
|
diligencia, que la misma fuerza del empuje rompió cuerdas y tirantes,
|
|
|
|
|
impidiéndole precipitarse con el resto del tiro desde una altura no
|
|
|
|
|
extraordinaria, pero suficiente para hacerla añicos. Su peso descomunal
|
|
|
|
|
la sujetó, volcada al borde del puente y recostada en él.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Dicen personas expertas en esta clase de lances, que ni los testigos
|
|
|
|
|
oculares, ni las víctimas, son capaces de referir puntualmente las
|
|
|
|
|
peripecias que se suceden en un abrir y cerrar de ojos, ni menos
|
|
|
|
|
recordar de qué manera, guiado por el instinto de conservación, se pone
|
|
|
|
|
en salvo cada quisque.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Yacía tumbado el coche; el mayoral había despertado rodando del pescante
|
|
|
|
|
al suelo y abriéndose la cabeza, y sin duda por la descalabradura se le
|
|
|
|
|
refrescó y disipó la mona, pues ágil ya y despabilado, se emperraba en
|
|
|
|
|
aquietar y desenredar el tiro, metiéndose entre las bestias con
|
|
|
|
|
intrepidez salvaje, lidiando cuerpo á cuerpo, á coces y puñadas, con
|
|
|
|
|
mulas y machos, sin diferenciarse de ellos más que en las espantosas
|
|
|
|
|
blasfemias que escupía. En ventanillas y portezuelas fueron asomando
|
|
|
|
|
cabezas, brazos, hombros, hasta pies, pugnando por romper su cautiverio.
|
|
|
|
|
Surgieron dos estudiantes, tiraron por la moza, y la sacaron arrastro; y
|
|
|
|
|
como se empeñase en recoger sus quesos, vociferaron y la desviaron á
|
|
|
|
|
empellones. La empleada salió pálida como la cera, apretando
|
|
|
|
|
silenciosamente al niño que lloraba sin consuelo; luego el notario,
|
|
|
|
|
echando venablos; y por la portezuela de la berlina, poco menos amarillo
|
|
|
|
|
que la empleada, saltó Trampeta con una mano sangrando de la cortadura
|
|
|
|
|
de un cristal. Los del cupé, gente aldeana, descendían aturdidos de
|
|
|
|
|
sorpresa. En el mismo instante llegaba Juncal, á todo correr, al pie de
|
|
|
|
|
la diligencia volcada.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Qué es eso, hombre? ¿qué es eso?--preguntó á Trampeta.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ya lo ve, Máximo... Hoy nacimos todos...--respondió el cacique sin
|
|
|
|
|
poder hablar del susto.--Míreme aquí, hom, si tengo cortada la vena...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Qué vena ni qué caracoles... Acudir á los que quedan dentro, hombre...
|
|
|
|
|
¿Queda alguien? A ver...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Con ayuda de los estudiantes, tenía ya el mayoral casi apaciguado el
|
|
|
|
|
tiro, y sólo le faltaba reducir á una mula que, habiéndose cogido la
|
|
|
|
|
cabeza entre dos correas, á fuerza de patear se empeñaba en ahorcarse.
|
|
|
|
|
El médico miró hacia el fondo de la berlina. Salía de allí un ahogado y
|
|
|
|
|
entrecortado ronquido, tan hondo como el registro más grave de un
|
|
|
|
|
órgano; y el médico vió á un viajero de buenas trazas metido en la ardua
|
|
|
|
|
faena de mover la masa gigante del señor Arcipreste, y empujarla hacia
|
|
|
|
|
la portezuela. Momentos antes Máximo Juncal se sentía animado de los más
|
|
|
|
|
siniestros propósitos contra la Iglesia en general y el clero diocesano
|
|
|
|
|
en particular; pero la vista del lastimoso cuadro le ablandó las
|
|
|
|
|
entrañas, que más que dañadas tenía curtidas por la hiel de un
|
|
|
|
|
temperamento bilioso, y sin hacer caso de la herida de Trampeta, que
|
|
|
|
|
éste liaba con el pañuelo, acudió en auxilio del viajero enguantado, á
|
|
|
|
|
quien veía de espaldas, llamando al notario para refuerzo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Empújelo usted hacia acá... Yo tiraré por la pierna... ¡Eh! señor
|
|
|
|
|
escriba, aguante usted aquí... coja este pie... así... quietos... ya
|
|
|
|
|
pasó un muslo... ¡Arráncate nabo! Ey... que me hundo, que me hundo!
|
|
|
|
|
¡Apuntáleme, escriba de los demonios!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Salió en vilo, sostenida por los puños de Juncal y los fuertes brazos
|
|
|
|
|
del notario, la mole del desventurado Arcipreste, que dormido durante la
|
|
|
|
|
catástrofe, no comprendía lo que pasaba, y se veía con sus compañeros de
|
|
|
|
|
viaje encima, y una astilla de la destrozada caja hincándosele en un
|
|
|
|
|
costado. Tal fué su estupor, que se le cortó el habla, y sólo exhalaba
|
|
|
|
|
sordos ronquidos de agonía. Apareció hecho una lástima, con el rostro
|
|
|
|
|
amoratado y congestionado, en desorden los venerables cabellos blancos,
|
|
|
|
|
la cabeza y manos no ya temblonas, sino perláticas, y el balandrán roto.
|
|
|
|
|
Juncal torció el gesto, y falló para sí:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--A sus años, esto echa á un hombre á la sepultura.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El caritativo viajero salió á su vez; tiempo era ya. De la brega tenía
|
|
|
|
|
destrozados los guantes y descompuesto el traje; con los esfuerzos, se
|
|
|
|
|
le había coloreado la tez y animado el rostro, quitándole, como suele
|
|
|
|
|
decirse, diez años de encima, ó mejor dicho revelando su verdadera edad,
|
|
|
|
|
más alrededor de los treinta y pico que de los cuarenta. Aproximósele
|
|
|
|
|
Juncal muy solícito, y al fijar los ojos en él, se echó atrás admirado.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Usted dispense...--pronunció.--¡Soy capaz de aventurar algo bueno á
|
|
|
|
|
que es usted de la familia de la difunta señora de Ulloa, doña Marcelina
|
|
|
|
|
Pardo!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El viajero se sorprendió también.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Su hermano para servir á usted--contestó.--¿Tanto me parezco?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Facción por facción, no señor: pero el aire, es una cosa, como dicen
|
|
|
|
|
aquí, escupida... Con que es usted...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Gabriel Pardo de la Lage, para lo que usted guste mandar. No cree
|
|
|
|
|
usted que ahora convendría...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Lo que conviene es que todos los pasajeros se vengan á Cebre, y allí
|
|
|
|
|
se curarán los heridos, y los asustados tomarán un trago y un bocado
|
|
|
|
|
para tranquilizarse... Al mayoral y al zagal les mandaremos gente que
|
|
|
|
|
ayude á enderezar el coche, y á llevar los caballos á la cuadra, que
|
|
|
|
|
falta les hace también... A bien que en Cebre ya de todas las maneras
|
|
|
|
|
tenían que mudar tiro... Hay herrero que empalme la lanza rota, y
|
|
|
|
|
carpintero que eche un remiendo á la caja... El coche no ha sufrido
|
|
|
|
|
grandes desperfectos... Fue más el ruido que las nueces... El que tenga
|
|
|
|
|
que curar algo, á mi casa enseguidita... ¿Usted ha salido ileso, señor
|
|
|
|
|
de Pardo?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Noto un dolor en este codo... Alguna rozadura.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Veremos... Usted no se va á la posada, que se viene á mi choza...
|
|
|
|
|
Espero en Dios que podrá usted seguir el viaje.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mi propósito era bajarme en Cebre. Y en efecto me he bajado, sólo más
|
|
|
|
|
aprisa de lo que pensé.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Sonrióse al decir esto, y Juncal le encontró «templado» y simpático. La
|
|
|
|
|
caravana se puso en marcha: los estudiantes, de los cuales sólo uno
|
|
|
|
|
tenía un chichón en la frente, iban locuaces y jaraneros, metiendo á
|
|
|
|
|
barato el percance; la moza, antecogiendo su cestilla de quesos, que al
|
|
|
|
|
fin había logrado rescatar; la mujer del empleado cargada con su rorro,
|
|
|
|
|
que se abría á puros llantos, sin que la madre le diese más consuelo que
|
|
|
|
|
decirle--calla que se lo hemos de contar á papá... á papaíto,--Trampeta
|
|
|
|
|
con la mano liada, seguro ya de no desangrarse y nuevamente cebada la
|
|
|
|
|
curiosidad al saber que el enguantado viajero era el propio cuñado del
|
|
|
|
|
marqués de Ulloa; el notario de Cebre, tan arrimadito á la moza chata,
|
|
|
|
|
como la moza á sus quesos; y el Arcipreste, cogido del brazo de Juncal,
|
|
|
|
|
flaqueándole las piernas, temblándole el cuerpo todo, gimiendo y
|
|
|
|
|
resoplando.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
VII
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Los que no tenían casa ni amigos en Cebre, hubieron de dar con sus
|
|
|
|
|
molidos cuerpos en el mesón que allí toma nombre de fonda; el Arcipreste
|
|
|
|
|
fué á pedir hospitalidad á su correligionario el cacique Barbacana; y al
|
|
|
|
|
viajero de los guantes, ó sea don Gabriel Pardo, se lo llevó consigo el
|
|
|
|
|
médico, sin permitir que se cobijase bajo otro techo sino el suyo,
|
|
|
|
|
porque desde el primer instante le había _entrado_ el cuñado del
|
|
|
|
|
marqués,--y cuenta que no simpatizaba fácilmente con las personas el
|
|
|
|
|
bueno de Juncal.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Agasajó á su huésped lo mejor que pudo y supo, diciéndole á cada rato
|
|
|
|
|
que su _señora_ estaba ausente, pero volvería dentro de un ratito, y
|
|
|
|
|
entonces se sentarían á _hacer penitencia_. A pesar de las ideas
|
|
|
|
|
avanzadísimas de Juncal, que con la revolución se habían acentuado aún
|
|
|
|
|
más en sentido anticlerical y biliosamente demagógico, guardóse bien de
|
|
|
|
|
informar á don Gabriel de que la susodicha _señora_ (nombre con que se
|
|
|
|
|
llenaba la boca), había sido una panadera de las famosas del pueblo de
|
|
|
|
|
Cebre: cierto que la de más almidonadas enaguas, limpias medias,
|
|
|
|
|
rollizos mofletes y alegres y _churrusqueiros_ ojos que tenía el país.
|
|
|
|
|
Por sus muchos pecados, tropezó Juncal en aquel dulce escollo desde su
|
|
|
|
|
llegada á Cebre, y al fin, después de unos cuantos años de
|
|
|
|
|
enharinamiento ilícito, un día se fué, como el resto de los mortales, á
|
|
|
|
|
pedir al párroco la sanción de lo comenzado sin su venia. Y justo es
|
|
|
|
|
añadir que á su mujer, tan jovial y sencilla ahora como antes, se le
|
|
|
|
|
daba un ardite de la posición social, y solía decir á menudo:--Cuando
|
|
|
|
|
yo llevaba el pan á casa de don Fulano, ó de don Zutano...--Hasta por un
|
|
|
|
|
resto de afición á las cosas del oficio, había persuadido á su esposo á
|
|
|
|
|
que adquiriese y explotase un molino, poco distante del prado en que el
|
|
|
|
|
médico presenció el vuelco de la diligencia. Mientras el marido leía ó
|
|
|
|
|
descansaba, la buena de _Catuxa_, que así llamaba todo Cebre á la señora
|
|
|
|
|
de don Máximo, era dichosa ayudando al molinero á cobrar las maquilas,
|
|
|
|
|
midiendo el grano, regateando la molienda á sus antiguas colegas,
|
|
|
|
|
charlando con ellas á pretexto del negocio, y viviendo perpetuamente en
|
|
|
|
|
la atmósfera de fino polvillo vegetal á que sus poros estaban hechos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Envuelta venía aún en flor de harina cuando entró en la salita donde la
|
|
|
|
|
esperaban Máximo y Gabriel; traía los brazos remangados y el pelo gris
|
|
|
|
|
como si se lo hubiesen recorrido con la borla impregnada, de polvos de
|
|
|
|
|
arroz, lo cual hacía más brillantes sus ojos, más límpido el sano carmín
|
|
|
|
|
de sus trigueñas mejillas. Saludó sin cortedad, con expansiva lisura, y
|
|
|
|
|
don Gabriel por su parte empezó á tratarla con tan reverente cortesía
|
|
|
|
|
como á la más encopetada ricahembra; pero en breve comprendió que la
|
|
|
|
|
complacería mudando de tono, y hablóle con llaneza festiva, sin
|
|
|
|
|
renunciar por eso á mostrarse deferente y cortés. Ambos matices los notó
|
|
|
|
|
Juncal, que no tenía pelo de tonto, y creció su inclinación hacia el
|
|
|
|
|
viajero, que le parecía ahora tan discreto como caritativo antes.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Comieron en una ancha sala con pocos muebles: Catuxa cerró casi del todo
|
|
|
|
|
las maderas de las ventanas, por las cuales se colaba una delgada cinta
|
|
|
|
|
de luz, y ofreció á cada convidado una rama de nogal con mucho follaje,
|
|
|
|
|
para que mientras comían no se descuidasen en espantar las moscas. No
|
|
|
|
|
hizo ascos á la comida don Gabriel, y alabó como se merecían algunos
|
|
|
|
|
platos muy gustosos, los pollitos tiernos aderezados con guisantes, las
|
|
|
|
|
sutiles mantequillas trabajadas en figura de espantable culebrón, con
|
|
|
|
|
ojos de azabache y una flor de borraja hincada de trecho en trecho en
|
|
|
|
|
el escamoso lomo. Tales primores gastronómicos revelaron á don Gabriel
|
|
|
|
|
que la señora de Juncal trataba bien á su marido y le hacía grata la
|
|
|
|
|
vida: así era en efecto, moral y físicamente, y por humillante que
|
|
|
|
|
parezca esta confusión de fuerzas tan distintas, el genio apacible y las
|
|
|
|
|
mantequillas suaves de Catuxa influían á partes iguales en sosegar la
|
|
|
|
|
bilis del médico.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Mientras duró el festín, Juncal y su huésped hablaron mucho del lance
|
|
|
|
|
del vuelco, del escándalo de que menudeasen tanto, de que en no multando
|
|
|
|
|
á las empresas, éstas hacían su gusto, riéndose de quejas de viajeros y
|
|
|
|
|
piernas rotas. Informóse don Gabriel de los antecedentes de su curioso
|
|
|
|
|
compañero de viaje, y al referirle Juncal algunas de sus caciquescas
|
|
|
|
|
hazañas, se rió recordando la indignación con que Trampeta condenaba en
|
|
|
|
|
Barbacana otras muy parecidas. A los postres, notó el médico que su
|
|
|
|
|
huésped parecía molestado, aunque haciendo esfuerzos para disimularlo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Usted no se encuentra bien?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No es nada... Parece como si este brazo se me hubiese resentido un
|
|
|
|
|
poco; me cuesta trabajo moverlo. No se apure usted ahora... Cuando nos
|
|
|
|
|
levantemos de la mesa tendrá la bondad de reconocérmelo, á ver qué ha
|
|
|
|
|
sido.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Quería Juncal verificarlo al punto, mas el huésped afirmó que no valía
|
|
|
|
|
la pena de darse prisa, y el médico en persona preparó el café con una
|
|
|
|
|
maquinilla de espíritu de vino, mientras Catuxa subía de la bodega una
|
|
|
|
|
botella de ron muy añejo, guarnecida de telarañas. Tal regalo fué, como
|
|
|
|
|
suele decirse, pedir el goloso para el deseoso; porque si bien don
|
|
|
|
|
Gabriel no se negó á gustar el rancio néctar, el caso es que Juncal le
|
|
|
|
|
hizo la razón con tanta eficacia, que se bebió de él casi la mitad.
|
|
|
|
|
Siempre había sido Juncal, aun en tiempos en que no se le caía de la
|
|
|
|
|
boca la higiene, grande amigo del licor de la Jamaica; pero, desde que
|
|
|
|
|
se unió en santo vínculo á Catuxa, la ignorante panadera le obligó á
|
|
|
|
|
practicar lo que predicaba, cerrando bajo siete llaves el ron y
|
|
|
|
|
dándoselo por alquitara, ó en ocasiones muy singulares, como la
|
|
|
|
|
presente.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Alzados los manteles, retiráronse Juncal y don Gabriel al despacho del
|
|
|
|
|
primero, donde había estantes de libros profesionales, una cabeza
|
|
|
|
|
desollada y asquerosísima, con un ojo cerrado y otro abierto, que
|
|
|
|
|
representaba el _sistema venoso_, estuches y carteras de lancetas y
|
|
|
|
|
bisturíes, y no pocos números del _Motín_ y _Las Dominicales_ rodando
|
|
|
|
|
por sillas, pupitre y suelo. Despojóse don Gabriel de su americana de
|
|
|
|
|
paño gris á cuadros; desabrochó el gemelo de su camisa y la levantó para
|
|
|
|
|
mostrar el brazo lastimado. Lo palpó Juncal, se lo hizo mover, y observó
|
|
|
|
|
concienzudamente, por las manifestaciones del dolor, de qué índole y en
|
|
|
|
|
qué punto residía la lesión. Dos ó tres veces notó en el semblante del
|
|
|
|
|
viajero indicios de que reprimía un _¡Ay!_ Con seriedad é interés le
|
|
|
|
|
dijo:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No repare usted en quejarse... Estamos á saber qué le duele, y cuánto
|
|
|
|
|
y cómo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Si he de ser franco--respondió sonriendo don Gabriel--me escuece unas
|
|
|
|
|
miajas. Se conoce que al tratar de mover á aquel buen señor de
|
|
|
|
|
Arcipreste, todo el peso de su cuerpo y del mío juntos cargó sobre este
|
|
|
|
|
brazo, que hacía fuerza en la delantera de la berlina... Será una
|
|
|
|
|
dislocación del hueso.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No señor; creo que no tiene usted nada más que un tendón relajado,
|
|
|
|
|
aunque el pronóstico de esta clase de lesiones es muy aventurado
|
|
|
|
|
siempre, y se lleva uno cada chasco, que da la hora. Si usted fuese un
|
|
|
|
|
labriego...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Qué sucedería?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Se lo voy á decir á usted con toda franqueza, por lo mismo que estoy
|
|
|
|
|
hablando con una persona que me parece altamente ilustrada....
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Por Dios...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No, no, mire usted que tengo buena nariz, y ciertas cosas se conocen
|
|
|
|
|
en el olor. Pues lo que haría si usted fuese uno de esos que andan
|
|
|
|
|
arando, sería llamar á un _atador_ ó _algebrista_, de los infinitos que
|
|
|
|
|
hay por aquí....
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Curanderos?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Componedores; son al curandero lo que al médico el cirujano operador.
|
|
|
|
|
Justamente aquí cerca tenemos uno, el más famoso diez leguas en
|
|
|
|
|
contorno, que hace milagros. Cuando yo llegué de la Universidad, llegué
|
|
|
|
|
lleno de fantasía, y me enfadaba si me decían que los algebristas pueden
|
|
|
|
|
reducir una fractura sin dejar cojo ó manco al paciente; después me fuí
|
|
|
|
|
convenciendo de que la naturaleza, así como es madre, es maestra del
|
|
|
|
|
hombre, y que el instinto y la práctica obran maravillas.... Con cuatro
|
|
|
|
|
emplastos y cocimientos, y sobre todo con la destreza manual, que esa
|
|
|
|
|
raya en admirable...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Decía todo esto Juncal mientras aplicaba compresas empapadas en árnica y
|
|
|
|
|
vendaba el brazo de don Gabriel.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Creo--respondió el paciente--que usted habla así por lo mismo que
|
|
|
|
|
domina su arte y no teme competencias. No todos los médicos pensarán
|
|
|
|
|
como usted en ese punto...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pensar, tal vez, pero no quieren confesarlo; hasta los hay que
|
|
|
|
|
persiguen de muerte á los algebristas. Los más encarnizados aún no son
|
|
|
|
|
los médicos, sino los veterinarios,--porque los atadores curan
|
|
|
|
|
indistintamente á hombres y animales, no reconociendo esta división
|
|
|
|
|
artificial creada por nuestro orgullo. Eh?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El médico miró á don Gabriel como reclamando su aquiescencia á este
|
|
|
|
|
rasgo de osadía científica. Don Gabriel sonrió. Se había terminado la
|
|
|
|
|
cura, y bajaba la manga para vestirse otra vez.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y decir--murmuraba el médico ayudándole á pasar un brazo por una
|
|
|
|
|
manga--que se ha llevado usted ese barquinazo por meterse á redentor de
|
|
|
|
|
un hipopótamo de cura,..... de un parroquidermo! Suerte tuvo en dar con
|
|
|
|
|
usted. Yo lo dejo allí en escabeche para toda su vida.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Esto lo insinuaba Juncal con la secreta esperanza de provocar al viajero
|
|
|
|
|
á espontanearse en política, para saber cómo pensaba y tener el gusto
|
|
|
|
|
de discutir; pero se llevó chasco, pues don Gabriel no se dió por
|
|
|
|
|
aludido, contentándose con hacer un leve ademán, que podía
|
|
|
|
|
significar:--Usted y cualquiera persona regular obraría como yo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ahora--ordenó Máximo--procure usted no hacer con ese brazo movimiento
|
|
|
|
|
alguno, pues estas lesiones las cura la paciencia. Quietud y más
|
|
|
|
|
quietud.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Qué diablura!--exclamó don Gabriel incorporándose.--El caso es que
|
|
|
|
|
para montar á caballo, tendré sin remedio que usar de él... Porque es el
|
|
|
|
|
izquierdo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bah! Las caballerías de aquí, lo mismo se rigen con la derecha que con
|
|
|
|
|
la zurda. Mejor dicho, con ninguna de las dos. Ellas hacen lo que les da
|
|
|
|
|
la real gana, y salen disparadas así que ven una hembra, y muerden, y
|
|
|
|
|
bailan el walse, y otros excesos.... ¿A dónde quería usted ir? Si no es
|
|
|
|
|
indiscreción.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--De ninguna manera. Tengo que ir á la rectoral de Ulloa, y después á
|
|
|
|
|
los Pazos, á casa de... mi cuñado.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
En el rostro del médico se pintó un segundo la irresolución, el temor de
|
|
|
|
|
_sobrar_ ó _faltar_ que tanto acucia á los que llevan mucho tiempo de
|
|
|
|
|
vida campestre, sin trato que pueda llamarse social. Al fin se
|
|
|
|
|
determinó, y dijo con cordialidad suma:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Don Gabriel, no me creerá tal vez, pero desde que le ví me ha
|
|
|
|
|
inspirado simpatía... vamos, yo soy así; soy muy raro; hay gentes que no
|
|
|
|
|
me llenan nunca, y usted me llenó incontinenti... Estoy con usted ya
|
|
|
|
|
como si le hubiese tratado toda la vida... No le pondero... Soy franco,
|
|
|
|
|
y lo que ofrezco lo ofrezco de corazón... Hoy es muy tarde ya para ir á
|
|
|
|
|
donde usted quiera; ni tampoco conviene que mueva el brazo, al menos en
|
|
|
|
|
las primeras veinticuatro horas. Ya que está en mi pobre choza, tenga la
|
|
|
|
|
dignación de quedarse en ella. Sábanas lavadas y cena limpia, no le han
|
|
|
|
|
de faltar. Mañana por la fresca, después que descanse, le doy mi
|
|
|
|
|
yegüecita, que la gobernará con la punta de un dedo, cojo otra hacanea,
|
|
|
|
|
y le acompaño hasta la rectoral de Ulloa... ó hasta el cabo del mundo,
|
|
|
|
|
si se precisa!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
No era don Gabriel hombre capaz de contestar con mil y tantos
|
|
|
|
|
cumplimientos á una improvisación semejante. Tomó la diestra del médico,
|
|
|
|
|
la apretó, y dijo con sencillez afectuosa:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Aquí me quedo, amigo Juncal... Y crea usted que doy por bien empleado
|
|
|
|
|
el percance.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Sintió Juncal que se ponía colorado de placer... Para disimular la
|
|
|
|
|
emoción, echó á correr hacia la puerta, gritando:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Catalina.... Catalina!... Esposa.... Catalina!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Presentóse la lozana panadera, de mandil blanco lo mismo que en sus
|
|
|
|
|
buenos tiempos, con el pelo alborotado y una sonrisa complaciente en su
|
|
|
|
|
bermeja y apetecible boca.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Prepararás la cama en el cuarto del armario grande... Don Gabriel nos
|
|
|
|
|
hace el favor de se quedar esta noche.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La sonrisa del ama de casa fué al oirlo más alegre todavía; sus ojos
|
|
|
|
|
chispearon, y pronunció con el acento gutural y cantarín de las
|
|
|
|
|
muchachas de Cebre:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--De hoy en un año vuelva á quedarse, señor, y que sea con salú.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--_Tray_ un pañuelo de seda, mujer...--murmuró su esposo.--Hay que
|
|
|
|
|
hacerle un sostén para el brazo malo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Con prontitud y no sin gracia se quitó _Catuxa_ el que llevaba á la
|
|
|
|
|
garganta, que era carmesí con lista negra, y ella misma lo ató al cuello
|
|
|
|
|
del forastero, diciendo mimosamente, con suavidad del todo galiciana:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Queda así á _gustiño_, señor?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Don Gabriel agradeció sonriendo. El diminutivo, el calor de la seda que
|
|
|
|
|
había estado en contacto con la piel de la arrogante moza, le produjeron
|
|
|
|
|
el efecto de una caricia del país natal, á donde volvía por vez primera
|
|
|
|
|
después de una ausencia muy prolongada.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
VIII
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El cuarto que dió Juncal á su huésped era en la planta baja, cerca del
|
|
|
|
|
comedor, y tenía puertecilla de salida á una especie de patio ó corral,
|
|
|
|
|
donde por el día escarbaba media docena de gallinas á la sombra de un
|
|
|
|
|
emparrado. Don Gabriel, al retirarse después de una cena no menos
|
|
|
|
|
regalada que la comida, sintió deseo de respirar el aire fresco de la
|
|
|
|
|
noche; apagó la vela, y alzando el pestillo se encontró en el corral.
|
|
|
|
|
Sentóse en el banco de piedra entoldado por la parra, y encendiendo un
|
|
|
|
|
papelito y recostándose en la pared, tibia aún del sol de todo el día,
|
|
|
|
|
empezó á mirar á la oscuridad. La cual era completa, intensísima, sin
|
|
|
|
|
que la disipase estrella alguna; una de esas noches como boca de lobo,
|
|
|
|
|
en que le parece á uno más infinito el espacio, más alto é inaccesible
|
|
|
|
|
el cielo, y la tierra menos real, pues al perder sus apariencias
|
|
|
|
|
sensibles, sus variadísimas formas y colores, diríase que se funde y
|
|
|
|
|
desvanece, sin que en ella quede existente más que nuestra imaginación
|
|
|
|
|
soñadora.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
En aquellas remotas y negras profundidades nada vió al pronto don
|
|
|
|
|
Gabriel, pero al poco rato, fuese merced á los generosos espíritus del
|
|
|
|
|
añejo ron de Juncal, ó á que era para don Gabriel uno de esos momentos
|
|
|
|
|
en que hace crisis la vida del hombre, y éste se da cuenta exacta de que
|
|
|
|
|
entra en un camino nuevo y el porvenir va á ser muy diferente del
|
|
|
|
|
pasado, comenzó á alzarse del oscuro telón de fondo una especie de
|
|
|
|
|
niebla mental, una nube confusa, blanquecina primero, rojiza después, y
|
|
|
|
|
en ella se delinearon y perfilaron cada vez con mayor claridad escenas
|
|
|
|
|
de su existencia.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Primero se vió niño, en un gran caserón de un pueblo triste, pero no en
|
|
|
|
|
brazos de su madre, pues no recordaba haberla conocido jamás, sino en
|
|
|
|
|
los de otra niña casi tan chica como él. Aquella niña era pálida; tenía
|
|
|
|
|
los ojos grandes y negros, y algo bizcos; solía estar malucha; pero,
|
|
|
|
|
sana ó enferma, no se apartaba una línea de él. Acordábase de que le
|
|
|
|
|
llamaba _mamita_, y la hacía rabiar y desquerer con sus travesuras. Un
|
|
|
|
|
recuerdo sobre todo estaba fijo en su mente. Además de la niña pálida,
|
|
|
|
|
vivían en el caserón otras niñas sonrosadas, enredadoras y alegres, que
|
|
|
|
|
le trataban con menos blandura, y aun le cascaban las liendres con el
|
|
|
|
|
menor pretexto. Un día--podría tener entonces Gabriel cinco años,--se le
|
|
|
|
|
había ocurrido entrar en el cuarto de la mayor de sus hermanas, Rita, la
|
|
|
|
|
cual poseía un canario domesticado que cantaba á maravilla y á quien
|
|
|
|
|
llamaban _el músico_. Gabriel se moría por el canario, y soñaba siempre
|
|
|
|
|
con imitar á Rita: sacarlo de la jaula, montarlo en el dedo, darle
|
|
|
|
|
azúcar, y que se pusiese á redoblar y trinar allí. ¡Era tan gracioso
|
|
|
|
|
cuando meneaba la cabecita á derecha é izquierda, cuando se sacudía
|
|
|
|
|
erizando las plumas de oro! Para lograr su deseo, aprovechaba la ocasión
|
|
|
|
|
de un domingo por la mañana: todo el mundo estaba en misa: momento
|
|
|
|
|
decisivo y supremo. Escurríase al cuarto de su hermana, y divisaba la
|
|
|
|
|
jaulita de alambre azul balanceándose ante la vidriera, con su hoja de
|
|
|
|
|
lechuga entre los hierros, y el pájaro que saltaba de la varilla
|
|
|
|
|
central, descendía al comedero á triturar un grano de alpiste, y vuelta
|
|
|
|
|
á la varilla. Contempló ansiosamente el lindo avechucho. ¿Cómo llegarle?
|
|
|
|
|
Ocurriósele una idea luminosa. Poner una silla sobre la cómoda de su
|
|
|
|
|
hermana. Mi dicho, mi hecho. Colocarla más ó menos trabajosamente,
|
|
|
|
|
trepar, encaramarse, echar mano al garfio que sujetaba la jaula, todo se
|
|
|
|
|
hizo en un verbo. Sólo que la silla, mal afianzada no conservó el
|
|
|
|
|
equilibrio al inclinarse Gabriel, y ¡oh dolor! cuando ya tenía en sus
|
|
|
|
|
manos el deseado _músico_, pataplín! se fué de cabeza al suelo, jaula
|
|
|
|
|
en mano, desde una regular altura. Recibió el golpe en la frente, y
|
|
|
|
|
quedóse breves momentos aturdido. Al recobrar los espíritus se encontró
|
|
|
|
|
con que tenía asida la jaula por la argolla... La jaula sí: pero el
|
|
|
|
|
músico? Gabriel miró hacia todas partes, y al pronto nada vió, ó por
|
|
|
|
|
mejor decir, vió algo que le paralizó de terror: en una esquina, el
|
|
|
|
|
gatazo de la casa, tendido en postura de esfinje que acecha, contemplaba
|
|
|
|
|
inmóvil un punto de la estancia... Gabriel siguió la dirección de
|
|
|
|
|
aquellas pupilas de esmeralda, y divisó al músico, todo anhelante aún
|
|
|
|
|
del golpe y del susto, hecho un ovillo entre los pliegues del cortinaje
|
|
|
|
|
que cubría la vidriera.... El niño perdió completamente la sangre fría,
|
|
|
|
|
y loco de miedo, púsose á hacer lo más conveniente para el gato: sacudir
|
|
|
|
|
la cortina y espantar al pajarillo. El aturdido músico revoloteó un
|
|
|
|
|
momento, dió contra los cristales de la ventana, y dolorido y exánime,
|
|
|
|
|
vino á caer sobre la almohada de la cama de Rita.... Horror!.... el
|
|
|
|
|
gato en acecho pega un brinco de tigre.... ¡Adiós, musica!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel, como Caín después de matar á su hermano, había corrido á
|
|
|
|
|
esconderse al cuarto más oscuro de la casa, en que se guardaban baúles y
|
|
|
|
|
trastos, y donde no tardó en descubrirle Rita al volver de misa y
|
|
|
|
|
encontrarse con la jaula por tierra y algunas plumas amarillas,
|
|
|
|
|
espeluznadas y sanguinolentas, revoloteando sobre su lecho...--Pícaro,
|
|
|
|
|
infame! te he de desollar vivo, muñeco del demonio! te he de estirar las
|
|
|
|
|
orejas hasta que sangren!--Los oídos de Gabriel apenas pudieron recoger
|
|
|
|
|
el sonido de estas ternezas, porque al mismo tiempo diez deditos recios
|
|
|
|
|
y furiosos le tiraban con cuanta fuerza tenían de las orejas... Y luego
|
|
|
|
|
pasaban á los carrillos, escribiendo allí los mandamientos, y después
|
|
|
|
|
bajaban á parte que es ocioso nombrar, y se daban gusto con la mejor
|
|
|
|
|
mano de azotaina que recuerdan los siglos; y en pos las uñas, por no
|
|
|
|
|
quedar desairadas, se ejercitaron en pellizcar y retorcer la carne, ya
|
|
|
|
|
hecha una amapola, hasta acardenalarla de veras, y en seguida, sin
|
|
|
|
|
darle al culpable tiempo ni á gritar, le asieron de las muñecas, le
|
|
|
|
|
llevaron arrastrando al desván, le metieron allí, echaron la llave... Al
|
|
|
|
|
punto mismo se oyó en la puerta el altercado de dos vocecillas, y en pos
|
|
|
|
|
la brega de dos cuerpos... Giró la llave otra vez, y la _mamita_ pálida,
|
|
|
|
|
la hermana protectora, entró anhelante, desgreñada y victoriosa, cogió
|
|
|
|
|
en brazos á su niño, lo arrebató á su cuarto, lo curó, lo calmó, se lo
|
|
|
|
|
comió á besos y á caricias....
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
¡Qué ojeriza le profesó desde aquel día Gabriel á la hermana mayor!
|
|
|
|
|
¡Cómo se acostumbró á envolverse en las faldas de la pequeña, hasta que
|
|
|
|
|
fué adquiriendo su autonomía al desarrollársele el vigor masculino, con
|
|
|
|
|
el cual, á los diez ó doce años podía más él solo que lo que llamaba
|
|
|
|
|
despreciativamente el gallinero de sus hermanas!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Se veía concurriendo al Instituto de segunda enseñanza, aprendiéndose
|
|
|
|
|
por la noche de malísima gana la conferencia que había de dar al día
|
|
|
|
|
siguiente, y merced á la fuerza y precisión con que se nos presentan
|
|
|
|
|
ciertos recuerdos, en la negra inmensidad nocturna veía destacarse, como
|
|
|
|
|
en el cristal de un claro espejo, al estudiantino inclinado sobre el
|
|
|
|
|
libro enfadoso, dando tormento con nerviosa mano á los mechones de pelo
|
|
|
|
|
que le caían sobre la frente, ó pintando soldados con fusil al hombro y
|
|
|
|
|
barcos y todo género de monigotes sobre el margen de las páginas,
|
|
|
|
|
mientras torturaba la memoria para incrustar en ella por ejemplo, los
|
|
|
|
|
_pretéritos_ y _supinos de la segunda conjugación, moneo, mones, monere,
|
|
|
|
|
monui, mónitum, avisar_... que los compañeros de clase se apuntaban unos
|
|
|
|
|
á otros de esta manera: _mono, mona, monitos, monitas, micos_... Al
|
|
|
|
|
recordar semejantes puerilidades, se sonreía don Gabriel... ¡Cuántas
|
|
|
|
|
veces recordaba haberse levantado y llamado á su hermana!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Nucha, tómame la lección, que me parece que ya la sé.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Luego una impresión imborrable: la marcha de Santiago, el ingreso en el
|
|
|
|
|
colegio de artillería de Segovia, los días terribles de la _novatada_,
|
|
|
|
|
la sujeción al _galonista_, el llanto de furor reconcentrado que le
|
|
|
|
|
abrasó las pupilas cuando por primera vez tuvo que limpiarle y
|
|
|
|
|
embetunarle las botas... Y siempre el recuerdo de su hermana, para la
|
|
|
|
|
cual, más bien que para su padre, se hizo fotografiar apenas vistió,
|
|
|
|
|
radiante de orgullo y alegría, el uniforme del cuerpo, y de la cual
|
|
|
|
|
hablaba á sus primeros amigos de colegio con tal insistencia y
|
|
|
|
|
exageración, que alguno de ellos, sin conocerla, se puso á escribirle
|
|
|
|
|
cartitas amorosas que leía á Gabriel... Luego, la confusión abrumadora
|
|
|
|
|
de los primeros estudios serios, de las matemáticas sublimes, de tanta
|
|
|
|
|
abstrusidad como tenían que meterse en la divina chola para los
|
|
|
|
|
exámenes... Ahora que Gabriel reflexionaba acerca de tales estudios y
|
|
|
|
|
mentalmente pasaba lista á sus compañeros de academia, maravillábase
|
|
|
|
|
pensando que de aquella hueste nutrida desde sus tiernos años con tanta
|
|
|
|
|
trigonometría rectilínea, tanta álgebra y tanta geometría del espacio,
|
|
|
|
|
no había salido ningún portentoso geómetra, ningún autor de obras
|
|
|
|
|
profundas y serias, ni siquiera ningún estratégico consumado, y al
|
|
|
|
|
contrario, por regla general, apenas se encontraba compañero suyo que al
|
|
|
|
|
terminar la carrera se distinguiese por algún concepto, ó rebasase del
|
|
|
|
|
nivel de las inteligencias medianas... Mucho caviló sobre el caso don
|
|
|
|
|
Gabriel, y vino á dar en que la balumba algebraica, el cálculo, las
|
|
|
|
|
geometrías y trigonometrías se las aprendían los más de memoria y
|
|
|
|
|
carretilla, á fuerza de machacar, para vomitarlas de corrido en los
|
|
|
|
|
exámenes; que los alumnos salían á la pizarra como sale el
|
|
|
|
|
prestidigitador al tablado, á hacer un juego de cubiletes en que no toma
|
|
|
|
|
parte el entendimiento; y que esta material gimnasia de la memoria sin
|
|
|
|
|
el desarrollo armonioso y correlativo de la razón, antes que provechosa
|
|
|
|
|
era funesta, matando en germen las facultades naturales y apabullando la
|
|
|
|
|
masa encefálica que venía á quedarse como un higo paso. Todo esto se le
|
|
|
|
|
había ocurrido á _posteriori_. En el colegio estaba lleno su corazón de
|
|
|
|
|
esa buena fe absoluta de los primeros años de la vida, y ni soñaba en
|
|
|
|
|
discutir las opiniones admitidas y las fórmulas consagradas: creía
|
|
|
|
|
cuanto creían sus compañeros, viviendo persuadido como ellos de que
|
|
|
|
|
ciertos profesores eran pozos de ciencia, aunque no se les conocía lo
|
|
|
|
|
bastante, por encontrarse un tantico _guillados_ del abuso de las
|
|
|
|
|
matemáticas... Con el pundonor innato que le obligaba en Santiago á
|
|
|
|
|
repasar de noche la lección, Gabriel se aplicó á aprender todas aquellas
|
|
|
|
|
diabluras del programa, y como su inteligencia era sensible y fresca su
|
|
|
|
|
retentiva, adelantó, adelantó... Recordaba, no sin cierta lástima de sí
|
|
|
|
|
mismo, que había hecho unos estudios brillantes. Le alabaron los
|
|
|
|
|
profesores, despertósele la emulación, no perdió curso...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Sólo hubo una temporada, poco antes de salir á teniente, en que atrasó
|
|
|
|
|
bastante, poniéndose á dos dedos de ser _perdigón_. Fué al recibir la
|
|
|
|
|
noticia de la muerte de su mamita, su hermana Nucha... Se la escribió su
|
|
|
|
|
padre en persona, cosa que no ocurría sino en las ocasiones solemnes,
|
|
|
|
|
pues el hidalgo de la Lage no se preciaba mucho de pendolista. Gabriel
|
|
|
|
|
recordaba que en el primer momento sólo había sentido un asombro muy
|
|
|
|
|
grande al ver que semejante desgracia no le producía más efecto. Con la
|
|
|
|
|
carta abierta en la mano, miraba en torno suyo, pasando revista á todos
|
|
|
|
|
los muebles del gran dormitorio artesonado, contando los hierros de las
|
|
|
|
|
camas. Hasta recordaba haber acabado de abrocharse los botones de la
|
|
|
|
|
levita de uniforme, faena interrumpida cuando llegó la carta fatal.
|
|
|
|
|
Luego, de repente, daba dos ó tres pasos vacilantes, sepultaba el rostro
|
|
|
|
|
en la almohada de su lecho, y empezaba á llorar á gotitas menudas,
|
|
|
|
|
rápidas, que se le metían entre el naciente bigote y de allí se le
|
|
|
|
|
colaban á los labios, con un sabor tan amargo!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
¡Su pobre _mamita_! ¡Con qué vanidad le había él enviado su retrato; con
|
|
|
|
|
qué orgullo había comprado, de sus economías, una sortija de oro para
|
|
|
|
|
regalársela en su boda! ¡Qué admiración gozosa, unida á unos asomos de
|
|
|
|
|
infantiles celos, había sentido al saber que su hermana tenía una
|
|
|
|
|
chiquilla... ¡Monada como ella! ¡Una chiquilla! Y ahora... fría,
|
|
|
|
|
callada, apagados aquellos dulces y vagos ojos, metida en un ataúd,
|
|
|
|
|
muerta, muerta, muerta!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Bien seguro estaba de no haber querido probar bocado en dos días, ¡Cómo
|
|
|
|
|
le mortificaban los consuelos de sus compañeros y amigotes! Eran bien
|
|
|
|
|
intencionados, eso sí; pero indiscretos, inoportunos, fuera de sazón,
|
|
|
|
|
como suelen ser los afectos en la zonza é ingrata edad de la
|
|
|
|
|
adolescencia. Empeñábanse en divertirlo, en llevárselo al café, ó á ver
|
|
|
|
|
una compañía de zarzuela... ¡De zarzuela! Gabriel necesitaba un médico.
|
|
|
|
|
A los ocho días se le declaraba una fiebre nerviosa, en la cual le
|
|
|
|
|
contaron que había delirado con su _mamita_, diciendo que quería irse
|
|
|
|
|
junto á ella, al cielo ó al infierno, donde estuviese... Pronto
|
|
|
|
|
convaleció, y quedó más fuerte y más hombre, como si aquella fiebre
|
|
|
|
|
hubiera sido la solución de una crisis lenta de pubertad tardía, acaso
|
|
|
|
|
retrasada por estudios prematuros... Salió á teniente, y recordaba el
|
|
|
|
|
orgullo de los galones y el de un hermoso bigote castaño, ya poblado,
|
|
|
|
|
que se propuso no afeitar nunca.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Pasó de la academia al siglo con la entidad moral que imprimen los
|
|
|
|
|
colegios de carreras especiales, y señaladamente el de artillería:
|
|
|
|
|
segunda naturaleza, de la cual sólo se desprenden, andando el tiempo,
|
|
|
|
|
los que poseen gran espontaneidad ó cierto instinto crítico, y que
|
|
|
|
|
sobrevive aun en los que se retiran, aun en los mismos que reniegan de
|
|
|
|
|
la carrera y manifiestan que les causa hondo hastío el uniforme...
|
|
|
|
|
Volviendo atrás la vista, Gabriel se asombraba de ser aquel muchacho que
|
|
|
|
|
salió del colegio tan artillero, tan imbuído de ciertas altaneras
|
|
|
|
|
niñerías que se llaman espíritu de cuerpo, tan convencido de la inmensa
|
|
|
|
|
superioridad del arma de artillería sobre todas las demás del ejército
|
|
|
|
|
español y aun del mundo, y en particular tan arisco, tan dado á esa
|
|
|
|
|
cosa particular que en el cuerpo llaman _la peña_, tendencia mixta de
|
|
|
|
|
orgulloso retraimiento y de feroz insociabilidad, que en él llegaba al
|
|
|
|
|
extremo de pasarse tres horas en la esquina de una calle de Segovia,
|
|
|
|
|
atisbando el momento en que saliesen de su casa unas señoras á quienes
|
|
|
|
|
su padre le ordenaba visitar, para cumplir con dejarles una tarjeta en
|
|
|
|
|
la portería.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
¡Y que apenas era él entonces reaccionario, como los demás individuos
|
|
|
|
|
del noble cuerpo! Sentía un odio profundo hacia las ideas nuevas y la
|
|
|
|
|
revolución, la cual justo es decir que se hallaba en su más desatentado
|
|
|
|
|
y anárquico período. Lo que Gabriel no le perdonaba á la setembrina
|
|
|
|
|
maldecida, era el haberle echado á perder su España, la España histórica
|
|
|
|
|
condensada en su cabeza de estudiante asiduo y formal, una España épica
|
|
|
|
|
y gloriosa, compuesta de grandes capitanes y monarcas invictos, cuyos
|
|
|
|
|
bustos adornaban el Salón de los Reyes en el Alcázar. Gabriel se tenía
|
|
|
|
|
por heredero directo de aquellos héroes acorazados, esgrimidores de
|
|
|
|
|
tizona. Arrinconados el montante y la espada, la artillería era el arma
|
|
|
|
|
de los tiempos modernos. ¡Qué de ilusiones y de fermentaciones locas
|
|
|
|
|
producía en Gabriel el solo nombre de batalla! Á la idea de barrer a
|
|
|
|
|
cañonazos un reducto enemigo, le parecía no caberle el corazón en el
|
|
|
|
|
pecho, y un frío sutil, el divino escalofrío del entusiasmo, le serpeaba
|
|
|
|
|
por la espina dorsal. En esta disposición de ánimo le incorporaban á una
|
|
|
|
|
batería montada y le enviaban á la guerra contra los carlistas en el
|
|
|
|
|
Norte....
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Quince días á lo sumo recordaba que duraron sus fantasías heroicas. No
|
|
|
|
|
eran aquellas las marciales funciones que había soñado. Si en las rudas
|
|
|
|
|
montañas de Vasconia no faltaban las fatigas propias de la vida militar,
|
|
|
|
|
los fríos, los calores, el agua hasta el tobillo, la nieve hasta media
|
|
|
|
|
pierna, las raciones malas y escasas, el dormir punto menos que en el
|
|
|
|
|
suelo, la ropa hecha girones, cuanto constituye el poético aparato de
|
|
|
|
|
la campaña, en cambio no veía Gabriel el elemento moral que vigoriza la
|
|
|
|
|
fibra y calienta los cascos; no veía flotar la sagrada bandera de la
|
|
|
|
|
patria contra el odiado pabellón extranjero. Aquellas aldeas en que
|
|
|
|
|
entraba vencedor, eran españolas; aquellas gentes á quienes combatía,
|
|
|
|
|
españolas también. Se llamaban carlistas, y él amadeísta: única
|
|
|
|
|
diferencia. Por otra parte la guerra, aunque civil, se hacía sin saña ni
|
|
|
|
|
furor; en los intervalos en que no se disparaban tiros, los
|
|
|
|
|
destacamentos enemigos, divididos sólo por el ancho de una trinchera, se
|
|
|
|
|
insultaban festivamente, llamándose _carcas_ y _guiris_; también se
|
|
|
|
|
prestaban pequeños servicios, pasándose _El Cuartel Real_ y _El
|
|
|
|
|
Imparcial_ de campo á campo; y en los frecuentes ratos de tregua,
|
|
|
|
|
bajaban, se hablaban, se pedían fuego para el cigarro, y el teniente de
|
|
|
|
|
artillería _guiri_ fraternizaba muy gustoso con los oficiales _carcas_,
|
|
|
|
|
tan buenos mozos y tan elegantes y marciales con sus guerreras orladas
|
|
|
|
|
de astracán, á cuyo lado izquierdo lucía el rojo corazón del _detente_,
|
|
|
|
|
y sus boinas con borla de oro, gentilmente ladeadas. A menudo hasta le
|
|
|
|
|
sucedía á Gabriel dudar si el deber y la patria estaban del lado acá ó
|
|
|
|
|
del lado allá de la trinchera. A pesar de las burlas con que sus
|
|
|
|
|
compañeros acogían los _pepinillos_ carlistas, en el campamento se
|
|
|
|
|
contaban maravillas de la improvisada artillería de don Carlos,
|
|
|
|
|
organizada en un decir Jesús, por un par de oficiales que habían
|
|
|
|
|
ingresado en sus filas y algunos cabos y sargentos listos; cosa que
|
|
|
|
|
inducía á Gabriel á pensar que no se necesitaban tantas matemáticas de
|
|
|
|
|
colegio para santiguar al enemigo á cañonazos. Sí; Gabriel cumplía con
|
|
|
|
|
su obligación; pero sin calor ni fe. Batirse, corriente, para eso vestía
|
|
|
|
|
el uniforme; otra cosa que no se la pidieran. Un casco de metralla
|
|
|
|
|
saltaba los sesos á su asistente, aragonés más cabal que el oro, á quien
|
|
|
|
|
Gabriel profesaba entrañable cariño, y su muerte le causaba la impresión
|
|
|
|
|
de haber presenciado un aleve asesinato, más bien que un episodio
|
|
|
|
|
bélico.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Entre la oscuridad nocturna, Gabriel Pardo sonreía á la reminiscencia de
|
|
|
|
|
un recelo que le apretó mucho por entonces. Al encontrarse tan frío en
|
|
|
|
|
medio de las escaramuzas, al conocer que le hastiaba la guerrilla y la
|
|
|
|
|
tienda, recordó que se había interrogado á sí mismo con un miedo
|
|
|
|
|
atroz... de tener miedo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Si seré un cobardón? ¿Si tendré la sangre blanca?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al ver cómo le felicitaban unánimemente los jefes y los compañeros por
|
|
|
|
|
su _serenidad_, comprendió que lo que padecía era atrofia del
|
|
|
|
|
entusiasmo. Y así le cogió la disolución del cuerpo de artillería por
|
|
|
|
|
decreto revolucionario. Casi se alegró. Ya no tenía cariño al uniforme.
|
|
|
|
|
Y sin embargo, todavía el _espíritu de cuerpo_ le dominaba. Le cruzó por
|
|
|
|
|
las mientes irse al campo carlista, y no lo hizo, porque los compañeros
|
|
|
|
|
habían determinado «aguardar, estar á ver venir.» Se fué á Madrid,
|
|
|
|
|
hospedándose en casa de unos parientes encumbrados, un título primo de
|
|
|
|
|
su madre.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
¡Cuántos recuerdos se le agolpaban! La noche oscura parecía poblarse de
|
|
|
|
|
estrellas y constelaciones, de centelleos misteriosos.... Gabriel sentía
|
|
|
|
|
una impresión, frecuente en las personas á quienes la viveza de la
|
|
|
|
|
fantasía y de la sensibilidad hacen pasar, durante una existencia
|
|
|
|
|
relativamente corta, por muchas y muy variadas fases psíquicas.
|
|
|
|
|
Admirábase del cambio producido en él por aquellos meses de residencia
|
|
|
|
|
en Madrid, y al mismo tiempo, se sorprendía _ahora_ de lo que se había
|
|
|
|
|
realizado en él _entonces_, y no creía ser la misma persona, sino evocar
|
|
|
|
|
la historia de otro hombre. Él no fué ni pudo jamás el brillante y
|
|
|
|
|
frívolo mancebo á quien tan especiales agasajos y tan lisonjera acogida
|
|
|
|
|
dispensaron las damas de alto copete, que le obsequiaban por oficial del
|
|
|
|
|
cuerpo hostil á la Revolución y por hidalgo provinciano, pero de vieja
|
|
|
|
|
cepa, de veintitantos abriles y gallarda figura. ¡Cuán dulces bromas le
|
|
|
|
|
habían sido disparadas entonces por risueños labios, recalcadas por el
|
|
|
|
|
guiño semi-altanero y semi-picaresco de algunos flecheros ojos de rica
|
|
|
|
|
hembra, á propósito de su afición á _la peña_, entonces erigida en
|
|
|
|
|
sociedad reaccionaria, ojalatera del alfonsismo! Gabriel en el fondo se
|
|
|
|
|
sentía muy _peñasco_, igual que antes, y abominaba de saraos y visitas
|
|
|
|
|
de cumplido, de andar poniéndose el frac y el ramito en el ojal, de
|
|
|
|
|
saludos en la Castellana y bailes por todo lo fino; pero el asunto es
|
|
|
|
|
que iba, iba, iba, seguía yendo, arrastrado por una blanca mano cuya
|
|
|
|
|
piel suave le causaba mareos deliciosos..... Era una viuda, hermana de
|
|
|
|
|
la mujer de su primo, en cuya casa vivía; hermosa hembra de treinta y
|
|
|
|
|
tantos, dotada de ingenio, oro y blasones... Gabriel no había tenido
|
|
|
|
|
sino aventuras de alojamiento ó de días de salida en Segovia. Volvióse
|
|
|
|
|
loco, y un día, con la mente y la sangre caldeadas, habló de bodas, para
|
|
|
|
|
asegurar hasta el fin de la vida la dicha actual... Se le rieron
|
|
|
|
|
blandamente, y como insistió, le pusieron de patitas fuera del paraíso.
|
|
|
|
|
¡Qué crujida, Dios! Gabriel, al pensar en ella, se admiraba de su
|
|
|
|
|
juventud, de su sincera pasión y de sus románticos desvaríos. Lo de
|
|
|
|
|
menos era no dormir, no comer, sufrir abrasadora calentura, beber y
|
|
|
|
|
jugar para aturdirse.... ¿Pues no se le ocurrió cierta mañana mirar con
|
|
|
|
|
ojos foscos y extraviados un par de pistolas inglesas?... Aquello sí que
|
|
|
|
|
tuvo gracia! discurría hoy el hombre de pelo ralo acordándose de las
|
|
|
|
|
fogosidades del teniente...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El caso es que con el desengaño amoroso, se había vuelto más peñasco que
|
|
|
|
|
nunca. Por entonces, apartado ya del gran mundo y de sus pompas y
|
|
|
|
|
vanidades, sin que le quedase más rastro que los buenos modales
|
|
|
|
|
adquiridos, ese baño delicadísimo que sobre la corteza brusca del
|
|
|
|
|
tenientillo recién salido de la academia derrama el trato con damas y el
|
|
|
|
|
ingreso familiar en círculos selectos--baño permanente cuando se recibe
|
|
|
|
|
en la primera juventud--empezaron para Gabriel estudios libres que se
|
|
|
|
|
impuso á sí propio. Convencido de que podía beber bastante alcohol sin
|
|
|
|
|
emborracharse, y de que la embriaguez en él jamás era completa,
|
|
|
|
|
dejándole siempre cierta lucidez dolorosa; de que el _fatal tapete
|
|
|
|
|
verde_ no le divertía, y de que las mujeres, no queriéndolas mucho, le
|
|
|
|
|
eran casi indiferentes, se dió á la lectura por recurso, y en ella
|
|
|
|
|
encontró la deseada distracción, y la convalecencia de aquella herida al
|
|
|
|
|
parecer tan profunda, y que en realidad no pasaba de la epidermis.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Con los libros sí que se había emborrachado de veras. Eran obras de
|
|
|
|
|
filosofía alemana, unas traducidas al francés, otras en pésimo y bárbaro
|
|
|
|
|
castellano. Pero Gabriel, más reflexivo que artista, más sediento de
|
|
|
|
|
doctrina que de placer, no se entretenía con la forma; íbase al fondo, á
|
|
|
|
|
la médula. Las matemáticas del colegio le tenían divinamente preparado
|
|
|
|
|
para las peliagudas ascensiones de la metafísica y las generosas
|
|
|
|
|
quintesencias de la ética. Eran sus actuales estudios lo que el riego á
|
|
|
|
|
la planta tierna cuyas raíces penetran en terreno bien cultivado y
|
|
|
|
|
removido ya. La inteligencia de Gabriel se abría, comprendiendo períodos
|
|
|
|
|
enrevesados y diabólicos, y lisonjeaba su orgullo el que los demás
|
|
|
|
|
afirmasen no poder entender semejante monserga. Sus nuevas aficiones le
|
|
|
|
|
pusieron en contacto con muchos jóvenes, prosélitos de la entonces
|
|
|
|
|
flamante y boyante escuela krausista. Y resolvió que él era kantiano á
|
|
|
|
|
puño cerrado, pero sin aplicar el método critico del maestro, como
|
|
|
|
|
entonces se decía, más que á las cosas de _la ciencia_; para las de _la
|
|
|
|
|
vida_ se agarró con dientes y uñas á la ética de Krause. No sólo renegó
|
|
|
|
|
de las aventuras, los naipes y el absintio, sino que empezó á aquilatar
|
|
|
|
|
con más que monjiles escrúpulos la trascendencia y móvil de sus menores
|
|
|
|
|
actos, á tener por grave delito el asistir á una corrida de toros ó á un
|
|
|
|
|
baile de máscaras. Ponía cuidado especial en que no saliese de sus
|
|
|
|
|
labios ni siquiera una mentira oficiosa, en no defraudar á nadie, en
|
|
|
|
|
vivir de tal manera que sus acciones fuesen claras como el agua,
|
|
|
|
|
honradas y serias... ¡La seriedad sobre todo!... Por las noches hacía
|
|
|
|
|
examen de conciencia; por las mañanas elevaba, al despertarse, el
|
|
|
|
|
pensamiento á Dios--al Dios impersonal y sin entrañas! Reprimidos los
|
|
|
|
|
impulsos y ardores juveniles por la especie de fiebre filosófica que le
|
|
|
|
|
abrasaba dulcemente el cerebro, sentía en las iglesias, á donde asistía
|
|
|
|
|
con frecuencia suma, impulsos místicos, ternuras inexplicables, ganas de
|
|
|
|
|
llorar, y entonces se creía _íntimo con el sér_...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
¿Cuánto había durado? ¿Cuánto? Las cosas políticas se encrespan; la
|
|
|
|
|
demagogia y el cantonalismo escupen fuego y sangre; los carlistas
|
|
|
|
|
medran, pululan, brotan por todas partes con armamento y municiones;
|
|
|
|
|
Castelar llama á los artilleros; Gabriel duda, recela, se alarma ante la
|
|
|
|
|
perspectiva de verter sangre humana; por fin sus nuevas ideas liberales
|
|
|
|
|
y una carta de su padre le deciden; va otra vez al Norte. Rodéanle sus
|
|
|
|
|
antiguos amigos; en la maleta del teniente vienen sin duda la
|
|
|
|
|
_Analítica_, la _Crítica del juicio_, la _Crítica de la razón pura_, la
|
|
|
|
|
_Teoría de lo infinito_; pero á la primer marcha forzada, á la primer
|
|
|
|
|
bocanada de aire montañés, al primer encuentro, á la primer tertulia en
|
|
|
|
|
la tienda de campaña, parécele que entre él y los maestros de su
|
|
|
|
|
entendimiento se interpone una muralla, un velo oscuro, y que en su alma
|
|
|
|
|
se derrumba, sin saber cómo, un edificio vasto. Y con el bienestar
|
|
|
|
|
físico que producen el ejercicio y la actividad después de una vida
|
|
|
|
|
contemplativa y sedentaria; y la reacción violenta, propia de los
|
|
|
|
|
temperamentos nerviosos y los caracteres impresionables, á los pocos
|
|
|
|
|
días el teniente no se acuerda de Kant, da al diablo los _Mandamientos
|
|
|
|
|
de la humanidad_, y muy á gusto se deja arrastrar á las distracciones
|
|
|
|
|
del compañerismo, á los lances de la campaña y los episodios de
|
|
|
|
|
alojamiento. La guerra se hace ya con más empuje, en vista del
|
|
|
|
|
desaliento y merma de las fuerzas carlistas: Gabriel bate el cobre con
|
|
|
|
|
fe, persuadido de que el orden y la libertad están en las negras
|
|
|
|
|
entrañas de los cañones de su batería; fraterniza con bandidos
|
|
|
|
|
contra-guerrilleros, lee con afán los periódicos políticos, vive de
|
|
|
|
|
acción y de lucha, y todas las mañanas se levanta determinado á salvar
|
|
|
|
|
á España... España le había dado en cambio la efectividad de capitán.
|
|
|
|
|
Mas el golpe de Estado de Pavía y luego la proclamación de don Alfonso,
|
|
|
|
|
que tanto alegraron á todo el noble cuerpo, le cortaron las alas del
|
|
|
|
|
espíritu á Gabriel Pardo, que era republicano teórico y andaba entonces
|
|
|
|
|
vuelto tarumba por un orden de cosas muy recto y sensato, al modo sajón.
|
|
|
|
|
Al otro día de recibir el grado de comandante, viendo la guerra próxima
|
|
|
|
|
á su fin, desilusionado más que nunca y sin gusto para pelear, recordaba
|
|
|
|
|
haber tomado el camino de la corte.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
¡Qué vida tan sosa al principio la suya! Mal visto entre sus compañeros
|
|
|
|
|
á causa de sus opiniones políticas; sin trato con sus antiguas
|
|
|
|
|
relaciones; sin ánimos para volver á sepultarse en los libros de
|
|
|
|
|
metafísica que eran hoy para él lo que la envoltura de la oruga cuando
|
|
|
|
|
ya voló la mariposa, sintió de repente, convirtiendo los ojos hacia sí
|
|
|
|
|
mismo, que no le quedaba en lo más íntimo sino descreimiento y
|
|
|
|
|
cansancio. Quién ó qué le había demostrado la inanidad de sus
|
|
|
|
|
filosofías? Nadie. La fe no se destruye con razones: es error imaginar
|
|
|
|
|
que hay argucia que eche abajo un sentimiento. La fe es como el
|
|
|
|
|
amor--bien lo advertía Gabriel.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
¿Hay en el mundo del pensamiento algún asidero firme?--discurrió
|
|
|
|
|
entonces. Casualmente empezaban las corrientes positivistas: hablábase
|
|
|
|
|
de realidades científicas, de doctrinas basadas en hechos de
|
|
|
|
|
experimentalismo. El comandante se propuso estudiar á fondo alguna
|
|
|
|
|
ciencia, como se estudian las cosas para saberlas de verdad, y adquirir
|
|
|
|
|
la suspirada certeza. Tenía un amigo, ex-profesor de geología en la
|
|
|
|
|
Universidad, de donde le expulsara el decreto de Orovio. Se puso bajo su
|
|
|
|
|
dirección, y consagró seis horas diarias á trabajos de pormenor. Hacía
|
|
|
|
|
unos cortes en las piedras y luego se desojaba mirándolos al
|
|
|
|
|
microscopio. Se cansó á cosa de medio año. La certeza consabida, por las
|
|
|
|
|
nubes. Encontraba relaciones lógicas y armoniosas entre lo creado, leyes
|
|
|
|
|
impuestas á la materia por voluntad al parecer inteligente, dependencia
|
|
|
|
|
y conexión en los fenómenos; pero el enigma seguía, el misterio no se
|
|
|
|
|
disipaba, la sustancia no parecía, la cantidad de _incognoscible_ era la
|
|
|
|
|
misma siempre. Gabriel tenía sobrada imaginación para sujetarse á la
|
|
|
|
|
severa disciplina científica sin esperanza ni objeto, y fueron
|
|
|
|
|
disminuyendo sus visitas al laboratorio de su amigo. ¿Y no había otra
|
|
|
|
|
razón?.... Pues, á decir verdad....
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Muy aficionado á la música, Gabriel estaba abonado á una butaca del
|
|
|
|
|
Real--tercer turno. Resplandecía el regio coliseo con la animación que
|
|
|
|
|
le prestaba la buena sociedad ya completa y la restaurada monarquía: y,
|
|
|
|
|
más que teatro, parecía elegante salón cuajado de beldades. Al lado de
|
|
|
|
|
Gabriel sentábanse un machucho brigadier de artillería y su joven
|
|
|
|
|
esposa, deidad murciana, de árabes ojos, que á cada acorde de la música,
|
|
|
|
|
ó á cada nota de los amorosos dúos, se posaban en los del comandante,
|
|
|
|
|
deteniéndose un poco más de lo necesario. El brigadier, fumador
|
|
|
|
|
empedernido, no recelaba salir en los entreactos dejando á su esposa
|
|
|
|
|
bajo la salvaguardia del subalterno. ¡Bendito señor, pensaba Gabriel, y
|
|
|
|
|
cómo lo hizo Dios de confiado! Á lo mejor el brigadier fué destinado á
|
|
|
|
|
Filipinas, y partió llevándose á su cara mitad. Gabriel, medio loco,
|
|
|
|
|
según su costumbre en casos tales, habló de pedir el traslado... la
|
|
|
|
|
hermosa brigadiera se negó, afirmando que su marido ya tenía sospechas,
|
|
|
|
|
que el viaje era celosa precaución, y que si se encontraba con el
|
|
|
|
|
comandante llovido del cielo en Manila, habría la de Dios es Cristo. Y
|
|
|
|
|
el enamorado la vió partir sin que nublase aquellos ojazos de terciopelo
|
|
|
|
|
la humedad más leve... No, lo que es de esta vez, el comandante no hacía
|
|
|
|
|
memoria de haber pensado en suicidios, pero cayó en misantropía amarga,
|
|
|
|
|
rabiosa y prolongadísima que paró en un ataque de ictericia de los de
|
|
|
|
|
padre y muy señor mío. Destinado á Barcelona... ¡qué temporada la que
|
|
|
|
|
pasó en la ciudad condal! ¿Cómo es posible aburrirse tanto y quedar con
|
|
|
|
|
vida? A enfrascarse otra vez en los libros: no de filosofía ya, sino de
|
|
|
|
|
ciencia militar, estudiando las propiedades formidables de las materias
|
|
|
|
|
explosivas que nuestro siglo refina y concentra á cada paso, lo mismo
|
|
|
|
|
que si el objeto supremo de tanto adelanto, de tanto progreso, fuese una
|
|
|
|
|
conflagración universal. A leerse cuanto encontró sobre el asunto en
|
|
|
|
|
revistas alemanas é inglesas, encargando obras especiales, y escribiendo
|
|
|
|
|
dos ó tres artículos en que lo resumía y exponía con bastante claridad,
|
|
|
|
|
publicados en los periódicos y que le valieron ser citado como una
|
|
|
|
|
gloria del cuerpo. Por más señas que entonces fué cuando se le chamuscó
|
|
|
|
|
la cara probando pólvora, y se le metieron unos cuantos granos en la
|
|
|
|
|
mejilla. Ocurrióle la idea de gestionar que le diesen una comisión para
|
|
|
|
|
el extranjero; la consiguió, viajó por Francia, Alemania, Inglaterra,
|
|
|
|
|
países que él creía cifra y compendio de la civilización posible. Al
|
|
|
|
|
pronto, impresión pesimista: Francia era una gran tienda de modas,
|
|
|
|
|
Alemania un vasto cuartel, Inglaterra un país de egoístas brutales y de
|
|
|
|
|
hipócritas noños. Pero al regresar á España, al notar el dulce temblor
|
|
|
|
|
que sólo las almas de cántaro pueden no sentir en el punto de hollar
|
|
|
|
|
otra vez tierra patria, mudó de opinión sin saber por qué: echó de menos
|
|
|
|
|
el oxigenado aire francés, y le pareció entrar en una casa venida á
|
|
|
|
|
menos, en una comarca semi-salvaje, donde era postiza y exótica y
|
|
|
|
|
prestada la exigua cultura, los adelantos y la forma del vivir moderno,
|
|
|
|
|
donde el tren corría más triste y lánguido, donde la gente echaba de sí
|
|
|
|
|
tufo de grosería y miseria... Al acercarse á Madrid y atravesar los
|
|
|
|
|
páramos que lo rodean, al subir por la cuesta de Areneros, al ver las
|
|
|
|
|
calles estrechas, torcidas, mal empedradas, el desanimado comercio, al
|
|
|
|
|
oir el canturrear de los ciegos y el pregón de la lotería, pensó
|
|
|
|
|
encontrarse en uno de esos prehistóricos poblachones de Castilla,
|
|
|
|
|
fosilizados desde el tiempo de los moros... Madrid! Ese era Madrid...
|
|
|
|
|
esa era España... la España santa de sus ensueños de adolescente!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Empezó á hablar, mejor dicho, á perorar donde quiera que encontraba
|
|
|
|
|
auditorio, proponiendo una campaña activísima, especie de coalición de
|
|
|
|
|
todos los elementos intelectuales del país, á fin de civilizarlo é
|
|
|
|
|
impulsarlo hacia senderos donde no quería el muy remolón sentar el
|
|
|
|
|
pie... Un día, en el Centro militar, al caer la tarde, Gabriel
|
|
|
|
|
sorprendió un diálogo de sofá á butaca.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y el comandante Pardo?--preguntaba el sofá.--¿Le ha visto usted desde
|
|
|
|
|
que ha llegado de su excursión por tierras de extrangis?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ayer me le encontré en la Carrera...--respondía la butaca.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y qué cuenta? ¿Viene entusiasmado?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Entusiasmado? Decidido á que crucen por doquier caminos y canales.
|
|
|
|
|
Siempre dije yo que se guillaba; pero ahora, me ratifico. Sonámbulo.
|
|
|
|
|
Chifladísimo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--De remate--confirmó el sofá.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
No hizo falta más para que el gran reformador entrase á cuentas consigo
|
|
|
|
|
mismo.--¿Será cierto, Gabriel? ¿Serás tú un chiflado, un badulaque que
|
|
|
|
|
se mete á arreglar lo que no entiende, que todo lo intenta y de todo se
|
|
|
|
|
cansa, y que se acerca ya á la madurez sin encontrar ancla donde amarrar
|
|
|
|
|
el bajel de la vida? Soldadito de papel, ¿cuántos caballos te han matado
|
|
|
|
|
ya? Pero, ¿es culpa tuya si esos caballos no los montas frescos, sino
|
|
|
|
|
rendidos y exánimes? ¿Has pedido tú tantas gollerías? Verbigracia: ¿qué
|
|
|
|
|
le pediste al amor? Sinceridad y firmeza: qué diantre! tú ibas derecho
|
|
|
|
|
al término de la pasión, que se sobrepone y debe sobreponerse á
|
|
|
|
|
intereses mezquinos... Y á la filosofía, á la ciencia? Certidumbre: una
|
|
|
|
|
regla moral para seguirla, un Dios en quien creer, á quien elevar el
|
|
|
|
|
alma. Y al uniforme que vistes, y á la patria á quien sirves, y á las
|
|
|
|
|
convicciones políticas que profesas? Un ideal á quien sacrificar todas
|
|
|
|
|
las energías, todo el calor que te sobraba... ¡Vive Dios! Que á cada
|
|
|
|
|
cosa le pedías tú lo justo, lo que puede y debe contener, y nada más.
|
|
|
|
|
¿Es culpa tuya si el amor es distracción frívola, la ciencia nombre
|
|
|
|
|
pomposo que disfraza nuestra ignorancia trascendental y la política
|
|
|
|
|
farsa más triste y vil que toda?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al llegar á esta parte de sus recuerdos autobiográficos, alzó Gabriel la
|
|
|
|
|
vista al cielo, como buscando huellas del poder augusto que rige nuestro
|
|
|
|
|
destino terrestre. Y eso que él sabía que aquel gran espacio oscuro que
|
|
|
|
|
le envolvía por todas partes no era más que el firmamento astronómico,
|
|
|
|
|
con sus millares de millares de soles, de planetas, de mundos chicos y
|
|
|
|
|
grandes...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
¿Tendrán razón los que creen que andan las almas viajando por
|
|
|
|
|
ahí?--pensaba, al acordarse de la muerte de su padre. Por cierto que no
|
|
|
|
|
la había sentido con la misma fuerza que la de su hermana, porque
|
|
|
|
|
Gabriel y don Manuel Pardo eran naturalezas que no simpatizaban:
|
|
|
|
|
pertenecían á dos generaciones muy diversas, y en realidad no se
|
|
|
|
|
entendían; con todo, vino el dolor natural y justo, pues siempre hace
|
|
|
|
|
su oficio la sangre. Bastante abatido llegó Gabriel á Santiago... Y
|
|
|
|
|
apenas hubo puesto el pie en el caserón solariego--ya suyo,--de los
|
|
|
|
|
envejecidos muebles, de los cuadros cuyo asunto tenía clavado en la
|
|
|
|
|
memoria, de las cortinas de apagado color, de los rincones familiares,
|
|
|
|
|
se alzó radiante, amorosa, poetizada por la muerte y la distancia, la
|
|
|
|
|
imagen, no de su padre, sino de su hermana Marcelina, la _mamita_, la
|
|
|
|
|
única mujer que con desinteresado amor le había querido; y aquellas
|
|
|
|
|
lágrimas que un día lloró el alumno, el mancebo colegial, subieron ahora
|
|
|
|
|
más que á los párpados, al corazón de Gabriel, derramándose en benéfico
|
|
|
|
|
rocío. Recorrió toda la casa: buscaba en ella no sé qué; tal vez un
|
|
|
|
|
fantasma--el del tiempo pasado! El caserón estaba solitario, triste, sin
|
|
|
|
|
otros moradores que una criada antigua, cuyas perezosas chancletas, así
|
|
|
|
|
como el hálito de un cascado reloj de pared, era lo único que pugnaba
|
|
|
|
|
con el alto silencio de los salones y corredores vacíos. Ninguna de las
|
|
|
|
|
tres hermanas que tenía vivas Gabriel había acudido allí para
|
|
|
|
|
acompañarle: todas estaban casadas, la menor mal, con un estudiante de
|
|
|
|
|
medicina, hoy médico de un partido; la otra con un hidalgo rico de la
|
|
|
|
|
montaña; la mayor con un ingeniero andaluz, con quien residía en una
|
|
|
|
|
provincia distante. Gabriel escudriñaba todas las habitaciones, tocaba
|
|
|
|
|
con una especie de devoción y de pueril curiosidad los objetos que por
|
|
|
|
|
allí andaban diseminados. En el que fué cuarto de su _mamita_ encontró
|
|
|
|
|
detrás del tocador horquillas, una caja de polvos, un alfiler grueso: lo
|
|
|
|
|
manoseó todo: probablemente sería _de ella_. Sobre la cabecera del
|
|
|
|
|
difunto don Manuel campeaba un ramo de pensamientos trabajado en pelo
|
|
|
|
|
negro, encerrado en un marco de madera oscura: abajo decía en letrita
|
|
|
|
|
cursiva y muy regarabateada: _Nucha á su querido papá_. Gabriel pegó los
|
|
|
|
|
labios al cristal, besando religiosa y lentamente la reliquia. Después
|
|
|
|
|
se dejó caer en una butaca que tenía los muelles rotos, vencidos del
|
|
|
|
|
enorme peso de don Manuel Pardo de la Lage, y sus meditaciones tomaron
|
|
|
|
|
un giro inusitado.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
¿Cómo no se le habría ocurrido antes? ¿Por qué, hasta que circunstancias
|
|
|
|
|
fortuitas le arrojaron al hogar viejo, no le cruzó por las mientes idea
|
|
|
|
|
tan sencilla... perogrullada semejante? ¿Es posible que se pase un
|
|
|
|
|
hombre la vida con la linterna de Diógenes en la mano, buscando sendas y
|
|
|
|
|
probando derroteros, cuando la felicidad le está prevenida en el
|
|
|
|
|
cumplimiento de la ley natural? La esposa, el hijo, la familia; arca
|
|
|
|
|
santa donde se salva del diluvio toda fe; Jordán en que se regenera y
|
|
|
|
|
purifica el alma.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Varias veces había notado don Gabriel la irresistible tendencia de su
|
|
|
|
|
imaginación viva, ardorosa y plástica, á construir, con la vista de un
|
|
|
|
|
objeto, sobre la base de una palabra, un poema entero, un sistema, una
|
|
|
|
|
teoría vasta y universal, llegando siempre á las últimas y extremas
|
|
|
|
|
consecuencias: propensión que le explicaba fácilmente los muchos
|
|
|
|
|
desengaños sufridos y aquello que llamaba él _caérsele muertos los
|
|
|
|
|
caballos_. Le sucedía también que la experiencia no le enseñaba á
|
|
|
|
|
cautelar, y cada nueva construcción la emprendía con igual lujo y
|
|
|
|
|
derroche de ilusiones y esperanzas. En la vieja poltrona paterna, ante
|
|
|
|
|
la cama de dorado copete donde tal vez había venido al mundo, comenzó á
|
|
|
|
|
edificar un palacio conyugal, sintiendo el tiempo perdido y lamentando
|
|
|
|
|
no haber caído antes en la cuenta de que todo sujeto válido, todo
|
|
|
|
|
individuo sano é inteligente, con mediano caudal, buena carrera é
|
|
|
|
|
hidalgo nombre, está muy obligado á _crear una familia_, ayudando á
|
|
|
|
|
preparar así la nueva generación que ha de sustituir á ésta tan
|
|
|
|
|
exhausta, tan sin conciencia ni generosos propósitos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Yo no soy un chiflado--pensaba don Gabriel, respirando sin percibirlo
|
|
|
|
|
por la herida.--Yo soy víctima de mi época y del estado de mi nación, ni
|
|
|
|
|
más ni menos. Y nuestro destino corre parejas. Los mismos desencantos
|
|
|
|
|
hemos sufrido; iguales caminos hemos emprendido, y las mismas esperanzas
|
|
|
|
|
quiméricas nos han agitado. ¿Fué estéril todo? ¿Hemos perdido malamente
|
|
|
|
|
el tiempo? ¿Sentenciados vivimos á no producir ni fundar cosa alguna?
|
|
|
|
|
Cansados, sí, porque el cansancio sigue á la lucha; pero ¿no hemos
|
|
|
|
|
aprendido, ni progresado nada? Yo, sin ir más lejos, ¿soy el mismo que
|
|
|
|
|
cuando salí del colegio? ¿No ha ganado algo mi educación externa desde
|
|
|
|
|
qué frecuenté el gran mundo? El suceso de mis amoríos malogrados ¿no me
|
|
|
|
|
curó y preservó de ilícitos y torpes devaneos? Aquellos libros que no me
|
|
|
|
|
dieron la certeza, ¿por ventura no me cultivaron y ensancharon el
|
|
|
|
|
entendimiento, no me hicieron más recto, más tolerante y más reflexivo?
|
|
|
|
|
Mis sueños de gloria militar, mis rachas políticas, ¿no sirven, cuando
|
|
|
|
|
menos, para probarme á mí mismo que aspiro á algo superior, que me
|
|
|
|
|
intereso por mi raza y por mi patria, que siento y que vivo? No,
|
|
|
|
|
Gabriel, lo que es de eso no hay por qué arrepentirse. Y á no ser por
|
|
|
|
|
tus años de peregrinación y aprendizaje, ¿valdrías hoy para fundar casa,
|
|
|
|
|
para contribuir en la medida de tus fuerzas á la regeneración de la
|
|
|
|
|
sociedad y á la depuración de las costumbres... para formar á tus
|
|
|
|
|
hijos... ¡si Dios...!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Cuando el nombre divino surgía, ya que no de los labios, del espíritu
|
|
|
|
|
del comandante, iba el crepúsculo lento de una tarde del mes de Mayo
|
|
|
|
|
difuminando los objetos y haciendo más melancólica la soledad del vacío
|
|
|
|
|
dormitorio paternal. Sintió Gabriel que el corazón se le llenaba de
|
|
|
|
|
ternura, y no sabiendo cómo desahogarla, llamó cariñosamente á la
|
|
|
|
|
decrépita servidora, y en tono festivo, en voz casi humilde, pidióle que
|
|
|
|
|
trajese luz.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Así que la bujía quedó colocada sobre la cómoda de su padre, fijáronse
|
|
|
|
|
los ojos de Gabriel en el antiguo mueble, muy distinto de los que hoy se
|
|
|
|
|
construyen. La cubierta hacía declive, y recordaba Gabriel que al
|
|
|
|
|
abrirse formaba un escritorio, descubriendo una especie de templete con
|
|
|
|
|
columnas, y múltiples cajoncitos adornados de raras herrajes, que
|
|
|
|
|
ocultaban _secretos_. ¡Secretos! De niño, esta palabra le infundía
|
|
|
|
|
curiosidad rabiosa y una especie de terror... ¡Secretos! Sonrióse, sacó
|
|
|
|
|
del bolsillo un llavero, probó varias llavecicas.... Una servía.... Cayó
|
|
|
|
|
la cubierta, y los dedos impacientes de Gabriel empezaron á escudriñar
|
|
|
|
|
los famosos _secretos_ de la cómoda, cual si en ellos se encerrase algún
|
|
|
|
|
escondido tesoro... Los buenos de los secretos no tenían mucho de tales,
|
|
|
|
|
y cualquier ratero, por torpe que fuese, lograría como Gabriel hacer
|
|
|
|
|
girar sobre su base las dos columnas del templete, y poner patente el
|
|
|
|
|
hueco que existía detrás. Calle... pues había algo allí. Rollos de
|
|
|
|
|
dinero.... Los deshizo: eran moneditas de premio, Carlos terceros y
|
|
|
|
|
cuartos, guardados sin duda por su padre para evitarles la ignominia de
|
|
|
|
|
la refundición... Y allá, en el fondo, muy en el fondo, un papel
|
|
|
|
|
amarillento ya por las dobleces, atado con una sedita negra...
|
|
|
|
|
Maquinalmente lo cogió, lo abrió, rompió la sedita. Cayó una sortija de
|
|
|
|
|
oro con perlas menudas, y vió Gabriel, cuyo corazón literalmente
|
|
|
|
|
brincaba contra la carne del pecho, que el papel era una carta, escrita
|
|
|
|
|
con tinta ya descolorida, y letra no muy suelta. Sus ojos, vidriados por
|
|
|
|
|
un velo de humedad, leyeron casi de una ojeada:--«Querido papá, felicito
|
|
|
|
|
á usted los días; sabe Dios quien vivirá el año que viene; hágame el
|
|
|
|
|
favor, si me empeoro, de darle á mi hermano Gabriel la sortijita
|
|
|
|
|
adjunta, y que mucho me acuerdo de él y le quiero; que si yo llego á
|
|
|
|
|
faltar, ahí queda mi niña. Usted y él no dejarán de mirar por ella:
|
|
|
|
|
moriré tranquila confiando en eso...»--Una lágrima, una verdadera
|
|
|
|
|
lágrima, redonda y rápida en su curso, se precipitó sobre la firma--«Su
|
|
|
|
|
amante hija, Marcelina Pardo.»
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El comandante apoyó el papel contra los ojos al esconder la cara en las
|
|
|
|
|
manos, y se reclinó en la cómoda, vencido por uno de esos terremotos del
|
|
|
|
|
corazón que modifican las actitudes y las elevan á la altura trágica sin
|
|
|
|
|
que lo advirtamos nosotros mismos... Pasados quince minutos, alzó la
|
|
|
|
|
frente, con una firme resolución y una promesa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La misma que repetía ahora á la majestuosa noche.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
IX
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Tan enamorado estaba Juncal de las buenas trazas y discreción de su
|
|
|
|
|
huésped, que al día siguiente quiso entrarle en persona el chocolate,
|
|
|
|
|
varios periódicos, un mazo de tolerables regalías y una calderetilla con
|
|
|
|
|
agua caliente por si acostumbraba afeitarse. No le maravilló poco
|
|
|
|
|
encontrar á don Gabriel ya en pie, calzado y vestido. ¡Qué madrugador!
|
|
|
|
|
¡Y en ayunas! ¿Qué tal el brazo? ¿Preferiría don Gabriel el chocolate en
|
|
|
|
|
la huerta, debajo de los limoneros? Don Gabriel dijo que sí, que lo
|
|
|
|
|
prefería.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Razón llevaba en ello, porque la mañanita estaba fresca, el azahar
|
|
|
|
|
trascendía á gloria, y sobre la rústica mesilla de piedra encandilaba
|
|
|
|
|
los ojos y excitaba el paladar la vista de la bandeja con el pocillo de
|
|
|
|
|
Caracas, la pella de manteca recién batida, que aún rezumaba suero, el
|
|
|
|
|
vaso de agua serenada en el pozo, el pan de dorada corteza y las
|
|
|
|
|
lengüetas rubias de los bizcochos finamente espolvoreados de azúcar.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Su señora de usted es una gran ama de casa--observó jovialmente don
|
|
|
|
|
Gabriel al sorber el último residuo del aromático chocolate.--Nos trata
|
|
|
|
|
á cuerpo de rey. Es increíble el gusto con que se come en el campo, y
|
|
|
|
|
qué bien sabe todo. Parece que se le quitan á uno diez años de encima.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Con efecto, fuese por obra del campo ó por otras causas, semejaba
|
|
|
|
|
remozado el huésped de Juncal.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Usted quiere ir esta tarde á casa del cura de Ulloa, sin falta? ¿No
|
|
|
|
|
sería mejor descansar otro diita en mi choza?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Me urge, amigo Juncal. Pero si usted por esa ojeriza que profesa al
|
|
|
|
|
clero no quiere acompañarme...--murmuró don Gabriel risueño, limpiándose
|
|
|
|
|
los bigotes con encarnizamiento, á fuer de hombre pulcro.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Quién? ¿yo? ¿á casa del cura de Ulloa? ¡Por vida del chápiro verde!
|
|
|
|
|
Si todos fuesen como ese... me parece que acabaría por volverme beato.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No todos pueden ser iguales, señor don Máximo, usted bien lo sabe.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mire usted, natural sería que el clero... Digo, creo que les tocaba
|
|
|
|
|
dar ejemplo á los demás.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--El clero es el reflejo de la sociedad en que vivimos. No estamos ahora
|
|
|
|
|
en los primeros siglos del cristianismo--replicó con cierta malicia
|
|
|
|
|
discreta don Gabriel mirando á Juncal que echaba lumbres con un eslabón
|
|
|
|
|
para darle mecha encendida, pues á causa del viento y de las caminatas,
|
|
|
|
|
el médico había proscrito los fósforos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ríase usted de cuentos... Bien gordos y repolludos andan los tales
|
|
|
|
|
parrocetáceos--refunfuñó Máximo empleando el vocabulario peculiar del
|
|
|
|
|
_Motín_--á cuenta de nuestra bobería... Más tocino tiene el Arcipreste
|
|
|
|
|
encima de su alma, que siete puercos cebados.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues en realidad, la profesión es de las menos lucrativas que hoy se
|
|
|
|
|
pueden seguir. ¿Por ambición, quién diablos va á hacerse clérigo? Amigo,
|
|
|
|
|
seamos razonables. Antaño, decir canónigo era decir hombre de vida
|
|
|
|
|
regalona y riñón cubierto; hogaño el canónigo á quien le alcanza el
|
|
|
|
|
sueldo para comer principio y llevar manteos decentes, se tiene por
|
|
|
|
|
dichoso. Un cura de aldea es un pobre de solemnidad: cuando más, llegará
|
|
|
|
|
á donde llegue un labriego acomodado: á tener la despensa regularmente
|
|
|
|
|
abastecida; y eso, para un hombre que recibió cierta instrucción y tiene
|
|
|
|
|
por consecuencia necesidades que no tiene el labriego.... ya usted
|
|
|
|
|
ve.... Esto lo sabrá usted mejor que yo, porque hasta ahora mi carrera
|
|
|
|
|
me mantuvo alejado de Galicia.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Es usted artillero, señor don Gabriel?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Para servir á usted.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Por muchísimos años. ¿Grado?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Comandante efectivo. Hoy excedente, á petición mía. Convénzase usted:
|
|
|
|
|
al clero no le podemos exigir tantas cosas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pero usted también sabe de sobra... ¿porque usted habrá viajado? ¿eh?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí, he estado algún tiempo en el extranjero.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--En otras partes, la ilustración, la moralidad...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Moralidad... Sí... Pero el hombre es hombre en todas partes. El clero
|
|
|
|
|
protestante, en Inglaterra por ejemplo, alardea de muy moral; sólo que
|
|
|
|
|
un vicario protestante, en resumidas cuentas, es un hombre casado, un
|
|
|
|
|
empleado con buen sueldo y respetadísimo; ¿qué ha de hacer? ¿Tendría
|
|
|
|
|
usted disculpa si incurriese en algún desliz, amigo Juncal, con esa
|
|
|
|
|
bella, complaciente y hacendosa mitad, y esta dorada medianía que goza?
|
|
|
|
|
Y además toma usted un chocolate... ¡Cuántas veces habrá usted echado
|
|
|
|
|
en cara á los frailes la afición á chocolatear! ¡Pues lo que es usted...
|
|
|
|
|
no se descuida!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Dijo esto don Gabriel golpeando familiarmente en el hombro del médico,
|
|
|
|
|
porque veía á éste colgado de su boca y oyéndole como á un oráculo, y no
|
|
|
|
|
quería poner cátedra. Sucedíale á veces avergonzarse del calor que
|
|
|
|
|
involuntariamente tenían sus palabras al discutir ó afirmar, y para
|
|
|
|
|
disimularlo recurría á la ironía y á la broma. Juncal se extasiaba
|
|
|
|
|
encontrando tanta sencillez y llaneza en aquel hombre cuya superioridad
|
|
|
|
|
intelectual, social y hasta psíquica le había subyugado desde el primer
|
|
|
|
|
instante.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Vamos--pensaba para su capote,--que aunque fuese mi hermano no estaría
|
|
|
|
|
más contento de tenerle aquí. Y todo cuanto dice me convence... No sé
|
|
|
|
|
disputar con él, ¡qué rábano!--Echóse el sombrero atrás con un
|
|
|
|
|
papirotazo del dedo cordial sobre la yema del pulgar, ademán muy suyo
|
|
|
|
|
cuando quería explicar detenidamente alguna cosa, y añadió:--Mire
|
|
|
|
|
usted, así que conozca al cura de Ulloa y le compare con los demás... Se
|
|
|
|
|
quita la camisa por dársela á los pobres: no alza los ojos del suelo:
|
|
|
|
|
dicen que hasta trae cilicio... Apenas quiere cobrar á los feligreses ni
|
|
|
|
|
oblata, ni derechos, ni nada, y su criado (porque ese no entiende de
|
|
|
|
|
amas ni de bellaquerías) está que trina, como que les falta á veces
|
|
|
|
|
hasta para arrimar el puchero á la lumbre.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bien, ese ya es un santo--repuso Gabriel.--¡Si abundase tal género,
|
|
|
|
|
qué mayor milagro! Pero en general, ¿qué va usted á exigirle, señor don
|
|
|
|
|
Máximo, á una clase tan mal retribuída? ¿Que instrucción, dice usted?
|
|
|
|
|
¿Sabe usted lo que cuesta la carrera de un seminarista? Una futesa,
|
|
|
|
|
porque si costase mucho, la Iglesia no podría sostenerlos...
|
|
|
|
|
Instrucción! ¿Dónde se recluta la clase sacerdotal? Entre los labriegos
|
|
|
|
|
ó los muchachos más pobres de las poblaciones. La clase media, que es la
|
|
|
|
|
cantera de que se extraen hoy los sabios, buena gana tiene de enviar al
|
|
|
|
|
seminario sus hijos.... Los manda á las universidades, y de allí, si
|
|
|
|
|
puede, al Parlamento, caminito del Ministerio, ó al menos del destino
|
|
|
|
|
pingüe...... En las clases altas, por milagro aparece una vocación al
|
|
|
|
|
sacerdocio: ¡los tiempos no son de fe! La aristocracia es devota, mas no
|
|
|
|
|
lo bastante para producir otro duque de Gandía. Y los pocos que se
|
|
|
|
|
inclinan á la Iglesia, van á las órdenes, en particular á los jesuítas.
|
|
|
|
|
Así y todo, nuestro episcopado, señor de Juncal, le aseguro á usted que
|
|
|
|
|
compite con cualquiera de Europa, en luces y en piedad... Y nuestro
|
|
|
|
|
clero parroquial, aunque algo atrasado y díscolo, posee virtudes y
|
|
|
|
|
cualidades que no son de despreciar.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Es usted...--preguntó Juncal con la cara más afligida del mundo--es
|
|
|
|
|
usted.... neocatólico, por lo visto.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No, nada de eso--respondió apaciblemente Gabriel.--Soy, platónicamente
|
|
|
|
|
hablando, avanzadísimo; tengo ideas mucho más disolventes que las de
|
|
|
|
|
usted solamente... Pero ¡qué limoneros tan hermosos!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Tomó una rama y respiró con delicia los cálices blancos, de pétalos
|
|
|
|
|
duros como la cuajada cera.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Estoy encantado con mi tierra, don Máximo... Es de los países más
|
|
|
|
|
poéticos y hermosos que se pueden soñar. Yo no conocía ni esa parte de
|
|
|
|
|
Vigo, tan pintoresca, tan amena, ni esto de aquí; y lo poco que ya he
|
|
|
|
|
visto, me seduce... El suelo y el cielo, una delicia; el entresuelo...
|
|
|
|
|
gente amable y cariñosa hasta lo sumo; las mujeres parece que le
|
|
|
|
|
arrullan á uno en vez de hablarle.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Mecha otra vez?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Gracias, no fumo más. ¿Vamos á saludar á la señora? Aún no le hemos
|
|
|
|
|
dado los buenos días.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Catalina apreciará tanto... Pero á estas horas.... _va en_ el molino,
|
|
|
|
|
de seguro. Así que alistó el chocolate, le faltó tiempo para recrearse
|
|
|
|
|
con aquel barullo de dos mil diablos que arman las parroquianas...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Una mariposilla blanca, la vanesa de las coles que abundaban por allí,
|
|
|
|
|
vino revoloteando á posarse en el sombrero de Juncal. Don Gabriel
|
|
|
|
|
tendió los dedos índice y pulgar entreabiertos, para asirla de las alas.
|
|
|
|
|
La mariposa, como si olfatease aquellos amenazadores dedos, voló con
|
|
|
|
|
gran rapidez, muy alto, entre la radiante serenidad matutina. Don
|
|
|
|
|
Gabriel la siguió con los ojos estirando el pescuezo, y el médico reparó
|
|
|
|
|
en lo bien cuidada (sin afeminación) que traía la barba el comandante.
|
|
|
|
|
Cada pormenor acrecentaba la simpatía en el médico, que estancado en la
|
|
|
|
|
cultura de los años universitarios, arrinconado en un poblachón,
|
|
|
|
|
olvidado ya, á fuerza de bienestar material y de pereza mental, de sus
|
|
|
|
|
antiguas lecturas científicas, y sus grandes teorías higiénicas,
|
|
|
|
|
conservaba no obstante la facultad de respetar y admirar, en un grado
|
|
|
|
|
casi supersticioso, cuando veía en alguien la plenitud de circulación y
|
|
|
|
|
el oxígeno intelectual que él había ido perdiendo poco á poco. Además,
|
|
|
|
|
¡era tan cortés, resuelto, despejado y afable aquel señor!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel permanecía con los ojos medio guiñados, como cuando seguimos un
|
|
|
|
|
objeto distante. Sin embargo, la mariposa había desaparecido hacía
|
|
|
|
|
tiempo. El artillero se volvió de repente.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Don Máximo, ¿me hará usted el favor de contestar francamente á varias
|
|
|
|
|
preguntas que tengo que hacerle?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Señor de Pardo, por Dios... Me manda y yo obedezco. En cuanto le pueda
|
|
|
|
|
servir....
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pensaba entenderme con el abad de Ulloa; pero por la descripción que
|
|
|
|
|
usted me hace de él, temo... ¿cómo diré?... temo que sea uno de esos
|
|
|
|
|
seres angelicales, pero inocentes y pacatos, que no le sacan á uno de
|
|
|
|
|
dudas... y que además, por lo mismo que son buenos, conocen mal á la
|
|
|
|
|
gente que les rodea. (A medida que hablaba don Gabriel, aprobaba más
|
|
|
|
|
enérgicamente con la cabeza el médico, murmurando--por ahí--por ahí!)
|
|
|
|
|
Usted es un hombre inteligente y honrado, Juncal...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Ruborizóse éste como se ruborizan los morenos, dorándosele la piel hasta
|
|
|
|
|
por las sienes, y con algo atragantado en la nuez, murmuró:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Honrado... eso sí... Me tengo por honrado, señor don Gabriel. Tanto
|
|
|
|
|
como el que más.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues yo fío en usted enteramente. Sepa que he venido aquí con objeto
|
|
|
|
|
de casarme...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Abrió Juncal dos ojos tamaños como dos aros de servilleta.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--....Con mi sobrina, la señorita de Moscoso.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--La señorita de Moscoso?--exclamó el médico apenas repuesto de la
|
|
|
|
|
sorpresa.--¿Qué me dice, don Gabriel? La señorita Manolita? No sabía ni
|
|
|
|
|
lo menos!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ya lo creo--repuso Gabriel soltando la risa.--Como que tampoco lo
|
|
|
|
|
sabía yo mismo pocos días hace; ni lo sabe nadie aún. Es usted la
|
|
|
|
|
primera persona á quien se lo cuento.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Juncal sintió dulce cosquilleo en la vanidad, y aturrullado de puro
|
|
|
|
|
satisfecho, trató de formular varias preguntas, que Gabriel atajó
|
|
|
|
|
adelantándose á ellas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Diré á usted, para que comprenda mi propósito, que la persona á quien
|
|
|
|
|
más quise yo en el mundo fué mi pobre hermana Marcelina, la que casó con
|
|
|
|
|
don Pedro Moscoso; y si hay cielo--aquí le tembló un poco la voz á don
|
|
|
|
|
Gabriel--allí debe estar pidiendo por mí, porque fué una... már... una
|
|
|
|
|
santa. Al morir me dejó encargada su hija; no lo supe hasta que mi padre
|
|
|
|
|
falleció. Yo me encuentro hoy libre, no muy viejo aún, sin compromisos
|
|
|
|
|
ni lazos que me aten, con regular hacienda y deseoso del calor de una
|
|
|
|
|
familia. Teniendo Manolita padre como tiene, un tío... no está
|
|
|
|
|
autorizado para velar por ella. Un marido, es otra cosa. Si no le
|
|
|
|
|
repugno á mi sobrina y quiere ser mi mujer... Estoy determinado á
|
|
|
|
|
casarme cuanto antes.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Oía Juncal, y poniendo las manos en los hombros del artillero, respondió
|
|
|
|
|
vagamente, cual si hablase consigo mismo:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--En efecto.... no hay duda que.... Realmente, ¿quién mejor? La verdad
|
|
|
|
|
es...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Miró don Gabriel, sonriéndose de alegría, al médico. Su corazón se
|
|
|
|
|
dilataba dulcemente con la confidencia, y se le ocurría que por la
|
|
|
|
|
serena atmósfera revoloteaba un porvenir dichoso, columpiado en el
|
|
|
|
|
espacio infinito, como la mariposilla blanca, que una superstición
|
|
|
|
|
popular cree nuncio de dicha. Clavó sus ojos garzos en el médico: la luz
|
|
|
|
|
del día hacía centellear en ellos filamentos de derretido oro. Se había
|
|
|
|
|
guardado los quevedos en el bolsillo, y parpadeaba como suelen los
|
|
|
|
|
miopes cuando la claridad les deslumbra.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Francamente, Juncal, no conozco á mi sobrina Manuela ni sé.... ¿Cómo
|
|
|
|
|
es?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--El retrato de su difunta madre, que esté en gloria--respondió muy
|
|
|
|
|
cristianamente el tremendo clerófobo Juncal.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡De su madre!--repitió el artillero extasiado.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pero más buena moza, no despreciando á la pobre señorita... La madre
|
|
|
|
|
era... algo bisoja y delgada... Esta mira derecho, y tiene unos ojazos
|
|
|
|
|
como moras maduras.... Alta, carnes apretaditas, morena con tanto andar
|
|
|
|
|
al sol... buenas trenzas de pelo negro... y bien constituída. No
|
|
|
|
|
digamos que sea una chica hermosísima, porque no tiene las
|
|
|
|
|
_perfecciones_ allá hechas á torno; pero puede campar en cualquier
|
|
|
|
|
parte... Vaya si puede.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Si se parece á Nucha, para mí ha de ser un serafín, don Máximo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y á usted se parece también, no se ría, señor de Pardo... Ya sabe que
|
|
|
|
|
á usted lo saqué yo ayer en el coche, por su hermana.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Siempre hay eso que se llama aire de familia... Don Máximo, mire usted
|
|
|
|
|
que aún no he empezado, como quien dice, á preguntar lo que quiero
|
|
|
|
|
saber. Yo he sido franco con usted, ¿usted lo será conmigo?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No faltaba más. Aunque me fuera la vida en responder.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Diga usted. Mi cuñado...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
X
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Juncal terminó la semblanza y biografía de don Pedro Moscoso y Pardo de
|
|
|
|
|
la Lage, conocido por marqués de Ulloa, con las siguientes filosóficas
|
|
|
|
|
reflexiones:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No todos sus defectos hay que imputárselos á él, sino (hablemos claro)
|
|
|
|
|
á la crianza empecatada que le dieron... Sería mejor que se educase él
|
|
|
|
|
solito ó con los perros y las liebres, que en poder de aquel tutor tan
|
|
|
|
|
animal, Dios me perdone... y tan listo para sus conveniencias... Y se
|
|
|
|
|
llamaba como usted, don Gabriel!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El comandante sonrió.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Maldito lo que se parecen... Como iba diciendo, yo, hace años, muchos
|
|
|
|
|
años, que no pongo los pies en los Pazos de Ulloa; desde aquellas
|
|
|
|
|
elecciones dichosas en que anduve contra don Pedro... porque lo primero
|
|
|
|
|
de todo son las ideas y los principios, ¿verdad, don Gabriel?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sin duda, sobre todo cuando uno los ha pesado y examinado y está
|
|
|
|
|
seguro de su bondad--respondió el artillero.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Tiene usted razón... á veces se calienta la cabeza, y hace uno
|
|
|
|
|
disparates... pero en fin, yo soy liberal desde que nací, y en vez de
|
|
|
|
|
enfriar con los años, me exalto más.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Dice usted que no va usted por allí? ¿Cómo anda de salud... mi
|
|
|
|
|
cuñado?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Regular... está muy grueso y padece bastante de la gota, como el
|
|
|
|
|
difunto tío, por lo cual dicen que gasta muy mal humor, y que ha perdido
|
|
|
|
|
la agilidad, de manera es que no puede salir á caza como antes.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y... acuérdese usted de que me ha prometido ser franco! ¿Y... esa
|
|
|
|
|
mujer que tiene en casa?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mire usted, como yo no voy por allí... con repetirle lo que se
|
|
|
|
|
cuenta... y unos hablan de un modo y otros de otro; pero yo me atendré á
|
|
|
|
|
lo que dicen los más formales y los que acostumbran ir á los Pazos.
|
|
|
|
|
Usted ya sabe que tal mujer estaba en la casa antes de casarse su señor
|
|
|
|
|
cuñado; enredados los dos, por supuesto, y el padre siendo el verdadero
|
|
|
|
|
mayordomo y en realidad el dueño de la casa, aunque por _plataforma_
|
|
|
|
|
trajeron allí al infeliz del cura de Ulloa, que no sirve para el caso...
|
|
|
|
|
Había un chiquillo precioso, y pasaba por hijo del marqués. Pero resultó
|
|
|
|
|
que después de la boda de don Pedro, la muchacha por su parte se empeñó
|
|
|
|
|
en casarse con un paisano de quien estaba enamoradísima, y á quien le
|
|
|
|
|
colgó, ¿usted se entera? el milagro del rapaz. Este paisano, que ahora
|
|
|
|
|
anda hecho un caballero, siempre de tiros largos, se llama el _Gallo_ de
|
|
|
|
|
apodo, y nadie le conoce sino por el apodo ó por el _Gaitero de Naya_,
|
|
|
|
|
porque lo fué; y el remoquete de _Gallo_ se lo pusieron sin duda por lo
|
|
|
|
|
bien plantado y arrogante mozo, que lo es, mejorando lo presente. Un
|
|
|
|
|
poco antes mataron al padre de la muchacha...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿No le asesinaron por una cuestión electoral?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Justo.... Según eso está usted en autos?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Uno que venía conmigo en la berlina... el Arcipreste no... el otro...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--_¿Trampeta?_
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pequeño, vivaracho, entrecano...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--El mismo. Pues le contó verdad. Al gran pillastre de Primitivo me lo
|
|
|
|
|
despabilaron de un trabucazo, en venganza de que los había vendido á
|
|
|
|
|
última hora, tanto que les hizo perder la elección (Juncal bajó la voz
|
|
|
|
|
involuntariamente). Ve usted aquellas tapias, pasadas las primeras...
|
|
|
|
|
donde asoman las ramas de un cerezo con fruta? Pues son las del huerto
|
|
|
|
|
de Barbacana, el cacique más temible que hubo en el país... Dicen que
|
|
|
|
|
ese ordenó la ejecución, aunque el verdugo fué una especie de
|
|
|
|
|
facineroso que anda siempre á salto de mata, de aquí á Portugal y de
|
|
|
|
|
Portugal aquí...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel meditaba, sepultando la quijada en el pecho. Luego se caló
|
|
|
|
|
distraidamente los quevedos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Así somos, amigo Juncal... Un país imposible, en ese terreno sobre
|
|
|
|
|
todo. Antes que aquí se formen costumbres en armonía con el
|
|
|
|
|
constitucionalismo, tiene que ir una poca de agua á su molino de
|
|
|
|
|
usted... Decía cierto hombre político que el sistema parlamentario era
|
|
|
|
|
una cosa excelente, que nos había de hacer felices dentro de setecientos
|
|
|
|
|
años... Yo entiendo que se quedó corto. Al caso; dígame todo lo
|
|
|
|
|
concerniente á la historia...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Hoy en día, á Barbacana ya lo llevan acorralado, y se cree que trata
|
|
|
|
|
de levantar la casa é irse á morir en paz á Orense... Porque va viejo, y
|
|
|
|
|
no le dejan respirar sus enemigos. El que vino con usted, Trampeta, con
|
|
|
|
|
el aquel de protegido de Sagasta, es ahora quien sierra de arriba... En
|
|
|
|
|
fin, todo ello para nuestro cuento importa un comino. Así que mataron
|
|
|
|
|
al padre, la muchacha se casó con su Gallo, y cuando se creía que el
|
|
|
|
|
marqués los iba á echar con cajas destempladas, resulta que se quedan en
|
|
|
|
|
la casa, ellos y el rapaz, y que está su señor cuñado contentísimo con
|
|
|
|
|
tal muñeco... Esto fué antes, muy poco antes de morir la señorita su
|
|
|
|
|
hermana...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel suspiró, juntando rápidamente el entrecejo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No había quedado nada fuerte desde el nacimiento de la niña: yo la
|
|
|
|
|
asistí, y necesité echar mano de todos los recursos de la ciencia para
|
|
|
|
|
que...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Usted asistió á mi hermana?--exclamó el artillero, cuyos ojos
|
|
|
|
|
destellaron simpatía, casi ternura, humedeciéndose con esa humedad que
|
|
|
|
|
es como el primer vaho de una lágrima antes de subir á empañar la
|
|
|
|
|
pupila.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Entonces, sí señor; que después, como dije á usted, el marqués hizo
|
|
|
|
|
punto en no volverme á llamar... La pobre señora se quedó, según dicen,
|
|
|
|
|
como un pajarito; se le atravesaron unas flemas en la garganta...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Los ojos de Gabriel, ya secos, ardientes y escrutadores, se posaron en
|
|
|
|
|
Juncal.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Don Máximo, cree usted en su conciencia que mi hermana murió de muerte
|
|
|
|
|
natural?--pronunció con tal acento, que el médico tartamudeaba al
|
|
|
|
|
contestar:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí señor... sí señor! sí señor! Puedo atestiguarlo con solo una vez
|
|
|
|
|
que la ví en la feria de Vilamorta, donde estaba comprando no sé qué,
|
|
|
|
|
allá unos seis meses antes de la desgracia. La fallé y dije (puede usted
|
|
|
|
|
creerme como estamos aquí y Dios en el cielo):--No dura medio
|
|
|
|
|
año esta señorita.--(Pasóse Gabriel la mano por la frente). Don
|
|
|
|
|
Gabriel--prosiguió el médico,--¿qué le hemos de hacer? Su hermana era
|
|
|
|
|
delicada; necesitaba algodones; encontró tojos y espinas... De todas las
|
|
|
|
|
maneras, ella siempre fué poquita cosa... Volviendo á la niña, no
|
|
|
|
|
digamos que su padre la maltrate, pero apenas le hace caso... Él contaba
|
|
|
|
|
con un varón, y recuerdo que cuando nació la pequeña, ya renegó y echó
|
|
|
|
|
por aquella boca una ristra de barbaridades... Al que adora es al
|
|
|
|
|
chiquillo de la Sabel. Si lo querrá, que hasta se ha empeñado en que
|
|
|
|
|
estudie, y lo manda á Orense al Instituto, y piensa enviarlo á Santiago
|
|
|
|
|
á concluir carrera... El muchacho anda lo mismo que un mayorazgo: su
|
|
|
|
|
buen reloj de oro, su buena ropa de paño, la camisola fina, el
|
|
|
|
|
bastoncito ó el látigo cuando va á las ferias... y yegua para montar, y
|
|
|
|
|
dinero en el bolsillo...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Asió Juncal con misterio la solapa de la americana de don Gabriel, y
|
|
|
|
|
arrimando la boca á su oído susurró:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Dicen que le quiere dejar bajo cuerda casi todo cuanto tiene...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
En vez de fruncir el ceño el artillero, despejóse su encapotada
|
|
|
|
|
fisonomía, y contestó en voz serena:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ojalá. ¿Se admira usted de mi desinterés? Pues no hay de qué. Es
|
|
|
|
|
cierto que considero obligación del hombre sostener la familia que crea
|
|
|
|
|
al casarse; pero no soy de esos tipos que tanto les gustan á los
|
|
|
|
|
autores dramáticos de ahora, que no se casan con una mujer de quien
|
|
|
|
|
están perdidamente enamorados, sólo porque es rica. En el caso presente
|
|
|
|
|
me alegro, porque cuantas menos esperanzas de riqueza tenga mi sobrina,
|
|
|
|
|
más fácilmente se avendrán á dármela, á mí que no he de exigir dote...
|
|
|
|
|
Confieso que tenía yo mis miedos de que me diese calabazas mi señor
|
|
|
|
|
cuñado. Verdad es que como no me las dé Manolita, soy abonado hasta para
|
|
|
|
|
robarla... ni más ni menos que en las novelas de allá del tiempo del rey
|
|
|
|
|
que rabió.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Miró Juncal la fisonomía del artillero, á ver si hablaba en broma ó en
|
|
|
|
|
veras. Revelaba cierta juvenil intrepidez, y la resolución de poner por
|
|
|
|
|
obra grandes hazañas, á pesar de los blancos hilos sembrados por la
|
|
|
|
|
barba y el pelo que escaseaba en las sienes.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Si ella no me quiere... y bien puede ser, que al fin soy viejo para
|
|
|
|
|
ella... (Juncal hizo con manos y rostro furiosos signos negativos)...
|
|
|
|
|
entonces... no habrá rapto. De todos modos, por cuestión de cuartos, no
|
|
|
|
|
se ha de deshacer la boda: yo lo fío. Aparte de que, siendo ese chico
|
|
|
|
|
hijo del marqués, natural me parece que le toque algo de la fortuna
|
|
|
|
|
paterna.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Quién sabe de quién es el chico? Y es como un pino de oro.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Más lindo que mi sobrina? Mire usted que voy á defender, sin haberla
|
|
|
|
|
visto, como el ingenioso hidalgo, que es la más hermosa mujer de la
|
|
|
|
|
tierra.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--De fea no tiene nada: pero de vestir, la traen... así... nada más que
|
|
|
|
|
regular. Muchas veces no se diferencia de una costurerita de Cebre...
|
|
|
|
|
Vamos, la pobre tuvo poca suerte hasta el día.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--A arreglar todo eso venimos--contestó Gabriel levantándose, como
|
|
|
|
|
deseoso de echar á andar sin dilación en busca de su futura esposa. Su
|
|
|
|
|
huésped le imitó.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Entonces, ¿á qué hora de la tarde quiere usted salir para la rectoral
|
|
|
|
|
de Ulloa?--preguntó muy solícito.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--He mudado de plan; ya no voy... Iré dentro de un par de días á
|
|
|
|
|
saludar al señor cura. Tengo por usted cuantos informes necesito, y
|
|
|
|
|
puedo presentarme hoy mismo en los Pazos de Ulloa sin inconveniente
|
|
|
|
|
alguno.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Le corre tanta prisa?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Qué quiere usted? Cuando uno está enamorado...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Juncal se rió, y volvió á mirar á su interlocutor, gozándose en verle
|
|
|
|
|
tan animoso. El sol ascendía, la proyección de sombra de las tapias y el
|
|
|
|
|
emparrado empezaba á acortarse. Por la puerta del huerto asomó una
|
|
|
|
|
figura humana inundada de luz, de frescura y color: era una mujer,
|
|
|
|
|
Catuxa, con el delantal recogido y levantado, lleno de aechaduras de
|
|
|
|
|
trigo que arrojaba á puñados en torno suyo chillando agudamente:--Pitos,
|
|
|
|
|
pitos, pitos..., pipí, pipí, pipí... Seguíanla los pollos nuevos,
|
|
|
|
|
amarillos como canarios, con sus listos ojillos de azabache, con sus
|
|
|
|
|
corpezuelos que aún conservaban la forma del cascarón, columpiados sobre
|
|
|
|
|
las patitas endebles. Detrás venía la gallina, una gallina pedreña,
|
|
|
|
|
grave y cacareadora, honrada madre de familia, llena de dignidad. A la
|
|
|
|
|
nidada seguía una horda confusa de volátiles: pollos flacos y belicosos,
|
|
|
|
|
gallinas jóvenes muy púdicas y modestas, muy sumisas al hermosísimo
|
|
|
|
|
bajá, al gallo rojizo con cresta de fuego y ojos de ágata derretida, que
|
|
|
|
|
las custodiaba y les señalaba con un cacareo lleno de deferencia el
|
|
|
|
|
sustento esparcido, sin dignarse probarlo. Don Gabriel se detuvo muy
|
|
|
|
|
interesado por aquel cuadro de bodegón, que rebosaba alegría. El gallo
|
|
|
|
|
le recordó el mote del marido de Sabel y, por inevitable enlace de
|
|
|
|
|
ideas, los Pazos de Ulloa. Y al pensar que estaría en ellos por la tarde
|
|
|
|
|
y conocería á la que ya nombraba mentalmente _su novia_, la circulación
|
|
|
|
|
se le paralizó un momento, y sintió que se le enfriaban las manos, como
|
|
|
|
|
sucede en los instantes graves y decisivos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Fantasía, fantasía!--pensó.--Cuidadito... no empieces ya á hacer de
|
|
|
|
|
las tuyas!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XI
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Antes de salir de Cebre á caballo, rigiendo una yegua y una mulita,
|
|
|
|
|
detuviéronse cortos momentos Juncal y don Gabriel en el _alpendre_ ó
|
|
|
|
|
cobertizo del patio del mesón donde remudaba tiro la diligencia. Yacían
|
|
|
|
|
allí las víctimas del siniestro, una mula con una pata toda
|
|
|
|
|
entablillada, y no lejos, sobre paja esparcida, cubierto con una manta,
|
|
|
|
|
temblando aún de la bárbara cura que acababan de hacerle, el infeliz
|
|
|
|
|
delantero, no menos entablillado que la mula. A su cabecera (llamémosle
|
|
|
|
|
así) estaba el facultativo, que no era sino el famoso señor Antón, el
|
|
|
|
|
algebrista de Boan. Máximo dió un codazo á don Gabriel, advirtiéndole
|
|
|
|
|
que reparase en la peregrina catadura del viejo, el cual no se turbó
|
|
|
|
|
poco ni mucho al encontrarse cogido infraganti delito de usurpación de
|
|
|
|
|
atribuciones; saludó, sacó de detrás de la oreja la colilla, y empezó á
|
|
|
|
|
chuparla, á vueltas de inauditos esfuerzos de su barba, determinada á
|
|
|
|
|
juntarse de una vez con la nariz.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Miró Gabriel al pobre mozo que gemía, con los ojos cerrados, la cabeza
|
|
|
|
|
entrapajada y una pierna tiesa del terrible aparato que acababan de
|
|
|
|
|
colocarle, y consistía en más de una docena de _talas_ ó astillas de
|
|
|
|
|
caña de cortas dimensiones, defensa de la bizma de pez hirviendo que le
|
|
|
|
|
habían aplicado. La criada y el amo del mesón se limpiaban aún el sudor
|
|
|
|
|
que les chorreaba por la frente, cansados de ayudar á la operación de la
|
|
|
|
|
compostura tirando con toda su fuerza de la pierna rota hasta hacer
|
|
|
|
|
estallar los huesos, á fin de _concertar_ las articulaciones, mientras
|
|
|
|
|
el paciente veía todos los planetas, incluso los telescópicos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mire si tenía razón--murmuró Máximo.--Estoy ahí á la puerta, y han
|
|
|
|
|
preferido mandar llamar á éste de más de tres leguas... Es verdad que él
|
|
|
|
|
ha curado de una vez al muchacho y á la mula, cosa que yo no haría.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel observaba al algebrista como se observa un tipo de cuadro de
|
|
|
|
|
género, de los que trasladó al lienzo para admiración de las edades el
|
|
|
|
|
pincel de Velázquez y Goya.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Me gustaría darle palique si no tuviésemos el tiempo tan
|
|
|
|
|
tasado--indicó al médico.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Bah! No tenga miedo, que al señor Antón se lo encontrará usted á cada
|
|
|
|
|
paso por ahí... Raro es que pase un mes sin que dé una vuelta por los
|
|
|
|
|
Pazos: como hay mucho ganado...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Antes de ponerse en camino, don Gabriel sacó de la petaca algunos
|
|
|
|
|
cigarros, que tendió al atador. Tomólos éste con su flema y reposo
|
|
|
|
|
habituales; y arrojando la ya apurada colilla, se tocó el ala del
|
|
|
|
|
grotesco sombrero, mientras con la izquierda cogía el vaso colmado de
|
|
|
|
|
vino que le brindaba la mesonera.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Los jinetes refrenaron el primer ímpetu de sus cabalgaduras, á fin de no
|
|
|
|
|
cansarlas ni cansarse, y adoptaron una ambladura pacífica. Era la tarde
|
|
|
|
|
de esas del centro del año, que en los países templados suelen ostentar
|
|
|
|
|
incomparable magnificencia y hermosura. Campesinos aromas de saúco
|
|
|
|
|
venían á veces en alas de una ligerísima brisa, apenas perceptible. La
|
|
|
|
|
yegua de Juncal, que montaba el comandante, no desmentía los encomios de
|
|
|
|
|
su dueño. Regíala Gabriel con la diestra, y bien pudiera dejarle flotar
|
|
|
|
|
las riendas sobre el pescuezo, pues aunque lucia y redondita de ancas,
|
|
|
|
|
gracias al salvado de Catuxa, era la propia mansedumbre. Sólo se
|
|
|
|
|
permitía de rato en rato el exceso de torcer el cuello, sacudir el
|
|
|
|
|
hocico y rociar de baba y espuma los pantalones del jinete; pero aun
|
|
|
|
|
esto mismo lo hacía con cierta docilidad afectuosa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel se dejaba columpiar blandamente, penetrado de un bienestar
|
|
|
|
|
intenso, de una embriaguez espiritual, que ya conocía de antiguo, por
|
|
|
|
|
haberla experimentado cuantas veces se divisaba en su vida un horizonte
|
|
|
|
|
ó un camino nuevo. Era una especie de eretismo de la imaginación, que al
|
|
|
|
|
caldearse desarrollaba, como en sucesión de cuadros disolventes, escenas
|
|
|
|
|
de la existencia futura, realzadas con toques de poesía, entretejidas
|
|
|
|
|
con lo mejor y más grato que esa existencia podía dar de sí, con su
|
|
|
|
|
expresión más ideal. En la fantasía incorregible del artillero, los
|
|
|
|
|
objetos y los sucesos representaban todo cuanto el novelista ó el autor
|
|
|
|
|
dramático pudiese desear para la creación artística, y por lo mismo que
|
|
|
|
|
no desahogaba esta ebullición en el papel, allá dentro seguía
|
|
|
|
|
borbotando. Si la realidad no se arreglaba después conforme al modelo
|
|
|
|
|
fantástico, Gabriel solía pedirle estrechas cuentas; de aquí sus
|
|
|
|
|
reiteradas decepciones. Soñador tanto más temible cuanto que guardaba
|
|
|
|
|
sepulcral silencio acerca de sus ensueños, y á nadie comunicaba sus
|
|
|
|
|
fracasos--los _caballos muertos_, que decía él para sí.--Conociéndose,
|
|
|
|
|
solía proponerse mayor cautela, y echar el torno á la imaginación. Pero
|
|
|
|
|
esta llevaba siempre la mejor parte.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Verbigracia, en el caso presente. ¿Pues no habíamos quedado en que el
|
|
|
|
|
pedir la mano de su sobrina era el cumplimiento de un austero deber, un
|
|
|
|
|
tributo pagado á la memoria de un sér querido, un acto sencillo y grave?
|
|
|
|
|
¿Bastarían dos ó tres frases de Juncal, el olor de las flores silvestres
|
|
|
|
|
y el hervor de su propia mollera para edificar sobre la base de la
|
|
|
|
|
obligación moral el castillo de naipes de la pasión? ¿Por qué pensaba en
|
|
|
|
|
su sobrina incesantemente, y se la figuraba de mil maneras, y discurría,
|
|
|
|
|
enlazando experiencias y recuerdos, cómo sorprenderla, interesarla y
|
|
|
|
|
enamorarla, hablando pronto? ¿Por qué se deleitaba en imaginar la
|
|
|
|
|
inocencia selvática de su sobrina, su carácter algo arisco, y el
|
|
|
|
|
rendimiento y ternura con que, después de las primeras esquiveces, le
|
|
|
|
|
caería sobre el corazón más blanda que una breva; y porqué se veía
|
|
|
|
|
disipando poco á poco su ignorancia, educándola, formándola, iniciándola
|
|
|
|
|
en los goces y bienes de la civilización, y otras veces volvía la torta,
|
|
|
|
|
y se veía á sí propio hecho un aldeano, y á Manolita, con los brazos
|
|
|
|
|
arremangados como Catuxa, dando de comer á las gallinas, ó... ¡celeste
|
|
|
|
|
visión, espectáculo inefable! arrimando al blanco y redondo pecho una
|
|
|
|
|
criaturita medio en pelota, toda bañada de sol...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La naturaleza se asemeja á la música en esto de ajustarse á nuestros
|
|
|
|
|
pensamientos y estados de ánimo. No le parecieron á Gabriel tristes y
|
|
|
|
|
lúgubres ni los abruptos despeñaderos que se suspenden sobre el río
|
|
|
|
|
Avieiro, ni los pinares negros cuya mancha limitaba el horizonte, ni los
|
|
|
|
|
montes calvos ó poblados de aliaga, ni los caminos hondos, que cubría
|
|
|
|
|
espesa bóveda de zarzal. Al contrario, miraba con interés los pormenores
|
|
|
|
|
del paisaje, y al llegar al crucero de piedra y al copudo castaño que le
|
|
|
|
|
formaba natural pabellón, exclamó con entusiasmo:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Qué hermoso sitio! Ni ideado por un pintor escenógrafo de talento.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Cerquita de aquí--advirtió Juncal--mataron al excomulgado de
|
|
|
|
|
Primitivo, el mayordomo de los Pazos. Mire usted: debió ser por allí,
|
|
|
|
|
donde blanquea aquel paredón... El chiquillo, el nieto, el Perucho, lo
|
|
|
|
|
estuvo viendo muy agachadito detrás de las piedras... Se le ha de
|
|
|
|
|
acordar cada vez que pase por aquí... si es que tiene valor de pasar.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel se volvió un poco sobre la silla española que vestía su yegua, y
|
|
|
|
|
exclamó como el que pregunta algo de sumo interés que se le ha olvidado:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Qué tal índole es la de ese chico? ¿Maltrata á mi sobrina? ¿La
|
|
|
|
|
mortifica? ¿Le tiene envidia? ¿Hace por malquistarla con mi cuñado?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Él maltratarla! A su sobrina! Pues si no ha habido en el mundo cariño
|
|
|
|
|
más apretado que el de tales criaturas. Desde que nació la niña, Perucho
|
|
|
|
|
se volvió chocho, lo que se llama chocho, por ella; la señora y el ama
|
|
|
|
|
no sabían cómo hacer para quitarse de encima al chiquillo, que no hacía
|
|
|
|
|
sino llorar por la nené. Allí estaba siempre, como un perrito faldero;
|
|
|
|
|
ni por pegarle; le digo á usted que era mucho cuento tal afición. Y
|
|
|
|
|
después de fallecer la señora, Dios nos libre! El niñero de la señorita
|
|
|
|
|
Manolita en realidad ha sido Perucho. Siempre juntos, correteando por
|
|
|
|
|
ahí. ¡Pocas veces me los tengo encontrados por los sotos, haciendo
|
|
|
|
|
_magostos_, por las viñas picando uvas, ó chapuzando por los pantanos! Y
|
|
|
|
|
que no sé cómo no se mataron un millón de veces ó no rodaron por los
|
|
|
|
|
despeñaderos al río. El chiquillo es fuerte como un toro ¡más sano y
|
|
|
|
|
recio! Un hijo verdadero de la naturaleza. Sólo una enfermedad le
|
|
|
|
|
conocí, y verá usted cuál. Cátate que se le pone en la cabeza al
|
|
|
|
|
marqués, y otros dicen que al farolón del _Gallo_, enviar al rapaz á
|
|
|
|
|
Orense para que estudie; y quién le dice á usted que el primer año,
|
|
|
|
|
cuando tocaron á separarse, los dos chiquillos cayeron malos qué sé yo
|
|
|
|
|
de qué... de una cosa que aquí llamamos _saudades_... ¿Usted comprende
|
|
|
|
|
el término? porque usted lleva años de faltar de Galicia...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí, ya sé qué quiere decir _saudades_. Los catalanes llaman á eso
|
|
|
|
|
_anyoransa_. En castellano no hay modo tan expresivo de decirlo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ajajá. Pues el chiquillo, el primer año, se desmejoró bastante y vino
|
|
|
|
|
todo encogido, como los gatos cuando tienen _morriña_; pero así que
|
|
|
|
|
volvieron á sus correrías, sanó y se puso otra vez alegre. Y á cada
|
|
|
|
|
curso la misma función. Siempre triste y rabiando en Orense (parece que
|
|
|
|
|
la cabeza no la tiene el chico allá para grandes sabidurías) y, apenas
|
|
|
|
|
_pintan_ las cerezas y toma las de Villadiego, otra vez más contento que
|
|
|
|
|
un cuco, y á corretear con su...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Juncal dudó y vaciló al llegar aquí. Por vez primera acaso, se le vino á
|
|
|
|
|
las mientes una idea muy rara, de esas que hacen signarse aun á los
|
|
|
|
|
menos devotos murmurando--Ave María!--de esas que no se ocurren en mil
|
|
|
|
|
años, y una circunstancia fortuita sugiere en un segundo...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Cruzáronse sus miradas con las de don Gabriel, que le parecieron reflejo
|
|
|
|
|
de su propio pensamiento, reflejo tan exacto como el del cielo en el
|
|
|
|
|
río; y entonces el artillero, sin reprimir una angustia que revelaba el
|
|
|
|
|
empañado timbre de la voz, terminó el período:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Con su hermana.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Calló Juncal. Lo que ambos cavilaban no era para dicho en alto.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Reinó un silencio abrumador, cargado de electricidad. Estaban en sitio
|
|
|
|
|
desde el cual se divisaba ya perfectamente la mole cuadrangular de los
|
|
|
|
|
Pazos de Ulloa, y el sendero escarpado que á ellos conducía. Juncal dió
|
|
|
|
|
una sofrenada á su mula.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Yo no paso de aquí, don Gabriel... Si llego hasta la puerta,
|
|
|
|
|
extrañarán más que no entre... y la verdad, como está uno así...
|
|
|
|
|
político... no me da la gana de que piensen que aproveché la ocasión
|
|
|
|
|
para meter las narices en casa de su señor cuñado. Mañana vendrá el
|
|
|
|
|
criado mío á recoger la yegua...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel tendió la mano sana buscando la del médico.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Me tendrá usted en Cebre cuando menos lo piense, á charlar, amigo
|
|
|
|
|
Juncal... A usted y á su señora les debo un recibimiento y una
|
|
|
|
|
hospitalidad de esas... que no se olvidan.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Por Dios, don Gabriel... No avergüence á los pobres... Dispensar las
|
|
|
|
|
faltas que hubiese. La buena voluntad no escaseaba: pero usted pasaría
|
|
|
|
|
mil incomodidades, señor.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Le digo á usted que no la olvidaré...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Y el rostro del artillero expresó gratitud afectuosa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Cuidar el brazo, no hacer nada con él!--gritaba Juncal desde lejos,
|
|
|
|
|
volviéndose y apoyando la palma sobre el anca de la mula. Y diez minutos
|
|
|
|
|
después aún repetía para sí:--¡Qué simpático... qué persona tan
|
|
|
|
|
decente!... Qué instruído... qué modos finos!...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El médico, después de volver grupas, apuró lo posible á la mulita con
|
|
|
|
|
ánimo de llegar pronto á su casa. Iba pesaroso y cabizbajo, porque
|
|
|
|
|
ahora le venía el trasacuerdo de que no había preguntado al comandante
|
|
|
|
|
Pardo sus opiniones políticas y su dictamen acerca del porvenir de la
|
|
|
|
|
regencia y posible advenimiento de la república.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Cómo pensará este señor?--discurría Juncal, mientras el trote de la
|
|
|
|
|
mula le zarandeaba los intestinos.--¿Qué será? Liberal ó carcunda?
|
|
|
|
|
Vamos, carcunda es imposible... Tan simpático... qué había de ser
|
|
|
|
|
carcunda! Pues sea lo que quiera... debe de estar en lo cierto.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XII
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Por delante de los Pazos cruzaba un mozallón conduciendo una pareja de
|
|
|
|
|
bueyes sueltos, picándoles con la aguijada á fin de que anduviesen más
|
|
|
|
|
aprisa. Gabriel le preguntó, para orientarse, pues ignoraba á cuál de
|
|
|
|
|
las puertas del vasto edificio tenía que llamar. Ofrecióse el mozo á
|
|
|
|
|
guiarle adonde estuviese el marqués de Ulloa, que no sería en casa, sino
|
|
|
|
|
en la era, viendo recoger la cosecha del centeno. Arrendando el
|
|
|
|
|
artillero su dócil montura, echó detrás del mozo y de los bueyes.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Dieron vuelta casi completa á la cerca de los Pazos, pues la era se
|
|
|
|
|
encontraba situada más allá del huerto, á espaldas del solariego
|
|
|
|
|
caserón. Gabriel aprovechó la coyuntura de enterarse del edificio, en
|
|
|
|
|
cuyas trazas conventuales discernía rastros de aspecto bélico y feudal,
|
|
|
|
|
aire de fortaleza, por el grosor de los muros, la angostura de las
|
|
|
|
|
ventanas, reminiscencia de las antiguas saeteras, las rejas que
|
|
|
|
|
defendían la planta baja, las fuertes puertas y los disimulados
|
|
|
|
|
postigos, las torres que estaban pidiendo almenas, y sobre todo, el
|
|
|
|
|
montés blasón, el pino, la puente y las sangrientas cabezas de lobo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Indicaba desde lejos la era la roja cruz del hórreo; se oía el coro
|
|
|
|
|
estridente de los ejes de los carros, que salían vacíos para volver
|
|
|
|
|
cargados de cosecha. Era la hora en que los bueyes, rociados con unto y
|
|
|
|
|
aceite como preservativo de las moscas, cumplen con buen ánimo su pesada
|
|
|
|
|
faena, y se dejan uncir mansamente al yugo, mosqueando despacio el ijar
|
|
|
|
|
con las crinadas colas. Gabriel se tropezó con dos ó tres carros, y al
|
|
|
|
|
emparejar con ellos, pensó que su chirrido le rompiese el tímpano.
|
|
|
|
|
Delante de la era se apeó ayudado por su guía; entrególe las riendas, y
|
|
|
|
|
entró.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Un enjambre de fornidos gañanes, vestidos solamente con grosera camisa y
|
|
|
|
|
calzón de estopa, alguno con un rudimentario chaleco y una faja de lana,
|
|
|
|
|
empezaban á elevar, al lado de una _meda_ ó montículo enorme de mies,
|
|
|
|
|
otro que prometía no ser más chico. Dirigía la faena un hombre de
|
|
|
|
|
gallarda estatura, moreno y patilludo, de buena presencia, vestido á lo
|
|
|
|
|
señor, con americana, cuello almidonado, leontina y bastón, y muy zafio
|
|
|
|
|
y patán _en el aire_; Gabriel pensó que sería el mayordomo, el Gallo.
|
|
|
|
|
Sentado en un banquillo hecho de _un tablón grueso_, cuyas patas eran
|
|
|
|
|
cuatro leños que, espatarrándose, miraban hacia los cuatro punto
|
|
|
|
|
cardinales, estaba otro hombre más corpulento, más obeso, más entrado en
|
|
|
|
|
edad ó más combatido por ella, con barba aborrascada y ya canosa, y
|
|
|
|
|
vientre potente, que resaltaba por la posición que le imponía la poca
|
|
|
|
|
altura del banco. A Gabriel le pasó por los ojos una niebla: creyó ver á
|
|
|
|
|
su padre, don Manuel Pardo, tal cual era hacía unos quince ó veinte
|
|
|
|
|
años; y con mayor cordialidad de la que traía premeditada, se fué
|
|
|
|
|
derecho á saludar al marqués de Ulloa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Este alzó la cabeza muy sorprendido; el Gallo, sin volverse, giró sus
|
|
|
|
|
ojos redondos, de niña oscura y pupila aurífera, como los del sultán del
|
|
|
|
|
corral, hacia el recién llegado; los mozos suspendieron la faena, y
|
|
|
|
|
Gabriel, en medio del repentino silencio, notó en las plantas de los
|
|
|
|
|
pies una sensación muelle y grata, parecida á la del que entra en un
|
|
|
|
|
salón hollando tupidas alfombras. Eran los extendidos haces de centeno
|
|
|
|
|
que pisaba.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El hidalgo de Ulloa se puso en pie, y se hizo con la mano una pantalla,
|
|
|
|
|
porque los rayos del sol poniente daban de lleno en la cara de Gabriel,
|
|
|
|
|
y no le permitían verla á su gusto. El comandante se acercó más á su
|
|
|
|
|
cuñado, y alargó la diestra, diciendo:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No me conocerás... Te diré quien soy... Gabriel, Gabriel Pardo, el
|
|
|
|
|
hermano de tu mujer.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Gabriel Pardo?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Revelaba la exclamación de don Pedro Moscoso, no solamente sorpresa,
|
|
|
|
|
sino hosco recelo, como el que infunden las cosas ó las personas cuya
|
|
|
|
|
inesperada presencia resucita épocas de recuerdo ingrato. Viendo Gabriel
|
|
|
|
|
que no le tomaban la mano que tendía, hízose un poco atrás, y murmuró
|
|
|
|
|
serenamente:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Vengo á verte y á pedirte posada unos cuantos días... ¿te parece mal
|
|
|
|
|
la libertad que me tomo? ¿Me recibirás con gusto? Di la verdad; no
|
|
|
|
|
quisiera contrariarte.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Jesús... hombre!--prorrumpió el hidalgo esforzándose al fin por
|
|
|
|
|
manifestar cordialidad y contento, pues no desconocía la virtud
|
|
|
|
|
primitiva de la hospitalidad.--Seas muy bienvenido: estás en tu casa.
|
|
|
|
|
Angel!--ordenó dirigiéndose al _Gallo_,--que recojan el caballo del
|
|
|
|
|
señor, que le dén cebada... Quieres refrescar, tomar algo? Vendrás
|
|
|
|
|
molestado del viaje. Vamos á casa enseguida.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No por cierto. De Cebre aquí á caballo, no es jornada para rendir á
|
|
|
|
|
nadie. Siéntate donde estabas; si lo permites, me quedaré aquí; lo
|
|
|
|
|
prefiero.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Como tú dispongas; pero si estás cansado y... Ey, Angel!--gritó al
|
|
|
|
|
individuo que ya se alejaba:--á tu mujer que prepare tostado y unos
|
|
|
|
|
bizcochos. Vaya, hombre, vaya!--añadió volviéndose á Gabriel.--Tú por
|
|
|
|
|
acá, por este país...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--He llegado ayer--contestó Gabriel comprendiendo que una vez más se le
|
|
|
|
|
pedía cuenta de su presencia y razón plausible de su venida.--Estaba en
|
|
|
|
|
la diligencia que volcó--y al decir así, señalaba su brazo replegado,
|
|
|
|
|
sostenido aún por el pañuelo de seda de Catuxa.--Ha sido preciso
|
|
|
|
|
descansar del batacazo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Hola, con que en la diligencia que volcó! Ey, tú, Sarnoso!--exclamó el
|
|
|
|
|
hidalgo dirigiéndose á uno de los gañanes.--No dijiste tú que vieras
|
|
|
|
|
entrar en Cebre ayer una mula y un delantero estropeados?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Con perdón--respondió el Sarnoso tocándose una pierna--llevaban esto
|
|
|
|
|
_crebado_, dispensando usted.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí, es verdad; hoy se les hizo la cura--confirmó Gabriel.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El vuelco de la diligencia empezó á dar mucho juego. El Sarnoso agregó
|
|
|
|
|
detalles; Gabriel añadió otros; el marqués no se saciaba de preguntar,
|
|
|
|
|
con esa curiosidad de los acontecimientos ínfimos propia de las personas
|
|
|
|
|
que viven en soledad y sin distracción de ninguna clase. Gabriel le
|
|
|
|
|
examinaba á hurtadillas. Para los cincuenta y pico en que debía frisar,
|
|
|
|
|
parecíale muy atropellado y desfigurado el marqués, tan barrigón, con la
|
|
|
|
|
tez tan inyectada, con el pescuezo y nuca tan anchos y gruesos, con las
|
|
|
|
|
manos tan nudosas por las falanges como suelen estar las de los
|
|
|
|
|
labriegos que por espacio de medio siglo se han consagrado á beber el
|
|
|
|
|
hálito de la tierra, y á rasgarle el seno diariamente. A modo de maleza
|
|
|
|
|
que invade un muro abandonado, veía el artillero en el conducto
|
|
|
|
|
auditivo, en las fosas nasales, en las cejas, en las muñecas de su
|
|
|
|
|
cuñado, que teñía de rojo el sol poniente, una vegetación, un musgo
|
|
|
|
|
piloso, que acrecentaba su aspecto inculto y desapacible. El abandono de
|
|
|
|
|
la persona, las incesantes fatigas de la caza, la absorción de humedad,
|
|
|
|
|
de sol, de viento frío, la nutrición excesiva, la bebida destemplada, el
|
|
|
|
|
sueño á pierna suelta, el exceso en suma de vida animal, habían
|
|
|
|
|
arruinado rápidamente la torre de aquella un tiempo robustísima y
|
|
|
|
|
arrogante persona, de distinta manera pero tan por completo como lo
|
|
|
|
|
harían las excitaciones, las luchas morales y las emociones febriles de
|
|
|
|
|
la vida cortesana. Tal vez parecía mayor la ruina por la falta de
|
|
|
|
|
artificio en ocultarla y remediarla. Ceñido aquel mismo abdomen por una
|
|
|
|
|
faja, bajo un pantalón negro hábilmente cortado; desmochada aquella
|
|
|
|
|
misma cabeza por un diestro peluquero; raídas aquellas mejillas con
|
|
|
|
|
afiladísima navaja, y suavizada aquella barba con brillantina; añadido á
|
|
|
|
|
todo ello cierto aire entre galante y grave, que caracteriza á las
|
|
|
|
|
personas respetables en un salón, es seguro que más de cuatro damas
|
|
|
|
|
dirían, al ver pasar al marqués de Ulloa:--Qué bien conservado! Cuarenta
|
|
|
|
|
años es lo más que representa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Lo cierto es que Gabriel, al ver en su cuñado señales evidentes del peso
|
|
|
|
|
de los años y del esfuerzo con que iba descendiendo ya el agrio repecho
|
|
|
|
|
de la vida, sintió por él esa compasión involuntaria que inspiran á los
|
|
|
|
|
corazones generosos las personas aborrecidas ó antipáticas, cuando se ve
|
|
|
|
|
que caminan al desenlace de las humanas tribulaciones, flaquezas é
|
|
|
|
|
iniquidades--la muerte.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Yo que le tenía por un castillo!--pensó.--Pero también los castillos
|
|
|
|
|
se desmoronan.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
De su parte el marqués, lleno de curiosidad y suspicacia, estaba que
|
|
|
|
|
daría el dedo meñique por saber qué viento traía á su cuñado. Pensaba en
|
|
|
|
|
recriminaciones, en acusaciones, en cuentas del pasado ajustadas ahora
|
|
|
|
|
por quien tenía derecho de ajustarlas, y pensaba también en cosa más
|
|
|
|
|
inmediata y práctica, en una discusión referente á las partijas que se
|
|
|
|
|
hallaban incoadas y pendientes desde el fallecimiento del señor de la
|
|
|
|
|
Lage. Por más que el aire abierto y franco que traía Gabriel decía á
|
|
|
|
|
voces--no vengo aquí á ocuparme en cuestiones de intereses--el marqués
|
|
|
|
|
de Ulloa se fijó en la última hipótesis, y la dió por segura, y empezó á
|
|
|
|
|
tirar mentalmente sus líneas y á combinar su estrategia. Con los años,
|
|
|
|
|
el marqués de Ulloa había contraído las aficiones de los labriegos
|
|
|
|
|
viejos, para los cuales no hay plato más gustoso que una discusión de
|
|
|
|
|
pertenencia, un litigio, un enredo cualquiera en que si no danza el
|
|
|
|
|
papel sellado, esté por lo menos en ocasión de danzar.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Como anticipándose á indicar el verdadero objeto de su venida, Gabriel,
|
|
|
|
|
habiéndose quitado su sombrero hongo de fieltro, que le dejaba una raya
|
|
|
|
|
roja en la frente, y pasándose con movimiento juvenil la mano por el
|
|
|
|
|
cabello para arreglarlo y calados mejor los quevedos, preguntó:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y... ¿qué tal mi sobrina Manuela? Estoy deseando verla. Debe ser toda
|
|
|
|
|
una mujer... ¿estará guapísima?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El marqués de Ulloa gruñó, creyendo que el gruñido era la mejor manera
|
|
|
|
|
de contestar á lo que juzgaba cumplimiento. Al fin articuló:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ahora la verás... Milagro que no anda por aquí. Estarán ella y
|
|
|
|
|
Perucho... como dos cabritos, triscando. Los pocos años, ya se ve...
|
|
|
|
|
Cuando vamos viejos se acaba el humor... Más tengo corrido yo por esos
|
|
|
|
|
vericuetos, que ningún muchacho de hoy en día... Pero á cada cerdo le
|
|
|
|
|
llega su San Martín, como dicen... Todos vamos para allá--dijo apoyando
|
|
|
|
|
su grueso mentón en el puño de su palo, y señalando con la cabeza á
|
|
|
|
|
punto muy distante.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel se entretenía contemplando el espectáculo de la era, que le
|
|
|
|
|
parecía, acaso por la gran plenitud de su corazón y el rosado vapor en
|
|
|
|
|
que sabía bañar las cosas su fantasía incurable, henchida de soberana
|
|
|
|
|
quietud y paz. La puesta del sol era de las más espléndidas, y los
|
|
|
|
|
últimos resplandores del astro inundaban de rubia claridad la cima de
|
|
|
|
|
las _medas_, convertían en cinta de oro bruñido la atadura de los haces,
|
|
|
|
|
daban toques clarísimos de esmeralda á la copa de los árboles, mientras
|
|
|
|
|
las ramas bajas se oscurecían hasta llegar al completo negror. Se oían
|
|
|
|
|
los últimos pitíos de los pájaros, dispuestos ya á recogerse, el canto
|
|
|
|
|
ritmado del pas-pa-llás! en el barbecho, el arrullo de las tórtolas, que
|
|
|
|
|
se dejaban caer por bandadas en los sembrados, en busca del rezago de
|
|
|
|
|
granos y espigas que allí había derramado la hoz, y la lamentación
|
|
|
|
|
interminable del carro cargado, tan áspera de cerca como melodiosa de
|
|
|
|
|
lejos. A trechos se escuchaba también otra queja prolongadísima, pero
|
|
|
|
|
humana, un ala laaaá! de segadoras, y todo ello formaba una especie de
|
|
|
|
|
sinfonía--porque Gabriel no discernía bien los ruidos, ni podía decir
|
|
|
|
|
cuáles salían de laringe de pájaro y cuáles de femenina garganta--una
|
|
|
|
|
sinfonía que inclinaba á la contemplación y en la cual sólo desafinaba
|
|
|
|
|
la voz enronquecida del marqués de Ulloa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Incorporóse éste, haciendo segunda vez pantalla de la mano.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿No preguntabas por tu sobrina? Me parece que ahí la tienes. ¡Vela
|
|
|
|
|
allí!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿En dónde?--preguntó Gabriel, que no veía nada ni oía más que un
|
|
|
|
|
discordante quejido, que poco á poco iba convirtiéndose en insoportable
|
|
|
|
|
estridor.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Entre el marco que dos higueras retorcidas, cargadas de fruto, formaban
|
|
|
|
|
á la puerta de la era, desembocó entonces una yunta de amarillos y
|
|
|
|
|
lucios bueyes, tirando de un carro atestado de gavillas de centeno.
|
|
|
|
|
Reparó Gabriel con sorpresa la forma primitiva del carro, que mejor que
|
|
|
|
|
instrumento de labranza parecía máquina de guerra: la llanta angosta, la
|
|
|
|
|
rueda sin rayos, claveteada de clavos gruesos, el borde hecho con
|
|
|
|
|
empalizada de agudas estacas, donde para sujetar la carga, descansa un
|
|
|
|
|
tosco enrejado de mimbres, de quitaipón. Pero al alzar la vista de las
|
|
|
|
|
ruedas, fijó su atención un objeto más curioso: un grupo que se
|
|
|
|
|
destacaba en la cúspide del carro, un mancebo y una mocita, tendidos más
|
|
|
|
|
que sentados en los haces de mies y hundido el cuerpo en su blando
|
|
|
|
|
colchón; una mocita y un mancebo risueños, morenos, vertiendo vida y
|
|
|
|
|
salud, con los semblantes coloreados por el purpúreo reflejo del Oeste
|
|
|
|
|
donde se acumulaban esas franjas de arrebol que anuncian un día muy
|
|
|
|
|
caluroso. Y venía tan íntima y arrimada la pareja, que más que carro de
|
|
|
|
|
mies, parecía aquello el nido amoroso que la naturaleza brinda
|
|
|
|
|
liberalmente, sea á la fiera entre la espinosa maleza del bosque, sea al
|
|
|
|
|
ave en la copa del arbusto. Gabriel sintió de nuevo una extraña
|
|
|
|
|
impresión; algo raro é inexplicable que le apretó la garganta y le
|
|
|
|
|
nubló la vista.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XIII
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Primero se bajó de un salto Perucho, y tendiendo los brazos, recibió á
|
|
|
|
|
Manuela, á quien sostuvo por la cintura. Cayó la chica con las sayas en
|
|
|
|
|
espiral, dejando ver hasta el tobillo su pie mal calzado con zapato
|
|
|
|
|
grueso y media blanca. Al punto mismo de saltar vió al desconocido, y se
|
|
|
|
|
detuvo como indecisa. Perucho también pegó un respingo de animal montés
|
|
|
|
|
que encuentra impensadamente al cazador. Gabriel clavó en su rostro la
|
|
|
|
|
mirada, impulsado por ansia secreta é indefinible de saber si merecía su
|
|
|
|
|
fama de belleza física el que él llamaba entre sí, con asomos de
|
|
|
|
|
humorismo, el bastardo de Moscoso.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Para el escultor y el anatómico, belleza era, y de las más perfectas y
|
|
|
|
|
cumplidas, aquel cuerpo bien proporcionado y mórbido, en que ya, á pesar
|
|
|
|
|
de la juventud, se diseñaban líneas viriles, bien señaladas paletillas,
|
|
|
|
|
vigorosos hombros, corvas donde se advertía la firmeza de los tendones;
|
|
|
|
|
y rasgo también de belleza clásica y pura, la poderosa nuca redondeada,
|
|
|
|
|
formando casi línea recta con la cabeza y cubierta de un vello rojizo;
|
|
|
|
|
el trazo de la frente que continuaba sin entrada alguna; la vara de la
|
|
|
|
|
correcta nariz; los labios arqueados, carnosos y frescos como dos
|
|
|
|
|
mitades de guinda; las mejillas ovales, sonrosadas, imberbes; la nariz y
|
|
|
|
|
barba que ostentaban en el centro esa suave pero marcada meseta ó
|
|
|
|
|
planicie que se nota en los bustos griegos, y que los artistas modernos
|
|
|
|
|
no encuentran ya en sus modelos vulgares, y por último el monte de
|
|
|
|
|
bucles, digno de una testa marmórea, de los cuales dos ó tres se
|
|
|
|
|
emancipaban hasta flotar sobre las cejas y estorbar á los ojos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Para Gabriel, más pensador é idealista que artista y pagano, y además
|
|
|
|
|
hombre moderno en toda la extensión de la palabra, aficionado á la
|
|
|
|
|
expresión, prendado sobre todo, en el sexo varonil, de las cabezas
|
|
|
|
|
reflexivas, de las frentes anchas en que empieza á escasear el cabello,
|
|
|
|
|
de las fisonomías que son una chispa, una llama, una idea hecha carne,
|
|
|
|
|
que habla por los ojos y se imprime en cada facción y se acentúa
|
|
|
|
|
enérgicamente en la ahorquillada ó puntiaguda barba, de los cuerpos en
|
|
|
|
|
que la disposición atlética y la hermosura de los miembros se disimula
|
|
|
|
|
hábilmente bajo la forma de la vestidura usual entre gente bien educada;
|
|
|
|
|
para Gabriel, decimos, fuese por todas estas razones ó por alguna otra
|
|
|
|
|
que ni él mismo entendía, no solamente resultó incomprensible la lindeza
|
|
|
|
|
de Perucho, sino que á pesar de su predisposición á la simpatía, sobre
|
|
|
|
|
todo hacia la gente de posición inferior á la suya, le pareció hasta
|
|
|
|
|
antipática é irritante aquella cabeza de joven deidad olímpica, aquella
|
|
|
|
|
frescura campesina y tosca, aquella cara tallada en alabastro, pero
|
|
|
|
|
encendida por una sangre moza y ardiente, savia vital grosera y propia
|
|
|
|
|
de un labriego (así pensaba Gabriel); y sobre todo aquellos modales
|
|
|
|
|
aldeanos, aquel vestir lugareño, aquella extracción evidentemente
|
|
|
|
|
rústica, revelada hasta en el modo de andar y en el olor á campo que le
|
|
|
|
|
había comunicado la mies.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
En cambio--¡oh transacciones de la estética!--Gabriel se indignó de que
|
|
|
|
|
alguien hubiese dudado de la hermosura de Manolita. ¡Manolita! Manolita
|
|
|
|
|
sí que era guapa. Así como á Perucho se le estaba despegando la
|
|
|
|
|
americana y el pantalón, y su musculatura pedía á voces el calzón de
|
|
|
|
|
estopa de los gañanes que erigían la meda, á Manolita (seguía pensando
|
|
|
|
|
Gabriel) no le cuadraba bien el pobre vestidillo de lana, y su fino
|
|
|
|
|
talle y su airosa cabecita menuda reclamaban un traje de _cachemir_ de
|
|
|
|
|
corte elegante y sencillo, un sombrero _Rubens_ con plumas negras--que
|
|
|
|
|
lo llevaría divinamente.--¿Parecido con su madre? Sí; mirándola bien, se
|
|
|
|
|
parecía, se parecía mucho á la inolvidable _mamita_; los mismos ojazos
|
|
|
|
|
negros, las mismas trenzas, la frente bombeada, el rostro larguito...
|
|
|
|
|
pero animado, trigueño, con una vida exuberante que la pobre _mamita_ no
|
|
|
|
|
gozó nunca. Y además, serena é intrépida y despegada y arisca. Al
|
|
|
|
|
decirle su padre:--Este señor es tu tío Gabriel Pardo, el hermano de tu
|
|
|
|
|
mamá,--la montañesa apuntó á boca de jarro las pupilas, y murmuró con
|
|
|
|
|
desdeñosa gravedad:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Tenga usted buenas tardes.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Sin más conversación, volvió la espalda, deslizándose tras de la meda.
|
|
|
|
|
Gabriel se quedó algo sorprendido de semejante conducta por parte de su
|
|
|
|
|
sobrina. Entre los números del programa trazado por su imaginación, se
|
|
|
|
|
contaba el del recibimiento. Con el candor idílico que guardan en el
|
|
|
|
|
fondo del alma los muy ensoñadores, durante el camino se había imaginado
|
|
|
|
|
una escena digna del buril de un grabador inglés: una doncella
|
|
|
|
|
candorosa aunque algo brava y asustadiza, que se ruborizase al verle,
|
|
|
|
|
que le hiciese muy confusa y bajando los ojos varios saludos y
|
|
|
|
|
reverencias, que luego consultase con tímida mirada á su padre, y
|
|
|
|
|
autorizada por una seña de éste, saliese precipitadamente, volviendo á
|
|
|
|
|
poco rato con una bandeja de frutas y refrescos que brindar al
|
|
|
|
|
forastero... ¡Sí, buenos refrescos te dé Dios! Maldito el caso que le
|
|
|
|
|
hacía Manolita; y su padre, en vez de mostrar que extrañaba semejante
|
|
|
|
|
comportamiento, ni lo notaba y seguía conversando con Gabriel,
|
|
|
|
|
informándose asiduamente de ¿cómo había encontrado los asuntos de su
|
|
|
|
|
padre, al hacerse cargo de ellos? ¿Cómo andaba el partido H y los foros
|
|
|
|
|
X? El artillero contestaba; pero de soslayo observaba atentamente lo que
|
|
|
|
|
acontecía en la era. A su sobrina no la veía entonces; sí á Perucho, que
|
|
|
|
|
en mangas de camisa, habiendo echado la americana sobre el yugo de los
|
|
|
|
|
bueyes, ayudaba á descargar el carro, mostrando deleitarse en la
|
|
|
|
|
actividad muscular, que esparcía su sangre y la enviaba en olas á
|
|
|
|
|
enrojecer su pescuezo y su frente blanca y lisa. Así que la carga del
|
|
|
|
|
carro estuvo por tierra, llegóse á la meda empezada, en cuya cima vió
|
|
|
|
|
Gabriel alzarse, como estatua en su pedestal, á Manolita. Cruzáronse
|
|
|
|
|
entre los dos muchachos frases, risas y una especie de gracioso reto; y
|
|
|
|
|
empuñando Perucho con resolución una horquilla de palo, dió principio al
|
|
|
|
|
juego de levantar con ella un haz y arrojárselo á la chica, que lo
|
|
|
|
|
recibía en las manos como hubiera podido recibir una pelota de goma, sin
|
|
|
|
|
titubear, y se lo pasaba al punto á un gañán encaramado también sobre la
|
|
|
|
|
meseta de la meda, el cual lo sentaba y colocaba, espiga adentro,
|
|
|
|
|
_medando_ hábil y rápidamente.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel no tenía ojos ni oídos más que para el juego. Su cuñado seguía
|
|
|
|
|
habla que te hablarás, en el tono llano y cansado del hombre para quien
|
|
|
|
|
pasó la edad de los retozos y no cree que ya le importen á nadie. Y
|
|
|
|
|
Gabriel se consumía, contestando cortésmente, pero distraído, con el
|
|
|
|
|
alma á cien leguas de la plática. Al fin no pudo contenerse, y se
|
|
|
|
|
levantó.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Tú querrás descansar? ¿Tomas algo? ¿Cenas?....--interrogó
|
|
|
|
|
obsequiosamente el marqués, dando muestras de querer llevarse á su
|
|
|
|
|
huésped hacia casa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No... Sí... Quisiera...--murmuró Gabriel un tanto confuso, porque al
|
|
|
|
|
verse de pie le pareció ridículo decir:--Lo que estoy deseando, á pesar
|
|
|
|
|
de mi brazo vendado, es ponerme también á echar haces á la _meda_...--Y
|
|
|
|
|
no atreviéndose á confesar el capricho, se dejó guiar resignado hacia la
|
|
|
|
|
gran mole de la casa solariega. Al salir siguió escuchando durante
|
|
|
|
|
algunos segundos las risas de la pareja, el ¡jeeem! triunfal que
|
|
|
|
|
dilataba la cavidad pulmonar de Perucho al lanzar los haces, y el
|
|
|
|
|
impaciente--¡venga otro!--de Manolita cuando tardaban.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XIV
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al entrar en los Pazos experimentó Gabriel la impresión melancólica que
|
|
|
|
|
sentimos al acercarnos á la sepultura de una persona querida, y la
|
|
|
|
|
emoción profunda que nos causa ver con los ojos sitios que desde hace
|
|
|
|
|
mucho tiempo visita nuestra imaginación. En sus años de colegio, Gabriel
|
|
|
|
|
se representaba la casa de su hermana como una tacita de plata,
|
|
|
|
|
elegante, espaciosa, cómoda; después sus ideas variaron bastante; pero
|
|
|
|
|
nunca pudo figurársela tan ceñuda y destartalada como era en realidad.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
A la escalera salieron á hacerle los honores el Gallo y su esposa, la
|
|
|
|
|
ex-bella fregatriz Sabel, causa de tantos disturbios, pecados y
|
|
|
|
|
tristezas. Quien la hubiese visto cosa de diez y ocho años antes, cuando
|
|
|
|
|
quería hacer prevaricar á los capellanes de la casa, no la conocería
|
|
|
|
|
ahora. Las aldeanas, aunque no se dediquen á labrar la tierra, no
|
|
|
|
|
conservan, pasados los treinta, atractivo alguno, y en general se ajan y
|
|
|
|
|
marchitan desde los veinticinco. Sus extremidades se deforman, su piel
|
|
|
|
|
se curte, la osatura se les marca, el pelo se les vuelve áspero como
|
|
|
|
|
cola de buey, el seno se esparce y abulta feamente, los labios se secan,
|
|
|
|
|
en los ojos se descubre, en vez de la chispa de juguetona travesura
|
|
|
|
|
propia de la mocedad, la codicia y el servilismo juntos, sello de la
|
|
|
|
|
máscara labriega. Si la aldeana permanece soltera, la lozanía de los
|
|
|
|
|
primeros años dura algo más; pero si se casa, es segura la ruina
|
|
|
|
|
inmediata de su hermosura. Campesinas mozas vemos que tienen la
|
|
|
|
|
balsámica frescura de las hierbas puestas á serenar la víspera de San
|
|
|
|
|
Juan, y al año de consorcio no es posible conocerlas ni creer que son
|
|
|
|
|
las mismas, y su tez lleva ya arrugas, las arrugas aldeanas, que parecen
|
|
|
|
|
grietas del terruño. Todo el peso del hogar les cae encima, y adiós risa
|
|
|
|
|
alegre y labios colorados. Las coplas populares gallegas no celebran
|
|
|
|
|
jamás la belleza en la mujer después de casada y madre: sus requiebros y
|
|
|
|
|
ternezas son siempre para las _rapazas_, las _nenas bunitas_.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Sabel no desmentía la regla. A los cuarenta y tantos años, era lastimoso
|
|
|
|
|
andrajo de lo que algún día fué la mejor moza diez leguas en contorno.
|
|
|
|
|
El azul de sus pupilas, antes tan claro y puro, amarilleaba; su tez de
|
|
|
|
|
albérchigo era piel de manzana que en el madurero se va secando; y los
|
|
|
|
|
pómulos sobresalientes y la frente baja y la forma achatada del cráneo
|
|
|
|
|
se marcaban ahora con energía, completando una de esas cabezas de
|
|
|
|
|
aldeana de las cuales dice cualquiera: «Más fácil sería convencer á una
|
|
|
|
|
mula que á esta mujer, cuando se empeñe en algo.»
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Con todo, su marido Angel de Naya, por remoquete _Gallo_, la tenía no
|
|
|
|
|
sólo convencida, sino subyugada y vencida por completo, desde los
|
|
|
|
|
tiempos ya lejanos en que anhelaba dejar por él su puesto y corte de
|
|
|
|
|
sultana favorita en los Pazos, é irse á cavar la tierra. Era una
|
|
|
|
|
devoción fanática, una sumisión de la carne que rayaba en
|
|
|
|
|
embrutecimiento, y una simpatía general de epidermis grosera y alma
|
|
|
|
|
burda, que hacían de aquel matrimonio el más dichoso del mundo. El
|
|
|
|
|
varón, no obstante, calzaba más puntos que la hembra en inteligencia, en
|
|
|
|
|
carácter, y hasta en ventajas físicas. Ajada y lacia ella, él conservaba
|
|
|
|
|
su tipo de majo á la gallega y su triunfadora guapeza de sultán de
|
|
|
|
|
corral: el andar engallado, el ojo claro, redondeado y vivo, las rizosas
|
|
|
|
|
patillas y la _fachenda_ en vestir y el empeño de presentarse con cierta
|
|
|
|
|
dignidad harto cómica. Es de saber que el Gallo, sin madurar los vastos
|
|
|
|
|
y mefistofélicos planes de su antecesor y suegro el terrible Primitivo,
|
|
|
|
|
no era ajeno á miras de engrandecimiento personal, que delataban
|
|
|
|
|
indicios evidentes. El Gallo vestía de _señor_, lo que se dice de
|
|
|
|
|
_señor_; encargaba á Orense camisolas, corbatas, pañuelos, capa, reloj,
|
|
|
|
|
botitos, y por nada del mundo se volvería á poner su pintoresco traje de
|
|
|
|
|
terciopelo de rizo azul, con botones de filigrana de plata, y la montera
|
|
|
|
|
con plumas de pavo real, ni á oprimir bajo el sobaco el _fol_ de la
|
|
|
|
|
gaita á cuyo sonido habían danzado tantas veces las mozas. Paisano
|
|
|
|
|
trasplantado á una capa superior, todo el afán del Gallo era subir más,
|
|
|
|
|
más aún, en la escala social. Nadie le obligaría á coger una horquilla ó
|
|
|
|
|
una azada: dirigía la faena agrícola, nunca tomaba parte activa en ella,
|
|
|
|
|
porque soñaba con tener las manos blancas y no _esclavas_, como él
|
|
|
|
|
decía. Otra de sus pretensiones era leer óptimamente y escribir con
|
|
|
|
|
perfección. Como todos los labriegos que aprenden á leer y escribir de
|
|
|
|
|
chiquillos, su iniciación en esta maravillosa clave de los conocimientos
|
|
|
|
|
humanos era muy relativa: saber leer y escribir no es conocer los signos
|
|
|
|
|
alfabéticos, nombrarlos, trazarlos; es sobre todo poseer las ideas que
|
|
|
|
|
despiertan esos signos. Por eso hay quien se ríe oyendo que para
|
|
|
|
|
civilizar al pueblo conviene que todos sepan escritura y lectura; pues
|
|
|
|
|
el pueblo no sabe leer ni escribir jamás, aunque lo aprenda. En
|
|
|
|
|
resolución, el Gallo se despepitaba por alardear de lector y pendolista
|
|
|
|
|
y acostumbraba por las noches, antes de acostarse, leerle á su mujer, en
|
|
|
|
|
alta voz, el periódico político á que estaba suscrito y que
|
|
|
|
|
proporcionaba una satisfacción profunda á su vanidad, al imprimir en la
|
|
|
|
|
faja--Sr. D. Angel Barbeito--Santiago--Cebre.--Por supuesto que leía de
|
|
|
|
|
tal manera, que no sólo al caletre algo obtuso de Sabel, sino al más
|
|
|
|
|
despierto y agudo, le sería difícil sacar nada en limpio; porque
|
|
|
|
|
suprimía radicalmente puntos y comas, se comía preposiciones y
|
|
|
|
|
conjunciones, se merendaba pronombres y verbos, casaba sin dispensa
|
|
|
|
|
palabras y repetía cuatro y seis veces sílabas difíciles, siendo de ver
|
|
|
|
|
lo que se volvían en labios suyos las noticias referentes, verbigracia,
|
|
|
|
|
al _Mahdi_, á los _nihilistas_, al rey Luís de Baviera ó á los
|
|
|
|
|
_fenianos_ y _liga agraria_. Y todos estos sucesos, batallas,
|
|
|
|
|
asolamientos y fieros males, cuanto más lejanos y más inaccesibles,
|
|
|
|
|
razonablemente hablando, á su comprensión, más le deleitaban,
|
|
|
|
|
interesaban y conmovían; y era curioso oírselos explicar, en tono
|
|
|
|
|
dogmático, á otros labriegos menos enterados que él de la política
|
|
|
|
|
exterior europea en cierta tertulia que solía juntarse en la cocina de
|
|
|
|
|
los Pazos. Respecto á sus pretensiones de pendolista, había empezado á
|
|
|
|
|
satisfacerlas del modo siguiente: encargando á Orense una resmilla de
|
|
|
|
|
papel de cartas bien lustroso, de canto dorado, y mandando plantificar
|
|
|
|
|
en mitad de cada hoja un A. B. cruzado, tamaño como la circunferencia de
|
|
|
|
|
un duro; y ya provisto de papel tan elegante y de escribanía y cabos de
|
|
|
|
|
pluma en armonía con él, dió en escribir, para ejercitar la letra,
|
|
|
|
|
cartas y más cartas á todo bicho viviente, tomando por pretexto, ya el
|
|
|
|
|
felicitar los días, ya cualquier motivo análogo. También era para él
|
|
|
|
|
gran preocupación el hablar, pues se esforzaba á que sus labios
|
|
|
|
|
olvidasen el dialecto á que estaban avezados desde la niñez, y no
|
|
|
|
|
pronunciasen sino un castellano que sería muy correcto si salvásemos las
|
|
|
|
|
innumerables _jeadas_, contracciones, diptongos, barbarismos y otros
|
|
|
|
|
lunarcillos de su parla selecta. Y cuanto más se empeñaba en sacudirse
|
|
|
|
|
de los labios, de las manos, de los pies, el terruño nativo, la oscura
|
|
|
|
|
capa de la madre tierra, más reaparecía, en sus dedos de uñas córneas,
|
|
|
|
|
en sus patillas cerdosas y encrespadas, en sus muñecas huesudas y en sus
|
|
|
|
|
anchos pies, la extracción, la extracción indeleble, que le retenía en
|
|
|
|
|
su primitiva esfera social! Si él lo comprendiese sería muy infeliz. Por
|
|
|
|
|
fortuna suya creía todo lo contrario.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Incapaz de los vastos cálculos de Primitivo, había dedicado á comprar
|
|
|
|
|
tierras todo el dinero heredado de su difunto suegro, que no era poco y
|
|
|
|
|
andaba esparcido por el país en préstamos á un rédito usurario. El Gallo
|
|
|
|
|
amaba las fincas rústicas á fuer de labriego de raza. Instalado en los
|
|
|
|
|
Pazos de Ulloa, la casa más importante del distrito, vió desde luego lo
|
|
|
|
|
ventajoso de su situación para _papelonear_; y como el Gallo antes
|
|
|
|
|
pecaba de pródigo que de mezquino, condición frecuente en los gallegos,
|
|
|
|
|
dígase lo que se quiera, su sueño dorado fué subir como la espuma, no
|
|
|
|
|
tanto en caudal cuanto en posición y decoro; y se propuso, ya casado con
|
|
|
|
|
Sabel, convertirse en _señor_ y á ella en _señora_, y á Perucho en
|
|
|
|
|
señorito verdadero... Aquí conviene aclarar un delicado punto. Era de
|
|
|
|
|
tal índole la vanidad del buen Gallo, que dejándose tratar de _papá_ por
|
|
|
|
|
Perucho y sin razón alguna para regatearle el título de hijo, la idea de
|
|
|
|
|
que por las venas del mozo pudiese circular más hidalga sangre, le ponía
|
|
|
|
|
tan esponjado, tan hueco, tan fuera de sí de orgullo, que no había
|
|
|
|
|
anchura bastante para él en toda el área de los Pazos. Lo pasado, el
|
|
|
|
|
ayer de Sabel en aquella casa, lejos de indignarle ó disgustarle, era el
|
|
|
|
|
verdadero atractivo que aún poseía á sus ojos una mujer marchita y
|
|
|
|
|
cuadragenaria.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El matrimonio salió á esperar al huésped en la meseta de la escalera,
|
|
|
|
|
deshaciéndose en obsequiosos ofrecimientos al «señorito». Parecían los
|
|
|
|
|
verdaderos dueños de la casa. Aunque Sabel no guisaba ya, ¡pues no
|
|
|
|
|
faltaría otra cosa! se enteró minuciosamente de lo que el huésped podía
|
|
|
|
|
apetecer para su cena. ¿Una ensaladita? Tortilla? Lonjas de carne?
|
|
|
|
|
Chocolate? Gabriel repetía que cualquier cosa, que él comía de todo; y
|
|
|
|
|
en esta porfía me lo iban llevando de habitación en habitación, á cual
|
|
|
|
|
más destartalada, y sin muebles. En el comedor dieron fondo, y según la
|
|
|
|
|
costumbre del país, sentáronse ante la mesa libre de manteles,
|
|
|
|
|
presenciando cómo la _cubrían_. Gabriel, al comprender que se trataba de
|
|
|
|
|
cenar, buscó con los ojos algo que no parecía por el comedor. Y al fin
|
|
|
|
|
no pudo contenerse.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y Manolita?--preguntó.--Y Manolita? No cena?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--La chiquilla?... Busca! Quién cuenta con ella?--respondió el marqués
|
|
|
|
|
de Ulloa, como si dijese la cosa más natural y corriente del
|
|
|
|
|
mundo.--¿En tiempo de siega? Echarle un galgo. Ahora se juntarán en la
|
|
|
|
|
era todas las segadoras, y armarán un bailoteo de cuatrocientos mil
|
|
|
|
|
demonios, y pandereta arriba y pandereta abajo, y copla va y copla
|
|
|
|
|
viene, y habiendo una luna hermosa como hay, tenemos broma hasta cerca
|
|
|
|
|
de las diez.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
No replicó palabra Gabriel, por lo mismo que se le ocurrían infinidad de
|
|
|
|
|
objeciones: pero no era ocasión de soltar la sin hueso allí delante de
|
|
|
|
|
la criada que entraba y salía llevando platos, vasos y servilletas. Su
|
|
|
|
|
impulso era decir:--Pues mira, vámonos á la era, y luego cenaremos
|
|
|
|
|
juntos,--pero se contuvo: todo le parecía prematuro, indelicado y fuera
|
|
|
|
|
de sazón mientras no tuviese con su cuñado una entrevista, lo que se
|
|
|
|
|
llama una entrevista formal.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Trató de entretenerse observando. Le parecía poético aquel comedor tan
|
|
|
|
|
distinto de los que se ven en todas partes, sin aparadores, sin platitos
|
|
|
|
|
japoneses ó de Manises colgados por la muralla, sin cortinas ni
|
|
|
|
|
chimenea; por todo adorno, barrocas pinturas al fresco, desconchadas y
|
|
|
|
|
empalidecidas, representando pájaros, racimos, panecillos, ratones que
|
|
|
|
|
subían á comérselos, y otros caprichos de la fantasía del pintor; y en
|
|
|
|
|
el centro, frente á la vasta mesa de roble y á los bancos duros, de
|
|
|
|
|
abacial respaldo, el péndulo solemne. También la mesa se le antojó que
|
|
|
|
|
tenía _carácter_ ó _cachet_, ese no sé qué de arcaico que enamora á las
|
|
|
|
|
cansadas imaginaciones modernas, y se confirmó en ello al fijarse en el
|
|
|
|
|
plato que le pusieron delante, en cuyo fondo campeaban emblemas
|
|
|
|
|
curiosísimos, que le trajeron á la memoria su edad infantil, pues en su
|
|
|
|
|
casa siendo niño había visto loza idéntica. Era en efecto resto de dos
|
|
|
|
|
docenas de platos traídos por doña Micaela, la madre del marqués, que
|
|
|
|
|
debían formar parte de alguna soberbia vajilla hecha para un Pardo
|
|
|
|
|
virrey ó magnate: tenía en el centro el escudo de los Pardos de la Lage
|
|
|
|
|
dividido en dos cuarteles; en el de la derecha se encabritaban dos
|
|
|
|
|
leones rampantes en campo de gules, y en el de la izquierda otro león y
|
|
|
|
|
cuatro cruces de Malta en campo de oro. Un casco con una cruz de
|
|
|
|
|
Caravaca por cimera remataba el escudo: sobre él se leía en una
|
|
|
|
|
banderola la divisa: _Fortis in fide et regi fidelis_; bajo el escudo,
|
|
|
|
|
en otra banderola, _Per cruces ad triumphos_. ¡Resto de algo glorioso,
|
|
|
|
|
esculpida y dorada proa que recuerda al buque náufrago! Distrajo á
|
|
|
|
|
Gabriel de la contemplación del plato, su cuñado que con inmenso
|
|
|
|
|
cucharón de plata le servía una sopa de pan humeante, grasienta y
|
|
|
|
|
doradita. La sopa cubrió en un momento los lemas heroicos y los fieros
|
|
|
|
|
leones, y no quedó ni señal de la pluma flotante del casco, ni de los
|
|
|
|
|
airosos picos en que se bifurcaban al extremo las gallardas banderolas
|
|
|
|
|
de las divisas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Si Gabriel pudiese recordar otras épocas de los Pazos, notaría, no sólo
|
|
|
|
|
en aquella exhibición de vajilla blasonada, sino en mil detalles más,
|
|
|
|
|
que allí reinaba cierta suntuosidad desconocida cosa de veinte años
|
|
|
|
|
antes. Y no era que don Pedro Moscoso se hubiese pulido y civilizado
|
|
|
|
|
algo; al revés: con la mengua de sus fuerzas físicas, con el paso de la
|
|
|
|
|
vida nómada de cazador á la más sedentaria de hidalgo que cultiva sus
|
|
|
|
|
tierras, con el terror de la gota, de la vejez y de la muerte, terror
|
|
|
|
|
que se iba escribiendo en su huraño semblante, le había entrado mayor
|
|
|
|
|
indiferencia que nunca por las finuras y elegancias: en cambio la
|
|
|
|
|
materia le dominaba, cogiéndole por el flaco de la gula, y como todos
|
|
|
|
|
los gotosos, apetecía justamente los platos y vinos que más daño podían
|
|
|
|
|
causarle. El ramo de pompas y vanidades corría de cuenta del insigne
|
|
|
|
|
Gallo, en quien latía la inclinación más irresistible al fausto y
|
|
|
|
|
esplendor, y que procuraba deslumbrar al huésped con la vajilla y con
|
|
|
|
|
cuanto pudiese.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Cuando después de reposar la cena fumando un par de cigarrillos, pedía
|
|
|
|
|
Gabriel á don Pedro una entrevista confidencial para el día siguiente,
|
|
|
|
|
retirábase el Gallo á sus habitaciones en compañía de su mujer, la cual
|
|
|
|
|
acababa de disponer todo lo necesario al alojamiento del huésped. Nada
|
|
|
|
|
menos que á sus habitaciones que eran en la planta baja, muy apañadas y
|
|
|
|
|
cucas, con divisiones nuevecitas de barrotillo y enlucido de yeso. Todo
|
|
|
|
|
lo que antes fué madriguera del zorro Primitivo, lo había convertido el
|
|
|
|
|
presuntuoso Gallo en corral digno de sus espolones y fachenda. Y cuanto
|
|
|
|
|
tenían de destartalados y tristes los aposentos de arriba, que habitaba
|
|
|
|
|
el señor, otro tanto de cómodos y alegres los de abajo, el nido que se
|
|
|
|
|
labraba el mayordomo. Llenitas como un huevo, nada faltaba en ellas: ni
|
|
|
|
|
los cómodos armarios recién pintados, ni las útiles perchas, ni las
|
|
|
|
|
sillas y sofá de _yute_, ni el espejo grande en la salita, ni las
|
|
|
|
|
fotografías harto ridículas, en sus marcos dorados, ni cromos de frailes
|
|
|
|
|
y majas, ni muñequitos de porcelana tocando el violín, ni calendario
|
|
|
|
|
americano, ni, en suma, ninguno de los objetos que componen el falso
|
|
|
|
|
bienestar y el lujo de similor que hoy penetra hasta en las aldeas. La
|
|
|
|
|
cama de matrimonio era negra _maqueada_, es decir, con unos pecaminosos
|
|
|
|
|
medallones dorados y unas inicuas guirnaldas de rosas; á cada viaje que
|
|
|
|
|
el Gallo hacía á Orense, se le acrecentaba el deseo de trocarla por una
|
|
|
|
|
dorada enteramente, lo cual era á sus ojos el colmo de la ostentación y
|
|
|
|
|
sibaritismo humano; pero un vago recelo de lo que podría decir la gente
|
|
|
|
|
envidiosa y chismosa, le contenía siempre, reduciendo su vehemente
|
|
|
|
|
capricho al estado de sueño, de aspiración imposible, y por lo mismo más
|
|
|
|
|
seductora.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Las pollitas, ó sean las hijas del Gallo, de siete y nueve años de edad,
|
|
|
|
|
dormían ya como sardina en banasta en una misma cama, la una en posición
|
|
|
|
|
natural, la otra con los pies hacia la cabecera; dormían con los ojos
|
|
|
|
|
colorados y los carrillos hechos un tomate de tanto becerrear y llorar,
|
|
|
|
|
porque querían ir á la era, á oir tocar la pandereta y cantar la
|
|
|
|
|
_encomienda_; pero su padre, que profesaba las más severas ideas
|
|
|
|
|
respecto al decoro de las _señoritas_, no se lo había permitido. Sabel
|
|
|
|
|
empezaba á soltarse los cordones de las innumerables sayas que vestía
|
|
|
|
|
según la costumbre aldeana: y el Gallo, sentado en una butaca, al lado
|
|
|
|
|
de una mesa que sustentaba la lámpara de petróleo (una lámpara nada
|
|
|
|
|
menos que de imitación de porcelana japonesa) tomó el periódico que á la
|
|
|
|
|
sazón recibía, y era si no mienten las crónicas _El Globo_, y comenzó á
|
|
|
|
|
chapucear sueltos, asombrándose mucho del calor que hacía en Nueva York,
|
|
|
|
|
y exclamando:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Ave María de gracia!... ¡Dice que están á noventa... y cin... y
|
|
|
|
|
cin... co _farengues_... (95° Fahrenheit se cree que sería), y trin...
|
|
|
|
|
trienta y ci... cinco y ciento gra... dos!... (35° centígrados, supongo
|
|
|
|
|
que rezaría la hoja.) Mujer... ¡qué pasmo!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Sabel, que se acostaba entonces, respondió con una especie de
|
|
|
|
|
complaciente gruñido, estirándose gustosa entre las sábanas, pues sin
|
|
|
|
|
saber cuántos _farengues_ de calor se gastaban por allí, sabía que había
|
|
|
|
|
sudado el quilo el día entero. Y con ese género de gruñidos salía del
|
|
|
|
|
apuro siempre que su consorte se empeñaba en enseñarle el santito, el
|
|
|
|
|
grabado, ó mejor dicho el borrosísimo cliché del periódico, para hacerle
|
|
|
|
|
admirar cuatro chafarrinones y media docena de rayas en que una fantasía
|
|
|
|
|
ardiente podía reconocer, ya una _Aldea rusa á orillas del Volga_, ya la
|
|
|
|
|
_Vista de Constantinopla tomada desde el Bósforo_, con otros primores
|
|
|
|
|
artísticos de la misma laya. Aquella noche, después de pagar el
|
|
|
|
|
imprescindible tributo á la política exterior y al movimiento europeo,
|
|
|
|
|
ambos cónyuges, después de apagar el quinqué soplando fuertemente en la
|
|
|
|
|
boca del tubo, entre el silencio y la oscuridad y el bienestar del
|
|
|
|
|
lecho, que refuerza muchísimo la potencia discursiva, se echaron á
|
|
|
|
|
indagar, comunicándose sus reflexiones, qué demonios sería aquella
|
|
|
|
|
venida del señorito don Gabriel.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XV
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La primer noche de los Pazos fué para Gabriel Pardo noche de fiebre.
|
|
|
|
|
Fiebre de impaciencia, fiebre de cólera, fiebre de recuerdos, de
|
|
|
|
|
esperanzas, de curiosidad, de indefinible y hondo temor, y además...
|
|
|
|
|
¿por qué negarlo? ¿por qué dudarlo? ¡fiebre amorosa!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
¡Amorosa! ¡Una niña á quien había visto un cuarto de hora, que le había
|
|
|
|
|
dicho _buenas tardes_ por junto y enseguida á recoger gavillas de
|
|
|
|
|
centeno sin mirarle más á la cara! ¡Una niña cuyos rasgos fisiognómicos
|
|
|
|
|
le sería imposible recordar con exactitud!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No soy yo quien se enamora, es mi imaginación condenada--pensaba el
|
|
|
|
|
comandante.--Parezco un cadete. Pero es que en esa chiquilla he cifrado
|
|
|
|
|
yo muchas cosas. La familia pasada y la futura, mi _mamita_ y mi hogar,
|
|
|
|
|
mis ya casi desvanecidas memorias de cariño y mis justas aspiraciones á
|
|
|
|
|
los afectos santos que todo hombre tiene derecho á poseer... Por eso me
|
|
|
|
|
ha entrado así, tan fuerte.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Cabalmente le habían dado el cuarto de su _mamita_--¡el cuarto en que
|
|
|
|
|
había muerto! Él no lo sabía. Por una especie de convenio tácito consigo
|
|
|
|
|
mismo, y á fuer de persona recta, le repugnaba hacer ninguna pregunta
|
|
|
|
|
hostil ó desagradable en una casa adonde venía en són de paz; así es que
|
|
|
|
|
no había querido ni enterarse de _cuál era el cuarto_. Se lo dieron
|
|
|
|
|
porque, arreglado poco antes de la boda, se encontraba más presentable
|
|
|
|
|
que el resto de la desmantelada huronera, tan invadida por las aficiones
|
|
|
|
|
agrícolas del dueño, que en algún salón la cosecha de maíz sobrante se
|
|
|
|
|
amontonaba á ambos lados en rimero de oro.--Allí la cama barroca, con
|
|
|
|
|
su dorado copete figurando el sol; allí el biombo con inverosímiles
|
|
|
|
|
pinturas de casas y árboles; allí todavía el canapé de estilo Imperio en
|
|
|
|
|
que se reclinaba la enferma, la honda ventana junto á la cual se sentaba
|
|
|
|
|
á leer en un sillón de gutapercha ya descascarado; sobre la cabecera
|
|
|
|
|
estampas de su devoción, un rosario de azabache con engarce de plata...
|
|
|
|
|
todo había sido conservado allí, no por respeto ni por ternura, sino por
|
|
|
|
|
la indiferencia de la vida campesina, por el tamaño del gran caserón,
|
|
|
|
|
donde se pasaba un año sin que fuesen visitados algunos aposentos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel velaba revolviéndose en la cama, escuchando el silencio, ese
|
|
|
|
|
silencio campesino en que vibran siempre ladridos de canes vigilantes,
|
|
|
|
|
murmullos de agua y brisa, coros de ranas, y antes de la aurora, gemir
|
|
|
|
|
de carros, y á la aurora, dianas de gallos de sangre ligera. Calculaba
|
|
|
|
|
qué línea de conducta le convendría adoptar al día siguiente; al fin
|
|
|
|
|
optó por la más leal. Hablaría con el hidalgo francamente, se lo diría
|
|
|
|
|
todo, obraría de acuerdo con él y previo su consentimiento. Y si le
|
|
|
|
|
negaba autorización para hacerse querer de la niña... bien, entonces le
|
|
|
|
|
asistiría el derecho de tomársela.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Llegó al cabo el amanecer y sucedióle á Gabriel lo que á todos los que
|
|
|
|
|
se pasan la noche en blanco suspirando por el día: que se quedó profunda
|
|
|
|
|
é invenciblemente dormido. El marqués de Ulloa, inveterado madrugador
|
|
|
|
|
gracias á sus hábitos de caza y siesta, vino con impertinente celo á
|
|
|
|
|
despertar á su cuñado, aguijoneándole ya la curiosidad de saber el
|
|
|
|
|
objeto de la venida del comandante. Gabriel fué llamado al mundo real
|
|
|
|
|
cuando más á su sabor se encontraba en el de las quimeras. Propuso el
|
|
|
|
|
marqués, á guisa de armisticio, que la conversación fuese de cama á
|
|
|
|
|
butaca, pero Gabriel rechazó las sábanas, y empezó á vestirse y lavarse
|
|
|
|
|
en un aguamanil tan chico como incómodo, con dos tohallas no mayores que
|
|
|
|
|
pañuelos de narices. Convinieron en que la entrevista se celebraría
|
|
|
|
|
dentro de media hora en el despacho y archivo del marqués de
|
|
|
|
|
Ulloa--archivo que ya volvía á encontrarse punto más punto menos, en su
|
|
|
|
|
pristino estado, antes de arreglarlo cierto capellán.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El artillero acudió puntualmente, y sin saber cómo, el diálogo que
|
|
|
|
|
Gabriel se había propuesto que fuese sumamente correcto y formal, tomó
|
|
|
|
|
en seguida giro humorístico, descarado y hostil por ambas partes.--Me
|
|
|
|
|
dejas pasmado.--No sé por qué.--Pero, vamos claros: tú tienes gana de
|
|
|
|
|
broma?--Nada de eso: con nadie, y menos contigo.--¿En qué quedamos; me
|
|
|
|
|
pides ó no á Manolita?--No te la pido; lo que hago es advertirte que voy
|
|
|
|
|
á intentar tomarla, porque me parece desleal proceder de otra manera: al
|
|
|
|
|
fin eres su padre.--¿Tomarla? ¿Cómo se entiende eso de tomarla?--¿Cómo
|
|
|
|
|
se entiende? No como lo entiendes tú, sino de otro modo: y para
|
|
|
|
|
explicártelo mejor, voy á ver si logro que la chica me quiera, y
|
|
|
|
|
entonces... entonces sí que te la pido.--Sólo faltaba que tampoco me la
|
|
|
|
|
pidieras entonces.--Pues bien mirado, si ella quiere darse, es cuando
|
|
|
|
|
menos falta me hace que me la dés tú; pero... yo soy así.--Tú eres por
|
|
|
|
|
lo visto una buena pieza.--Nada de eso; al contrario; por sencillez y
|
|
|
|
|
por honradez te cuento á ti todo esto.--Pero... ¿estará decente que
|
|
|
|
|
andes tú por ahí acompañando á la chica, después de saber que tienes
|
|
|
|
|
tales proyectos?--Mis proyectos son muy honestos, y no parece sino que
|
|
|
|
|
tu hija anda muy recogida y pierniquebrada.--Hombre... hombre!--La has
|
|
|
|
|
criado como un marimacho, sin recato ninguno, ¿sabes? Y muy mal, por no
|
|
|
|
|
decir infernalmente.--Y á ti ¿quién te da vela?...--Poca cosa: como que
|
|
|
|
|
intento ser su marido, y como que soy el hermano de su madre.--Manolita
|
|
|
|
|
es una chiquilla, y además.... no anda sola.--No, ya sé que la
|
|
|
|
|
acompaña... el hijo del mayordomo.--(Aquí los ojos de ambos cuñados
|
|
|
|
|
cruzaron una mirada singular, y don Pedro acabó por bajarlos).--Siempre
|
|
|
|
|
anduvieron juntos ella y ese rapaz desde pequeñitos.--Bonita razón! En
|
|
|
|
|
fin, al grano; ¿me permites, sí ó no, que pruebe á agradar á
|
|
|
|
|
Manolita?--¿Y si no te lo permito?--Lo haré sin tu permiso; sólo que lo
|
|
|
|
|
haré desde fuera de tu casa, porque no me parecerá regular venir á
|
|
|
|
|
meterme en ella para obrar contra tu gusto.--Y si te doy permiso y le
|
|
|
|
|
agradas ¿te casarás con ella?--Hombre! ese es mi propósito: pero y si
|
|
|
|
|
tratada, no me gusta? No puedo empeñarte mi palabra.--Me estás
|
|
|
|
|
proponiendo cosas raras.--Aún voy á proponerte otra más rara que todas
|
|
|
|
|
las demás. Si se arregla la boda, no le dés un céntimo á tu hija de
|
|
|
|
|
presente, y dispón tu testamento como te dé la gana y á favor de quien
|
|
|
|
|
se te antoje.--Eh.... Ni un cént.... Quieto, quieto; mi hija no está en
|
|
|
|
|
la calle; por de pronto tiene... la legítima materna.--(Por ahí te
|
|
|
|
|
duele, pensó Gabriel cuando oyó esto).--La legítima materna de Manolita
|
|
|
|
|
te la cederé: yo le señalaré de mi patrimonio, en carta dotal, otro
|
|
|
|
|
tanto como le corresponda por herencia de su madre.--Yo... en realidad
|
|
|
|
|
de verdad... así Dios me salve...--He dicho que ni un céntimo de
|
|
|
|
|
presente, ¿cómo se dicen las cosas?... Y el día de mañana... lo que te
|
|
|
|
|
dicte tu conciencia... y nada más.--(La cara del marqués se dilataba, su
|
|
|
|
|
barba gris temblaba de placer).--Vaya, vaya con don Gabriel Pardo! ¿Y
|
|
|
|
|
cómo ha sido ese repentón de gustarte la chica?--Tres meses hace que me
|
|
|
|
|
gusta.--¿Sin verla?--¡Se entiende! Casi no la he visto aún á estas
|
|
|
|
|
horas. A ti, ¿qué te importa eso? Es cuenta de ella y mía. No se te pide
|
|
|
|
|
sino la aquiescencia y nada más.--Pues... por mí... trato hecho.--Trato
|
|
|
|
|
hecho... Acabáramos!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ya tengo--pensó Gabriel al volver á su cuarto--campo libre y carta
|
|
|
|
|
blanca. Pasábase el cepillo por la cabeza á fin de alisar y distribuir
|
|
|
|
|
mejor sus cabellos finos y escasos, cuando el corazón le dió un brinco
|
|
|
|
|
absurdo, inverosímil: unos dedos menudos herían aprisa la puerta, una
|
|
|
|
|
voz que le era imposible confundir ya con otra alguna, preguntaba:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Hay permiso?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Manolita entró. Venía vestida con algún más esmero que el día anterior,
|
|
|
|
|
y su traje de percal color garbanzo salpicado de cabecitas de perros,
|
|
|
|
|
látigos y gorras de jockey, revelaba pretensiones de _seguir la moda_ y
|
|
|
|
|
procedencia orensana ó pontevedresa. El peinado también indicaba más
|
|
|
|
|
larga elaboración que la víspera, y había un lazo azul de raso al
|
|
|
|
|
extremo de las trenzas. La muchacha se adelantó sin cortedad alguna por
|
|
|
|
|
el cuarto de su tío, y con cierta sequedad le dijo, de carretilla y en
|
|
|
|
|
tono uniforme, á manera de chico que recita la lección:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Buenos días. ¿Cómo ha descansado usted? Yo... bien. Dice papá que le
|
|
|
|
|
lleve á ver el huerto y la casa toda.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Gracias, niña... Y para venir conmigo te has compuesto así?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mandó papá que me pusiese el vestido nuevo para acompañarle á usted.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Te sería igual tutearme... ó te parezco demasiado viejo? Di--añadió
|
|
|
|
|
con unos visos de melancolía.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Algo viejo es... y me da vergüenza.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel se quedó encantado de la contestación. «Ella me tuteará»--pensó
|
|
|
|
|
para sí;--y añadió en voz alta:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues cuando tengamos más confianza. Ahora, vámonos por ahí, al
|
|
|
|
|
huerto... Tengo más ganas de aire libre que de ver la casa. ¿quieres mi
|
|
|
|
|
brazo?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Brazo! Ay qué chiste! Tengo los dos que Dios me dió. Puede que...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Qué?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Que si fuésemos por ahí... por montes... le tuviese yo que dar la
|
|
|
|
|
mano.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues mira... Justamente quería pedirte ese favor. Que me enseñases
|
|
|
|
|
paseos largos, sitios bonitos... Tú que conoces todo este país como tu
|
|
|
|
|
propio cuarto.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí; pero á esta horita--notó la muchacha castañeteando los
|
|
|
|
|
dedos--quién se atreve á pasar más allá del bosque? No se aguantará la
|
|
|
|
|
calor, y usted que no tiene costumbre...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues al bosque ahora, y á la tarde... me llevarás á donde gustes,
|
|
|
|
|
chiquilla.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Volvióse la muchacha con un movimiento de malhumor y aspereza, que ya
|
|
|
|
|
dos veces había observado en ella Gabriel; y este síntoma infalible de
|
|
|
|
|
detestable educación, en vez de desalentar al artillero, le atrajo
|
|
|
|
|
más.--Es un terreno inculto, virgen, lleno de espinos, ortigas,
|
|
|
|
|
zarzales... ¡Pobre huérfana, y pobre hermana mía! Si viviese... A falta
|
|
|
|
|
suya, yo desbrozaré esa maleza, á fuerza de paciencia y de cariño.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La montañesa echó delante, ágil y airosa como una cabrita montés, y su
|
|
|
|
|
tío la seguía, rumiando aquello del terreno virgen, y observando con
|
|
|
|
|
gran placer que era aplicable así á lo moral como á lo físico de la
|
|
|
|
|
muchacha. La cintura de Manolita, en vez de ser de forma cilíndrica,
|
|
|
|
|
tenía las dos planicies delante y detrás, que suelen delatar la
|
|
|
|
|
inocencia del cuerpo; su nuca (descubierta por la raya que dividía las
|
|
|
|
|
trenzas colgantes), su nuca, esa parte del cuerpo femenino que el arte
|
|
|
|
|
moderno ha rehabilitado devolviéndole todo su valor expresivo, era de
|
|
|
|
|
las más tranquilizadoras, por su delgadez y pureza, y lo raro y lacio
|
|
|
|
|
del pelo corto que la sombreaba; su andar era andar de cervatilla, sin
|
|
|
|
|
languidez alguna, y sus sienes rameadas de venas azules y su frente
|
|
|
|
|
convexa la hacían semejante á las santas mártires ó extáticas que se ven
|
|
|
|
|
en los museos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Cuánto tengo aquí que enmendar, que enseñar, que
|
|
|
|
|
formar!--reflexionaba Gabriel, muy encariñado ya con su oficio de
|
|
|
|
|
preceptor.--Pero hay terreno, hay sujeto... ¡La han descuidado tanto! Lo
|
|
|
|
|
que exista aquí de bueno ha de ser bueno de ley, por deberse
|
|
|
|
|
exclusivamente á la fuerza é influjo del natural, á la rectitud del
|
|
|
|
|
instinto. Más fácil es habérselas con esta niña, entregada á sí misma
|
|
|
|
|
desde que nació, que con esas chicas criadas en una atmósfera
|
|
|
|
|
artificial, y á quienes la solicitud y los sabios... ó hipócritas
|
|
|
|
|
consejos de las mamás, tías, y amiguitas, han cubierto de un barniz tan
|
|
|
|
|
espeso y compacto, que el demonio que sepa lo que hay debajo de
|
|
|
|
|
él.--¿Con que á dónde me llevas? al bosque? Pero qué modo de
|
|
|
|
|
correr!--exclamó en voz alta, viendo que Manolita atravesaba velozmente
|
|
|
|
|
las habitaciones de la casa, bajaba las escaleras de cuatro saltos, y
|
|
|
|
|
sin aflojar el paso se metía por el huerto.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Corra también--respondió la niña casi sin volver la cara:--¡todo esto
|
|
|
|
|
de la casa y la huerta es más cargante! Ya iremos despacio por el
|
|
|
|
|
soto... Allí da gusto.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Realmente el huerto parecía un horno. El día amenazaba ser del todo
|
|
|
|
|
canicular, y en la superficie del estanque, los mismos _escribanos de
|
|
|
|
|
agua_ tenían pereza de echar complicadas firmas con sus largos zancos, y
|
|
|
|
|
adormecidos sobre las verdosas plantas palúdicas se entregaban al goce
|
|
|
|
|
de beber sol. Los átomos del aire vibraban, prontos á inflamarse cuando
|
|
|
|
|
el astro ascendiese á su zenit; innumerables insectos zumbaban entre la
|
|
|
|
|
hierba; gorjeaban con viveza y regocijo los pájaros, seguros de que con
|
|
|
|
|
aquel día tropical la espiga se abriría sola y los surcos se llenarían
|
|
|
|
|
de derramada simiente; de cuando en cuando, una bandada de mariposas
|
|
|
|
|
ejecutaba en el ambiente de fuego una figura de rigodón, y luego se
|
|
|
|
|
desvanecía. Gabriel, sofocado, se había quitado el hongo, y abanicábase
|
|
|
|
|
con él. Sin pararse, de soslayo la chica lo vió.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Va á pillar un _soleado_... ¡Ave María Purísima! Coja una hoja de
|
|
|
|
|
berza y métala en el sombrero, que sino... mañana á estas horas está en
|
|
|
|
|
la cama con un mal.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Obedeció el sabio consejo el artillero, y colocó dentro de su hongo una
|
|
|
|
|
hoja de col bien aplicada.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y tú?--exclamó en seguida.--¿Por qué no coges un _soleado_ tú? No
|
|
|
|
|
llevas nada en la cabeza.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Uy! Yo! Yo ya tengo confianza con el sol.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
A lo lejos, más allá de los frutales del huerto, que apenas daban
|
|
|
|
|
sombra, destacábase el soto, como una promesa de frescura y bienestar;
|
|
|
|
|
el soto de castaños floridos, donde los rayos del sol no tenían acceso.
|
|
|
|
|
Pero Gabriel, fuese por detenerse un minuto, ó porque realmente el paseo
|
|
|
|
|
convidaba á refrescar la boca, se detuvo al pie de un ciruelo cargado
|
|
|
|
|
de fruta, y llamó á su sobrina.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Manuela?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Ella se volvió, asaz impaciente.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sabes que de buena gana comería un par de ciruelas?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues cómalas, y buen provecho--respondió la chica encogiéndose de
|
|
|
|
|
hombros.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Escógemelas; ten compasión de un pobre cortesano ignorante.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--_Seque_ no diferencia las verdes de las maduras?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No... Sé un poco amable. Ayúdame.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Con el ceño fruncido, el ademán entre hosco y burlón, la chica alargó
|
|
|
|
|
los dedos, bajó una rama, fué tentando ciruelas... y en un abrir y
|
|
|
|
|
cerrar de ojos, dejó caer una docena, como la pura miel, amarillas por
|
|
|
|
|
la cara que miraba al sol y reventadas ya de tan dulces, en el pañuelo
|
|
|
|
|
limpio, marcado con elegante cifra, que Gabriel tenía cogido por las
|
|
|
|
|
puntas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mil gracias... Ahora...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Ahora qué?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Cómete tú una primero, para que me sepan mejor las demás.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No me da la gana... Estoy harta de ciruelas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues dispensa... Una más ó menos, no te produciría indigestión, y al
|
|
|
|
|
comerla, cumplirías un deber.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--_¿De qué?_--preguntó ella fijando con dureza en Gabriel sus ojos
|
|
|
|
|
ariscos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--El deber de las señoritas, que es hacerse agradables y simpáticas á
|
|
|
|
|
todo el mundo, y con mayor razón á los huéspedes que tienen en casa, y
|
|
|
|
|
todavía más si son sus tíos y vienen á verlas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Una ojeada más fiera que las anteriores fué la respuesta de Manolita,
|
|
|
|
|
que echó á andar apretando el paso, tanto que á Gabriel le costaba
|
|
|
|
|
trabajo seguirla.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Chica, chica.....--gritó.--Mira que he trepado por los vericuetos de
|
|
|
|
|
las Provincias, pero tú eres un gamo..... Aguarda un poco.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Paróse la muchacha, y agarrándose al tronco de un peral, y estribando en
|
|
|
|
|
la pierna izquierda, con la punta del pie derecho describía
|
|
|
|
|
semicírculos sobré la hierba. Al alcanzarla su tío, no dijo palabra;
|
|
|
|
|
suspiró con resignación, y siguió andando con menos ímpetu, pero sin
|
|
|
|
|
hacer caso del forastero.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Dejado atrás el huerto, pisaron la linde del bosque, alfombrada por las
|
|
|
|
|
panojas amarillentas de la flor del castaño, que empezaba á desprenderse
|
|
|
|
|
aquellos días y había impregnado el aire de un olorcillo que sin ser
|
|
|
|
|
embriagador perfume, tiene algo de silvestre, de fresco, de forestal, de
|
|
|
|
|
húmedo y refrigerante, por decirlo así, encantador para los que han
|
|
|
|
|
nacido ó vivido largo tiempo en la región gallega. No pecaba el soto de
|
|
|
|
|
intrincado; como más próximo á la casa, había sido plantado con cierto
|
|
|
|
|
orden y simetría, y los troncos de sus magníficos árboles formaban
|
|
|
|
|
calles en todas direcciones, aunque los obstruyese la maleza, dejando
|
|
|
|
|
sólo relativamente limpia la del centro, atajo que solían tomar los
|
|
|
|
|
peatones que descendían de la montaña, para llegar á los Pazos más
|
|
|
|
|
pronto. El ramaje era tan tupido y formaba tan espesa bóveda, que sólo
|
|
|
|
|
casualmente le atravesaba la claridad solar, engalanándolo con una
|
|
|
|
|
estrella de oro de visos irisados, trémula sobre la cortina verde.
|
|
|
|
|
Manolita andaba y andaba, pero más despacio ya, con el involuntario
|
|
|
|
|
recogimiento que produce la frescura y la oscuridad de un bosque.
|
|
|
|
|
Gabriel emparejó con ella, y señalándole el repuesto y solitario lugar y
|
|
|
|
|
la mullida hierba, le dijo:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Vamos á sentarnos un poco? Esto está envidiable.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bien--contestó lacónicamente la muchacha, siempre con la misma agrazón
|
|
|
|
|
en el acento y el gesto; y se tumbó como de mala gana en el blando
|
|
|
|
|
tapiz.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XVI
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Cortezuda es la pobrecilla!--pensaba Gabriel mientras su sobrina
|
|
|
|
|
callaba arrancando uno tras otro los pétalos de una flor silvestre. La
|
|
|
|
|
flor, que era una margarita, le contestó--mucho--pero la muchacha, que
|
|
|
|
|
nada tenia de romántica, no le habla preguntado cosa alguna.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Manuela (esto ya iba dicho en voz alta y con dulzura y
|
|
|
|
|
ansiedad)--dispénsame que te haga una pregunta. ¿Estás así, incomodada y
|
|
|
|
|
de mal humor, por culpa mía, por tener que acompañarme? Mira, dímelo
|
|
|
|
|
francamente, porque... no tendrá nada de particular, sabes?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Lo que se dice nada. Un pariente forastero que llega ayer, llovido del
|
|
|
|
|
cielo; á quien tú no has visto jamás ni probablemente oído nombrar dos
|
|
|
|
|
veces en toda tu vida; que no conoce tus gustos y costumbres, ni tú las
|
|
|
|
|
de él... más viejo... mucho más viejo que tú; y que va tu padre y te
|
|
|
|
|
manda que... lo acompañes, ¿no es eso? Hija, comprendo, comprendo
|
|
|
|
|
perfectamente que reniegues de mí.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Manuela bajó los ojos, que tenía clavados en el ondeante pabellón de las
|
|
|
|
|
ramas, y miró á su tío primero con cierta sorpresa, después con
|
|
|
|
|
atención. Gabriel, habiéndose quitado los quevedos, concentraba en sus
|
|
|
|
|
expresivas pupilas toda la vida de su espíritu.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Como lo comprendo, no pienses que me he de enfadar contigo... Lo que
|
|
|
|
|
te dije antes, cuando te pedí que comieses las ciruelas, fué pura broma.
|
|
|
|
|
Yo no me enfado por sentimientos naturales y cosas propias de la edad;
|
|
|
|
|
además, nada que venga de ti puede enfadarme, niña. Tú puedes hacer de
|
|
|
|
|
mí lo que quieras.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Por qué?--preguntó la montañesa, cuya negra pupila se dilató de
|
|
|
|
|
asombro.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Porque eres un ángel, y los ángeles no ofenden á nadie... y porque
|
|
|
|
|
aunque fueses un diablillo, yo... te querría, ¿sabes? Lo mismo que te
|
|
|
|
|
quiero... con toda el alma... con toda el alma!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Fué dicha la frase con tan sabrosa mezcla de calor y galantería, de
|
|
|
|
|
ternura paternal y fuego profano, que Manuela se sintió poco á poco
|
|
|
|
|
enrojecer desde la punta de la barbilla hasta la raíz del cabello, y su
|
|
|
|
|
infalible instinto femenil le dijo que había allí _algo_ inusitado, algo
|
|
|
|
|
distinto de lo que podía decir un tío á una sobrina en el fondo de un
|
|
|
|
|
bosque. Y otra vez se juntaron sus cejas, y su boca de finos labios
|
|
|
|
|
adquirió expresión severísima.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Tu madre--añadió Gabriel como para atemperar el encendimiento de sus
|
|
|
|
|
palabras--fué mi hermana del corazón, y he conservado de ella tal
|
|
|
|
|
memoria, que sólo por ser tú hija suya, besaría la tierra que pisas...
|
|
|
|
|
¿te ríes, chiquilla? Pues verás como lo hago, ahora mismo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Y sin más preliminares, Gabriel, que estaba recostado un poco más bajo
|
|
|
|
|
que la niña, se volvió, llegó el rostro á las yerbas en que el pie de
|
|
|
|
|
ésta reposaba, y aplicóles un sonoro beso.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La gravedad de la montañesa se disipó como el humo. Ver á aquel señor,
|
|
|
|
|
tan elegante, tan fino, tan formal, que aunque no era precisamente
|
|
|
|
|
viejo, parecía «persona de respeto,» y que sin más ni más besuqueaba el
|
|
|
|
|
suelo delante de ella, le arrancó una viva y sonora carcajada. Gabriel
|
|
|
|
|
le hizo coro.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Gracias á Dios que te veo reir!--dijo al disiparse el primer
|
|
|
|
|
alborozo.--Gracias á Dios! Todo lo que sea no estar con aquella cara de
|
|
|
|
|
juez de antes, me gusta. Á tu edad se debe reir... es lo natural. ¡Qué
|
|
|
|
|
contento me da verte así! Sobrina mía... te declaro solemnemente que
|
|
|
|
|
eres muy bonita cuando te ríes. (Ya lo sabía la niña, y aunque
|
|
|
|
|
montañesa, no ignoraba que al reir se le ahondaba un par de graciosos
|
|
|
|
|
hoyos en las mejillas y se lucían sus dientes, que en lo blancos y
|
|
|
|
|
parejos afrentaban á los piñones). Por lo demás--siguió Gabriel--á mí,
|
|
|
|
|
como te quiero, me pareces siempre muy linda... Sí, sobrinita. Antes de
|
|
|
|
|
verte ya me gustabas...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Antes de verme?--interrogó la chiquilla con serenidad burlona,
|
|
|
|
|
enjugándose con las yemas de los dedos lágrimas de risa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Antes. ¿De qué te pasmas? ¿Te acuerdas tú de tu mamá?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No... ¡Era yo tan _cativa_ cuando se murió la pobre!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y cómo te la figuras tú? Fea ó bonita?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Qué pregunta! Ya se sabe que bonita.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues... lo mismo me pasaba á mí contigo antes de verte. Ea: ¿están
|
|
|
|
|
hechas las paces? ¿Somos amigos?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí señor--respondió Manuela entornando los párpados.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿No estás disgustada por tener que acompañarme?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No señor...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí señor, no señor... ¡Ay, ay, ay! Qué sonsonete! Mira que si me
|
|
|
|
|
enfado... te hago reir otra vez. Ya que no quieres tutearme... al menos,
|
|
|
|
|
no me digas _señor_: díme _Gabriel_, que es mi nombre.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Tío Gabriel?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bueno, _tío Gabriel_, si así te parece que te podrás ir acostumbrando
|
|
|
|
|
á llamarme _Gabriel_ á secas. Y ahora, que ya estamos con más confianza
|
|
|
|
|
(Gabriel apoyó el codo sano en el suelo y se reclinó cómodamente),
|
|
|
|
|
vamos, díme por qué estabas de mal humor conmigo esta mañana.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Porque...--Manuela iba sin duda á soltar un secreto formidable; pero
|
|
|
|
|
de pronto sus labios se cerraron, sus ojos vagaron por el suelo, y
|
|
|
|
|
murmuró enérgicamente.--Por nada.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Por nada?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Por... porque hablando francamente, era mejor que papá lo acompañase;
|
|
|
|
|
yo no soy quien para entretenerlo ni darle conversación. Bonita
|
|
|
|
|
diversión la que saca de estar conmigo. ¿De qué le he de hablar? Por eso
|
|
|
|
|
me dió rabia que papá discurriese mandarme á papar moscas con usted.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Montañesita, eso que vas diciendo sí que es una chiquillada. No sólo
|
|
|
|
|
me distrae tu compañía, sino que la he solicitado. ¿De dónde sacas tú
|
|
|
|
|
que no tenemos de qué hablar? ¡Miren la muñeca! Vaya si tenemos: y
|
|
|
|
|
tanto, que no se nos acabará en muchísimo tiempo la conversación.
|
|
|
|
|
Podremos estar charlando una semana, y otra, y otra, y tener siempre
|
|
|
|
|
cosas nuevas de qué tratar.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Enarcó Manuela las cejas, entreabrió los labios, redondeó los ojos, y se
|
|
|
|
|
quedó como asombrada mirando al artillero.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿No lo crees?--dijo éste, que iba cortando con mucho primor, de una
|
|
|
|
|
uñada, tallos de gramíneas, y reuniéndolos, sin duda con ánimo de formar
|
|
|
|
|
un ramillete.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No señor... tío Gabriel. Porque... yo soy una infeliz que me he criado
|
|
|
|
|
aquí, entre los tojos, como quien dice, y usted anduvo mucho mundo y
|
|
|
|
|
corrió muchos pueblos y sabe todo... Conmigo se tiene que aburrir, ¿eh?
|
|
|
|
|
aunque por darme jarabe diga eso. Otra le queda.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Ay, chiquilla! Te engañas de medio á medio. Pues si justamente te
|
|
|
|
|
necesito; si me haces muchísima falta para explicarme, y enterarme, y
|
|
|
|
|
ponerme al corriente de un sinnúmero de cosas importantísimas, en que
|
|
|
|
|
eres tú maestra y yo no sé ni el a, b, c...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Vaya, vaya, vaya--canturreó la niña con su marcado acento del país.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No hay vaya, vaya, que valga--murmuró Gabriel remedándola tan
|
|
|
|
|
jovialmente, que no había modo de enojarse por la parodia.--Sí señora.
|
|
|
|
|
Se lo digo á usted formalmente, con toda la formalidad que cabe en un
|
|
|
|
|
comandante de artillería. Mira, hijita, por lo visto tú eres como Santo
|
|
|
|
|
Tomás: ver y creer. Así es que te diré cuáles son esas cosas en que eres
|
|
|
|
|
una sabia y yo un borrico. Son... las cosas de por aquí, del campo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Del campo?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Cabales... Atiéndeme... Yo me he criado en un pueblo, he estudiado en
|
|
|
|
|
otro, he vivido en varios, y no he estado en lo que se llama _campo_,
|
|
|
|
|
sino en el _campamento_, que es muy diferente... Allí mira uno la tierra
|
|
|
|
|
desde el punto de vista de cómo podrá, abierta en trincheras, servir
|
|
|
|
|
para resguardarse del enemigo... y las montañas que yo he visto y
|
|
|
|
|
recorrido, ¿sabes lo que buscaba en ellas? Un punto estratégico en que
|
|
|
|
|
situar una batería... para santiguar desde allí á cañonazos á los
|
|
|
|
|
carlistas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Inclinóse la montañesa hacia su tío, revelando en sus ojos brillantes,
|
|
|
|
|
en su respiración agitada, el interés con que infaliblemente escucha la
|
|
|
|
|
mujer toda historia en que juega el valor masculino.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Estuvo en muchas batallas?--preguntó mostrando gran curiosidad.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--En unas pocas... pero no batallas campales y en grande, hija mía, como
|
|
|
|
|
esas que tú habrás visto pintadas ó te habrás representado en la
|
|
|
|
|
imaginación; fueron encuentros parciales, tomas de fortines, asaltos de
|
|
|
|
|
trincheras, escaramuzas, tiroteos de avanzadas...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y muere gente en eso como en lo otro?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Ah! Morir, sí, lo mismo; en proporción, quizá sea más peligroso...
|
|
|
|
|
Allí ve uno muy de cerca el brillo de las bayonetas y los machetes, y la
|
|
|
|
|
boca de los rewólvers.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y á usted... lo hirieron? ¿Le hicieron daño?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí, á veces... Rasguños.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿En dónde? ¿Aquí?--exclamó la chiquilla alargando su dedito moreno
|
|
|
|
|
hasta rozar con él la mejilla de su tío, el cual se estremeció
|
|
|
|
|
dulcemente, como si le hiciese cosquillas una de las delicadas gramíneas
|
|
|
|
|
que cortaba.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No...--dijo sin ocultar el estremecimiento...--Esto fué la explosión
|
|
|
|
|
de un poco de pólvora que se me quedó embutida debajo de la piel...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Ay! me ha de contar cómo fué. No..., pero antes las batallas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel se incorporó quedándose sentado en la hierba, con las piernas
|
|
|
|
|
estiradas y el haz de gramíneas en la mano. Habíalas verdaderamente
|
|
|
|
|
airosas y elegantes, montadas en tallos como hilos; sus menudas
|
|
|
|
|
simientes pajizas temblaban, bailaban, oscilaban, se encrespaban y
|
|
|
|
|
bullían como burbujas de aire moreno, como gotas de agua enlodada;
|
|
|
|
|
algunas semejaban bichitos, chinches; otras, como la _agrostis_, tenían
|
|
|
|
|
la vaporosa tenuidad de esas vegetaciones que la fina punta del pincel
|
|
|
|
|
de los acuarelistas toca con trazos casi aéreos, allá al extremo de los
|
|
|
|
|
países de abanico: una bruma vegetal, un racimo de menudísimas gotas de
|
|
|
|
|
rocío cuajadas. Con aquel fino puñado de hierba, Gabriel acarició la
|
|
|
|
|
cabeza trigueña de su sobrina, diciendo con una explosión de alegría
|
|
|
|
|
casi infantil:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Ah, pícara... pícara! Ves cómo tenemos de qué hablar... y nos sobra.
|
|
|
|
|
¿Lo ves, lo ves? Yo te cuento guerras ó catástrofes como esta de la
|
|
|
|
|
pólvora que se me metió entre cuero y carne, y muchas cosas más que me
|
|
|
|
|
han pasado; y tú...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Bah! No haga burla, no haga burla... Ya se sabe que yo no puedo
|
|
|
|
|
contar nada que valga dos nueces.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Que sí, mujer... Más que yo; doscientas veces más. Tú eres una doctora
|
|
|
|
|
y yo un ignorantón.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Con tanto como estudió?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--En los colegios, hija mía, nos enseñan cosas muy raras y
|
|
|
|
|
estrafalarias, que andan en libros... y mira tú, lo bueno es que allí se
|
|
|
|
|
quedan, porque luego, en la vida, no se las vuelve uno á encontrar ni
|
|
|
|
|
por casualidad una sola vez. Pues sí... ¡tú vas á reirte de mí cuando
|
|
|
|
|
veas lo tonto que soy! No diferencio el trigo del centeno...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La montañesa soltó una carcajada fresquísima.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No he visto nunca moler un molino... El único en que estuve lo tomamos
|
|
|
|
|
á cañonazos: era un molino en que se habían hecho fuertes las gentes del
|
|
|
|
|
cabecilla Radica... Ya te figurarás que no molía entonces...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Redobló la carcajada de Manuela.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Tampoco he visto segar... Ayer me enteré de que hacéis unas cosas que
|
|
|
|
|
se llaman _medas_, que son como una pirámide de haces de mies... y eso
|
|
|
|
|
porque te ví encaramada encima como un loro en su percha...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Ya no era risa; era convulsión lo que agitaba á Manuela, obligándola á
|
|
|
|
|
echarse atrás, á recostarse en el tronco del castaño para no caer... Con
|
|
|
|
|
una mano, á la usanza aldeana, se comprimía la ingle, y con otra se
|
|
|
|
|
tapaba la boca y la nariz, pero entre sus dedos rezumaban y salpicaban
|
|
|
|
|
chorros de risa que, por decirlo así, caían sobre el rostro del
|
|
|
|
|
artillero.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ay... ay... que me muero... que no puedo más...--decía la
|
|
|
|
|
chiquilla.--Ay... por Dios... no diga tontadas así...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Sonreíase él, contento del efecto producido, y haciendo girar entre
|
|
|
|
|
pulgar é índice el fino tallo de una gramínea, que por el volteo
|
|
|
|
|
apresurado parecía una rueda de dorada niebla. Paróse, al ver un insecto
|
|
|
|
|
semejante á una media bola de coral pulido, con pintas de esmalte
|
|
|
|
|
negro, que le había caído sobre el dorso de la mano y allí permanecía
|
|
|
|
|
inmóvil.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ahí tienes--murmuró dirigiéndose á su sobrina, que pasado el espasmo
|
|
|
|
|
se había quedado como aturdida, con dos lágrimas que le asomaban al
|
|
|
|
|
canto de los lagrimales--mira si es verdad lo que tanto te hace reir,
|
|
|
|
|
que ahora me veo en el apuro de ignorar qué fiera es esta que se me ha
|
|
|
|
|
domiciliado en la mano.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Esa?--balbució la niña como saliendo de un letargo--es una _mariquita
|
|
|
|
|
de Dios_.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y por qué se está tan quieto este bicho divino?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Quiere que vuele? Yo la haré volar enseguida.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Pinchándola? No. Mira que yo, aquí donde me ves con estas barbas, no
|
|
|
|
|
puedo sufrir que se lastime á ningún animal.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Piensa que yo soy un verdugo? Verá cómo vuela solo con hablarle.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Y la niña, acercándose tanto á la mano de su tío que éste sintió el
|
|
|
|
|
húmedo calor y la frescura de su sano aliento, murmuró misteriosamente:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--_Mariquiña, voa, voa, que ch’ei de dar pan é ceboa._
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
A las primeras sílabas del conjuro el insecto se bullió; á las segundas
|
|
|
|
|
removió sus patas, que parecían hechas de cabitos cortos de seda negra;
|
|
|
|
|
á las terceras entreabrió las alas de coral, descubriendo debajo otras
|
|
|
|
|
de gasa, de sombría irisación, que tenía replegadas como las alas
|
|
|
|
|
membranosas del murciélago; y antes de que la fórmula cabalística
|
|
|
|
|
terminase, alzó el vuelo rápidamente y se perdió en el aire.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No he visto en los días de la vida animal más bien mandado--observó
|
|
|
|
|
Gabriel un tanto sorprendido.--¿Obedecen así los demás bicharracos?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Los demás? Buena gana! Si fuese una avispa y le clavase el aguijón...
|
|
|
|
|
ya vería si obedecen ó no.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿De modo que los bichos más dañinos son las avispas?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Uy! otros son peores. Hay los de cuatro patas... Raposos y lobos;
|
|
|
|
|
allá en lo más alto de la sierra, jabalíes; la marta, que se come las
|
|
|
|
|
gallinas; el _miñato_, que mata las palomas... Pero á mí esos animales
|
|
|
|
|
fieros no me dan cuidado ninguno; me gustaría ir con los cazadores
|
|
|
|
|
cuando dan la batida á los lobos, que debe ser precioso; pero á lo que
|
|
|
|
|
tengo miedo es á... los perros rabiosos, en este tiempo del año. Dice
|
|
|
|
|
que cuando muerden, para que uno no se muera, hay que quemarle con un
|
|
|
|
|
hierro ardiendo el sitio donde dejan la baba... ¡ih, ih, ihhh! (Manolita
|
|
|
|
|
se estremeció, subiendo los hombros como si tuviese frío).
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Qué nerviosa es!--pensó para sí Gabriel, el cual, en medio de la
|
|
|
|
|
embriaguez que le producía el ver á la niña tan domesticada ya y
|
|
|
|
|
entretenida en tan familiar y afectuosa plática, no dejaba de
|
|
|
|
|
estudiarla, recordando que tenía que hacer con ella oficio de padre, de
|
|
|
|
|
maestro, y aun quizás de médico; tierno protectorado, acaso lo más
|
|
|
|
|
dulce y atractivo de la obra de caridad que su corazón emprendía.--Al
|
|
|
|
|
mismo tiempo--calculó mirando la coloración trigueña, encendida y melada
|
|
|
|
|
del rostro de su sobrina--hay sangre, generosa, rica y roja... Me gusta
|
|
|
|
|
que tenga nervios: por el camino de los nervios se puede conseguir tanto
|
|
|
|
|
de la mujer!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Aún charlaron algo más antes de volver á los Pazos á la hora de la
|
|
|
|
|
comida. Al atravesar el bosque, pudo ver el comandante que los nervios
|
|
|
|
|
de su sobrina se estaban quietos en ocasiones que alborotarían los de
|
|
|
|
|
una señorita cortesana. Allá, en lo más oscuro y enmarañado del bosque,
|
|
|
|
|
notó Gabriel un roce entre las hojas, algo parecido al cimbrear de una
|
|
|
|
|
vara verde; y al punto mismo vió pasar á dos dedos de sí, con el
|
|
|
|
|
espinazo arqueado y enhiesto, arrastrado el pecho, la plana cabeza
|
|
|
|
|
erguida, una gruesa culebra, distinguiendo la blancura azulada de su
|
|
|
|
|
vientre. Sería como la muñeca de un niño, y mediría de largo vara y
|
|
|
|
|
media. Gabriel se quedó fascinado, sintiendo el frío que causa la
|
|
|
|
|
presencia de los reptiles. Manolita en cambio se bajó, y escudriñando
|
|
|
|
|
entre las hojas caídas y la maleza, blandió triunfalmente un objeto
|
|
|
|
|
amarillento, larguirucho, diáfano, que parecía hecho de papel de seda
|
|
|
|
|
untado con aceite, por encima imbricado de escamas, por debajo plegado
|
|
|
|
|
en pliegues horizontales; un andrajo orgánico, que aún parecía conservar
|
|
|
|
|
la flexible curvatura del tronco que momentos antes revestía.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--La camisa de la culebra!--gritaba entusiasmada Manola.--¡La ha soltado
|
|
|
|
|
ahí la bribonaza! ¡Vestido nuevo, que estamos en tiempo de feria! Ah
|
|
|
|
|
maldita! Si yo tuviese una piedra con que _esmagarte_ los sesos!...
|
|
|
|
|
Mire, mire, mire--exclamó metiéndosela á Gabriel casi por los
|
|
|
|
|
ojos:--mire la hechura de cabeza, mire la boca, mire los ojos... como se
|
|
|
|
|
conocen los ojos!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--La llevas?--preguntó Gabriel viendo que se la enrollaba á la muñeca.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Toma! Para enseñársela á Perucho.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XVII
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Después de comer, transcurrida la hora sagrada de la siesta, Gabriel
|
|
|
|
|
sintió otra vez llamar á su puerta, no con los nudillos y desdeñosamente
|
|
|
|
|
como por la mañana, sino con el batir imperioso de una manecita que
|
|
|
|
|
manifiesta cierta cordialidad y deseo de ver pronto á la persona que
|
|
|
|
|
busca. Saltó el comandante del canapé en que se había recostado, más á
|
|
|
|
|
leer que á dormir. Como todo hombre de hábitos intelectuales, Gabriel,
|
|
|
|
|
al llegar á los Pazos, había buscado algún alimento del alma, alguna
|
|
|
|
|
lectura: el obsequioso Gallo le había ofrecido sus periódicos (el señor
|
|
|
|
|
los leía también al día siguiente); pero Gabriel, recordando haber visto
|
|
|
|
|
por la mañana en el archivo un armario-estantería donde encima de las
|
|
|
|
|
oscuras encuadernaciones de antiguos libros relucía algún filete de oro,
|
|
|
|
|
se fué allá terminada la comida. Al abrir las hojas forradas, en vez de
|
|
|
|
|
vidrios, de rejilla de alambre, salió una tufarada de moho, de polvo, de
|
|
|
|
|
humedad; cenicientas polillas huyeron despavoridas de su refugio
|
|
|
|
|
predilecto. No se arredró: fué sacando volúmenes. Cada libro que abría
|
|
|
|
|
era un depósito de larvas, una red de túneles abiertos por el diente del
|
|
|
|
|
insecto bibliófilo: y el cadáver del siglo XVIII se alzaba de su
|
|
|
|
|
sepulcro, todo comido de gusanos: allí estaban, calados y alicatados por
|
|
|
|
|
la polilla con mil pintorescos dibujos, _La Enriqueida_, _El Contrato
|
|
|
|
|
Social_, la _Moral universal_, las _Confesiones_, la _Nueva Heloísa_: y
|
|
|
|
|
también las novelas del género sentimental interminable: _Clara
|
|
|
|
|
Harlowe_, _Pamela Andrews_, á las cuales las ratas, por no ser menos
|
|
|
|
|
que los bichos, habían roído los cantos y puesto como una sierra el
|
|
|
|
|
borde de las hojas. Lo único que encontró Gabriel en mediano estado
|
|
|
|
|
fueron las obras de Feijóo y Sarmiento, unos tomos del _Viajero
|
|
|
|
|
universal_ y un ejemplar de los _Nombres de Cristo_, así como la
|
|
|
|
|
traducción del _Cantar de los cantares_, también del Maestro León.
|
|
|
|
|
Llevóse para su cuarto lo más aceptable, y recordando sus aficiones
|
|
|
|
|
filosóficas, se hundió en las luminosas simas platónicas de los
|
|
|
|
|
_Nombres_. Pero entre su vista y la hoja de grueso papel en que el
|
|
|
|
|
tiempo había derramado un baño de ámbar, se interponían dos ojos serenos
|
|
|
|
|
y ariscos, ojos de novilla virgen, que miraban con despego primero y con
|
|
|
|
|
pensativa curiosidad después. ¡Qué aprisa soltó el libro al oir llamar!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Está cansado? Si no, es hora de ir saliendo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Adónde?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Por ahí. ¿No dijo que quería...?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí, chiquilla; contigo, al fin del mundo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Ella se encogió de hombros, respuesta que tenía preparada para cuanto
|
|
|
|
|
le sonaba á galante broma: pero ya sin el enfado rabiosillo de por la
|
|
|
|
|
mañana.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al salir á campo abierto, sobrecogió á Gabriel el ardor sofocante del
|
|
|
|
|
día. El aire era fuego, fuego fluido que envolvía el cuerpo, penetraba
|
|
|
|
|
en el cerebro, derretía los sesos y causaba la sensación de hallarse
|
|
|
|
|
metido en una zanja, rodeado de hogueras. La naturaleza, abrumada por
|
|
|
|
|
aquella temperatura canicular, yacía inmóvil: no corría brisa alguna.
|
|
|
|
|
Manuela sin embargo andaba ligera, en términos que á su tío siempre le
|
|
|
|
|
costaba trabajo seguirla. Tomaron un sendero oculto días antes por el
|
|
|
|
|
movible mar de oro del trigo: pero ya la vega había ido despojándose del
|
|
|
|
|
manto de seda amarilla, y la vista no se recreaba al contemplar, desde
|
|
|
|
|
los oteros, las anchas alfombras, tan alegres, que parecían un pedazo de
|
|
|
|
|
luz solar: ahora se veía la desnudez de la tierra, la negrura de los
|
|
|
|
|
surcos, invadidos por el estéril helecho, y sobre los cuales yacían los
|
|
|
|
|
haces en desorden como muertos después de la batalla; entre las
|
|
|
|
|
cortadas espigas doblaban la cabeza moribundas las amapolas de tafetán
|
|
|
|
|
con corazón de terciopelo negro, las nevadas mejoranas, los cardos, las
|
|
|
|
|
alfalfas y tréboles, toda la flora que se cobija á la sombra de la mies
|
|
|
|
|
y vive por ella sola. Aún queda otra cosecha, en verano, otra planta
|
|
|
|
|
tierna y verde que esparce su polen fecundante por el aire encendido: es
|
|
|
|
|
el maíz, el maíz susurrón y melancólico, nunca saciado de agua; la
|
|
|
|
|
cosecha del otoño gallego. Manuela fijó los ojos en la _cortiña_ segada.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Después de que siegan ya parece que se escapa el verano--pronunció con
|
|
|
|
|
cierta pesadumbre, pensando en alto, pues el verano era para ella la
|
|
|
|
|
época suspirada, la época en que su compañero, su amigo de toda la vida,
|
|
|
|
|
regresaba de Orense, y corrían y se solazaban juntos. Gabriel no
|
|
|
|
|
comprendió el pesar de la montañesa: creyó que pensaba en el trigo no
|
|
|
|
|
más, y miró á su vez los surcos. Empezaba á considerar con simpatía,
|
|
|
|
|
aunque por reflejo, aquella cosa vasta y vaga, _el campo_, mas no se le
|
|
|
|
|
ocultaba que la veía al través de Manuela, con ese interés que inspiran
|
|
|
|
|
las cosas que son el ambiente y el marco de la persona querida.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Se puede saber á dónde me lleva su alteza la infanta?--preguntó
|
|
|
|
|
cuando cruzaron el barbecho y fueron bajando á una pequeña hondonada en
|
|
|
|
|
que crecían hasta una docena de olmos muy bajos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Vamos á la represa del molino... le enseñaré cómo muele... porque si
|
|
|
|
|
subiese por la montaña, se moriría con el calor que hace...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No, mujer... ¿por quién me tomas? tú crees que yo soy una damita...
|
|
|
|
|
Verás cómo no me canso, por muy largo que paseemos y por mucho que sea
|
|
|
|
|
el calor.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Lo cierto es que el artillero pensaba ahogarse. Desde los tiempos en que
|
|
|
|
|
andaba á la greña con los carlistas, no había pasado sofocón por el
|
|
|
|
|
estilo, y el andar rápido de la muchacha le ponía á prueba. Pero antes
|
|
|
|
|
mártir que confesor. No quería darse por vencido ante un poco de sol,
|
|
|
|
|
y, como todos los enamorados, quería alardear de vigor y salud.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Vaya, vaya--dijo con graciosa roncería su sobrina--que si yo lo
|
|
|
|
|
llevase allí (y señaló una cumbre no muy distante, que herida por el sol
|
|
|
|
|
brillaba con resplandores micáceos), ya veríamos si podía volver por su
|
|
|
|
|
pie.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Niña... ¿pero tú te imaginas que nunca he escalado montes? ¡Caramba,
|
|
|
|
|
hija! Y con la batería, que es un poco más peliagudo. ¿Cómo se llama esa
|
|
|
|
|
altura?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pico-Medelo. Otro día iremos allá, ya que se hace de tan valiente, á
|
|
|
|
|
ver quien saca la lengua primero; pero hay que salir por la fresquita de
|
|
|
|
|
la mañana y entonces se ve desde allí una vista tan preciosa, que no sé:
|
|
|
|
|
dicen que hasta se ve algo de Portugal. Es preciso que sea un día que
|
|
|
|
|
sople vendabal, porque con él se ve más lejos que con el _nordés_. Y
|
|
|
|
|
allí hay unas piedras viejísimas que dice que fueron de un castillo del
|
|
|
|
|
tiempo...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La montañesa reflexionó, llamando en su ayuda todo su caudal de
|
|
|
|
|
erudición.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Del tiempo de los moros--exclamó al fin muy formal.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Viendo en el rostro de Gabriel una media sonrisa cariñosísima, añadió:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Bah! Me hace burla. Pues no le vuelvo á contar nada. ¡Cuidado ahí!
|
|
|
|
|
Que se puede resbalar en las hierbas, y ¡pataplum!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Seguían orillando el diminuto barranco, en cuyo fondo iba cautivo un
|
|
|
|
|
riachuelo que después se tendía encharcándose, antes de llegar al
|
|
|
|
|
molino, invisible aún. La proximidad del agua y la sombra de los olmos,
|
|
|
|
|
en tal momento, hacían del barranco un oasis. Entapizaban la superficie
|
|
|
|
|
de la charca esas plantas acuáticas, esas menudísimas ovas que parecen
|
|
|
|
|
lentejuelas verdegay, y engañan la vista representando una continuación
|
|
|
|
|
del prado: Manuela avisó al artillero, cogiéndole del brazo, para que no
|
|
|
|
|
metiese la bota entera y verdadera en el río. Al borde de la charca se
|
|
|
|
|
arrastraban rojizas babosas y limazas negras de una cuarta de largo:
|
|
|
|
|
daba grima pisarlas por la resistencia elástica que oponía su cuerpo.
|
|
|
|
|
Espadañas, gladiolos y juncos elevaban sus lanzas airosas al borde del
|
|
|
|
|
agua. El terreno estaba empapado, y la suela de la bota de Gabriel, al
|
|
|
|
|
posarse en la hierba, dejaba un ligero charco, borrado al punto. Oíase,
|
|
|
|
|
misterioso y grave, el ruido del agua en la presa. Manuela se volvió de
|
|
|
|
|
pronto.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Sabe pescar?--dijo á su tío.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡En qué aprieto me pones! Jamás he cogido una caña, ni una red, ni...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Qué lástima! Si Perucho viniese, esta noche de seguro que cenábamos
|
|
|
|
|
una anguila tan gorda como mi brazo (y ceñía la manga de su traje para
|
|
|
|
|
que se viese bien el grosor de la anguila.) Las hay hermosas en la
|
|
|
|
|
presa. Entre el mismo barro las pescan con un pincho... Hay que
|
|
|
|
|
remangarse...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Vea usted--pensaba para sí el artillero.--¿De qué me sirven aquí
|
|
|
|
|
filosofías ni matemáticas? Me convendría mucho, para conquistar á esta
|
|
|
|
|
criatura, pescar anguilas. Yo aquí soy un sér inútil.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Rota la cortina de olmos, apareció el estanque de la presa, del cual
|
|
|
|
|
emergían los escobones de las poas y las flores rosas de la salvia: el
|
|
|
|
|
agua se precipitaba espumante, pero Manuela vió con sorpresa paradas las
|
|
|
|
|
paletas del molino.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Hoy no muele--dijo meneando la cabeza.--Ya me figuro por qué será;
|
|
|
|
|
pero venga, que preguntamos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Desandó lo andado, y volviendo á meterse por entre los olmos, torció á
|
|
|
|
|
la derecha por un maizal, y pararon ante una era mucho más chica que la
|
|
|
|
|
de los Pazos, cerrada por humilde tapia. Un perro de amarillento pelaje,
|
|
|
|
|
atado á una cuerda al pie del hórreo, saltó ladrando como una fiera y
|
|
|
|
|
arrojándose á morder; pero á la puerta de una casuca asomó una mujer
|
|
|
|
|
anciana, y amansó al fiel vigilante con un--¡Quieto, can!--que en sus
|
|
|
|
|
labios sonaba como regaño de persona cortés al criado que recibe mal una
|
|
|
|
|
visita.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Entren, entren, mi ama y la compañía--suplicaba obsequiosamente la
|
|
|
|
|
vieja, riéndose con desdentada boca. Gabriel miró á la mujer y la
|
|
|
|
|
encontró típica. Representaba unos sesenta años: el sol había curtido su
|
|
|
|
|
piel, que en los sitios donde sobresalen los huesos tenía el bruñido y
|
|
|
|
|
la lisura de la piel de los arneses cuando el uso la avellana. Sus ojos
|
|
|
|
|
grises, incoloros, hacían un guiño entre malicioso y humilde; su
|
|
|
|
|
pescuezo colgaba en pellejos negruzcos, confundiéndose su color y la
|
|
|
|
|
sombra del arranque del pelo, única parte que descubría el pañuelo atado
|
|
|
|
|
á la usanza campesina, con una punta colgando sobre la espalda y dos
|
|
|
|
|
cruzadas encima de la frente, á modo de orejas de liebre. Llevaba
|
|
|
|
|
pendientes de prehistórica forma, parecidos á los que tal vez se
|
|
|
|
|
encuentran en alguna sepultura; y el cruce de otro pañuelo sobre su
|
|
|
|
|
pecho dejaba adivinar senos flojos de hembra cansada de criar numerosa
|
|
|
|
|
prole. Remangadas las mangas de la camisa, se ostentaba su brazo--un
|
|
|
|
|
poema de laboriosidad, un brazo en que las finas venas azules, que al
|
|
|
|
|
escotarse las damas atraen la vista como el jaspeado de un rico mármol,
|
|
|
|
|
eran gruesos troncos negruzcos, cuyas raíces se destacaban en relieve
|
|
|
|
|
sobre la carne terrosa, parecida á barro groseramente cocido.--El
|
|
|
|
|
semblante de la vieja respiraba satisfacción y amabilidad, y guiaba á
|
|
|
|
|
los visitadores hacia su casa como si les fuese á hacer los honores de
|
|
|
|
|
un palacio.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
A la puerta estaba un rapazuelo como de dos años, de esos que se ven
|
|
|
|
|
jugar ante todas las casucas de labrador gallego: cabeza grande, pelo
|
|
|
|
|
casi blanco de puro rubio, muy lacio y que cae hasta la nariz,
|
|
|
|
|
barriguilla hidrópica, fruto de la alimentación vegetal, sayo que
|
|
|
|
|
respinga por delante, pies zambos, magníficos ojos negros que se clavan
|
|
|
|
|
fascinados de terror en el que llega, el índice metido en la boca, y
|
|
|
|
|
suspensa la respiración. El rapaz lucía un sombrero de paja con cinta
|
|
|
|
|
negra, en el estado más lastimoso. La abuela, al entrar precediendo á
|
|
|
|
|
Manolita y Gabriel, le dió un pequeño lapo para que se apartase, y en
|
|
|
|
|
dialecto explicó, repitiendo cada cosa cien veces y con las mismas
|
|
|
|
|
palabras, que los chiquillos eran unos demonios, que á éste y á su
|
|
|
|
|
hermana los había tenido que encerrar en el sobrado para poder cocer con
|
|
|
|
|
sosiego, que hacía más de dos horas que pedían _bola_, aun antes de
|
|
|
|
|
estar amasada la harina y caliente el horno, y que si no le bastaba
|
|
|
|
|
haber cuidado tantos hijos, ahora le caían encima los nietos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Son los chiquillos del molinero--dijo Manolita alzando al muñeco
|
|
|
|
|
panzudo y besándolo en la faz, sin asco del amasijo de tierra y algo
|
|
|
|
|
peor que le cubría nariz y boca.--¿Y... por qué no está hoy su hijo en
|
|
|
|
|
el molino, señora Andrea?--preguntó á la vieja.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Ay mi ama... palomiña querida!--exclamó lastimosamente ésta,
|
|
|
|
|
levantando al cielo las manos, como para tomarlo por testigo de alguna
|
|
|
|
|
gran iniquidad.--¿Y no sabe que estos días, con el cuento de la siega...
|
|
|
|
|
de la maja... no sabe cómo andan, paloma?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al entrar en la casa, lo primero que vió Gabriel fueron las cabezas de
|
|
|
|
|
dos hermosos bueyes de labor, que asomaban casi á flor de suelo,
|
|
|
|
|
saliendo de un establo excavado más hondo. A un lado y otro, haces de
|
|
|
|
|
hierba. A izquierda, la subida al sobrado, donde estaban las mejores
|
|
|
|
|
habitaciones de la casa: una escalera endiablada y pina, por donde
|
|
|
|
|
treparon todos, y tras ellos, á gatas, el chicuelo. Arriba encontraron á
|
|
|
|
|
su hermanilla, morena de cuatro años, hosca, ojinegra, redondita de
|
|
|
|
|
facciones; cuando le alabaron su hermosura tío y sobrina, respondióles
|
|
|
|
|
la vieja con afable sonrisa:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--De hoy en un año andará por ahí con la cuerda de la vaca...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel sintió un estremecimiento humanitario. ¡Con la vaca, aquella
|
|
|
|
|
criaturita poco más alta que un abanico cerrado, aquel sér lindo y
|
|
|
|
|
frágil, aquellas mejillas que pedían besos; una cuerda gruesa, áspera,
|
|
|
|
|
enrollada á aquella muñequita débil! En dos minutos la incorregible
|
|
|
|
|
fantasía le sugirió mil disparates, entre ellos adoptar á la niña; todo
|
|
|
|
|
paró en echar mano al bolsillo para darle una moneda de plata; pero se
|
|
|
|
|
había dejado en los Pazos el portamonedas, y sólo encontró el pañuelo.
|
|
|
|
|
Este era de los más elegantes para viaje y campo, de finísimo fular
|
|
|
|
|
blanco, y las iniciales bordadas con seda negra. Se lo ató al cuello á
|
|
|
|
|
la chiquilla, que bajaba los ojos asombrada y dudosa entre reir ó
|
|
|
|
|
llorar.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Cómo se dice? Se dice gracias, Dios se lo pague--gritó la abuela con
|
|
|
|
|
mucha severidad; por lo cual la niña, volviendo la cabeza, optó por
|
|
|
|
|
hacer un puchero de llanto. Vieron el sobrado en dos minutos: había el
|
|
|
|
|
_leito_ ó cajón matrimonial, y la cama de la vieja, un brazado de paja
|
|
|
|
|
fresca sobre una tarima desde que se le había muerto su _difuntiño_, no
|
|
|
|
|
podía dormir sino allí, porque tenía miedo en el antiguo _leito_. Los
|
|
|
|
|
chiquillos dormirían... sabe Dios dónde: abajo, al calor del establo de
|
|
|
|
|
los bueyes, ó tal vez en el horno. Dos ó tres gatos cachorros
|
|
|
|
|
correteaban por allí, magros, mohínos, atacados de esa neurosis que en
|
|
|
|
|
el país les curan radicalmente cercenándoles de un hachazo la punta del
|
|
|
|
|
rabo. Otro gatazo lucio y hermosísimo salió á recibir á la gente que
|
|
|
|
|
bajaba del sobrado: era de los que llaman _malteses_, fondo blanco,
|
|
|
|
|
manchas anaranjadas y negras distribuídas con la graciosa disimetría que
|
|
|
|
|
embellece la piel del tigre. Manuela se inquietó al ver al pequeñuelo
|
|
|
|
|
rubio descender solito por la escalera sin balaústre: la abuela se
|
|
|
|
|
encogió de hombros: ¡bah! á los chiquillos los guarda el diablo: ¿pues
|
|
|
|
|
no se había quedado un día colgado del primer escalón, sosteniéndose con
|
|
|
|
|
las uñas y berreando hasta que lo fueron á coger? Esa clase de hierba
|
|
|
|
|
nunca muere... Que pasasen, que verían su bolla... Entraron en la
|
|
|
|
|
cocina, que cogía á la derecha tanto trecho como los establos y el
|
|
|
|
|
sobrado: recibía luz por la puerta de la división de tablas, que
|
|
|
|
|
comunicaba con el corredor, y una poca más se colaba libremente por el
|
|
|
|
|
techado á tejavana; es verdad que también la iluminaban los hilos de
|
|
|
|
|
brasa de unos _tallos_ ó troncos menudos que ardían en el hogar.
|
|
|
|
|
Encendió la vieja un fósforo, y enseñó orgullosamente un magnífico pan,
|
|
|
|
|
una soberbia torta de _brona_, color de castaña madura, bien redonda,
|
|
|
|
|
bien cocida, bien combada hacia el medio, bien cruzada de rayas formando
|
|
|
|
|
un enrejado romboidal. Alumbró después con su fósforo las profundidades
|
|
|
|
|
del horno, cuya boca guarnecían ascuas inflamadas, y allá en el fondo se
|
|
|
|
|
vieron tres ó cuatro torterones enormes, que acababan de cocerse. En el
|
|
|
|
|
hogar resonaba un coro de grillos, muy bien afinado; un concierto
|
|
|
|
|
misterioso, que sin lastimar el oído, vencía la tristeza del silencio.
|
|
|
|
|
La vieja partió la torta, y alargó un pedazo á Gabriel y otro á
|
|
|
|
|
Manolita, rogándoles que _no la despreciasen_, que probasen _su
|
|
|
|
|
pobreza_. Hincaron el diente en el pan, de bonísima gana: al partirse el
|
|
|
|
|
cortezón, descubría una masa amarilla, caliente y sabrosa, que Manuela
|
|
|
|
|
alabó mucho.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pero, señora Andrea, ¿qué le echa á la brona? Por fuerza esta mujer es
|
|
|
|
|
_meiga_, y tiene algún secreto... Si parece bizcocho de Vilamorta.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Ay mi ama, paloma! Ni siquiera _mistura_ llevó, que se nos acabó el
|
|
|
|
|
centeno y está el nuevo por majar aún... Cuando lo haya, entonces me ha
|
|
|
|
|
de venir á probar mi _bola_...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues está mucho mejor hecha que la de casa; vaya si está... ¿Le gusta,
|
|
|
|
|
tío Gabriel?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Riquísima..... La mejor prueba es que he despachado la mía ya..... ¿Me
|
|
|
|
|
das de la tuya?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Tome, tome, señor--murmuró la paisana ofreciendo otro trozo: pero al
|
|
|
|
|
ver, á la luz del fósforo, el rostro de Gabriel vuelto hacia su sobrina
|
|
|
|
|
implorando el pedazo que la niña mordía aún, con la rápida intuición y
|
|
|
|
|
la astuta sagacidad de las gentes del campo, bajó lentamente el brazo y
|
|
|
|
|
no insistió en el ofrecimiento. Cuando salieron, llamó la atención de
|
|
|
|
|
Gabriel, enseñándole las puertas de su casa, todas carcomidas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Señor--dijo en tono quejumbroso--¿y no le ha de decir al señor marqués
|
|
|
|
|
ó al señor Angel que nos ponga unas puertas nuevas? Estamos sin defensa,
|
|
|
|
|
señor, sin defensa para el invierno... ¿Si entra gente mala y nos roban
|
|
|
|
|
nuestra pobreza toda, señor?... Mi ama ¿no lo ha de decir en casa, por
|
|
|
|
|
el alma de quien la parió, paloma?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Calle, calle--respondía Manuela;--que si les hiciesen caso, estaría
|
|
|
|
|
siempre el carpintero amañándoles algo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pero mire, santa, mire...--Y la vieja arrancaba con los dedos astillas
|
|
|
|
|
del podrido maderamen para demostrar la justicia de su pretensión. Los
|
|
|
|
|
chiquillos, domesticados ya, venían á enredarse entre las piernas:
|
|
|
|
|
Gabriel hubiera dado dos duros por tener allí uno, en pesetas, y
|
|
|
|
|
repartirlas á aquella tropa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Os he de traer una cosa...--les dijo besándolos con tanta resolución
|
|
|
|
|
como su sobrina. El rapaz continuaba con su _pucho_ encasquetado; la
|
|
|
|
|
abuela se lo derribó, advirtiéndole con la misma severidad de antes:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿No se dice _besustélamano_? ¿Ó cómo se dice?--Y arrancando la
|
|
|
|
|
cobertera de la cabeza de su nieto, la mostró á Gabriel metiendo los
|
|
|
|
|
cinco dedos por otros tantos agujeros fenomenales: podían creerle que
|
|
|
|
|
era un sombrero nuevecito, comprado en la última feria de Cebre; pero
|
|
|
|
|
al enemigo del rapaz, ¿qué se le había ocurrido hacer? pues con la hoz
|
|
|
|
|
de segar la yerba, lo había segado, perdonando ustedes... y así estaba
|
|
|
|
|
ahora, que parecía un Antruejo (_Antroido_). Con esto, la buena de la
|
|
|
|
|
vieja acompañó á las visitas hasta el límite de su era, á fin de
|
|
|
|
|
librarlos del colmilludo mastín, y los despidió con un ¡vayan muy
|
|
|
|
|
dichosos! que ahogaron los ladridos del vigilante.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Vaya, ¿se divirtió?--preguntó Manuela muy risueña al salir.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No sabes cuánto, hija. No doy lo que acabo de ver por las más pintadas
|
|
|
|
|
distracciones que puede ofrecer un pueblo. Chiquilla, no sólo me
|
|
|
|
|
divierte, sino que me interesa... pero no sabes cómo. ¿No te parece á ti
|
|
|
|
|
que daría gusto ir entrando así en todas las casas de estas pobres
|
|
|
|
|
gentes, una por una, y enterarse de lo que necesitan, de lo que quieren,
|
|
|
|
|
de lo que piensan...?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Ay! son tantas cosas las que necesitan... Á mí y á Perucho nos
|
|
|
|
|
rompen siempre los oídos pidiendo... Que una _chaminé_ porque los mata
|
|
|
|
|
el humo; que rebaja del arriendo porque la cosecha fué mala; que perdón
|
|
|
|
|
de la renta de castañas porque no se cogieron... El diablo y su madre.
|
|
|
|
|
Si uno pudiera... Pero mi padre y Angel no hacen caso maldito... Son muy
|
|
|
|
|
pedigüeños; lo que es eso es la pura verdad. Yo... dar... les doy lo que
|
|
|
|
|
tengo: toda mi ropa vieja... pero es poquita.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel Pardo, olvidando ideas humanitarias y fantasías sociológicas,
|
|
|
|
|
sintió al oir estas frases, que dijo Manolita con acento alegre é
|
|
|
|
|
indiferente, tiernísima compasión por su sobrina; y la miró de tal
|
|
|
|
|
manera, que la montañesa volvió el rostro y cogió una rama del espliego
|
|
|
|
|
que formaba el seto del huerto de la señora Andrea. Gabriel se alegró de
|
|
|
|
|
la turbación de la niña. Le parecía imposible haberla amansado tanto en
|
|
|
|
|
tan corto tiempo: indiferente del todo hacía pocas horas en la era,
|
|
|
|
|
áspera por la mañana, se había ablandado, conversaba familiar é
|
|
|
|
|
íntimamente con él, se pasaba el día acompañándolo, sin dar muestras de
|
|
|
|
|
cansancio ni de fastidio; más aún: sentía involuntariamente el poder de
|
|
|
|
|
aquel afecto nuevo, no se enojaba por miradas claras y expresivas ni por
|
|
|
|
|
palabras ó movimientos afectuosos; era en suma una cera virgen, y
|
|
|
|
|
Gabriel presentía enagenado los deliciosos relieves que un hombre como
|
|
|
|
|
él sabría imprimirle. Resolvió no espantar á la cierva, no insinuarse
|
|
|
|
|
más por no perder las conseguidas ventajas; seguir aprovechándolas,
|
|
|
|
|
haciéndose simpático, adquiriendo cierto ascendiente sobre Manuela y
|
|
|
|
|
aguardar un momento favorable.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Bajaron hacia el fondo del valle, donde debía estar terminándose la
|
|
|
|
|
faena de la siega. De repente, recordó algo el artillero:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Tengo que ver al señor cura... ¿Me llevas allá?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bien... justamente estamos cerquita de la iglesia y de la casa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XVIII
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La rectoral de Ulloa, en poder de su actual párroco, era la mansión más
|
|
|
|
|
apacible y sosegada. El cura vivía con un criado, y no pisaba los
|
|
|
|
|
aposentos otro pie femenino sino el de las mozuelas que en Pascua
|
|
|
|
|
florida venían á traer las acostumbradas cestas de huevos, los quesos y
|
|
|
|
|
los pollos--en cantidad bien escasa, pues el señor abad no exigía, y los
|
|
|
|
|
labriegos se aprovechaban, contentándole con poco y malo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El criado era uno de esos fámulos eclesiásticos que sólo pueden
|
|
|
|
|
compararse con los asistentes de militares, porque además de una
|
|
|
|
|
lealtad canina, son seres universales y andróginos, que reunen todas las
|
|
|
|
|
buenas cualidades del varón y de la hembra. El del cura de Ulloa podía
|
|
|
|
|
servir de modelo. Lo poseía por herencia de otro cura del arciprestazgo,
|
|
|
|
|
á quien Goros--que así se llamaba el sirviente--había cuidado y asistido
|
|
|
|
|
hasta el último instante en una enfermedad larga y cruel, con tanto
|
|
|
|
|
esmero como la enfermera más solícita. Al encontrar á Goros, el cura de
|
|
|
|
|
Ulloa resolvió el problema que él juzgaba más arduo: arreglar la vida
|
|
|
|
|
práctica sin admitir en casa mujeres. Goros tenía cuidado de levantarse
|
|
|
|
|
por la mañana muy temprano, y de despertar á su amo, pues según decía él
|
|
|
|
|
en dialecto, demostrando su pericia en asuntos de la vida eclesiástica,
|
|
|
|
|
_el clérigo y el zorro, si pierden la mañana, lo pierden todo_; y cuando
|
|
|
|
|
el párroco volvía de misar, le aguardaba ya un chocolate hecho al modo
|
|
|
|
|
conventual, con una onza de cacao mitad caracas y mitad guayaquil, macho
|
|
|
|
|
y sin espuma, confortativo como él solo. Mientras su amo rezaba, leía ó
|
|
|
|
|
asentaba alguna partida en el registro parroquial, Goros se dedicaba á
|
|
|
|
|
guisar la comida, no sin haber entregado á medio día la llave de la
|
|
|
|
|
iglesia al sacristán, para que tocase á las Ave-Marías. A la una,
|
|
|
|
|
contada por el sol, único reloj de que se servía Goros para averiguar la
|
|
|
|
|
hora que estaba _al caer_, llamaba á su amo y le servía con diligencia
|
|
|
|
|
la apetitosa aunque frugal refacción: la taza de caldo de patatas ó
|
|
|
|
|
verdura con jamón, tocino y alubias de cosecha, el cocido con cerdo y
|
|
|
|
|
garbanzos, el estofado de carne con cebollas, la fruta en el verano, el
|
|
|
|
|
queso en invierno, el vinillo clarete, con olor á silvestre viola. El
|
|
|
|
|
cura comía parcamente, distraído, pero así y todo, Goros notaba sus
|
|
|
|
|
inconscientes golosinas, sus instintivas preferencias, y no se olvidaba
|
|
|
|
|
jamás de acercarle la tartera cuando el guisote le había agradado, ni de
|
|
|
|
|
dorarle la sopa de pan, porque sabía que le gustaba así. Por la tarde,
|
|
|
|
|
cuando el cura dormía su breve siesta ó recorría el huerto con las
|
|
|
|
|
manos á la espalda embelesándose en notar lo que había crecido desde el
|
|
|
|
|
año pasado un arbusto, ó se iba á visitar á algún feligrés enfermo ó á
|
|
|
|
|
cuidar del ornato de la iglesia y el cementerio, lidiaba el bueno de
|
|
|
|
|
Goros con la hortaliza, cavaba las patatas, plantaba coles, enviaba al
|
|
|
|
|
pasto con un zagal de pocos años el ganado vacuno y la yegua, y luego
|
|
|
|
|
bajaba al río, y con sus propias manos, cual otra Nausicaa, lavaba toda
|
|
|
|
|
la ropa blanca, que lo hacía primorosamente, así como aplancharla y
|
|
|
|
|
estirarla, sirviéndose de una de esas planchas antiguas, en forma de
|
|
|
|
|
corazón, que ya no se ven sino arrumbadas en los desvanes. No eran estas
|
|
|
|
|
las únicas habilidades femeniles de Goros. Había que verle por las
|
|
|
|
|
noches, á la luz de una candileja de petróleo, provisto de un dedal
|
|
|
|
|
perforado por arriba y abajo, de los que usan las labradoras, bizcando
|
|
|
|
|
del esfuerzo que hacía para concentrar el rayo visual y enhebrar una
|
|
|
|
|
aguja, apretando entre las rudas yemas de sus dedos el hilo que antes
|
|
|
|
|
había retorcido y humedecido para aguzarlo; y cumplida la ardua faena de
|
|
|
|
|
enhebrar, y encerando la hebra con un cabo de cera, dedicarse á pegar
|
|
|
|
|
botones á los calzoncillos, echar remiendos á las camisas, poner
|
|
|
|
|
bolsillos nuevos á los pantalones y aun zurcir las punteras de los
|
|
|
|
|
calcetines del cura; todo lo cual no iría curioso, pero sí muy firme,
|
|
|
|
|
como los cosidos del diablo. ¿Qué más? En las largas veladas de
|
|
|
|
|
invierno, junto á la lumbre de sarmientos que chisporroteaba, acurrucado
|
|
|
|
|
en el banco, Goros, con sus manos cansadas de labrar la tierra todo el
|
|
|
|
|
día, aquellas manos peludas por el dorso, callosas por la palma y los
|
|
|
|
|
pulpejos, zarandeaba cuatro agujones de hacer calceta, y á eso se debían
|
|
|
|
|
las buenas medias de lana gorda con que abrigaba pies y pantorrillas el
|
|
|
|
|
señor cura.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Si por hogar se entiende, no la asociación de seres humanos unidos por
|
|
|
|
|
los lazos de la sangre ó para la propagación y conservación de la
|
|
|
|
|
especie, sino el techo bajo el cual viven en paz y en gracia de Dios y
|
|
|
|
|
con cierta afectuosa comunicación de intereses y servicios, el cura de
|
|
|
|
|
Ulloa había reconstruído con Goros el hogar que perdiera al fallecer su
|
|
|
|
|
madre. Y en cierto modo, hasta donde puede aplicarse la frase á dos
|
|
|
|
|
individuos del mismo sexo, Goros y él se completaban. El criado era para
|
|
|
|
|
el cura, para el místico que apenas sentaba en la vida práctica la suela
|
|
|
|
|
del zapato, quien le impedía desmayarse de necesidad ó perecer transido
|
|
|
|
|
de frío en invierno. Por Goros tenía tejas en el tejado, leña que quemar
|
|
|
|
|
en la leñera, huevos frescos para cenar y buen chocolate para el
|
|
|
|
|
desayuno, y por Goros cubría sus carnes con ropa limpia y de abrigo; por
|
|
|
|
|
Goros le quedaban unos reales para traer de Cebre candela, lienzo,
|
|
|
|
|
aceite, sal, fósforos y loza; por Goros no faltaba nada en aquella
|
|
|
|
|
rectoral de aldea, humilde como la que más, y como ninguna aseada y
|
|
|
|
|
abastecida de lo indispensable.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Cuando Goros entró á servir al cura, hacía dos años que éste había
|
|
|
|
|
perdido á su madre y despabilado las economías de la difunta entre
|
|
|
|
|
caridades, préstamos sin interés á feligreses pobres, ropa para la
|
|
|
|
|
iglesia, ornato del cementerio, y otros gastos superfluos. En el
|
|
|
|
|
gobierno de la casa se habían sucedido dos viejas brujas, á cual más
|
|
|
|
|
holgazana, ávida é impudente, porque el cura de Ulloa, al tomarlas, no
|
|
|
|
|
les exigió más requisito que pasar de los sesenta y estar hechas unas
|
|
|
|
|
láminas por lo arrugadas y horrorosas. En ese terreno el abad era
|
|
|
|
|
intransigente, y sentía que no bastaba ser bueno, que era preciso
|
|
|
|
|
también parecerlo y que, añadía suspirando, aun con las mejores
|
|
|
|
|
intenciones se da á veces pasto á la calumnia. Las dos Parcas dejaron la
|
|
|
|
|
rectoral desmantelada, y Goros tropezó con dificultades inmensas al
|
|
|
|
|
principio de su misión restauradora. El cura casi no le daba un ochavo
|
|
|
|
|
para sus gobiernos, y el fámulo no sabía á qué santo encomendarse. Poco
|
|
|
|
|
á poco fué tomando confianza con su amo, y aun adquiriendo cierto
|
|
|
|
|
imperio sobre él: y entonces siguió la pista al dinero del cura, á las
|
|
|
|
|
dádivas impremeditadas, á los feligreses morosos en el pago de derechos,
|
|
|
|
|
á los préstamos sin interés, al chorrear continuo de limosnitas pequeñas
|
|
|
|
|
que absorbían lo mejor de la paga, sin que literalmente quedase en el
|
|
|
|
|
presbiterio con qué arrimar el puchero á la lumbre. Y sin que el cura lo
|
|
|
|
|
notase, ni pudiese evitarlo, Goros empezó á luchar por la existencia,
|
|
|
|
|
defendiendo al pastor contra las ovejas que amenazaban tragárselo, como
|
|
|
|
|
la tierra caída de la montaña iba tragándose la pobre iglesia de Ulloa.
|
|
|
|
|
Goros se hizo recaudador, y á veces, con el instinto de rapacidad que
|
|
|
|
|
caracteriza al aldeano, exactor y usurero. Reclamó y cobró algunas
|
|
|
|
|
cantidades prestadas, é introdujo severo orden en los gastos
|
|
|
|
|
equilibrándolos con los ingresos. Llegó el momento en que el cura, por
|
|
|
|
|
no pensar en la moneda, entregó al criado la llave de la cómoda,
|
|
|
|
|
diciéndole:--Mira si hay cuartos... dime si tenemos para esto ó para lo
|
|
|
|
|
otro.--Cabalmente era lo que Goros deseaba. Hecho intendente ya,
|
|
|
|
|
equilibró el presupuesto, realizando varias combinaciones que traía
|
|
|
|
|
entre ceja y ceja desde su llegada á casa del cura. El primer dinero que
|
|
|
|
|
pudo ahorrar, lo empleó en ganado, que dió á parcería; fué en persona á
|
|
|
|
|
las ferias, hizo tratos ventajosos, y trajo á la casa del cura un
|
|
|
|
|
bienestar modesto. Así se estableció el debido equilibrio entre las
|
|
|
|
|
potestades, dándose á Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del
|
|
|
|
|
César; el cura era el espíritu, Goros vino á hacer el oficio del cuerpo,
|
|
|
|
|
de la realidad sensible, factor del cual no es posible prescindir acá
|
|
|
|
|
abajo; y para que la similitud fuese completa, cuerpo y espíritu andaban
|
|
|
|
|
siempre pleiteando, queriéndose llevar cada uno la mejor parte, pues el
|
|
|
|
|
cura no hacía sino sonsacarle á su criado metálico y especies para
|
|
|
|
|
satisfacer, como decía Goros, el vicio de dar á todo Dios que llegaba
|
|
|
|
|
por la puerta, y Goros por su parte no recelaba mentirle al cura y á
|
|
|
|
|
ocultarle dinero á fin de que no lo derrochase sin ton ni son.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Cuando no estaba su amo presente, Goros soltaba la rienda á dos
|
|
|
|
|
inclinaciones invencibles suyas: decir irreverencias, y murmurar de los
|
|
|
|
|
curas y las amas. Cuantas chanzonetas agudas ó sátiras desolladoras ha
|
|
|
|
|
creado la musa popular y la irrespetuosa imaginación de los labriegos
|
|
|
|
|
contra las compañeras del celibato eclesiástico, cuantas anécdotas
|
|
|
|
|
saladas, coplas verdes, chascarrillos que levantan ampolla, y
|
|
|
|
|
dicharachos que arden en un candil, corren y se repiten en molinos,
|
|
|
|
|
_fiadas_ y deshojas, al amor de la lumbre, por este pueblo gallego que
|
|
|
|
|
posee el instinto de la sátira obscena y del contraste humorístico entre
|
|
|
|
|
las profesiones consagradas al ideal y las caídas y extravíos de la
|
|
|
|
|
naturaleza, todas las sabía Goros de memoria; y apenas se reunía con
|
|
|
|
|
gentes de su misma laya, bien en el atrio de una iglesia, á la salida de
|
|
|
|
|
misa, bien á la mesa de una taberna, en las ferias donde chalaneaba y
|
|
|
|
|
negociaba sus ganados, bien á lo largo de las _corredoiras_, cuando
|
|
|
|
|
regresan juntos cuatro compadres semi-chispos, tan dispuestos á
|
|
|
|
|
alumbrarse un garrotazo como á reirse mutuamente las gracias, vaciaba el
|
|
|
|
|
saco y daba gusto á la lengua, y soltaba todo su repertorio de
|
|
|
|
|
irreverencias y verdores, todas las coplas sobre el clérigo y el ama,
|
|
|
|
|
saliendo de aquella boca sapos y culebras, como de la de los energúmenos
|
|
|
|
|
al alzarse la hostia.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
¿Quién será capaz de resolver si en el alma de Goros sería aquello
|
|
|
|
|
chispa de la santa indignación que inflamó á tantos Padres de la Iglesia
|
|
|
|
|
contra las mujeres que hacen prevaricar á los ordenados y contra el sexo
|
|
|
|
|
femenino en general? Porque Goros, aparte de semejantes desahogos
|
|
|
|
|
verbales, era en su conducta el mejor cristiano del mundo; cristiano
|
|
|
|
|
viejo, rancio, con aquella piedad desahogada y sólida, que ya no se
|
|
|
|
|
encuentra á dos por tres. No perdía la misa un solo día festivo;
|
|
|
|
|
confesábase dos ó tres veces al año; sus costumbres eran morigeradas; no
|
|
|
|
|
fumaba, no bebía, no comía con gula; pecaba sí de lenguaraz y aun de
|
|
|
|
|
propenso á la codicia y á la tacañería; pero hombre de bien á carta
|
|
|
|
|
cabal é incapaz de robar una hilacha á su amo. Y en cuanto á su
|
|
|
|
|
continencia, más que virtud, semejaba manía de misógino; todo el mal que
|
|
|
|
|
no hacía, se daba á suponerlo en los demás, siempre echando la culpa á
|
|
|
|
|
las hembras; y no sólo las huía por cuenta propia, sino que no serviría
|
|
|
|
|
por todos los tesoros del mundo á un cura mujeriego. El exterior de
|
|
|
|
|
Goros tenía algo de extraño, muy en armonía con todas estas prendas de
|
|
|
|
|
carácter; recordaba el de un puerco espín, y las cerdas del erizadísimo
|
|
|
|
|
cabello, la barba recia, descañonada á un dedo de la piel, pues Goros
|
|
|
|
|
andaba mal afeitado según la usanza de los eclesiásticos, contribuían á
|
|
|
|
|
la semejanza.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
En presencia de su amo, los labios de Goros eran más limpios que si los
|
|
|
|
|
hubiese purificado el ascua encendida del profeta; bien se guardaría de
|
|
|
|
|
repetir la menor de sus desvergüenzas y pullas. Y no influía en este
|
|
|
|
|
modo de proceder el miedo á ser reprendido ó despedido, sino un respeto
|
|
|
|
|
misterioso que le infundía el rostro del cura de Ulloa: le
|
|
|
|
|
cortaba--decía él--la palabra en la boca. Era un rostro mortificado, de
|
|
|
|
|
esos que se ven en pinturas viejas, donde la sangre ha desaparecido y la
|
|
|
|
|
carne se ha fundido, ahondándose las concavidades todas, yéndose los
|
|
|
|
|
ojos, al parecer, en busca del cerebro y sumiéndose la boca que remata
|
|
|
|
|
en dos líneas severas, jamás modificadas por la sonrisa. Goros abrigaba
|
|
|
|
|
la convicción de que su amo era un santo y á ratos un simple. Algunos
|
|
|
|
|
hábitos y prácticas del cura le infundían temor vago; porque Goros era
|
|
|
|
|
supersticioso, y á pesar de sus irreverentes bravatas, tenía miedo
|
|
|
|
|
cerval á los muertos y á los aparecidos. ¿Qué manía la del señor abad,
|
|
|
|
|
de pasarse horas y horas en el cementerio, y volver de allí con los ojos
|
|
|
|
|
más hundidos y la boca más contraída que nunca?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al salir el abad para su misa, solían pasar entre amo y criado diálogos
|
|
|
|
|
por el estilo del siguiente:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Señor, ¿y ha de volver pronto para el chocolate?--preguntaba Goros
|
|
|
|
|
partiendo astillas de leña menuda contra el hueso de la tibia
|
|
|
|
|
derecha--(es de advertir que el fámulo tenía carne de perro). ¿Parará
|
|
|
|
|
mucho en el Camposanto hoy?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Un levísimo matiz sonrosado aparecía en los desecados pómulos del cura,
|
|
|
|
|
que contestaba haciéndose el distraído:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Tú prepara el chocolate... y si se enfría... lo arrimas un poquito á
|
|
|
|
|
la lumbre...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Se echará de _pierda_--contestaba Goros que solía tratar con notable
|
|
|
|
|
desenfado á la lengua castellana.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No, hombre... siempre está bueno á cualquier hora.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
No se atrevía el criado á porfiar. Aquella suavidad y mansedumbre le
|
|
|
|
|
imponían silencio y obediencia, mejor que ningún regaño. Batía su
|
|
|
|
|
chocolate con resignación y aguardaba.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
También por las tardes solía el cura entretenerse más de la cuenta en el
|
|
|
|
|
dichoso cementerio, y Goros, después de la puesta del sol no dejaba de
|
|
|
|
|
recelar que le sucediese algo; no sabía explicar qué, pues ningún riesgo
|
|
|
|
|
concreto había en el breve camino de la iglesia á la rectoral. La
|
|
|
|
|
inquietud le obligaba á situarse de centinela junto á la puerta del
|
|
|
|
|
huerto por donde solía entrar su amo. Allí se lo encontraron las dos
|
|
|
|
|
visitas inesperadas que fueron á turbar el sosiego de la vida ascética
|
|
|
|
|
del abad de Ulloa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La montañesa y su tío pusieron el pie en el huerto del cura cuando ya el
|
|
|
|
|
sol declinaba. Una gran melancolía inundaba el huerto, cuya puerta abrió
|
|
|
|
|
Goros de par en par, deshaciéndose en muestras de cortesía debidas á la
|
|
|
|
|
presencia de Gabriel, pues á Manolita no era novedad verla por allí de
|
|
|
|
|
tarde en tarde, y se la recibía como niña á quien el cura había tenido
|
|
|
|
|
mil veces en brazos de chiquita, pero las trazas del comandante
|
|
|
|
|
impusieron respeto al tosco fámulo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--De contadito llega el señor _abade_...--murmuraba éste.--Entren,
|
|
|
|
|
pasen, siéntense.... ¿Ven? ya viene por allá...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Sobre la zona encendida del poniente, en el camino hondo, vieron tío y
|
|
|
|
|
sobrina moverse y aproximarse una figura negra, y conforme se
|
|
|
|
|
aproximaba, distinguía Gabriel sus contornos angulosos, acusados por la
|
|
|
|
|
raída sotanuela, y su cabeza pálida, exangüe, en que dibujaban dos
|
|
|
|
|
agujeros de sombra las concavidades de los ojos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Don Julián, don Julián!--gritó Manuela.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El cura apretó el paso, y al tenerlo cerca, Gabriel reparó atónito en el
|
|
|
|
|
carácter de su fisonomía, en el rostro demacrado, tan semejante á esas
|
|
|
|
|
caras de frailes penitentes que surgen de un fondo de betún sobre las
|
|
|
|
|
paredes de refectorios y sacristías antiguas; en los ojos cavos, de
|
|
|
|
|
párpado delgadísimo, que dejaba transparentar el globo de la órbita; en
|
|
|
|
|
el pliegue de la boca, semejante á un candado que cerrase las puertas
|
|
|
|
|
del alma. No parecía muy viejo el cura de Ulloa; pero se veía en él la
|
|
|
|
|
anulación del cuerpo. En aquella espléndida tarde de verano, impregnada
|
|
|
|
|
de calor, de vida, de fecundidad y regocijo, Gabriel sintió, al ver al
|
|
|
|
|
abad, repentino frío en la espalda, y el recuerdo de su hermana muerta
|
|
|
|
|
cayó sobre él como el velo negro sobre la cabeza del sentenciado.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Adelantóse no obstante, y con el mayor respeto tomó la mano del abad y
|
|
|
|
|
aplicó á ella los labios. De puro sorprendido, no retiró la diestra
|
|
|
|
|
Julián; pero á sus macerados pómulos afluyó un poco de sangre... y
|
|
|
|
|
balbuceó, clavando los ojos en tierra:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Señor... señor...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Para servir á usted, Gabriel Pardo de la Lage, el hermano de
|
|
|
|
|
Marcelina...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La ola de sangre subió á la frente del cura, bajó á las orejas, al
|
|
|
|
|
cogote y pescuezo; un temblor agitó la cabeza y la mano que el artillero
|
|
|
|
|
no había soltado aún. De repente, el cura se echó hacia atrás,
|
|
|
|
|
desprendió la mano, y la llevó á la frente, al mismo tiempo que se
|
|
|
|
|
apoyaba en la tapia del huerto. Ya se acercaba el artillero para
|
|
|
|
|
sostenerle; pero recobrando su continente absorto y como fantasmagórico,
|
|
|
|
|
al cual contribuían los ojos siempre bajos, el abad murmuró:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Por muchos años... Servidor de usted... Sea usted muy bien venido...
|
|
|
|
|
Pase, suba; en la sala estará más cómodo que aquí.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Yo no soy nadie, don Julián?--preguntó Manuela ofendida de que el
|
|
|
|
|
cura no hubiese contestado á su saludo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Qué tal, Manolita?--exclamó Julián, y alzando los ojos, miró á la
|
|
|
|
|
niña con indulgencia, aunque sin calor. Pero fué obra de un minuto. La
|
|
|
|
|
cortina de los párpados volvió á caer, y el cura echó á andar, señalando
|
|
|
|
|
á sus visitas el camino de la sala. Gabriel protestó: prefería quedarse
|
|
|
|
|
en el huerto; y se sentaron en un banco de piedra, frente á unas coles.
|
|
|
|
|
La conversación languidecía. El cura preguntaba acerca del viaje y del
|
|
|
|
|
vuelco, y después de oída la respuesta, transcurría un minuto de
|
|
|
|
|
silencio. No sabía el artillero qué decir: todo cuanto hablaba, y hasta
|
|
|
|
|
el sonido de su voz, le parecía extraño y fuera de sazón, y sentía ese
|
|
|
|
|
recelo, esa cautela y esa especie de sordina en el acento, en los
|
|
|
|
|
movimientos y hasta en la mirada que procuran adoptar los profanos
|
|
|
|
|
cuando visitan. ¡Extraña sensación! Nada de cuanto diga yo--pensaba
|
|
|
|
|
Gabriel--puede interesar á este santo: estamos en dos mundos diferentes:
|
|
|
|
|
á él le parece extraño mi lenguaje, y no me entiende; y lo que es yo,
|
|
|
|
|
tampoco le entiendo á él. ¡Un creyente á puño cerrado!--Y miraba con
|
|
|
|
|
atención el rostro ascético y los ojos bajos.--Un hombre que tiene fe...
|
|
|
|
|
¿Qué le importa lo que á mí me preocupa? ¿Cómo haré para marcharme
|
|
|
|
|
pronto, sin que parezca descortesía?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Su sobrina le dió el pretexto. Era tarde; había que estar en los Pazos
|
|
|
|
|
para la cena. Y se despidieron, siempre con la misma amabilidad triste y
|
|
|
|
|
forzada por parte del abad, y el mismo inexplicable recelo por la de
|
|
|
|
|
Gabriel. Caminaron en silencio al salir de la rectoral: parecía que algo
|
|
|
|
|
les pesaba sobre el corazón. Al acercarse á los Pazos, oyeron el alegre
|
|
|
|
|
vocerío de segadores y segadoras, y Gabriel, divisando á su cuñado que
|
|
|
|
|
presidía la faena, tomó hacia el campo donde segaban. Sobre el fondo
|
|
|
|
|
oscuro de la tierra vió blanquear las camisas y sayas, las fajas rojas y
|
|
|
|
|
los pañuelos azules de labriegos y labriegas; contra un matorral
|
|
|
|
|
descansaba un jarro de barro, y la cuadrilla, entonando su inevitable
|
|
|
|
|
¡ay... lé lé! se daba prisa á atar los haces, sirviéndose de las
|
|
|
|
|
rodillas para apretar la mies. El olor embriagador de los tallos
|
|
|
|
|
cortados embalsamaba el aire, y el artillero sintió una ráfaga de
|
|
|
|
|
alegría y contempló embelesado el cuadro.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Mientras tanto, Manolita, andando despacio y pensativa, tomaba el
|
|
|
|
|
senderito que conducía á la linde del bosque. Parecía, por su frecuente
|
|
|
|
|
volver la cabeza hacia todos lados, como si buscase ó aguardase
|
|
|
|
|
impaciente alguna cosa. Atravesó el soto: una neblina ligera, producida
|
|
|
|
|
por el gran calor de todo el día, se alzaba del suelo, y los dardos de
|
|
|
|
|
oro del sol no atravesaban ya el follaje. Al salir de la espesura, un
|
|
|
|
|
hombre se irguió de repente ante la montañesa. El chillido que acudía á
|
|
|
|
|
la garganta de Manuela se convirtió en risa alegre, conociendo á
|
|
|
|
|
Perucho; mas la risa se apagó al ver la cara demudada del muchacho, sus
|
|
|
|
|
ojos que despedían fuego, su actitud de dolor sombrío, nueva en él.
|
|
|
|
|
Manuela le miró ansiosa, y el mancebo, después de considerarla fijamente
|
|
|
|
|
algunos segundos, le volvió la espalda, encogiéndose de hombros. La niña
|
|
|
|
|
sintió en el corazón dolor agudo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Pedro!--gritó. Muy rara vez le había llamado así.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Él se alejaba despacio. De repente dió la vuelta, y corriendo, tomó en
|
|
|
|
|
sus brazos á la montañesa, la alzó del suelo con ímpetu sobrehumano, y
|
|
|
|
|
la estrujó contra su cuerpo, oprimiéndole las costillas é
|
|
|
|
|
interceptándole la respiración. Y pegando la boca á su oreja,
|
|
|
|
|
tartamudeó:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mañana sales conmigo, conmigo nada más.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La niña jadeaba con dulcísima fatiga, y la voz de Perucho, sonando en
|
|
|
|
|
el hueco de su oído, le parecía sorda y atronadora como el ruido del
|
|
|
|
|
Avieiro al saltar en las rocas. Un frío sutil corría por sus venas, y
|
|
|
|
|
una felicidad sin nombre ni medida la agobiaba. Con la cabeza dijo _que
|
|
|
|
|
sí_.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Conmigo? ¿todo el día? ¿me das palabra?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí--balbució ella, incapaz de articular otra frase.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues á las seis sales por el corral. Allí estoy yo esperando. ¡Adiós!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Perdiendo casi el sentido, Manuela notó que de nuevo la estrechaban, y
|
|
|
|
|
luego la dejaban suavemente en tierra. Abrió los ojos á tiempo que
|
|
|
|
|
Perucho corría ya en dirección de los Pazos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
FIN DEL TOMO PRIMERO
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
BIBLIOTECA DE NOVELISTAS ESPAÑOLES
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
TOMOS PUBLICADOS
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Emilia Pardo Bazán: =Los Pazos de Ulloa= (Dos tomos.)
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
José Ortega Munilla: =Idilio lúgubre=.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Antonio de Trueba: =Leyendas genealógicas de España= (Dos tomos.)
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Carlos Frontaura: =Miedo al hombre=.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Enrique Gaspar: =Castigo de Dios=.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Emilia Pardo Bazán: =La Madre Naturaleza= (Tomo I).
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
EN PRENSA:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Emilia Pardo Bazán: =La Madre Naturaleza= (Tomo II).
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
LA MADRE NATURALEZA ES PROPIEDAD
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
NOVELISTAS ESPAÑOLES CONTEMPORÁNEOS
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
LA
|
|
|
|
|
MADRE NATURALEZA
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
(2.ᴬ PARTE DE LOS PAZOS DE ULLOA)
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
POR
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
EMILIA BARDO BAZÁN
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
TOMO II
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
BARCELONA
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Daniel Cortezo y C.ᴬ--Editores
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
CALLE DE PALLARS (Salón de S. Juan)
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
1887
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Establecimiento tipográfico-editorial de Daniel Cortezo y C.ª
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XIX
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Se vistió la montañesa su ropa de diario, falda y chaqueta de lanilla á
|
|
|
|
|
cuadros blancos y negros; y apenas había tenido tiempo más que para
|
|
|
|
|
frotarse apresuradamente el rostro con la tohalla y atusarse el pelo
|
|
|
|
|
ante un espejo todo estrellado por la alteración del azogue, cuando,
|
|
|
|
|
oyendo dar las seis en el asmático reloj del comedor, salió de su cuarto
|
|
|
|
|
andando de puntillas y bajó la escalera que comunicaba con la cocina, en
|
|
|
|
|
aquel momento solitaria. Deslizóse por el corredor de las bodegas, que
|
|
|
|
|
conducía á las elegantes habitaciones de la familia del _Gallo_; y
|
|
|
|
|
apenas dió tres pasos por él, una mano musculosa aunque rehenchida y
|
|
|
|
|
juvenil asió la suya, y se sintió arrastrada en medio de la oscuridad,
|
|
|
|
|
hacia la puerta. Salieron de los Pazos, y, con deleite inexplicable,
|
|
|
|
|
bebieron juntos la primer onda de fresco matutino.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Aunque el sol calentaba ya, aún se veía, sobre el azul turquesa del
|
|
|
|
|
cielo, al parecer lavado y reavivado por el copioso _orvallo_ nocturno,
|
|
|
|
|
la faz casi borrada de la luna, semejante á la huella que sobre una
|
|
|
|
|
superficie de cristal azul deja un dedo impregnado de polvillo de plata.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Sin decirse palabra, asidos de la mano, caminando unidos con andar
|
|
|
|
|
ajustado y rápido, siguieron la linde de los trigos segados ya,
|
|
|
|
|
humedeciéndose los pies al hollar la hierba y el tapiz de manzanillas
|
|
|
|
|
todas empapadas de helado rocío, próximo á convertirse en escarcha. Cosa
|
|
|
|
|
de un cuarto de hora andarían así, ascendiendo hacia la falda del monte,
|
|
|
|
|
donde empezaban á escalonarse los paredones para el cultivo de las
|
|
|
|
|
vides; y Perucho, en vez de aflojar el paso, lo apretaba más. A pesar de
|
|
|
|
|
su ligereza de cabrita montés, Manuela mostró querer detenerse un
|
|
|
|
|
instante.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Anda, mujer, anda--dijo él imperiosamente.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Hombre, ya ando... pero déjame tomar aliento. ¿Qué discurso es este de
|
|
|
|
|
ir como locos?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Es que no quiero que se despierten tu padre y el forastero, y te echen
|
|
|
|
|
menos, y te envíen á buscar.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡El forastero! A tales horas dormirá como un santo. Buenos son esos
|
|
|
|
|
señores del pueblo para madrugar. No sé cómo no crían lana en el cuerpo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bien, bien.... yo me entiendo y bailo solo. Desviémonos de casa lo más
|
|
|
|
|
que podamos, y ya descansaremos después.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al salir de la breve zona fértil y risueña del valle, empezaba el
|
|
|
|
|
paisaje á hacerse melancólico y abrupto. Abajo quedaban los maizales,
|
|
|
|
|
los centenos y trigales á medio segar, los Pazos con su gran huerto, su
|
|
|
|
|
vasto soto, sus terrenos de labradío, sus praderías; y el sendero,
|
|
|
|
|
escabroso, interrumpido muchas veces por peñascales, caracoleaba entre
|
|
|
|
|
viñedos colgados; por decirlo así, en el declive de la montaña. En otras
|
|
|
|
|
ocasiones, al trepar por aquel sendero, la pareja se entretenía de mil
|
|
|
|
|
modos: ya picando las moras maduras; ya tirando de los pámpanos de la
|
|
|
|
|
vid, por gusto de probar su elástica resistencia y de descubrir entre el
|
|
|
|
|
pomposo follaje el racimo de agraz en el cual empieza á asomar el ligero
|
|
|
|
|
tono carminoso, parecido al rosado de una mejilla; ya bombardeando á
|
|
|
|
|
pedradas los matorrales para espantar á los estorninos; ya rebuscando
|
|
|
|
|
unas fresas chiquitas, purpúreas, fragantes, que se dan entre las viñas
|
|
|
|
|
y son conocidas en el país por _amores_. Hoy, con la prisa que llevaba
|
|
|
|
|
Perucho, no les tentaba la golosina. El mancebo subía por la recia
|
|
|
|
|
cuesta con el sombrero echado atrás, la frente sudorosa, el rostro hecho
|
|
|
|
|
una brasa (pues el sol se desembozaba y picaba de firme), y sosteniendo
|
|
|
|
|
á Manuela por la cintura, ó, mejor dicho, empujándola para que anduviese
|
|
|
|
|
más veloz. Al llegar á lo alto, cerca ya de la casa de la Sabia, la niña
|
|
|
|
|
se detuvo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Qué te pasa?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No puedo más... ahogo... ¡Rabio de sed!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Sed? Allá arriba beberemos, en el arroyo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Tú por fuerza chocheaste. ¿A dónde señalas? ¿Al Pico Medelo? ¿A los
|
|
|
|
|
Castros?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues vaya una cosa para asustarse. Ya tenemos ido más lejos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Si no bebo pronto, rabio como un can. No ves que con la prisa salí de
|
|
|
|
|
casa en ayunas...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bueno, pues á ver si la señora María nos da una _cunca_ de leche. Pero
|
|
|
|
|
despáchala luego, ¿estás? No te entretengas en conversación.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Ligera otra vez como una corza, á la idea de beber y refrescarse, cruzó
|
|
|
|
|
Manuela bajo el emparrado, y empujó la cancilla de la puerta de la
|
|
|
|
|
Sabia. La horrible vieja ya había dejado su camastro; pero sin duda por
|
|
|
|
|
acabar de levantarse, ó á causa del calor, estaba sin pañuelo ni
|
|
|
|
|
justillo, en camisa, con sólo un refajo de burdo picote, ribeteado de
|
|
|
|
|
rojo: los copos de sus greñas aborrascadas le cubrían en parte el negro
|
|
|
|
|
pescuezo, sin ocultar la monstruosa papera.--¡Leche! Dios la
|
|
|
|
|
dé,--contestó la sibila mirando de reojo á los dos muchachos. Todas las
|
|
|
|
|
vacas enfermas; una recién operada, ya sabían los señoritos; ni tanto
|
|
|
|
|
así de yerba con qué mantenerlas; la fuente sequita y el prado que daba
|
|
|
|
|
ganas de llorar... ¡Leche! Que le pidiesen oro, que le pidiesen plata
|
|
|
|
|
fina; pero leche... Y ya Manuela, desalentada por las exageraciones de
|
|
|
|
|
la bruja, iba á conformarse con un poco de agua y suero, que la
|
|
|
|
|
hechicera aseguraba ser regalo de un yerno suyo. Pero Perucho le arrancó
|
|
|
|
|
de las manos el cuenco de barro lleno de aquella insípida mixtura.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pareces tonta... ¿Que no hay leche? Vamos á ver ahora mismo si la hay
|
|
|
|
|
ó no la hay.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Vertió el líquido que llenaba el cuenco, y se metió por el establo
|
|
|
|
|
medio atropellando á la vieja que se le atravesaba delante. ¡No haber
|
|
|
|
|
leche! ¡No haber leche para él, para el nieto de Primitivo Suárez, para
|
|
|
|
|
el hijo de Sabel, la que había estado más de diez años haciendo el caldo
|
|
|
|
|
gordo y enriqueciendo á aquel atajo de pillos de casa de la Sabia! Hasta
|
|
|
|
|
piezas de loza estaba viendo en el vasar que conocía porque en algún
|
|
|
|
|
tiempo guarnecieron la cocina de los Pazos... ¡Tenía gracia, hombre, no
|
|
|
|
|
haber leche! ¡Condenada bruja! Perucho se sentía animado de esa cólera
|
|
|
|
|
que nos inflama cuando llegamos á la edad adulta contra las personas que
|
|
|
|
|
hemos tenido que soportar, siéndonos muy antipáticas, en nuestra niñez.
|
|
|
|
|
Determinado iba, si las vacas no tenían leche, á sangrarlas. Encendió un
|
|
|
|
|
fósforo y alumbró las profundidades de la cueva: lo primero con que
|
|
|
|
|
tropezaron sus ojos, fué con unas ubres turgentes, unos pezones
|
|
|
|
|
sonrosados, lubrificados por la linfa que rezumaba de la odre demasiado
|
|
|
|
|
repleta. Arrimó el cuenco, echó mano,... calentó con dos ó tres
|
|
|
|
|
fricciones y golpecitos... ¡Santo Dios! ¡Qué chorro grueso, perfumado,
|
|
|
|
|
mantecoso! ¡Qué bien soltaba la blanda teta su río de néctar, y qué
|
|
|
|
|
calientes gotas salpicaban los párpados y labios de Perucho al ordeñar!
|
|
|
|
|
¡Qué espuma cándida la que se formaba en la cima del cuenco, rebosando
|
|
|
|
|
en burbujas que, al evaporarse, dejaban un arabesco, una blanca orla de
|
|
|
|
|
randas sobre el barro! Loco de gozo, Perucho acarició el grueso cuello
|
|
|
|
|
de la vaca, salió con su tazón lleno, y se lo metió á Manuela en la
|
|
|
|
|
boca.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Que no había leche, eh, señora María de los demonios?--gritó.--¿Que
|
|
|
|
|
no había leche? Para mí lo hay todo ¿me entiende usted? ¡Caracoles!
|
|
|
|
|
¡Como vuelva á mentir! ¡Por embustera le ha de dar el enemigo muchos
|
|
|
|
|
tizonazos allá en sus calderas!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Manuela, retozándole la risa, bebía aquella gloria de leche, aquella
|
|
|
|
|
sangre blanca, que traía en su temperatura la vida del animal, el calor
|
|
|
|
|
orgánico á ningún otro comparable... Perucho la miraba beber con orgullo
|
|
|
|
|
y ufanía, satisfecho de sí mismo, mientras la vieja, dejándose caer
|
|
|
|
|
sobre el _tallo_, fijaba en la niña una mirada siniestra al través de
|
|
|
|
|
sus cejas hirsutas: beberle la leche de su vaca era como chuparle á ella
|
|
|
|
|
por la sangría el propio licor de sus venas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Aun parece que nos la está echando en cara, ¿eh Sabia?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Que les aproveche bien--murmuró entre dientes la sibila, con el mismo
|
|
|
|
|
tono con que diría:--rejalgar se te vuelva.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Vaya, pues ya que nos convida tan atenta y de tan buen corazón,
|
|
|
|
|
aguarde, aguarde.--Y Perucho, llegándose al armario misterioso de la
|
|
|
|
|
bruja, abriólo de par en par, y de entre cucuruchos de papel de estraza,
|
|
|
|
|
frascos harto sospechosos, cabos de cera y naipes que ya tenían encima
|
|
|
|
|
más de su peso de mugre, tomó un tanque de hojalata, entró de nuevo en
|
|
|
|
|
el establo, y salió á poco rato con el tanque colmado de leche. Manuela
|
|
|
|
|
podía beberse otra cunca, y á él también era justo que, por el trabajo
|
|
|
|
|
de ordeñar, le tocase algo. Fué un golpe mortal para la hechicera. Al
|
|
|
|
|
pronto se arrimó á la puerta con los brazos alzados al cielo, gimiendo y
|
|
|
|
|
rogando al señorito que por Dios, _por quien tenía en el otro mundo_, no
|
|
|
|
|
le secase la _vaquiña_, que de esta hecha se le moría, y el _cucho_
|
|
|
|
|
también; y como Perucho respondiese con la más mofadora carcajada, se
|
|
|
|
|
contó perdida ya, y se dejó caer en su asiento favorito, hecho de un
|
|
|
|
|
fragmento de tronco de roble, volviendo la espalda por no ver
|
|
|
|
|
desaparecer el contenido del tanque. La niña montañesa hizo dos ó tres
|
|
|
|
|
remilgos antes de reincidir; pero así que llegó el cuenco á los labios,
|
|
|
|
|
con indecible y goloso deleite lo apuró enterito, y aun se relamió al
|
|
|
|
|
verle el fondo. Perucho dió fin al tanque, que llevaría tal vez cuenco y
|
|
|
|
|
medio; y acercándose á la bruja, le descargó una palmada en el hombro.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Vaya, señora María, abur... Tan amigos, ¿eh? No hay que enfadarse...
|
|
|
|
|
Más que le bebimos ahora de leche tiene usted bebido de vino en la
|
|
|
|
|
cocinita de los Pazos... ¿Ya se le fué de la memoria? Y si me llevo
|
|
|
|
|
este pedazo de brona--y enseñaba un zoquete que había sacado de la
|
|
|
|
|
artesa--bastantes ferrados de maíz se ha comido usted allá á cuenta del
|
|
|
|
|
padrino... ¡Conservarse!...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Salieron rápidamente, sin oir algo amenazador que rezongaba entre
|
|
|
|
|
dientes la infernal bruja, ocupada sin duda en echarles cuantas
|
|
|
|
|
maldiciones, plagas, conjuros y _paulinas_ contenía su repertorio. A
|
|
|
|
|
pocos pasos de la casa rompieron á reir mirándose.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Eh? ¿Qué tal sabía la leche?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sabía á poco.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Mujer! Dijéraslo, y te ordeño la otra vaca. La grandísima tal y cual
|
|
|
|
|
de la vieja tiene dos paridas, con leche así, que les revienta por la
|
|
|
|
|
teta, y nos quería dejar rabiar de sed.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No, bien bastó lo que hiciste... Nos queda echando plagas. Hoy nos
|
|
|
|
|
maldice todo el santo día. ¿Será cierto eso de que estas mujeres hacen
|
|
|
|
|
mal de ojo cuando les da la gana? ¿Y de que maldicen á la gente y la
|
|
|
|
|
gente se muere pronto?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Mal de ojo! ¡Morirse!--y el estudiante se rió.--No, tontiña... Esas
|
|
|
|
|
son mamarrachadas; bueno que las crea mi madre; ¿pero quién da crédito á
|
|
|
|
|
tal cosa?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues á mí poca gracia me hace que me maldiga un espantajo así. De
|
|
|
|
|
seguro que esta noche sueño con ella. ¡Qué horrorosa está con el bocio!
|
|
|
|
|
¿De qué se cogerán estos bocios, tú, Perucho?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Dice que de beber el agua que corre á la sombra del nogal ó de la
|
|
|
|
|
higuera.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Ay! Dios me libre de catarla enjamás.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Caminaban charlando, con tanta alegría como los mirlos, gorriones,
|
|
|
|
|
jilgueros, pardillos y demás aves, no muy pintadas pero asaz parleras,
|
|
|
|
|
que en setos, viñedos y árboles cantaban sus trovas á la radiante
|
|
|
|
|
mañana. La leche bebida parecía habérseles subido á la cabeza, según
|
|
|
|
|
iban de alborotados y regocijados, y el cuerpo un poco magro de Manuela,
|
|
|
|
|
competía en agilidad con el robusto y bien modelado de Perucho. Echaban
|
|
|
|
|
paso largo por las veredas anchas y practicables; y por las trochas
|
|
|
|
|
difíciles, subían corriendo, disputándose la prez de llegar más pronto á
|
|
|
|
|
la meta señalada de antemano: un árbol, una piedra, un otero. De cuando
|
|
|
|
|
en cuando se volvía Perucho y miraba hacia atrás.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ya no se ven los Pazos--exclamaba con satisfacción, como si perder de
|
|
|
|
|
vista la casa solariega fuese el objeto único de carrera tan desatinada.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
¡Qué se habían de ver los Pazos! Ni por pienso. Es de advertir que
|
|
|
|
|
Perucho no había tomado el camino del crucero, aquel camino para él de
|
|
|
|
|
recordación tan trágica, sino echado por la parte opuesta, hacia sitios
|
|
|
|
|
mucho menos frecuentados; la dirección de Naya. Entraba á la sazón en
|
|
|
|
|
los montes que forman la hoz al través de la cual va cautivo, espumante
|
|
|
|
|
y mugidor, el río Avieiro. Daba gusto pisar aquel terreno montuoso, tan
|
|
|
|
|
seco, tan liso, y hollar el tapiz de flores de brezo, de tierno tojo
|
|
|
|
|
inofensivo aún, los setos de madroñeros floridos, las matas de retama
|
|
|
|
|
amarguísima, las orquídeas finas, con olor á almendra, toda la seca y
|
|
|
|
|
enjuta y balsámica flora montés, que convida al cuerpo á tenderse y le
|
|
|
|
|
brinda un colchón higiénico, tibio del calor solar, aromoso, regalado,
|
|
|
|
|
incomparable. De trecho en trecho, algún pino ofrecía fresca sombra,
|
|
|
|
|
ambiente resinoso, quitasol que susurraba al menor soplo de viento....
|
|
|
|
|
Manuela sintió que le pesaban los párpados, y el cuerpo se le
|
|
|
|
|
enlanguidecía. ¡La maldita leche!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Qué calor!--balbució.--De buena gana me tumbaba ahí, debajo de ese
|
|
|
|
|
pino.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Perucho dudó un instante; luego, como si se le ocurriese una objeción,
|
|
|
|
|
pero no quisiese expresarla, respondió:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ahí no. Yo te diré en dónde hemos de sentarnos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La montañesa obedeció sin replicar. Desde tiempo inmemorial, desde que
|
|
|
|
|
ella andaba aún á gatas, Perucho dirigía el paseo, la zarandeaba á su
|
|
|
|
|
gusto, la llevaba aquí y acullá, era el encargado de saber dónde se
|
|
|
|
|
encontraban nidos, frutos, sitios bonitos, hacia qué lado convenía
|
|
|
|
|
dirigir el merodeo. Rara vez intentó sublevarse Manuela y apropiarse la
|
|
|
|
|
dirección del grupo, y las contadas tentativas de independencia no
|
|
|
|
|
produjeron más resultado que demostrar la indiscutible superioridad y
|
|
|
|
|
maestría de su amigo. En el invierno, mientras Perucho se secaba en
|
|
|
|
|
Orense, Manuela, instantáneamente y como por arte maravilloso, aprendía
|
|
|
|
|
á manejarse solita, y se encontraba de improviso profesora en
|
|
|
|
|
topografía, conocedora de todos los caminos, rincones y andurriales del
|
|
|
|
|
valle; pero esto duraba hasta el regreso de Perucho: volvía él, y la
|
|
|
|
|
montañesa olvidaba su ciencia y volvía á descansar en su compañero,
|
|
|
|
|
pasiva y gozosa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Seguían caminando, apartándose gran trecho ya de los Pazos y
|
|
|
|
|
descendiendo la corriente del río Avieiro por vereditas incultas, aquí
|
|
|
|
|
encontrando un pinar, allá un grupo de carrascas verdinegras, más
|
|
|
|
|
adelante un roble, ufano de su robustez y de su hercúleo tronco, y
|
|
|
|
|
siempre matorrales de madroño y retama, por entre los cuales no el pie
|
|
|
|
|
del hombre, sino la naturaleza misma, había abierto senderos, análogos á
|
|
|
|
|
tortuosas calles de parque inglés. La luz del sol, que ya tocaba al
|
|
|
|
|
zénit, lo enrubiaba todo; encendía con tonos áureos la grama seca; daba
|
|
|
|
|
color de ágata á las simientes de la retama; hacía transparentes como
|
|
|
|
|
farolillos de papel de seda carmesí las flores del brezo; convertía en
|
|
|
|
|
follaje de raso recortado los brotes tiernos de las carrascas; calentaba
|
|
|
|
|
con matices de venturina las hojas del pino; prestaba á la bellota verde
|
|
|
|
|
el pulimento del jade; y en las alas vibrátiles de las mariposas
|
|
|
|
|
monteses--esas mariposas tan distintas de las que se ven en terreno
|
|
|
|
|
cultivado, esas mariposas que tienen colores de madera y hoja seca,--y
|
|
|
|
|
en los carapachos de los escarabajos, y en la negra coraza y cuernos de
|
|
|
|
|
las _vacas louras_, encendía tintas vivas, reflejos metálicos, esmaltes
|
|
|
|
|
de oro, brillo negro de tallado azabache. La intensidad del calor
|
|
|
|
|
arrancaba á los pinos todos sus olores de resina, á las plantas sus
|
|
|
|
|
balsámicas exhalaciones; y entre el sol que le requemaba la sangre y el
|
|
|
|
|
vaho que se elevaba de la ebullición de la tierra, y la leche que le
|
|
|
|
|
aletargaba el cerebro, Manuela sentía como un comienzo de embriaguez, el
|
|
|
|
|
estado inicial de la borrachera alcohólica, que pareciendo excitación no
|
|
|
|
|
es en realidad sino sopor; el estado en que las manos resbalan sobre el
|
|
|
|
|
objeto que quieren asir, en que los movimientos del cuerpo no obedecen á
|
|
|
|
|
la voluntad, en que nos sentamos sin pesar sobre la silla y nos
|
|
|
|
|
levantamos y andamos sin estribar en el suelo, porque el sentimiento de
|
|
|
|
|
la gravedad se ha amortiguado mucho; y nuestras percepciones son vagas y
|
|
|
|
|
turbias, y parece que ha desaparecido la resistencia de los medios, la
|
|
|
|
|
densidad de la materia, la dureza de las esquinas y ángulos, y que los
|
|
|
|
|
objetos en derredor se han vuelto fluidos, y nuestro cuerpo también, y
|
|
|
|
|
más que nada nuestro pensamiento.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
No es desagradable el estado, al contrario, y la plétora de vida que
|
|
|
|
|
produce se revelaba en el rostro de Manuela: sus ojos brillaban y su
|
|
|
|
|
boca sonreía sin interrupción. La niña no preguntaba ya cosa alguna á su
|
|
|
|
|
compañero: andaba, andaba tan ligera como se anda en sueños, sin sombra
|
|
|
|
|
de cansancio, aunque apoyándose en Perucho y arrimándose á su cuerpo con
|
|
|
|
|
instintiva ternura. Allá en la pequeña ladera del monte divisó la
|
|
|
|
|
espadaña del campanario de Naya, que conocía, y le ocurrió pensar en el
|
|
|
|
|
cura que podría darles un buen almuerzo de huevos y fruta á la sombra de
|
|
|
|
|
la fresca parra que entolda la rectoral; mas sin duda no era éste el
|
|
|
|
|
propósito de Perucho, pues tomó otra dirección, volviendo la espalda al
|
|
|
|
|
campanario y hundiéndose en una trocha que serpeaba entre pinos, y á
|
|
|
|
|
cuyos lados se alzaban peñascos enormes, calvos y blancos por la cima,
|
|
|
|
|
jaspeados de liquen y musgo por la base. Manuela se detuvo un momento;
|
|
|
|
|
respiró; sus potencias se despejaron un poco, al benéfico influjo de la
|
|
|
|
|
temperatura menos ardorosa: miró en derredor, para saber dónde estaba.
|
|
|
|
|
El Avieiro corría allá abajo, rumoroso y profundo, no muy distante.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Por aquella parte se ensanchaba la hoz, hacíase muy suave, casi
|
|
|
|
|
insensible, el declive de las montañas, y el río, en vez de rodar
|
|
|
|
|
encajonado, sujeto, con torsión colérica de serpiente cautiva, se
|
|
|
|
|
extendía cada vez más ancho, bello y sosegado, ostentando la hermosura y
|
|
|
|
|
gala soberana de los ríos gallegos, la margen florida, el pradillo
|
|
|
|
|
rodeado de juncos, salces y olmos, la placa de agua serena que los
|
|
|
|
|
refleja bañando sus raíces, el caprichoso remanso en que el agua muere
|
|
|
|
|
más mansa, más sesga, con claridades misteriosas de cristal de roca
|
|
|
|
|
ahumado; la _frieira_, la gran cueva á la sombra del enorme peñasco, en
|
|
|
|
|
que la sabrosa trucha busca la capa de agua densa y no escandecida por
|
|
|
|
|
el sol; el cañaveral que nace dentro de la misma corriente, el molino,
|
|
|
|
|
la presa, toda la graciosa ornamentación fluvial de un río de cauce
|
|
|
|
|
hondo, de país húmedo, que recuerda las ideas gentílicas, las urnas, las
|
|
|
|
|
náyades, concepción clásica y encantadora del río como divinidad.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La humedad que siempre sube de los ríos y la frescura de la vegetación,
|
|
|
|
|
despabilaron más y más á la niña.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ya sé á dónde vamos--exclamó--á las Poldras. ¿Y después de pasado el
|
|
|
|
|
Avieiro, adónde? Me lo dices, ó está de Dios que no lo he de saber?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Calla... Ya verás.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Yo pensé que íbamos á Naya.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Para qué? ¿Para encontrarnos con el cura y que nos llevase por fuerza
|
|
|
|
|
á comer consigo?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pero.... es que.... comer, de todas maneras hay que comer en casa; y
|
|
|
|
|
ya debe de ser tarde, tarde.... No puedo tal día como hoy faltar de la
|
|
|
|
|
mesa....
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--A ver si te callas, tonta. ¡Eh... cuidado con caerte de hocicos por la
|
|
|
|
|
rama del pino! Yo iré delante... La mano... ¡Así!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Con efecto, en las púas secas del pino los pies resbalaban como si el
|
|
|
|
|
terreno estuviese untado de jabón.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XX
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Patinando sobre aquellas púas endiabladas, se deslizaron y corrieron
|
|
|
|
|
hasta un grupo de salces inclinado hacia el borde del Avieiro. Oíase el
|
|
|
|
|
murmurio musical del agua, y el ambiente, tan abrasador arriba, allí era
|
|
|
|
|
casi benigno. Cruzaron por entre los salces desviando la maleza tupida
|
|
|
|
|
de los renuevos, y vieron tenderse ante sus ojos toda la anchura del
|
|
|
|
|
río, que allí era mucha, cortándola á modo de irregular calzada las
|
|
|
|
|
pasaderas ó _poldras_.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
En torno y por cima de las anchas losas oscuras, desgastadas y pulidas
|
|
|
|
|
como piedras de chispa por la incesante y envolvedora caricia de la
|
|
|
|
|
corriente, el río se destrenzaba en madejas de verdoso cristal, se
|
|
|
|
|
aplanaba en delgadas láminas, bebidas por el ardor del sol apenas hacían
|
|
|
|
|
brillar la bruñida superficie. Para una persona poco acostumbrada á
|
|
|
|
|
tales aventuras, no dejaba de ofrecer peligro el paso de las _poldras_.
|
|
|
|
|
Sobre que se movían y danzaban al menor contacto, no eran menos
|
|
|
|
|
resbaladizas que la rama del pino. Nada más fácil allí que tomarse un
|
|
|
|
|
baño involuntario.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Hemos de pasarlas?--preguntó la montañesa, con una sonrisa que
|
|
|
|
|
significaba--á ver cuándo determinas que paremos en alguna parte.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Las pasamos--ordenó Perucho con el tono mandón y despótico que había
|
|
|
|
|
adoptado desde por la mañana.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Manuela tendió la vista alrededor, y eligiendo un sitio favorable, la
|
|
|
|
|
sombra de un árbol, se dejó caer en un ribacillo, y resignadamente
|
|
|
|
|
comenzó á desabrocharse las botas. Ni un segundo tardó Perucho en
|
|
|
|
|
hincársele de rodillas delante.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Yo te descalzo.... yo. Como cuando eras una _cativa_: ¿te acuerdas? un
|
|
|
|
|
tapón así... y yo te descalzaba y te vestía.... y hasta te tengo peinado
|
|
|
|
|
mil veces.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Medio riendo, medio enfadándose, la muchacha no retiró el pie de las
|
|
|
|
|
manos de su amigo. Éste hacía ya saltar uno tras otro los botoncitos de
|
|
|
|
|
la botina de casimir, mal hecha, muy redonda de punta contra todas las
|
|
|
|
|
leyes de moda. Tiró después delicadamente, con un pellizco fino, del
|
|
|
|
|
talón de la media de algodón, y la media bajó; arrollóla en el tobillo,
|
|
|
|
|
y con un nuevo tirón dejó el pie desnudo. Sus palmas se distrajeron y
|
|
|
|
|
embelesaron en acariciar aquel pie, que le recordaba la patita rosada y
|
|
|
|
|
regordeta de la nené á quien tanto había traído en brazos. Era un pie de
|
|
|
|
|
montañesa que se calza siempre y que tiene en las venas sangre patricia;
|
|
|
|
|
no muy grande, algo encallecido por la planta, pero arqueado de empeine,
|
|
|
|
|
con venillas azules, suave de talón y calcañar, redondo de tobillo,
|
|
|
|
|
blanco de cutis, con los dedos rosados ó más bien rojizos de la presión
|
|
|
|
|
de la bota, y un poco montado el segundo sobre el gordo. El pie
|
|
|
|
|
transpiraba, por haber andado mucho y aprisa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Enfríate un poco--murmuró el mancebo...--No puedes meter el pie en el
|
|
|
|
|
agua estando así; te va á dar un mal.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Que me haces cosquillas--exclamaba ella con nerviosa risa tratando de
|
|
|
|
|
esconder el pie bajo las enaguas.--Suelta, ó te arrimo un cachete que te
|
|
|
|
|
ha de saber á gloria.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Déjame verlo.... ¡Qué bonito es! Lo tienes más blanco que la cara,
|
|
|
|
|
Manola... Pero mucho más blanco.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Vaya un milagro! Como que la cara va por ahí destapadita papando
|
|
|
|
|
soles y lluvias. ¡Pasmón! ¿Es la primera vez que ves un pie en tu vida?
|
|
|
|
|
¡Soltando!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Soltó el que tenía asido, pero fué para descalzar el otro con el mismo
|
|
|
|
|
cariño y religiosa devoción, y abarcar ambos con una mano, uniéndolos
|
|
|
|
|
por la planta.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Que me aprietas.... que me rompes un dedo... ¡Bruto!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Ay! perdón--murmuró él;--y bajándose, halagó con el rostro, sin
|
|
|
|
|
besarlos, los pies desnudos. La montañesa se incorporó pegando un
|
|
|
|
|
brinco, y echó á correr, y sentó la planta descalza en la primer
|
|
|
|
|
pasadera. Su amigo le gritó:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Chica, aguárdate... Déjame recoger las medias y las botas...... Allá
|
|
|
|
|
voy á darte la mano.... Vas á caerte de cabeza en el río... ¡Loca de
|
|
|
|
|
atar!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Con saltos ligeros, volviendo la cabeza á cada brinco lo mismo que los
|
|
|
|
|
pájaros, Manuela salvaba ya las _Poldras_, eligiendo diestramente el
|
|
|
|
|
trecho seco á fin de caer en él. Dos ó tres veces estuvo á punto de dar
|
|
|
|
|
la zambullida, y la daría de fijo á no ser tan grande su agilidad:
|
|
|
|
|
saltaba largo, y era su ligereza la ligereza del ave, de la golondrina
|
|
|
|
|
que vuela rasando el agua. Remangaba las faldas al brincar, y su pierna,
|
|
|
|
|
no torneada aún, pero de una magrez llena, donde las redondeces futuras
|
|
|
|
|
apuntaban ya, tenía al herirla el sol, la firmeza y el granillo algo
|
|
|
|
|
duro de una pierna acabada de esculpir en mármol y no pulimentada aún.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Casi había alcanzado la otra orilla, cuando Perucho voló tras ella. El
|
|
|
|
|
muchacho, calzado con duros zapatos de doble suela, desdeñaba
|
|
|
|
|
descalzarse, habiéndose contentado con remangar los pantalones.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La chiquilla comprendió que llevaba ventaja á su compañero, y excitada
|
|
|
|
|
por el juego, quiso hacerle correr un poco. Como una saeta se emboscó
|
|
|
|
|
entre los árboles de la orilla, y desapareció en la espesura dándose
|
|
|
|
|
traza para que Perucho no supiese dónde se había metido. Pero al
|
|
|
|
|
muchacho le asustó aquella pequeña contrariedad como si realmente su
|
|
|
|
|
amiga se le perdiese de vista, y gritó llamándola con oprimido corazón y
|
|
|
|
|
angustiada voz: tan angustiada, que Manuela salió al punto de los
|
|
|
|
|
matorrales, renunciando á continuar el juego.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Qué te pasa?--dijo riéndose al ver el semblante demudado de Perucho.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Qué...? Que no me hagas judiadas... Vamos juntos, ¿entiendes? Tú no
|
|
|
|
|
te apartes de mí. ¿Dónde estabas? No, no sirve esconderse.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues cálzame--exclamó ella sentándose en un peñasco.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La calzó enjugándole antes los pies húmedos con la falda de su
|
|
|
|
|
americana, y bromeando ya sobre el enfado y el susto del escondite.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y ahora...--murmuró la niña mientras él lidiaba con un botón empeñado
|
|
|
|
|
en resbalarse del ojal--¿á dónde vamos? ¿Seguimos como locos?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ahora... ahora ven conmigo... Ya pararemos, mujer.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Echaron monte arriba, alejándose de la refrigerante atmósfera del río.
|
|
|
|
|
Aquella montaña era más áspera aún, y en su suelo dominaban las
|
|
|
|
|
carrascas y las encinas, que daban alguna sombra; pero siendo muy agria
|
|
|
|
|
la subida, en los puntos descubiertos quemaba el sol de un modo
|
|
|
|
|
insufrible. Manuela jadeaba siguiendo á Perucho, que parecía llevar un
|
|
|
|
|
objeto determinado, pues miraba á un lado y á otro para orientarse. Al
|
|
|
|
|
fin, divisó una encina vieja, un tronco perforado y hueco donde aún
|
|
|
|
|
gallardeaba algún ramaje verde en lugar de la copa desmochada; dió un
|
|
|
|
|
grito de júbilo, metió la cabeza dentro con precaución, luego la mano,
|
|
|
|
|
armada de una navaja, luego el brazo todo... y al cabo de unos cuantos
|
|
|
|
|
minutos de manipulación misteriosa, sacó en triunfo algo, algo que hizo
|
|
|
|
|
exhalar á la montañesa clamor alegre.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
¡Un panal soberbio de miel rubia, pura y balsámica, de aquella miel
|
|
|
|
|
natural, un millón de veces más sabrosa que la de colmena, como si el
|
|
|
|
|
insecto, libre ciudadano de su inocente república ajena al protectorado
|
|
|
|
|
del hombre, libase un néctar más puro en los cálices de las flores, un
|
|
|
|
|
polen más fecundo en sus estambres, elaborase un propóleos más adherente
|
|
|
|
|
para afianzar la celdilla, y emplease procedimientos de destilación más
|
|
|
|
|
delicados para melificar la esencia de las plantas, el jugo precioso
|
|
|
|
|
recogido aquí y acullá, en el prado, en la vega, en el castañar, en el
|
|
|
|
|
monte!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Manuela chillaba, reía de placer.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pero tú mucho discurres... ¿Pero de dónde sacaste eso...? Pero tú creo
|
|
|
|
|
que echas las cartas como la Sabia... ¿Quién te contó que ahí había
|
|
|
|
|
miel?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Boba! ¡Gran milagro! Supe que unos hombres de las Poldras pillaron en
|
|
|
|
|
este sitio un enjambre... pregunté si habían registrado el nido de la
|
|
|
|
|
miel y contestaron que no, que ellos sólo andaban muertos y penados por
|
|
|
|
|
las abejas, para llevarlas al colmenar... Yo dije ¡tate! pues los
|
|
|
|
|
panales han de estar allí, en un árbol hueco... Ya ves cómo acerté. ¿Qué
|
|
|
|
|
tal el panalito? ¡Pecan los ojos en mirarlo!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y si estuviesen en el tronco las abejas, ahora que andan tan furiosas
|
|
|
|
|
con la borrachera de la flor del castaño? Te comían vivo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Bah! Yo sé la maña para que no piquen... Hay que meter poco ruido,
|
|
|
|
|
moverse despacio y bajarse al suelo cuando le sienten á uno...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡A comer, á comer la miel!--gritó la montañesa palmoteando.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ven, aquí hay una sombra, ¡una sombra que da la hora!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Era la sombra la de una encina cuyas ramas formaban pabellón, y que caía
|
|
|
|
|
sobre un ribazo todo estrellado de flores monteses, donde crecía el tojo
|
|
|
|
|
ó escajo tan nuevo y tierno, que sus pinchos no lastimaban. Además
|
|
|
|
|
parecía como si la mano del hombre hubiese labrado allí esmeradamente un
|
|
|
|
|
asiento, á la altura exigida por la comodidad. Perucho sacó su navaja, y
|
|
|
|
|
del bolsillo del chaquetón hizo surgir el pedazo de _brona_ tomado
|
|
|
|
|
contra la voluntad de su dueña la Sabia. Partiólo en dos mitades
|
|
|
|
|
desiguales, dando la mayor á su compañera; y el panal de miel se sometió
|
|
|
|
|
al mismo reparto. Sentada ya, tranquila, descansando de la larga
|
|
|
|
|
caminata y del calor sufrido, con esa sensación de bienestar físico que
|
|
|
|
|
produce el reposo después de un violento esfuerzo muscular, y la
|
|
|
|
|
pregustación de un manjar delicioso, virgen, fresco, sano, que hace
|
|
|
|
|
fluir de la boca el humor de la saliva, Manuela, antes de hincar el
|
|
|
|
|
diente en la miel puesta sobre el zoquete de pan, tocó en el hombro á su
|
|
|
|
|
compañero:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mira, en comiéndola nos largamos, y vuelta á casita... ¿eh? Ya me
|
|
|
|
|
parece que dieron las doce en el campanario de Naya... Sabe Dios á qué
|
|
|
|
|
hora llegaremos allá, y lo que andarán preguntando por nosotros.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Él le echó el brazo al cuello, y con los dedos le daba golpecitos en la
|
|
|
|
|
garganta.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Hoy no se vuelve--murmuró casi á su oído.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Pegó un respingo la muchacha.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Tú loqueas? Si fuese en otro tiempo... bien, nadie se amoscaría; pero
|
|
|
|
|
ahora, que está el tío Gabriel? Se armaría un ruido endemoniado por toda
|
|
|
|
|
la casa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Perucho le tiró de la trenza.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Hoy no se vuelve... No me repliques, que no puede ser. Hoy no se
|
|
|
|
|
vuelve... ¿Sabes por qué? Por lo mismo, por eso... porque está tu tío,
|
|
|
|
|
tu caballero de tío. Calla, calla, _vidiña..._ Si quieres volver,
|
|
|
|
|
vuélvete tú sola, muy enhorabuena; yo me quedo aquí... Yo no voy más á
|
|
|
|
|
los Pazos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Á mí se me figura que tú chocheaste. Lo que á ti se te ocurre, no se
|
|
|
|
|
le ocurre ni al mismo Pateta. ¡No volver á los Pazos! Pues apenas se
|
|
|
|
|
alborotaría aquello todo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y qué nos importa, di?--murmuró el mancebo con ardorosa voz.--Tú eres
|
|
|
|
|
muy mala, Manola: sí señor, muy mala; tú no me quieres á mí así, á este
|
|
|
|
|
modo que yo te quiero. ¡Qué me has de querer! Ni siquiera sabes lo que
|
|
|
|
|
es cariño... de este. ¿Lo entiendes? Pues no lo sabes. Vamos, yo no digo
|
|
|
|
|
que tú no me quieras una miajita; si me muriese, llorarías, ¡quién lo
|
|
|
|
|
duda! llorarías una semana, un mes... y te acordarías de mí un año... y
|
|
|
|
|
soñarías conmigo por las noches... y después... te casarías con el tío
|
|
|
|
|
Gabriel, y se acabó... se acabó Perucho.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Su voz temblaba, enronquecida por la pasión.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Qué cosas dices! ¡Con el tío Gabriel!--exclamó la montañesa dilatando
|
|
|
|
|
las pupilas de asombro y limpiándose distraídamente con el pañuelo la
|
|
|
|
|
boca untada de pegajosa miel.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ó con otro del pueblo, otro señor elegante y de fachenda, así por el
|
|
|
|
|
estilo... ¡Malacaste! Oye tú: aquí en la aldea no se hace uno cargo de
|
|
|
|
|
ciertas cosas... pero allá en el pueblo... los estudiantes... unos con
|
|
|
|
|
otros... nos abrimos los ojos... nos despabilamos... ¿estás? Allá...
|
|
|
|
|
cuando me preguntaban los compañeros que si tenía novia y que porqué no
|
|
|
|
|
tomaba una en Orense... atiende, atiende... les dije así:--Tengo mi
|
|
|
|
|
novia, ya se ve que la tengo, y es más bonita que todas las vuestras, y
|
|
|
|
|
se llama Manuela, Manuela Ulloa...--Y ellos á decir:--¿Quién? ¿la hija
|
|
|
|
|
del marqués?--La misma que viste y calza... decid ahora que no es
|
|
|
|
|
bonita, morrales...--Y ellos con muchísima guasa me saltan:--En la vida
|
|
|
|
|
la vimos... pero esa no es para ti, páparo... Esa es para un señor,
|
|
|
|
|
porque es una señorita, hija de otro señor también... y tú eres hijo de
|
|
|
|
|
una infeliz paisana... ¿eh? date tono, date tono...--Le santigüé las
|
|
|
|
|
narices al que me lo cantó, pero me quedé pensando que lo acertaba...
|
|
|
|
|
¿Entiendes? Y tanta rabia me entró, que me eché á llorar como si fuese
|
|
|
|
|
yo el que hubiese atrapado los soplamocos... Mira si sería verdad... que
|
|
|
|
|
a... aún... aún...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Manuela, que chupaba muy risueña el panal, alzó la vista y notó que su
|
|
|
|
|
amigo tenía como una niebla ante aquellas hermosas pupilas azul celeste.
|
|
|
|
|
En lo más profundo de su vanidad de hembra, quizás á medio dedo de las
|
|
|
|
|
telillas del corazón, sintió algo, una punzada tan dulce, tan sabrosa...
|
|
|
|
|
más que la propia miel que paladeaba. Volvió la cabeza, recostóla en el
|
|
|
|
|
hombro de su amigo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Quién te manda llorimiquear ni apurarte?--pronunció enfáticamente.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Porque tenían razón--tartamudeó él.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No señor. Yo te quiero á ti, ya se sabe. Mas que fueses hijo del
|
|
|
|
|
verdugo. Valientes tontos, y tú más tonto por hacerles caso.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bien--murmuró él;--me quieres, corriente, estamos en eso; pero es allá
|
|
|
|
|
un modo de querer que... Yo me entiendo. Es un querer, así... porque...
|
|
|
|
|
porque uno se crió desde pequeñito junto con el otro, sin apartarse... y
|
|
|
|
|
tienes costumbre de verme, como quien dice... y... y... Yo te voy á
|
|
|
|
|
aclarar cómo me quieres, y si acierto, me lo confiesas. ¿Eh? ¿Me lo
|
|
|
|
|
confiesas?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Hombre...--clamó ella con la boca atarugada de brona--siquiera das
|
|
|
|
|
tiempo á uno para tragar el bocado y contestar... Conformes; te lo
|
|
|
|
|
confesaré. ¡Falta saber qué es lo que he de con-fe-saaaár!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Tú me quieres... como quieren las hermanas á los hermanos. ¿Eh?
|
|
|
|
|
¿Acerté?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mira tú... ¡Verdad! Si yo siempre pensé de chiquilla que lo eras, no
|
|
|
|
|
entiendo por qué...--Aquí la montañesa dió indicios de quedarse
|
|
|
|
|
pensativa, con la brona afianzada en los dedos, sin llevarla á la
|
|
|
|
|
boca.--Y yo no sé qué más hermanos hemos de ser. Siempre juntos,
|
|
|
|
|
siempre, desde que yo era así... (bajó la mano indicando una estatura
|
|
|
|
|
inverosímil, menor que la de ningún recién nacido.) Aún hay hermanos que
|
|
|
|
|
no se crían tan juntos como nosotros.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Perucho permaneció silencioso, con el pan caído á su lado sobre la
|
|
|
|
|
hierba, una rodilla en el aire, que sostenía con las manos enclavijadas,
|
|
|
|
|
y mirando hacia el horizonte.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Qué te pasa? ¿Por qué pones esa cara de bobo?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Eso ya lo sabía yo--exclamó él desesperado, descargándose de golpe una
|
|
|
|
|
puñada en el muslo...--¿Ves...? ¿Ves cómo tenían razón los de Orense? Lo
|
|
|
|
|
que tú me quieres á mí... es... así... por eso, porque desde chiquillos
|
|
|
|
|
andamos juntitos y, á menos que fueses una loba, no me habías de tener
|
|
|
|
|
aborrecimiento... ¡Pues andando! Siga la música... Y que se lo lleven á
|
|
|
|
|
uno los diablos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Encaróse violentamente con la niña, y tomándole las muñecas, se las
|
|
|
|
|
apretó con toda su alma y todo su vigor montañés. Ella dió un chillido.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Yo te quiero á ti de otra manera, muy diferente... te quiero como á
|
|
|
|
|
las novias, con amor, con amor (vociferó esta palabra). Si se calla uno
|
|
|
|
|
más de cuatro veces, es por miramientos y consideraciones y embelecos...
|
|
|
|
|
Que se vayan á paseo todos ellos juntos... Aguantar que á uno no le
|
|
|
|
|
quieran, ya es martirio bastante; pero ver que viene otro y con sus
|
|
|
|
|
manos lavadas le escamotea la novia, le roba todo... Eso ya pasa de
|
|
|
|
|
raya... No tengo paciencia para sufrirlo ni para verlo... No, y no, y no
|
|
|
|
|
lo veré, me iré, me iré, aunque sea á la isla de Cuba.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Manuela oyó todo esto derramándose en risa, porque el enfado de su amigo
|
|
|
|
|
le gustaba; y sobre todo, encantábale la idea de calmarlo con unas
|
|
|
|
|
cuantas frases cariñosas, que sin esfuerzo, antes muy á gusto suyo, le
|
|
|
|
|
salían del corazón.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Lo dicho: á ti hoy picóte una avispa ó un alacrán en el monte... Yo
|
|
|
|
|
quisiera saber de dónde sacas tanto disparate... ¿Quién te viene á
|
|
|
|
|
quitar la novia, ni quién me coge á mí, ni me lleva, ni todas esas
|
|
|
|
|
barbaridades que sueñas tú?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--El tío Gabriel te quiere; está enamorado de ti. Ha venido á casarse
|
|
|
|
|
contigo. No me lo niegues.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Vaya, lo dicho.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Manuela se tocó la frente con el dedo y meneó la cabeza.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No, no me llames loco; porque me parece que haces risa de mí ó que me
|
|
|
|
|
quieres engañar. Dime sólo una cosa. ¿Te gusta tu tío Gabriel?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Gustar?... ¿Qué sé yo lo que es _gustar_, como tú dices? El tío
|
|
|
|
|
Gabriel me parece muy bueno, muy listo, y un señor así... no sé cómo te
|
|
|
|
|
diga... muy fino, y que sabe mucho de muchísimas cosas... Un señor
|
|
|
|
|
diferente de los de por acá, de Ramón Limioso, del sobrino del cura de
|
|
|
|
|
Boan, Javier, de los de Valeiro... de todos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ya lo ves--exclamó con aflicción el mancebo;--ya lo estás viendo... Tu
|
|
|
|
|
tío... ¡te gusta!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues sí; claro que me gusta... ¡No tiene por qué no gustarme!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Las correctas líneas del rostro de Perucho se crisparon. Las raras veces
|
|
|
|
|
que tal sucedía, palidecían sus mejillas un poco, dilatábansele las
|
|
|
|
|
fosas nasales, se oscurecían y centelleaban sus ojos de zafiro, poníase
|
|
|
|
|
más guapo que nunca, y era notable su parecido con las estampas de la
|
|
|
|
|
Biblia que representan al ángel exterminador ó á los vengadores
|
|
|
|
|
arcángeles que se hospedaron en casa de Lot el patriarca. Manuela lo
|
|
|
|
|
contemplaba con placer, á hurtadillas; y de pronto, pasándole suavemente
|
|
|
|
|
una mano por detrás de la cabeza y atrayéndolo á sí, murmuró:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Tú me gustas más, queridiño.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--A ver, dilo otra vez.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Te lo daré por escrito.--Hizo ademán de escribir en el suelo con el
|
|
|
|
|
dedo, y deletreó: Me-gus-tas-más.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Manola, vidiña... A mí, ¿me quieres más á mí?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Más, más.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Te casarás conmigo?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Contigo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Conmigo? ¿Aunque tú seas señorita y yo... un labrador?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Aunque fueses el último pobre de la parroquia. Yo no soy tampoco una
|
|
|
|
|
señorita... como las demás. Soy una montañesa, criada entre las vacas.
|
|
|
|
|
Estaría yo bonita allá en pueblos de no sé. Más señorito pareces tú que
|
|
|
|
|
yo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y si tu padre...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Manuela miró al suelo; su boca se contrajo por espacio de un segundo.
|
|
|
|
|
Luego suspiró levemente:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Para el caso que me hace papá... Yo no sé de qué le sirvo... ¡Bah!
|
|
|
|
|
Desde pequeñita sólo tú hiciste caso de mí, y me cumpliste los caprichos
|
|
|
|
|
y me mimaste... Cuando necesitaba dos cuartos... ¿te acuerdas? me los
|
|
|
|
|
prestabas... ó me los regalabas... Tú me traías los juguetes y las
|
|
|
|
|
rosquillas de la feria... En el invierno, cuando te vas, parece que se
|
|
|
|
|
me va lo mejor que tengo y me quedo sin sombra.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Qué gusto!--exclamó él, y con ímpetu irresistible se levantó, le
|
|
|
|
|
apoyó las manos en los hombros, y la zarandeó como se zarandea al árbol
|
|
|
|
|
para que suelte el fruto. Luego se le hincó de rodillas delante, sin el
|
|
|
|
|
menor propósito de galantería.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Manola, _ruliña_, dame palabra de que nos hemos de casar tan pronto
|
|
|
|
|
podamos. ¿Me la das, mujer?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Doy, hombre, doy.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y de que hasta la tarde no volvemos á los Pazos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Uy! Reñirán, se enfadarán, armarán un Cristo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Que lo armen. Que riñan. Hoy el día es nuestro. Que nos busquen en la
|
|
|
|
|
montaña. Aquí corre fresco, da gusto estar. ¿No comiste bastante?
|
|
|
|
|
¿Tienes hambre? Ahí va el pan, y más miel.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y qué vamos á hacer aquí todo el día de Dios?--preguntó ella risueña
|
|
|
|
|
y gozosa, como si la pregunta estuviese contestada de antemano.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Andar juntos--respondió él decisivamente.--Y subir á los Castros.
|
|
|
|
|
Desde aquí todavía estamos cerca de Naya.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XXI
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Para subir á los Castros, había que dejar á un lado el monte y el
|
|
|
|
|
encinar, torcer á la izquierda, y penetrar en uno de esos caminos
|
|
|
|
|
hondos, característicos de Galicia, sepultados entre dos heredades
|
|
|
|
|
altas, y cubiertos por el pabellón de maleza que crece en sus bordes:
|
|
|
|
|
caminos generalmente difíciles, porque la llanta del carro los surca de
|
|
|
|
|
profundas zanjas, de indelebles arrugas; porque á ellos ha arrojado el
|
|
|
|
|
labrador todos los guijarros con que la reja del arado ó la pala tropezó
|
|
|
|
|
en las heredades limítrofes; porque allí se detiene y se encharca el
|
|
|
|
|
agua y se forma el barro; los peores caminos del mundo en suma, y sin
|
|
|
|
|
embargo encantadores, poéticos, abrigados en invierno porque almacenan
|
|
|
|
|
el calor solar, y protegidos del calor en verano por la sombra de las
|
|
|
|
|
plantas que se cruzan cerrándolos como tupido mosquitero; encantadores
|
|
|
|
|
porque están llenos de blancuras verdosas de saúco, palideces rosadas de
|
|
|
|
|
flor de zarza, elegancias airosas de digital, enredadas cabelleras de
|
|
|
|
|
madreselva que vierten fragancia, cuentas de coral de fresilla, negruras
|
|
|
|
|
apetitosas de mora madura, plumas finas de helecho, revoloteos y píos y
|
|
|
|
|
caricias de pájaros, serpenteos perezosos de orugas, escapes de
|
|
|
|
|
lagartos, contradanzas de mariposas, encajes de telarañas sujetos con
|
|
|
|
|
broches de rocío, y desmelenaduras fantásticas de rojas _barbas de
|
|
|
|
|
capuchino_, que allí, colgadas entre zarzas y matorrales, parecen
|
|
|
|
|
_ex-votos_ de faunos que inmolaron su pelaje rudo al capricho de una
|
|
|
|
|
ninfa. Y aquel camino en que penetró la pareja montañesa añadía á estos
|
|
|
|
|
méritos, comunes á todas las _corredoiras_, un misterio especial,
|
|
|
|
|
debido á que era muy poco frecuentado de carros y de labriegos, y
|
|
|
|
|
conservaba todo el mullido suave de su hierba virgen, que literalmente
|
|
|
|
|
era un tapiz verde clarísimo, salpicado de esas orquídeas color entre
|
|
|
|
|
lila y rosa que asoman fuera de tierra sólo los pétalos, sin hoja verde
|
|
|
|
|
alguna; y como además era estrecho, y muy hondo, la vegetación de sus
|
|
|
|
|
bordes, viciosa y lozana como ninguna, se había unido, y sólo á duras
|
|
|
|
|
penas se filtraba de la bóveda una misteriosa y vaga claridad, una luz
|
|
|
|
|
disuelta en oro y pasada al través de una cortina de tafetán verde.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Quien estuviese hecho á conocer estos caminos hondos, y el país gallego
|
|
|
|
|
en general, no se admiraría de las particularidades que presentaba
|
|
|
|
|
aquella corredoira, así en su virginidad y misterio como en ser más
|
|
|
|
|
honda que ninguna y en estar trazada con extraña regularidad, como obra
|
|
|
|
|
donde no sólo se descubría la mano del hombre, sino una mano ducha y
|
|
|
|
|
hábil, que da á sus obras proporción y simetría. El nombre de _Los
|
|
|
|
|
Castros_ que lleva el lugar le explicaría bien, si antes no se lo dijese
|
|
|
|
|
su pericia, por qué estaba allí aquella zanja abierta como por la pala
|
|
|
|
|
del ingeniero militar de hoy, que ciertamente no la abriría más
|
|
|
|
|
perfecta.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Dos eran los Castros: Castro Pequeño y Castro Mayor, y se elevaban en
|
|
|
|
|
doble colina escalonada, facilitando la ascensión del uno al otro la
|
|
|
|
|
trinchera, aunque también haciéndola más larga, pues era preciso
|
|
|
|
|
seguirla y dar la vuelta á toda la base del Castro Pequeño para intentar
|
|
|
|
|
la ascensión al grande, muchísimo más elevado y vasto. El estado de
|
|
|
|
|
conservación de los dos campamentos era tan maravilloso; se veían tan
|
|
|
|
|
claras las líneas del reducto y el círculo perfecto de la profunda zanja
|
|
|
|
|
que en torno lo defendía, que aquella fortificación de tierra, levantada
|
|
|
|
|
probablemente por legionarios romanos anteriores á Cristo, si es que no
|
|
|
|
|
fué en tiempos aún más remotos trabajo de defensa practicado para
|
|
|
|
|
sustentar la independencia galaica, aparecía más entero y robusto que
|
|
|
|
|
las fortalezas, relativamente jóvenes, de la Edad-media. Ni el arado, ni
|
|
|
|
|
el agua del cielo, habían mordido la esbelta cortadura que á modo de
|
|
|
|
|
verde culebra se enrosca al pie de los Castros. No; no habían hecho más
|
|
|
|
|
que vestirla de enredaderas, de zarzales, de plantas y hierbas
|
|
|
|
|
lozanísimas; y allí donde el soldado rompió el terruño para prevenir el
|
|
|
|
|
ataque del enemigo, se embosca hoy la ágil sabandija, y teje sus gasas
|
|
|
|
|
el pardo arañón campesino.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Subió lentamente la pareja, no apremiada ya por la angustia de hallarse
|
|
|
|
|
cerca de sitio habitado que desde por la mañana impulsaba á Perucho á
|
|
|
|
|
desviarse del caserón. Iban los dos montañeses radiantes de alegría, con
|
|
|
|
|
el desahogo de la confesión y las promesas anteriores. Parecíales que
|
|
|
|
|
sin más que trocar aquellas cuatro frases, se les había quitado de
|
|
|
|
|
delante un estorbo grandísimo, y ensanchándoseles el corazón, y
|
|
|
|
|
arreglado todo el porvenir á gusto y voluntad suya. En especial el
|
|
|
|
|
galán no cabía en sí de gozo y orgullo, y sostenía á Manuela y la
|
|
|
|
|
empujaba por la cintura con la tierna autoridad del que cuida y atiende
|
|
|
|
|
á una cosa absolutamente propia. Tranquilo y sosegado, hablaba de las
|
|
|
|
|
cosas acostumbradas y se entregaba á las ocupaciones y á las
|
|
|
|
|
investigaciones habituales en la pareja. Aquella corredoira de los
|
|
|
|
|
Castros, en las actuales circunstancias, era para él un descubrimiento.
|
|
|
|
|
¡Qué filón! Olvidados de todo el mundo, amontonábanse allá tesoros que
|
|
|
|
|
no habían de desdeñar nuestros exploradores. Hacia la parte que forma la
|
|
|
|
|
solana de la colina, las moras se hallaban ya en estado de perfecta
|
|
|
|
|
madurez, y millares de dulces bolitas negras acribillaban el verde
|
|
|
|
|
oscuro de los zarzales. En los sitios de más sombra y humedad, las
|
|
|
|
|
perfumadas fresillas ó _amores_ abundaban, y las delataba su aroma.
|
|
|
|
|
Nidos, era una bendición de Dios los que aquella maleza cobijaba.
|
|
|
|
|
Porque, desnuda de arbolado la cima de los Castros desde cerca de veinte
|
|
|
|
|
siglos que sin duda sus árboles habían sido cortados para levantar
|
|
|
|
|
empalizadas, las aves no tenían más refugio que la zanja misteriosa,
|
|
|
|
|
donde les sobraba pasto de insectos y caudal de hierbas secas y plantas
|
|
|
|
|
filamentosas para tejer la cuna de su prole. Así es que tras cada
|
|
|
|
|
matorral un poco tupido, en cada rinconada favorable, se descubrían
|
|
|
|
|
redondas y breves camas, unas con huevos, cuatro ó seis perlitas
|
|
|
|
|
verdosas, otras con la cría, medio ciega, vestida de plumón amarillento.
|
|
|
|
|
Y al entreabrir Manuela el ramaje para sorprender el secreto nupcial, no
|
|
|
|
|
sólo volaba el pájaro palpitante de terror, sino que se oía corretear
|
|
|
|
|
despavorida á la lagartija, y el gusano se detenía paralizado de miedo,
|
|
|
|
|
enroscándose al borde de una hoja con sus innumerables patitas
|
|
|
|
|
rudimentarias.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
En la exploración y saqueo de la zanja gastarían más de hora y media los
|
|
|
|
|
fugitivos. En la falda remangada de Manuela se amontonaban moras,
|
|
|
|
|
fresas, frambuesas, mezcladas y revueltas con alguna flor que Perucho le
|
|
|
|
|
había echado allí como por broma. Manuela prefería coger los frutos, y
|
|
|
|
|
su amigo era siempre el encargado de obsequiarla con las orquídeas
|
|
|
|
|
aromosas ó con las largas ramas de madreselva. Andando, andando, la
|
|
|
|
|
carga de fresas desaparecía y el delantal se aligeraba: picaban por
|
|
|
|
|
turno los dos enamorados, y al llegar á la cima del Castro pequeño, la
|
|
|
|
|
merienda de fruta silvestre había pasado á los estómagos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La cima del Castro pequeño, donde empezaba á asomar el tierno maíz, era
|
|
|
|
|
una meseta circular, perfectamente nivelada, como picadero gigantesco
|
|
|
|
|
donde podían maniobrar todos los jinetes de la orden ecuestre. Las
|
|
|
|
|
necesidades del cultivo habían abierto senderitos entre heredad y
|
|
|
|
|
heredad, y á no ser por ellos, el Castro pequeño sería raso como la
|
|
|
|
|
palma de la mano. Desde su altura se divisaba una hermosa extensión de
|
|
|
|
|
tierra, y seguíase el curso del Avieiro, distinguiéndose claramente y
|
|
|
|
|
como próximas, pero á vista de pájaro, las Poldras, con el penachillo de
|
|
|
|
|
espuma que á cada losa ponía el remolino y el batir colérico de la
|
|
|
|
|
corriente. Ni un árbol, ni una mata alta en aquella gran planicie del
|
|
|
|
|
Castro, que rasa, monda, lisa é igual, parecería recién abandonada por
|
|
|
|
|
sus belicosos inquilinos de otros días, á no verse en su terreno los
|
|
|
|
|
golpes del azadón y á no cubrirla, como velo uniforme, las tiernas
|
|
|
|
|
plantas del maíz nuevo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Mas no era allí todavía donde Perucho y Manuela se creían dueños del
|
|
|
|
|
campo y situados á su gusto para reposar un poco después de tanto
|
|
|
|
|
correr. Aspiraban á subir al Castro mayor, ascensión difícil para otros,
|
|
|
|
|
porque la trinchera, menos honda allí, dejaba de ser corredoira y estaba
|
|
|
|
|
literalmente obstruída por los tojos recios, feroces y altísimos. Casi
|
|
|
|
|
impracticable hacían la subida sus ramas entretejidas y espinosas.
|
|
|
|
|
Perucho, con sus pantalones de paño fuerte, podría arriesgarse llevando
|
|
|
|
|
en brazos á Manuela; pero era el trayecto del rodeo de la zanja
|
|
|
|
|
larguísimo, y á pesar del vigor del rapaz, bien podría cansarse antes de
|
|
|
|
|
recorrer el hemiciclo que conducía á la entrada del Castro. Tendió la
|
|
|
|
|
vista, y sus ojos linces de montañés distinguieron al punto un
|
|
|
|
|
senderito casi invisible, en el cual no cabía el pie de un hombre, y que
|
|
|
|
|
serpeaba atrevidamente por el talud más vertical de la base del Castro,
|
|
|
|
|
yendo á parar en el matorral que guarnecía la cúspide.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡El camino del zorro!--exclamó Perucho, señalando á su compañera, allá
|
|
|
|
|
en lo alto, la boca de la madriguera, que se entreparecía oculta por las
|
|
|
|
|
zarzas y escajos.--Por ahí vamos á subir nosotros, que sino es el cuento
|
|
|
|
|
de nunca acabar y de quedarse sin carne en las pantorrillas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Para llevar á cabo la difícil hazaña, yendo el montañés delante y
|
|
|
|
|
colocando el pie en las levísimas desigualdades que daban señal del paso
|
|
|
|
|
del zorro cuando subía y bajaba á su oculto asilo, Manuela, que seguía á
|
|
|
|
|
Perucho, se le cogía no de la mano, pero de los faldones de la
|
|
|
|
|
americana, y á veces del paño del pantalón. El apuro fué grande en
|
|
|
|
|
algunos puntos del trayecto, y grandes también las risas con que
|
|
|
|
|
celebraron lo crítico de la situación aquella. Perucho se asía con las
|
|
|
|
|
uñas á la tierra, á las plantas, á todo cuanto podía servirle de
|
|
|
|
|
asidero, y al avanzar el pie hincaba la punta de golpe en la montaña,
|
|
|
|
|
para dejar hecho sitio al pie de la niña. Al fin, sudorosos, encarnados
|
|
|
|
|
y alegres, llegaron á la última etapa de la jornada, y agarrándose á
|
|
|
|
|
unos menudos pinos que crecían desplomados sobre el talud, saltaron
|
|
|
|
|
triunfantes dentro del Castro Mayor.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La impresión que producía este segundo reducto fortificado era harto
|
|
|
|
|
diferente de la del primero. En éste el cultivo suavizaba el aspecto
|
|
|
|
|
militar, y el alegre y fresco verdor del maíz no permitía que acudiesen
|
|
|
|
|
al ánimo ideas de antiguas batallas, de sangre y defensas heroicas;
|
|
|
|
|
sobre la honda trinchera había tendido la naturaleza velo de florida
|
|
|
|
|
vegetación, y las huellas de la vida humana, de la actividad rústica, el
|
|
|
|
|
manto amigo de la agricultura, daban al viejo anfiteatro aspecto risueño
|
|
|
|
|
y apacible. En el Castro Mayor, al contrario, se advertía cierta salvaje
|
|
|
|
|
grandeza y desolación trágica, muy en armonía con su destino y su
|
|
|
|
|
puesto en la historia. Era aún, después de veinte siglos, el sitio de
|
|
|
|
|
las defensas heroicas, de las resistencias supremas; el sitio donde,
|
|
|
|
|
rotas ya las empalizadas, invadido el Castro de abajo, se refugiaría la
|
|
|
|
|
destrozada legión, llevándose sus muertos y sus heridos para darles, á
|
|
|
|
|
falta de honrosa pira, túmulo en aquella elevada cumbre, y resuelta á
|
|
|
|
|
vender caras las vidas á la hueste cántabro-galaica. La vegetación, los
|
|
|
|
|
brezos altísimos y tostados por el sol, las carrascas, los tojos, todo
|
|
|
|
|
adquiría allí entonación rojiza, despertando la idea de un rocío de
|
|
|
|
|
sangre que los hubiese bañado: á trechos, rompían la lisura del inmenso
|
|
|
|
|
circuito pequeñísimas eminencias, donde las plantas eran más lozanas
|
|
|
|
|
todavía, y que á juzgar por su hechura cónica serían acaso túmulos.
|
|
|
|
|
¿Quién sabe si un investigador, un arqueólogo, un curioso, cavando en
|
|
|
|
|
aquel suelo vestido de plantas monteses y de ruda y selvática flora,
|
|
|
|
|
descubriría ánforas, monedas, hierros de lanza, huesos humanos?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La soledad era absoluta en aquel lugar elevado y casi inaccesible; el
|
|
|
|
|
cielo parecía á la vez muy alto y muy próximo, y como nada limitaba la
|
|
|
|
|
vista, horizonte inmenso lo rodeaba por todas partes, resultando el
|
|
|
|
|
firmamento verdadera bóveda de azul infinito y profundo, que encerraba á
|
|
|
|
|
manera de fanal el inmenso anfiteatro. Las lejanías, más bajas que el
|
|
|
|
|
Castro, se perdían gradualmente en tales tintas rosadas y cenicientas,
|
|
|
|
|
que formaban la ilusión de un lago, ó del mar, cuya extensión se
|
|
|
|
|
divisase lejos, muy lejos. Parecía que el Castro fuese una isla,
|
|
|
|
|
suspendida sobre un océano de vapores. La calma y el silencio rayaban en
|
|
|
|
|
fantásticos: allí no había pájaros, sea porque sólo un árbol,--un viejo
|
|
|
|
|
roble, digno de ser contemporáneo de los druidas, se alzaba en la
|
|
|
|
|
gigantesca plataforma, como respetado por la pala de los soldados que
|
|
|
|
|
habían nivelado el monte para fortificarlo,--sea porque la altura,
|
|
|
|
|
gravedad y solemnidad misteriosa de aquel sitio intimidase á las aves.
|
|
|
|
|
Una liebre, galopando entre los brezos, fué el único sér viviente que
|
|
|
|
|
encontraron los fugitivos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Divirtiéronse estos durante un buen rato en otear todo el país
|
|
|
|
|
circunvecino, que desde la estratégica altura se dominaba completamente.
|
|
|
|
|
El caserío de Naya se les presentaba á sus pies como esparcida bandada
|
|
|
|
|
de palomas; más lejos las Poldras y el río espejeaban al sol; eran un
|
|
|
|
|
hilo verdoso, roto á trechos por blancos espumarajos; y allá remoto,
|
|
|
|
|
remoto, se hundía el valle de los Pazos, donde la casa solariega era un
|
|
|
|
|
punto rojo, el color de sus tejas. Manuela mostró una especie de terror
|
|
|
|
|
á esta vista.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Madre mía del Corpiño, qué lejos estamos de la casa!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Perucho la tranquilizó riendo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No, mujer... Parece así porque la vemos de alto. Vaya que de poco te
|
|
|
|
|
pasmas. ¿No tienes voluntad de descansar? ¿No te pide el cuerpo
|
|
|
|
|
sentarte?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Hombre... me dan ganas de hacerte no sé qué. Hace mil años te dije
|
|
|
|
|
que me cansaba, y ahora sales... Yo ya estaba aguardando á ver si
|
|
|
|
|
querías que me cayese muerta. ¡Y con este calor! Aquí tan siquiera corre
|
|
|
|
|
un poquito de aire.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues ven.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Acercáronse al roble, cuyo ramaje horizontal y follaje oscurísimo
|
|
|
|
|
formaban bóveda casi impenetrable á los rayos del sol. Aquel natural
|
|
|
|
|
pabellón no se estaba quieto, sino que la purísima y oxigenada brisa
|
|
|
|
|
montañesa lo hacía palpitar blandamente, como la vela del bote,
|
|
|
|
|
obligando á sus recortadas hojas á que se acariciasen y exhalasen un
|
|
|
|
|
murmullo como de seda arrugada. Al pie del roble, el humus de las hojas
|
|
|
|
|
y la sombra proyectada por las ramas, habían contribuído á la formación
|
|
|
|
|
de un pequeño ribazo resto acaso de uno de aquellos túmulos, así como el
|
|
|
|
|
duro y vigoroso roble habría chupado acaso la sustancia de sus raíces en
|
|
|
|
|
las vísceras del guerrero acribillado de heridas y enterrado allí en
|
|
|
|
|
épocas lejanas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ahí tienes un sitio precioso--dijo Perucho.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Dejóse caer la montañesa, recostada más que sentada, en el tentador
|
|
|
|
|
ribazo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--La hierba está blandita y huele bien...--exclamó la niña.--No hay
|
|
|
|
|
tojos... ¡Qué ricura!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿A ver?--murmuró él;--y desplomóse á su vez en el ribazo, riendo y
|
|
|
|
|
apoyándose en las palmas de las manos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Vaya! Ni un tojo para un remedio... ¡Y qué sombra de gloria! ¡Ay....
|
|
|
|
|
gracias á Dios! Estaba muerta.... Mira cómo sudo--añadió cogiendo la
|
|
|
|
|
mano del montañés y acercándola á su nuca húmeda.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Quieres escotar un cachito de siesta?--preguntó el mozo, mirándola
|
|
|
|
|
con ternura.--Aquí hay un sitio que ni de encargo.... Si hasta parece
|
|
|
|
|
que la tierra hace figura de almohada.... Yo te echaré la chaqueta para
|
|
|
|
|
que acuestes la cabeza....
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y tú, ¿qué haces ínterin yo duermo? ¿Papas moscas?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Duermo también á tu ladito... Como marido y mujer. ¿No te gusta? Sí
|
|
|
|
|
tal, sí tal.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Quitóse el chaquetón, y extendiólo con precauciones minuciosas, de modo
|
|
|
|
|
que la cabeza de Manuela quedase cómodamente reclinada en el cojín que
|
|
|
|
|
formaba una manga bien envuelta con el cuerpo. Enseguida se tendió al
|
|
|
|
|
lado de la montañesa, poniéndose bajo la nuca su hongo gris, para no
|
|
|
|
|
coger un torticolis. La hierba del ribazo era en efecto olorosa, espesa,
|
|
|
|
|
fina, menuda, y entretejida como la lana de una alfombra de precio. Al
|
|
|
|
|
lado de la cabeza de Manuela crecía una gran mata de biznaga, cuyos
|
|
|
|
|
airosos tallos prolongados y blancas umbelas de flores menuditas con la
|
|
|
|
|
punta roja en medio, parecían, al destacarse sobre el fondo azul del
|
|
|
|
|
horizonte, un transparente obra de hábil pintor. Por efecto de la
|
|
|
|
|
posición, le parecían á la montañesa altísimas aquellas biznagas; más
|
|
|
|
|
altas que los montes que se perdían en los tonos vagos y vaporosos del
|
|
|
|
|
horizonte lejano. Así se lo dijo á su compañero. Éste respondió á la
|
|
|
|
|
observación con una sonrisa cariñosa, y dijo:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Levanta un poco el cuerpo... te pasaré el brazo así por debajo...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Hízolo y quedaron careados. La claridad solar, que pugnaba por atravesar
|
|
|
|
|
el follaje de la encina, les derramaba en las pupilas un centelleo de
|
|
|
|
|
pajuelas de oro; en los ojos negros de Manuela se convertían en reflejos
|
|
|
|
|
de ágata, y en los azules de Perucho tenían el colorido de la gota de
|
|
|
|
|
vino blanco expuesta á la luz... Complacíase la viva claridad en
|
|
|
|
|
descubrir, jugando, los más mínimos pormenores de aquellos rostros
|
|
|
|
|
juveniles: doraba la pelusa de las mejillas: arrojaba una sombra rosada,
|
|
|
|
|
con venillas rojas, en el tabique de la nariz, en el velo del paladar,
|
|
|
|
|
que se divisaba por entre los dientes nacarados y entreabiertos, y en el
|
|
|
|
|
hueco de las orejas; daba tonos azulados al pelo negrísimo de la niña, é
|
|
|
|
|
irisaba los rizos de Perucho, que se encendían y parecían una aureola,
|
|
|
|
|
con visos como de venturina.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Manuela alargó la mano, la hundió entre las sortijas de su amigo, y las
|
|
|
|
|
deshizo y alborotó con placer inexplicable. Aquella cabellera
|
|
|
|
|
magnífica, tan artísticamente colocada por la naturaleza, tan rica de
|
|
|
|
|
tono que estaba pidiendo á voces la paleta de un pintor italiano para
|
|
|
|
|
copiarla, era una de las cosas que más contribuían á mantener la
|
|
|
|
|
admiración y el culto que desde la infancia tributaba á su compañero. Si
|
|
|
|
|
hermoso era á la vista el pelo de Perucho, no menos dulce al tacto. ¡Con
|
|
|
|
|
qué elástica suavidad se enroscaban de suyo los bucles alrededor del
|
|
|
|
|
dedo! ¡Cómo se deshacían y partían cada uno en innumerables anillos,
|
|
|
|
|
ligeros y gallardos, y cómo volvían luego á unirse en grueso y pesado
|
|
|
|
|
tirabuzón, el bucle estatuario, la cifra de la gracia espiral! ¡Con qué
|
|
|
|
|
indisciplina encantadora se esparcían por la frente ó se agrupaban en la
|
|
|
|
|
cima de la cabeza, haciéndola semejante á las testas marmóreas de los
|
|
|
|
|
dioses griegos! Claro está que Manuela no se daba cuenta del carácter
|
|
|
|
|
clásico de las perfecciones de su amigo, mas no por eso le gustaba menos
|
|
|
|
|
juguetear con la rizada melena.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Pedro la dejaba á su disposición, cerrando los ojos y sintiendo un
|
|
|
|
|
bienestar infinito é indecible. La cortedad penosa experimentada el día
|
|
|
|
|
en que se habían refugiado en la cantera, se había disipado con la
|
|
|
|
|
conversación explícita de amor, las trocadas promesas, el desahogo de la
|
|
|
|
|
explicación mutua; y el montañés ni pedía ni soñaba dicha mayor que la
|
|
|
|
|
de estar allí solos, próximos, seguros el uno del otro, á razonable
|
|
|
|
|
distancia de todo lo que fuese gente, habitación, obstáculos, mundo en
|
|
|
|
|
suma; allí, en el desierto de la isla del Castro, donde Perucho quisiera
|
|
|
|
|
quedarse hasta la consumación de los siglos, con Manuela nada más. Ni el
|
|
|
|
|
pensamiento de otras venturas le cruzaba por las mientes, y aunque la
|
|
|
|
|
respiración de Manuela le calentaba el rostro y su mano le desordenaba y
|
|
|
|
|
acariciaba el pelo, no hervía con ímpetu su sangre moza; sólo parecía
|
|
|
|
|
correr con mayor regularidad por las venas. Tan feliz se encontraba, que
|
|
|
|
|
olvidaba el transcurso del tiempo y lo que pudiesen regañarles al volver
|
|
|
|
|
al caserón, sumido en una de esas distracciones profundas propias de
|
|
|
|
|
los momentos culminantes de la existencia, que rompen la tiranía del
|
|
|
|
|
pasado, anulan la memoria, suprimen la preocupación del porvenir, y
|
|
|
|
|
dejan solo el momento presente con su solemnidad, su intensidad, su peso
|
|
|
|
|
decisivo en la balanza de nuestro destino.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
De vez en cuando, á un leve estremecimiento del follaje charolado del
|
|
|
|
|
roble, á una caricia más viva, más nerviosa y eléctrica de los dedos de
|
|
|
|
|
Manuela, Pedro entreabría los párpados, y su mirada clara y azul se
|
|
|
|
|
cruzaba con la de aquellas pupilas negras, quebradas y enlanguidecidas á
|
|
|
|
|
la sazón, que lo devoraban. Dos ó tres veces retrocedió el
|
|
|
|
|
montañés,--sintiendo en la conciencia una especie de punzada, un
|
|
|
|
|
misterioso aviso, que al cabo, no en balde tenía cuatro ó seis años más
|
|
|
|
|
que su compañera, y algo que en rigor podía llamarse conocimiento;--y
|
|
|
|
|
otras tantas la niña volvió á acercársele, confiada y arrulladora,
|
|
|
|
|
redoblando los halagos á los suaves rizos y á las redondas mejillas,
|
|
|
|
|
donde no apuntaba aún ni sombra de barba. Al fin, sin saber cómo, sin
|
|
|
|
|
estudio, sin premeditación, tan impensadamente como se encuentran las
|
|
|
|
|
mariposas en la atmósfera primaveral, los rostros se unieron y los
|
|
|
|
|
labios se juntaron con débil suspiro, mezclándose en los dos alientos el
|
|
|
|
|
aroma fragante de las frambuesas y fresillas, y residuos del sabor
|
|
|
|
|
delicioso del panal de miel.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XXII
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Según suele suceder cuando el calor desazona el cuerpo y acontecimientos
|
|
|
|
|
importantes ocurridos durante el día perturban el espíritu, Gabriel
|
|
|
|
|
Pardo había pasado la noche en vigilia casi completa. Lo bueno fué que
|
|
|
|
|
se acostara creyendo tener mucho sueño; pesábale la cabeza y los
|
|
|
|
|
párpados, y experimentó gran alivio al desnudarse, estirarse en las
|
|
|
|
|
frescas sábanas de lino y sentir en las mejillas el contacto de la tersa
|
|
|
|
|
almohada. Resuelto á consagrar diez minutos á pensamientos agradables
|
|
|
|
|
antes de rendirse á la soñolencia que notaba, se colocó bien del lado
|
|
|
|
|
derecho, no sin apagar la luz y dejar sobre una silla, al alcance de la
|
|
|
|
|
mano (pues en los Pazos sólo conocía el lujo de las mesas de noche el
|
|
|
|
|
Gallo, que se había traído de Orense uno de los más feos ejemplares de
|
|
|
|
|
la especie, con su tableta de mármol y demás requilorios) la fosforera,
|
|
|
|
|
la petaca y el pañuelo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gozó de quietud y reposo los primeros instantes, dedicados á recordar
|
|
|
|
|
incidentes de la jornada, dichos de Manuela, observaciones referentes á
|
|
|
|
|
ella que conservaba apuntadas en la memoria, movimientos, actitudes y
|
|
|
|
|
otras menudencias por el estilo. En la oscuridad, paseando la palma de
|
|
|
|
|
la mano sobre el embozo de la sábana, pensaba el comandante:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--La chiquilla posee un fondo sorprendente de rectitud; además tiene,
|
|
|
|
|
como su madre, tierno el corazón y las entrañas humanas; es fácil, es
|
|
|
|
|
casi elemental el método para hacerse querer de ella: no hay más que
|
|
|
|
|
aparecer muy cariñoso, interesarse por la pobrecita... lo cual la coge
|
|
|
|
|
de nuevas, porque se ha criado en completo abandono, gracias á mi
|
|
|
|
|
bendito cuñado y á sus líos é historias... Tenemos aquí lo que se llama
|
|
|
|
|
un _naife_, ó sea un diamante en bruto... y ¿quién sabe si vale más así?
|
|
|
|
|
Se me figura que me hace doble gracia de esta manera; que sí señor...
|
|
|
|
|
¡Ah! Sencillez, carácter primitivo y campestre, comercio exclusivo con
|
|
|
|
|
la madre naturaleza, su única maestra y su única protectora... Cargue el
|
|
|
|
|
diablo con todo eso que está uno harto de ver por ahí: muñecas
|
|
|
|
|
emperejiladas y vestidas según las cursilerías de _La Moda Elegante_,
|
|
|
|
|
juguetes automáticos que tocan la _Rapsodia Húngara_ entreverada de
|
|
|
|
|
pifias... Luego dicen que tiene mucha ejecución... ¡Ejecución! ¡Qué más
|
|
|
|
|
ejecución que la que hacen ellas del arte!... Muñecas que todas ríen
|
|
|
|
|
como por resorte... que andan igual que si les tirasen de un hilito...
|
|
|
|
|
que para fingirse cándidas ponen cara de tontas en las zarzuelas donde
|
|
|
|
|
hay frases de doble sentido... que van á misa por rutina y por ver al
|
|
|
|
|
novio, y á paseo para que rabie la amiguita si tienen gala que
|
|
|
|
|
estrenar... Muñecas á quienes les han enseñado que es punto de honra no
|
|
|
|
|
enterrarse con palma, y cargan con el primer marido que les sale... y
|
|
|
|
|
después...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Aquí se agolparon á la memoria de Gabriel los recuerdos, y varias
|
|
|
|
|
gallardas siluetas de pecadoras cruzaron por entre las tinieblas del
|
|
|
|
|
dormitorio.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Qué antipática me es--prosiguió Gabriel haciendo calendarios--la
|
|
|
|
|
mentira, la convención social! Convengamos en que hace falta, bueno...
|
|
|
|
|
¿Cómo se sostendría sin ella este edificio caduco, apuntalado por unas
|
|
|
|
|
partes, carcomido por otras, remendado aquí y recompuesto acullá? ¿Esta
|
|
|
|
|
sociedad que parece un monumento mal restaurado, donde se amontonan
|
|
|
|
|
hibridaciones de todos los estilos y mescolanzas de todos los órdenes...
|
|
|
|
|
aquí una portada románica, luego un frontón dórico, después una
|
|
|
|
|
techumbre de hierro á la moderna...? Aquí se tropieza usted con una
|
|
|
|
|
preocupación procedente de Chindasvinto... más allá una idea general
|
|
|
|
|
que difundió algún apólogo traído del Oriente por un cortesano de...
|
|
|
|
|
¡Sabe Dios! de un califa cualquiera ó del rey que rabió por gachas... y
|
|
|
|
|
otra que ya se remontará á los iberos primitivos... y otra que la
|
|
|
|
|
esparció ayer el estúpido artículo de fondo de un periódico político...
|
|
|
|
|
Y ajústese usted á esta... y á aquella... y á la otra... y á la de más
|
|
|
|
|
allá... Verdad es que todo hace falta para reprimir la bestialidad
|
|
|
|
|
humana... A no ser por eso... ¡crac!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Encontrando caliente ya el lado á que se había tendido, volvióse Gabriel
|
|
|
|
|
del opuesto; y sin duda este cambio le sugirió ideas revolucionarias,
|
|
|
|
|
porque pensó:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Valiente estafermo está la sociedad actual! Aunque la volasen con
|
|
|
|
|
dinamita...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Pero el rincón frío y agradable que halló hubo de inspirarle doctrinas
|
|
|
|
|
conservadoras, y murmuró metiendo el brazo bajo la almohada, postura que
|
|
|
|
|
era en él habitual:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Paciencia, Gabriel.... Ningún hombre es tiempo; al tiempo corresponde
|
|
|
|
|
esa obra histórica, si es que algún día ha de realizarse y no estamos
|
|
|
|
|
sentenciados á rodar siempre el mismo peñasco, nosotros y los que vengan
|
|
|
|
|
detrás... Calculemos que todo se lo lleva pateta; ¿y qué ponemos allí,
|
|
|
|
|
en el sitio de lo que desbaratamos? Verdad que si reparásemos en
|
|
|
|
|
pelillos, no habría adelanto ni progreso desde que el mundo es mundo...
|
|
|
|
|
No habría evolución... ¿Ó sí la habría; qué diablo? La evolución es
|
|
|
|
|
fatal, y no está en nuestra mano precipitarla ni estorbarla... ¿Puedo yo
|
|
|
|
|
impedir que ahora se cumplan perfectamente en mi cuerpo leyes
|
|
|
|
|
fisiológicas y biológicas? ¡Cáspita, estoy hecho un pedante; si me
|
|
|
|
|
oyesen en el Círculo! Me llamarían chiflado otra vez. Bueno; en resumen;
|
|
|
|
|
la niña es una perla sin engarce... y yo debo tratar de dormirme.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Dejóse oir en este momento la estridente trompetilla de un cínife, que
|
|
|
|
|
guiado por el instinto venía, sonando su guerrera tocata, á caer sobre
|
|
|
|
|
la víctima, suponiéndola aletargada é inerme.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--La evolución sin lucha... Sin lucha, es una utopía. Quizás la lucha
|
|
|
|
|
misma, el combate de todos contra todos, es la única clave del
|
|
|
|
|
misterio... Lo que dice muy bien Darwin en...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El cínife, elevando su clarín bélico á las más altas notas, descendía
|
|
|
|
|
raudamente sobre el pensador, á quien creía dormido... Gabriel sintió un
|
|
|
|
|
roce suave en la mejilla; luego le clavaron como una punta de aguja,
|
|
|
|
|
candente y finísima. Aunque empapado en ideas raras, semibudistas,
|
|
|
|
|
acerca del deber que tiene el hombre de no hacer sufrir al más pequeño
|
|
|
|
|
avechucho el más insignificante dolor, Gabriel, después de diez segundos
|
|
|
|
|
de astuta inmovilidad, alzó quedamente la mano, se descargó un lapo bien
|
|
|
|
|
calculado, con alevosía y ensañamiento, en el carrillo, y despachurró al
|
|
|
|
|
músico chupón.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Como si la leve sajadura del bisturí del insecto le hubiese inoculado á
|
|
|
|
|
Gabriel algún amoroso filtro, dió al punto vuelta hacia el mismo lado
|
|
|
|
|
que acababa de dejar, y empezaron á fatigarle mil tiernos pensamientos
|
|
|
|
|
relativos á su sobrina.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Me querrá algún día, de verdad, con toda su alma? Si la saco de este
|
|
|
|
|
purgatorio, si le hago conocer la vida de las gentes racionales, si le
|
|
|
|
|
enseño á gustar de la música y de las artes, si la restituyo á su
|
|
|
|
|
verdadera clase social,... al gobierno soberano de su casa, que hoy rige
|
|
|
|
|
una fregona... y además le ofrezco muchísimo cariño, mucha amabilidad,
|
|
|
|
|
para que no se haga cargo ella de la diferencia de edades... que la hay,
|
|
|
|
|
que la hay, no vale decir que no... y menuda... Si juego con ella como
|
|
|
|
|
con una chiquilla... si le otorgo mi confianza, como á una compañera...
|
|
|
|
|
Me... me querrá del modo que... La sentiré palpitar... así... azorada...
|
|
|
|
|
turbada... embriagada... con esa mezcla de vergüenza y transporte...
|
|
|
|
|
que... ¡Cosa más dulce!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Aquí los recuerdos acudieron en tropel á la imaginación del artillero,
|
|
|
|
|
escudándose traidoramente con la oscuridad y el absoluto silencio que
|
|
|
|
|
había seguido á la muerte del cínife. Gabriel se volvió dos ó tres
|
|
|
|
|
veces de babor á estribor en la cama, al mismo tiempo que se le
|
|
|
|
|
incrustaba en la mente esta idea desconsoladora:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Adiós... Me he despabilado. Ya no pego ojo en toda la noche.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Trató de poner coto á la desenfrenada fantasía.--A dormir, á
|
|
|
|
|
dormir--dijo casi en alto, con la resolución más firme. Eligió postura
|
|
|
|
|
nueva; apretó los párpados; se sepultó más en la almohada, y aunque
|
|
|
|
|
sintiendo dentro el mosconeo confuso de sus cavilaciones, procuró
|
|
|
|
|
fijarse en un solo pensamiento, porque sabía que así como la
|
|
|
|
|
contemplación invariable de un punto brillante produce el hipnotismo, la
|
|
|
|
|
fijeza de una idea calma y adormece.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Pronto se le apaciguó la efervescencia mental; pero en cambio, cuanto
|
|
|
|
|
más se sosegaba la tempestad de las ideas, más se le iban afinando y
|
|
|
|
|
complicando las percepciones de tres sentidos corporales: el oído, el
|
|
|
|
|
olfato y el tacto. ¡El oído sobre todo! Era cosa asombrosa lo de ruidos
|
|
|
|
|
microscópicos que empezaron á destacarse del aparente silencio:
|
|
|
|
|
carcomas que roían el entarimado de la cama; sutiles trotadas de ratones
|
|
|
|
|
allá muy alto, sobre las vigas del techo; chasquidos de la madera de los
|
|
|
|
|
muebles; orfeones enteros de mosquitos; solos de bajo de moscones; y por
|
|
|
|
|
último, hondo rumor, como de resaca, de las propias arterias de Gabriel;
|
|
|
|
|
del torrente circulatorio en las válvulas del corazón; de las sienes, de
|
|
|
|
|
los pulsos. Al olfato llegaba el olor de resina seca del antiguo barniz
|
|
|
|
|
del lecho; el vaho animal del plumoncillo de la almohada; el vago aroma
|
|
|
|
|
de lejía y el sano tufo de plancha de las sábanas; el rastro que en la
|
|
|
|
|
atmósfera había quedado al extinguirse la última centella del pábilo de
|
|
|
|
|
la vela; y un perfume general de campo, de mentas, de mies segada, de
|
|
|
|
|
brona caliente, un olor á montañesa joven, que lejos de ser sedante para
|
|
|
|
|
Gabriel, le atirantaba más los nervios... El tacto... ¿Quién no conoce
|
|
|
|
|
esa desazón de la epidermis, primero imperceptible cosquilleo
|
|
|
|
|
superficial, luego sensación insoportable de que nos corren por encima
|
|
|
|
|
mil insectos, y advertimos el roce de sus dentadas patitas y de su
|
|
|
|
|
cuerpo menudísimo, al cual el nuestro sirve de hipódromo...? Para
|
|
|
|
|
producir esta molestia feroz sobra en verano la inflamación de la sangre
|
|
|
|
|
que el calor ocasiona; si á ella se añaden las travesuras de algún
|
|
|
|
|
parásito real y efectivo, de las cuales no preserva á veces ni la mayor
|
|
|
|
|
pulcritud y aseo, es cosa de volverse loco.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Parece que en la oscuridad y quietud de la cama se centuplican las
|
|
|
|
|
incomodidades, y todo se abulta y transforma. A Gabriel le sucedía así.
|
|
|
|
|
El roer de la polilla ya le parecía el de una rata gigantesca; y las
|
|
|
|
|
corridas de las ratas, cargas de caballería á galope tendido. Los
|
|
|
|
|
concertantes de mosquitos eran coros humanos, de esos en que toma parte
|
|
|
|
|
una gran masa coral; los chasquidos del maderamen, crugir formidable de
|
|
|
|
|
techo que se desploma; su propia respiración, el movimiento de enorme
|
|
|
|
|
fuelle de fragua; y el curso de su sangre, impetuosa carrera de
|
|
|
|
|
torrente aprisionado entre dos montañas, ó ímpetu atronador de huracán
|
|
|
|
|
encajonado en algún ventisquero de los Alpes... Los olores también por
|
|
|
|
|
su persistencia en seguir flotando en la atmósfera, llegaban á pasar de
|
|
|
|
|
la nariz á las últimas celdillas cerebrales, ocasionando mareo indecible
|
|
|
|
|
y ganas de estornudar, y verdadera inquietud nerviosa. Las carreras de
|
|
|
|
|
la piel y la fermentación de la sangre crecían, y no pensaba Gabriel
|
|
|
|
|
sino que un ejército de pulgas caninas y chinches sanguinarias le andaba
|
|
|
|
|
recorriendo, con la mayor desvergüenza, el cuerpo todo. Notaba además
|
|
|
|
|
una sensación rara, muy propia del insomnio; y era que unas veces se le
|
|
|
|
|
figuraba ser muy chiquirritito, y otras inmenso, hasta el punto de no
|
|
|
|
|
caber en el espacio; y correlativamente con estas singulares
|
|
|
|
|
imaginaciones, notaba que los objetos, ya se le venían encima, ya se
|
|
|
|
|
retiraban á distancias tan inverosímiles que era imposible
|
|
|
|
|
alcanzarlos... Le parecía haberse vuelto de goma elástica, y que una
|
|
|
|
|
mano negra, sin consistencia ni forma, como el espacio hacia el cual
|
|
|
|
|
miraba con los ojos muy abiertos, le encogía ó le estiraba á su sabor...
|
|
|
|
|
Y en aquel mismo espacio tenebroso empezaba la vista á distinguir
|
|
|
|
|
claridades y luces espectrales, unas azules y como fosfóricas, otras
|
|
|
|
|
amarillas ó más bien color de azufre, que partiendo de un núcleo central
|
|
|
|
|
brillante, se extendían, trémulas y vibradoras, y formaban poco á poco
|
|
|
|
|
un nimbo violáceo, que irradiaba y se extinguía y volvía á irradiar y á
|
|
|
|
|
extinguirse, á semejanza de esas ruedas llamadas _cromátropas_ con que
|
|
|
|
|
remata el espectáculo de los cuadros disolventes...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Esto ya no se puede aguantar--exclamó Gabriel en alta y colérica voz;
|
|
|
|
|
y saltando furioso de la cama ó más bien del potro del martirio, echó
|
|
|
|
|
mano á la caja de los fósforos y encendió la vela. El aposento quedó
|
|
|
|
|
débilmente iluminado, con claridad triste, y el insomne experimentó, al
|
|
|
|
|
arder la luz, la impresión desapacible de un hombre á quien despiertan
|
|
|
|
|
al coger el primer sueño: parecíale antes estar completamente desvelado,
|
|
|
|
|
excitadísimo, y ahora, la lumbre de la bujía, el movimiento de saltar
|
|
|
|
|
de la cama, le revelaban que, al contrario, se encontraba medio
|
|
|
|
|
adormecido, y á dos dedos de quedarse traspuesto. No obstante, apenas se
|
|
|
|
|
echó otra vez y apoyó el rostro en la almohada sin apagar la luz y con
|
|
|
|
|
un cigarrillo recién encendido en el canto de la boca, de nuevo se halló
|
|
|
|
|
perfectamente despabilado y en disposición de lavarse, ponerse el frac é
|
|
|
|
|
irse á un baile, ó salir para una cazata. Y claro está que los ruidos
|
|
|
|
|
habían cesado, los olores también, y la picazón de la epidermis
|
|
|
|
|
desaparecido por completo, no sintiendo Gabriel en ella sino bienestar,
|
|
|
|
|
sin que ronchas ni otros indicios delatasen el paso de la cohorte
|
|
|
|
|
enemiga.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Lo que sintió á poco rato fué amargura y constricción en el paladar; sed
|
|
|
|
|
ardiente.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Qué demonios voy á beber ahora?--pensó.--Aquí no se acostumbra dejar
|
|
|
|
|
chisme, botellita, ni cosa que lo valga...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Levantóse y se dirigió al lavabo, resuelto á refrigerarse, en la última
|
|
|
|
|
extremidad, con agua de la jarra; pero la había gastado toda en sus
|
|
|
|
|
abluciones matinales, y como en las aldeas no se sospecha ni remotamente
|
|
|
|
|
que un hombre, después del refinamiento de lavarse bien por la mañana,
|
|
|
|
|
pueda incurrir en el inaudito sibaritismo de volver á chapotear otra vez
|
|
|
|
|
por la tarde ó la noche, no es costumbre renovar la provisión. De mal
|
|
|
|
|
humor con este incidente regresó Gabriel al lecho; la saliva le sabía á
|
|
|
|
|
acíbar, el cuerpo le parecía que se lo habían puesto á secar en un
|
|
|
|
|
horno, tal era la calentura que empezaba á abrasarle.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Noche toledana!--exclamó al tenderse, no debajo, sino encima ya de
|
|
|
|
|
las sábanas.--Daría cinco duros por un vaso de agua. Mal tratan al rey
|
|
|
|
|
don Pedro--en la torre de Argelez!--añadió riéndose á pesar suyo de las
|
|
|
|
|
contrariedades mínimas que le traían á mal traer desde hacía algunas
|
|
|
|
|
horas.--Dudo que pueda ya dormir en todo lo que falta de noche.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Recordó que sobre una mesa tenía algunos libros de aquellos rancios y
|
|
|
|
|
mohosos encontrados en la biblioteca del caserón. Levantóse y tomó uno
|
|
|
|
|
de ellos, el que estaba encima, _Los Nombres de Cristo_. Al abrirlo y
|
|
|
|
|
descifrar la portada, lo soltó murmurando:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Filosofías á estas horas! ¿A ver el otro?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El otro era una edición de Salamanca de 1798; _Traducción literal y
|
|
|
|
|
declaración del libro de los Cantares de Salomón_. Al lado de la portada
|
|
|
|
|
se veía, en un grabado en madera, la faz pensativa y melancólica, la
|
|
|
|
|
espaciosa y abovedada frente del Maestro León; debajo un emblema, un
|
|
|
|
|
árbol con el hacha al pie y la leyenda siguiente: _ab ipso ferro_. La
|
|
|
|
|
polilla se había ensañado en el volumen, recortando caprichosos calados
|
|
|
|
|
al través de las hojas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Aquí tiene usted un libro curioso, el que le costó la cárcel á su
|
|
|
|
|
autor--pensó el comandante.--Veremos si á mí me trae el sueño.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Echado ya y vuelto hacia la luz, abrió con interés el delgado volumen.
|
|
|
|
|
Lo primero que le llamó la atención, en la primera hoja, fueron algunos
|
|
|
|
|
garrapatos informes, que delataban la mano de un niño, y el nombre de
|
|
|
|
|
_Pedro_ escrito con enormes y dificultosas letrazas. Gabriel comenzó la
|
|
|
|
|
lectura. A los pocos minutos, el interés de lo que iba leyendo le hizo
|
|
|
|
|
insensiblemente olvidar la sed y el desasosiego nervioso; funcionó con
|
|
|
|
|
gran actividad su imaginación y se tranquilizó su cuerpo. De dos cosas
|
|
|
|
|
estaba pasmado el comandante, y al paso que iba leyendo, se las
|
|
|
|
|
comunicaba á sí mismo en interior monólogo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Demonio... qué retebien escribía el fraile! Tienen razón en decir que
|
|
|
|
|
estos moldes se han perdido... ¡Zape, zape! Y no se mordía la lengua...
|
|
|
|
|
Vaya unos comentarios, vaya unos escolios y aclaraciones, ¡como si la
|
|
|
|
|
cosa de por sí no estuviese bastante clara ya! ¡Mire usted que estas
|
|
|
|
|
metafísicas acerca del beso! No, y es que ningún poeta ni ningún
|
|
|
|
|
escritor de ahora discurriría explicación más bonita: está oliendo á
|
|
|
|
|
Platón desde cien leguas... ¡Qué lindo! Este deseo de cobrar cada uno
|
|
|
|
|
que ama su alma, que siente serle robada por el otro, é irla á buscar en
|
|
|
|
|
la boca y en el aliento ajeno, para restituirse de ella ó acabar de
|
|
|
|
|
entregarla toda... ¡Mire usted que es bonito, y endiablado, y poético, y
|
|
|
|
|
todo lo demás que usted quiera! Ah... pues no digo nada de los detalles
|
|
|
|
|
de... ¡Santo Dios, santo fuerte! No, lo que es este libro... Luego se
|
|
|
|
|
andan escandalizando de cualquier cosa que hoy se escriba, que ninguna
|
|
|
|
|
tiene ni este fuego, ni esta fuerza, ni esta hermosura, ni esta...
|
|
|
|
|
¡acción comunicativa! ¡Pero qué hermosura tan grande, qué lenguaje y...
|
|
|
|
|
qué diabluras para libro piadoso...!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Se hundió completamente en la lectura, embelesado, con el alma y los
|
|
|
|
|
sentidos pendientes del admirable cuanto breve poema. Una aspiración
|
|
|
|
|
profana á la dicha amorosa llenaba todo su sér, y creía oir de los puros
|
|
|
|
|
labios de la montañesita aquellas embriagadoras palabras: «No me mires,
|
|
|
|
|
que soy algo morena, que miróme el sol: los hijos de mi madre porfiaron
|
|
|
|
|
contra mí, pusiéronme por guarda de viñas: la mi viña no guardé...»
|
|
|
|
|
Acabóse el libro antes que las ganas de leer, y el artillero apagó de un
|
|
|
|
|
rápido soplo la luz, quedándose embelesado en dulces representaciones y
|
|
|
|
|
en proyectos sabrosos. La sed se le había calmado del todo; la fantasía,
|
|
|
|
|
aunque excitada por la lectura, cayó en esas vaguedades precursoras del
|
|
|
|
|
descanso; las ideas perdieron su enlace y continuidad, se deslizaron, se
|
|
|
|
|
hicieron flotantes é inconsistentes como el humo; Gabriel vió viñas y
|
|
|
|
|
prados, campos de mies opulenta, un mar de mies que no concluía nunca;
|
|
|
|
|
su sobrina le guiaba al través de él, diciéndole mil ternezas en bíblico
|
|
|
|
|
estilo y en primorosa lengua castellana; el cura de Ulloa estaba allí,
|
|
|
|
|
no austero y triste, sino paternal y venerable, con un jarro de agua
|
|
|
|
|
fresca en la mano... Gabriel pegaba la boca al jarro, bebía, bebía...
|
|
|
|
|
¡Qué agua tan delgada, tan refrigerante y deliciosa!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Oyóse la clara y atrevida voz del gallo; un reflejo blanquecino penetró
|
|
|
|
|
por las rendijas de las ventanas. El comandante Pardo dormía á pierna
|
|
|
|
|
suelta.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XXIII
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Se despertó muy tarde, rendido de su lucha con el insomnio. Cuando la
|
|
|
|
|
cocinera, mocita frescachona, rubia, de buenas carnes--que desde la
|
|
|
|
|
mudanza de estado de Sabel desempeñaba el negociado de los pucheros--le
|
|
|
|
|
subió el chocolate á petición suya, eran cerca de las nueve y media:
|
|
|
|
|
hora extraordinaria para los Pazos, donde todo el mundo madrugaba
|
|
|
|
|
siguiendo el ejemplo del amo, á quien antes despertaban con la aurora
|
|
|
|
|
sus aficiones de cazador y ahora su consagración á las faenas agrícolas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Los pensamientos de Gabriel al dejar las ociosas plumas, desayunarse y
|
|
|
|
|
asearse, fueron sobremanera halagüeños. Su sobrina le esperaría ya, y en
|
|
|
|
|
tan amable compañía prometíase otra jornada como la de la víspera, otro
|
|
|
|
|
viaje de exploración por los alrededores de los Pazos y, al mismo
|
|
|
|
|
tiempo, por los repliegues de un corazón candoroso, tierno y franco,
|
|
|
|
|
donde el artillero quería penetrar á toda costa. Y no sólo por
|
|
|
|
|
inclinación, sino por deber, fundiéndose en su deseo los más egoístas y
|
|
|
|
|
los más nobles sentimientos del alma, que eso suele ser, bien mirado, el
|
|
|
|
|
amor. Gabriel se atusó y acicaló lo mejor posible, y se peinó de manera
|
|
|
|
|
que el pelo le adornase con mediana gracia la cabeza (aunque sin
|
|
|
|
|
recurrir á artificios de tocador, indignos de tan varonil y discreta
|
|
|
|
|
persona), y aguardó, con ansiedad natural y disculpable, los golpecitos
|
|
|
|
|
en la puerta. Corrió tiempo. Nada. Impaciente ya, midió repetidas veces
|
|
|
|
|
el aposento, lo recorrió y examinó todo, abrió la ventana, asomóse á
|
|
|
|
|
ella, miró el paisaje, notó que el día era canicular y la temperatura
|
|
|
|
|
senegaliana, espantó con el pañuelo las impertinentes moscas que venían
|
|
|
|
|
á posársele críticamente en el hueco de las orejas ó en la comisura de
|
|
|
|
|
los labios--donde más podían fastidiarle,--sonrió ante las ingenuas
|
|
|
|
|
pinturas del biombo, intentó coger un libro, miró el reloj... Nada. La
|
|
|
|
|
incertidumbre le freía la sangre. Se determinó á salir, buscando el
|
|
|
|
|
camino de la habitación de su cuñado. Recorrió salones, más ó menos
|
|
|
|
|
destartalados, y durante la caminata observó algún hermoso vargueño con
|
|
|
|
|
incrustaciones, de esos que hoy se pagan y estiman tanto, abandonado y
|
|
|
|
|
estropeándose en un rincón, algún cuadro al óleo, cuyo asunto era
|
|
|
|
|
imposible adivinar, de tal modo se habían ennegrecido los betunes y las
|
|
|
|
|
tierras, y tan resquebrajado se hallaba por falta de barniz; vió, en
|
|
|
|
|
suma, indicios de lo que pudo ser en otro tiempo aquella señorial
|
|
|
|
|
morada, que inspiraba á Gabriel dilatadas tesis de filosofía histórica.
|
|
|
|
|
Sólo que entonces no estaba el horno para pasteles. ¿Dónde se habría
|
|
|
|
|
metido todo el mundo? Porque tampoco el hidalgo de Ulloa parecía por
|
|
|
|
|
ninguna parte. En su habitación sólo encontró Gabriel á la vieja perra
|
|
|
|
|
de caza, tendida bajo el rayo de sol que de una ventana caía. Al ruido
|
|
|
|
|
de los pasos del artillero, la perra entreabrió un ojo sin alzar el
|
|
|
|
|
hocico que recostaba en las patas de delante, y azotó el suelo con el
|
|
|
|
|
muñón del rabo, como dando los buenos días.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
En vista de que la casa parecía un palacio encantado ó abandonado por
|
|
|
|
|
sus moradores, Gabriel bajó á la cocina, donde halló á la nueva hermosa
|
|
|
|
|
fregatriz ocupada en la labor de un picadillo. Con tanta energía meneaba
|
|
|
|
|
la media luna sobre la tabla de picar, que la había excavado por el
|
|
|
|
|
centro, y es seguro que en albondiguillas ó chulas se tragarían los
|
|
|
|
|
señores, á vuelta de pocos años, un castaño ó roble enterito. Cuando
|
|
|
|
|
Gabriel preguntó por el hidalgo, la moza dió paz á la media luna y le
|
|
|
|
|
miró, abriendo la boca de un palmo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Le está en la era... ¡con los que majan!--exclamó al fin asombrada de
|
|
|
|
|
la pregunta.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
No comprendía Gabriel el asombro de la chica, ni toda la importancia de
|
|
|
|
|
la gran faena de la maja, esa faena en que se asocian el cielo y la
|
|
|
|
|
estación estival al trabajo del hombre, esa faena que no puede
|
|
|
|
|
realizarse sino en el corazón del año, en mitad de la canícula, en los
|
|
|
|
|
brevísimos días, que en Galicia apenas llegarán á ocho, cuando el
|
|
|
|
|
agricultor, pasándose el revés de la mano por la empapada frente y
|
|
|
|
|
respirando fuerte, exclama:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Qué día de maja nos manda hoy Dios!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Á la entrada de la era de los Pazos, el comandante se paró sorprendido
|
|
|
|
|
por el cuadro, para él novísimo, que se le ofrecía. No era posible
|
|
|
|
|
imaginarlo más animado, más bucólico, más digno de un pintor colorista,
|
|
|
|
|
alumno de la naturaleza y fiel á la realidad, enemigo de afeminaciones
|
|
|
|
|
de dibujo y falsas luces cernidas por cortinas de taller. No siendo de
|
|
|
|
|
piedra la era, habíanla barnizado con una costra espesa de boñiga de
|
|
|
|
|
vaca, á fin de que el _fruto_ no se confundiese entre la arena y el
|
|
|
|
|
polvo, y rodeándola de sábanas sostenidas por cuerdas, con objeto de que
|
|
|
|
|
el mismo grano no rebasase del circuito donde se majaba. Las _camadas de
|
|
|
|
|
pan_, ópimas, gruesas, mullidas, se tendían sobre el espacio
|
|
|
|
|
cuadrilongo, en correcta formación: y los membrudos gañanes, remangados,
|
|
|
|
|
en dos hileras situadas frente á frente, aporreaban con sus pértigas, á
|
|
|
|
|
compás, la extendida mies, haciendo saltar las perlas de oro del trigo,
|
|
|
|
|
impacientes ya por salirse, con el menor pretexto, del estuche bruñido
|
|
|
|
|
que las contiene. El sol, implacable, metálico, se bebía el sudor de los
|
|
|
|
|
trabajadores apenas brotaba de los dilatados poros; y sin embargo, la
|
|
|
|
|
faena seguía y seguía, que para sostener el esfuerzo allí estaban, entre
|
|
|
|
|
camada y camada, los jarros de vino corriendo de mano en mano. Las
|
|
|
|
|
jornaleras, vestidas con sayas angostas de zaraza desteñida, que les
|
|
|
|
|
señalan los recios muslos, sacuden la paja, la colocan en rimeros
|
|
|
|
|
grandes, preparan la camada nueva, y entretanto el hombre, de pie,
|
|
|
|
|
apoyado en el _mallo_, ebrio de sol, despechugado, con la camisa de
|
|
|
|
|
estopa pegada al cuerpo, despacha aprisa el _espeque_ ó cigarro, y ya se
|
|
|
|
|
escupe en la palma de las manos para volver á blandir el instrumento
|
|
|
|
|
cuando suene la hora del combate. ¡Hora terrible, en que se gastan
|
|
|
|
|
energía y vigor suficientes para vivir un mes! La luz deslumbra y ciega;
|
|
|
|
|
el ambiente es de boca de horno; no corre ni el soplo de aire suficiente
|
|
|
|
|
á inclinar el tallo de la más endeble gramínea: las hojas de las
|
|
|
|
|
higueras que rodean la era de los Pazos permanecen inmóviles, como
|
|
|
|
|
recortadas en hoja de lata, y los verdes higos, tiesos, á modo de pencas
|
|
|
|
|
de metal: á veces un pajarillo cae al suelo agonizando de sofoco, con el
|
|
|
|
|
pico desesperadamente abierto y la pluma erizada: en el lindero más
|
|
|
|
|
cercano, la víbora saca su cabeza chata, enciende su ojillo de azabache,
|
|
|
|
|
resbala sobre la hierba escandecida, y los abejorros, aturdidos, no
|
|
|
|
|
aciertan á salir del cáliz de flor en que hundieron la trompa... Y en el
|
|
|
|
|
desmayo general de la naturaleza, que desfallece y espira de calor,
|
|
|
|
|
sólo el hombre reconoce su condición servil y cumple el precepto del
|
|
|
|
|
Génesis, azotando la mies que le ha de dar sustento!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel, en cuya presencia nadie reparaba, porque el interés de la faena
|
|
|
|
|
absorbía á todos, permanecía á la entrada de la era, protegido por la
|
|
|
|
|
sombra del hórreo, y deteniéndose en ir á saludar á su cuñado: verdad
|
|
|
|
|
que éste tenía el rostro más ceñudo y avinagrado que de costumbre,
|
|
|
|
|
leyéndose en él cierta sombría preocupación, debida á circunstancias que
|
|
|
|
|
merecen referirse.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Todos los años, al abrirse la maja, acostumbraba el señor de Ulloa
|
|
|
|
|
sacudir la primer camada, demostrando así á sus gañanes que si no ganaba
|
|
|
|
|
el mismo jornal que ellos, no era por falta de aptitud. Cuando el
|
|
|
|
|
descendiente de aquellos Moscosos que habían lidiado calzando espuela de
|
|
|
|
|
oro en los días, azarosos para el país gallego, del reinado de Urraca y
|
|
|
|
|
Alfonso de Aragón; de aquellos Moscosos que se distinguieron entre los
|
|
|
|
|
paladines portugueses en la ardiente África; de aquellos Moscosos que
|
|
|
|
|
hasta mediados del siglo XIX conservaron en el límite de sus dominios
|
|
|
|
|
erectos los maderos de la horca, como protesta muda contra la supresión
|
|
|
|
|
de los derechos señoriales; de aquellos Moscosos... en fin, de aquellos
|
|
|
|
|
Moscosos de Ulloa, que si no en caudal en sangre azul podían competir
|
|
|
|
|
con lo más añejo y calificado de la infanzonía española... cuando el
|
|
|
|
|
descendiente, digo, de tan claro linaje empuñaba el _mallo_ y á la voz
|
|
|
|
|
de á la una... á las dos... á las tres... se santiguaba, lo vibraba en
|
|
|
|
|
el aire y lo derrumbaba sobre la espiga, corría entre los _malladores_
|
|
|
|
|
halagüeño murmullo, que crecía á medida que el señor, con compás
|
|
|
|
|
admirable y pulso de atleta, reiteraba los golpes, sin cejar un punto,
|
|
|
|
|
poniendo la ceniza en la frente al más alentado de sus mozos. Su abierta
|
|
|
|
|
camisa descubría el esternón bien desarrollado, blanco, saliente, que
|
|
|
|
|
con el tragín de la labor iba sonroseándose como el cutis de una
|
|
|
|
|
doncella á quien agita la danza: sus mangas vueltas por más arriba del
|
|
|
|
|
codo permitían ver las montañuelas de carne que el ejercicio alzaba y
|
|
|
|
|
deprimía en los robustos brazos. Y así que terminaba el vapuleo por no
|
|
|
|
|
quedar ni sombra de grano en la espiga tendida, y don Pedro, sudoroso,
|
|
|
|
|
humeante, pero con la respiración igual y desahogada, se quedaba apoyado
|
|
|
|
|
en su _mallo_ y gritaba con firme voz:--¡Ea! ¡day un jarro de vino,
|
|
|
|
|
retaco! ¡Los majadores tenemos que mojar la palabra!--ya no era
|
|
|
|
|
murmullo, sino tempestad atronadora de plácemes, de alabanzas, de
|
|
|
|
|
requiebros si así puede decirse, dirigidos á lo que más admira el
|
|
|
|
|
labriego en las personas nacidas en esfera superior: la fuerza física.
|
|
|
|
|
Don Pedro sonreía, guiñaba el ojo, dejaba escurrir suavemente el _mallo_
|
|
|
|
|
sobre la paja, se atizaba el jarro de una sentada no sin decir antes
|
|
|
|
|
«hasta verte, Jesús mío», y consumada esta segunda hazaña, que no se
|
|
|
|
|
celebraba menos que la primera, echábase la chaqueta por los hombros, se
|
|
|
|
|
encasquetaba el sombrero, y sentado en las gavillas de mies, fumaba
|
|
|
|
|
como los otros trabajadores, pero con placer sereno é íntimo orgullo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Este año observaban atónitos los gañanes que el marqués no seguía la ya
|
|
|
|
|
inveterada costumbre. Sentado estaba allí lo mismo que siempre; ¿cómo
|
|
|
|
|
sería no coger el mallo? Hasta parece que no se le alegraba la cara
|
|
|
|
|
viendo aquella gloria de Dios de los haces, nunca más lucidos ni de más
|
|
|
|
|
limpia espiga, y aquel sol hecho de encargo para desprender el fruto, y
|
|
|
|
|
aquel mar de oro donde los mallos, al precipitarse, producían un ruido
|
|
|
|
|
apagado, mate y sedoso que regocijaba el corazón. Lejos de manifestar el
|
|
|
|
|
contento de otras veces, hasta se podía jurar que el hidalgo de Ulloa
|
|
|
|
|
había exhalado media docena de suspiros. De tiempo en tiempo cruzaba las
|
|
|
|
|
manos y se tentaba los brazos, y fruncía el entrecejo, como el que no
|
|
|
|
|
sabe á qué santo encomendarse. De repente Gabriel, desde su atalaya, vió
|
|
|
|
|
que el marqués se levantaba resuelto, se despojaba de la americana á
|
|
|
|
|
toda prisa, se remangaba...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Qué barbaridad irá á hacer éste?--pensó Pardo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Se admiró más al verle asir la pértiga, colocarse en fila y zurrar
|
|
|
|
|
valerosamente la mies. El señor de Ulloa, en los primeros momentos,
|
|
|
|
|
demostró todo el esfuerzo y brío acostumbrados; pero á los pocos golpes,
|
|
|
|
|
empezó á sentir lo que tanto temía, lo que desde por la mañana le
|
|
|
|
|
nublaba la frente: la respiración se le acortaba, el brazo se resistía á
|
|
|
|
|
levantar el instrumento, las carnes se le volvían algodón y se le
|
|
|
|
|
doblaban las rodillas. Exclamó con angustia:--¡Alto, rapaces!--y los
|
|
|
|
|
diez y nueve mallos de la cuadrilla permanecieron suspensos en el aire
|
|
|
|
|
como si fuesen uno solo, mientras los gañanes miraban al señor con muda
|
|
|
|
|
lástima y en un silencio tal, que pudiera oirse el vuelo de una mosca.
|
|
|
|
|
Al fin dejó don Pedro caer la pértiga, se llevó ambas manos á la frente
|
|
|
|
|
húmeda, y á vueltas de congojoso sobrealiento, murmuró:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Rapaces... Ya pasé de mozo. No sirvo... No darme el jarro.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Cuchichearon los gañanes; algunos sacudieron la cabeza entre burlones y
|
|
|
|
|
compasivos, no sabiendo si era prudente tomar el caso á risa ó dolerse
|
|
|
|
|
mucho de él. Don Pedro, desplomado en los haces, se enjugaba el sudor
|
|
|
|
|
con un pañuelo amarillo; sus labios temblaban, su rostro estaba
|
|
|
|
|
demudado, y un dolor real, acerbo y hosco, se pintaba en él. Parecía
|
|
|
|
|
como si el fracaso de su intento le echase de golpe diez años encima.
|
|
|
|
|
Sus arrugas, su pelo gris, todas las señales de vejez se hacían más
|
|
|
|
|
visibles. Y con los ojos cerrados, cubiertos por el pañuelo, la otra
|
|
|
|
|
mano caída, la espalda encorvada y la cabeza temblorosa, el marqués se
|
|
|
|
|
veía ya inútil para todo, baldado, preso en una silla, tendido después
|
|
|
|
|
en la caja, entre cuatro cirios, en la pobre iglesia de Ulloa, ó
|
|
|
|
|
pudriéndose en el cementerio, donde hacía tiempo le aguardaba su mujer.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Así se estuvo unos cuantos minutos, sin que los gañanes se atreviesen á
|
|
|
|
|
continuar la tarea, ni casi á chistar. Un rumor profundo, contenido,
|
|
|
|
|
salió de la multitud cuando don Pedro, levantándose impetuosamente,
|
|
|
|
|
listo como un muchacho y con un semblante bien distinto, alegre y
|
|
|
|
|
satisfecho, llamó con imperio al Gallo, que, ojo avizor, muy currutaco
|
|
|
|
|
de traje, muy digno de apostura, asistía á la faena.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Angel! ¡Angel!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Señor...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Busca al _señorito_ Perucho... Tráelo volando aquí... De mi parte,
|
|
|
|
|
¡que venga á majar la camada!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Jamás impensado reconocimiento de príncipe heredero produjo en corte
|
|
|
|
|
alguna tan extraordinaria impresión como aquellas explícitas y graves
|
|
|
|
|
palabras del marqués de Ulloa. Inequívoca era la actitud; claro el
|
|
|
|
|
sentido de la orden; elocuente hasta no más el hecho; y si alguna duda
|
|
|
|
|
les pudiese quedar á los maliciosos y á los murmuradores de aldea acerca
|
|
|
|
|
del hijo de Sabel, ¿qué pedían para convencerse? Llamarle á que majase
|
|
|
|
|
la camada en lugar del hidalgo, era lo mismo que decirle ya sin rodeos
|
|
|
|
|
ni tapujos:--Ulloa eres, y Ulloa quien te engendró.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Todos miraron al Gallo, á ver qué gesto ponía. Nunca el semblante
|
|
|
|
|
patilludo del rústico buen mozo y su engallada apostura expresaron mayor
|
|
|
|
|
majestad y convencimiento de la alta importancia de su misión en la
|
|
|
|
|
señorial morada de los Pazos. Se enderezó más, brilló su redonda pupila,
|
|
|
|
|
y respondió con tono victorioso:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Se hará conforme al gusto de Usía.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Salir el Gallo por un lado y entrar Gabriel por otro, fué simultáneo.
|
|
|
|
|
Acercóse á su cuñado, y hechos los saludos de ordenanza, sentóse en los
|
|
|
|
|
haces, y pidió noticias de su sobrina.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Quién sabe de ella?--respondió el padre.--Andará por ahí... ¿Has
|
|
|
|
|
visto la maja?--añadió revelando sumo interés en la pregunta.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí, te he visto hecho un valiente...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿A mí? ¡A mí me viste acabado, _derreado_! Ya no sirve uno sino para
|
|
|
|
|
echar al montón del abono... A cada cerdo le llega su San Martín... Ya
|
|
|
|
|
verás á Perucho majar la camada, que será la gloria del mundo... Ey,
|
|
|
|
|
Angel... ¿Viene ó no viene? ¿Qué... no está?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Dice que no... que salió trempranito con Manola... Que no voltaron
|
|
|
|
|
aún.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Por vida de...! ¡Mal rayo!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Volvió á encapotarse el rostro y á anudarse de veras el ceño del
|
|
|
|
|
hidalgo de Ulloa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XXIV
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Comieron solos los dos cuñados. Al sentarse á la mesa, Gabriel manifestó
|
|
|
|
|
extrañeza grande por la ausencia de Manola, y don Pedro preguntó á los
|
|
|
|
|
criados si los _rapaces_ no parecían; la respuesta negativa no le
|
|
|
|
|
despejó el severo entrecejo. Érale difícil al hidalgo conservar muchas
|
|
|
|
|
horas seguidas la afable disposición de los primeros momentos de
|
|
|
|
|
hospitalidad; no sabía ejercitar la simpática virtud de la eutrapelia,
|
|
|
|
|
que en resumen es cortesía y buena crianza, y al poco tiempo de tratar á
|
|
|
|
|
una persona, se creía autorizado para obligarla á que le sufriese su
|
|
|
|
|
mal humor, así como á imponerle su jovialidad, cuando estaba alegre, que
|
|
|
|
|
no era cosa que ocurriese todos los días. Por su parte Gabriel, aunque
|
|
|
|
|
siempre atento y sin prescindir de sus corteses maneras, también se
|
|
|
|
|
mantenía serio, como hombre que tiene algo grave en qué pensar.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Sus porqués y cavilaciones salieron á relucir á la hora del café, cuando
|
|
|
|
|
ya la moza en pernetas y el tagarote del criado no tenían necesidad de
|
|
|
|
|
entrar en el comedor. Hacíase el café allí mismo, en la mesa; lo
|
|
|
|
|
preparaba don Pedro--único modo de que saliese á su gusto--en una
|
|
|
|
|
maquinilla de hojalata toda desestañada, derrotadísima, con lágrimas de
|
|
|
|
|
estaño colgando á lo largo de su cilindro superior; artefacto casi
|
|
|
|
|
inservible, pero irreemplazable para don Pedro, habituado á semejante
|
|
|
|
|
chisme y persuadido de que en una cafetera nueva no le saldría bien la
|
|
|
|
|
operación. Se filtraba el café lentamente, gota á gota, y en realidad
|
|
|
|
|
resultaba fuerte, oscuro, aromático, exquisito. El marqués de Ulloa era
|
|
|
|
|
inteligente en la materia; porque merece notarse que aquel burdo
|
|
|
|
|
hidalgote, ajeno no sólo á la idea de lo que espiritualmente embellece y
|
|
|
|
|
poetiza, sino de lo que hace materialmente grata la existencia, tenía en
|
|
|
|
|
dos ó tres ramos afinadísimo el sentido y el conocimiento, hasta rayar
|
|
|
|
|
en sibarita: nadie como él distinguía un legítimo habano de primera, de
|
|
|
|
|
las imitaciones más ó menos hábiles; nadie entendía mejor el intríngulis
|
|
|
|
|
del café; nadie conocía tan perfectamente dos ó tres clases de licores y
|
|
|
|
|
vinos; y así como entendía fallaba, y que no le viniesen con cigarros
|
|
|
|
|
del estanco ni con Jerez de marcas inferiores. Ni él mismo podía decir
|
|
|
|
|
dónde había adquirido esta ciencia: acaso le venía de casta, como al
|
|
|
|
|
gitano ser chalán y al árabe apreciar armas y caballos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Mientras se destilaba el rico néctar, Gabriel, sin acritud ni severidad,
|
|
|
|
|
antes con cierta blandura encaminada á hacerse los lares propicios, dijo
|
|
|
|
|
á su cuñado:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Oye tú... ¿No le habrá sucedido á Manuela cosa mala? ¿Estás seguro?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Va con Perucho--respondió lacónicamente el marqués, dando vuelta á la
|
|
|
|
|
llave, y acercando á la villa la taza de Gabriel, donde cayó un chorro
|
|
|
|
|
negro, que despedía balsámicos efluvios.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Perucho...--murmuró Gabriel Pardo como si se le atragantase el
|
|
|
|
|
nombre--Perucho..... es un muchacho de muy poca edad.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Poca edad... ¡Quién me diera en la suya!--exclamó el hidalgo,
|
|
|
|
|
respirando por la herida de su decadencia física.--¡A esa edad, que le
|
|
|
|
|
echen á uno encima disgustos y leguas de mal camino! A esa edad... salía
|
|
|
|
|
yo para el monte á las cuatro de la mañana, que aún no se veía luz; y me
|
|
|
|
|
estaba allí á pie firme hasta las ocho de la noche, que volvía para casa
|
|
|
|
|
con el morral atacado de perdices... Y desde las cuatro de la madrugada
|
|
|
|
|
hasta las ocho de la noche llevaba aguantada toda la lluvia, que se me
|
|
|
|
|
había secado encima del cuerpo, y todo el sol, que maldito si le hacía
|
|
|
|
|
yo más caso que á este café que bebo ahora, y todo el frío, y todas las
|
|
|
|
|
brétemas, y los orvallos, y el pedrisco, y los demonios que me lleven...
|
|
|
|
|
A veces no me contentaba con las horas del día... ¡buena gana de
|
|
|
|
|
contentarme! ¡Cuántas noches de invierno tengo salido á las liebres, que
|
|
|
|
|
andaban pastando en las viñas! Allí... con el tío Gabriel, tu tocayo...
|
|
|
|
|
los dos escondiditos tras de un pino... tendidos boca abajo... con un
|
|
|
|
|
papel tapando la boca de la carabina para que las condenadas no
|
|
|
|
|
olfateasen la pólvora... ¿Quieres más azúcar?... No... ¡Lo que es del
|
|
|
|
|
tiempo de Perucho... que me diesen á mí caza que matar y monte por donde
|
|
|
|
|
andar y una empanada que comer y un jarro de mosto, que me sabía todo á
|
|
|
|
|
gloria...! Ahora... ¡se acabó!... Ya no está uno de recibo más que para
|
|
|
|
|
sentarse en una silla... ó para que le tiren al basurero.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues yo--declaró Gabriel, bebiendo aprisa el último sorbo del café--no
|
|
|
|
|
estoy tan tranquilo como tú: á los enamorados (y aquí se sonrió) algunas
|
|
|
|
|
impaciencias hay que perdonarnos... Si sabes poco más ó menos hacia qué
|
|
|
|
|
parte suele ir tu hija, me lo dices y salgo allá.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y quién es capaz de saberlo? Como son locos, si les dió la gana de no
|
|
|
|
|
parar hasta el Pico Medelo, allá se plantificaron... Tú bien conoces que
|
|
|
|
|
tanto pudieron echar para Poniente como para Levante.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel Pardo se mordió el bigote estrujándolo con el pulgar contra los
|
|
|
|
|
labios. Cualquier cristiano se da á Barrabás con semejantes respuestas
|
|
|
|
|
en boca de un padre. Miró el artillero en derredor suyo, y al ver que no
|
|
|
|
|
andaba por allí nadie, ni Sabel, ni la cocinera, estuvo á punto de
|
|
|
|
|
vaciar el saco... Pero al fin el comedor era un sitio abierto, podía
|
|
|
|
|
entrar gente de un momento á otro, y lo que á él se le asomaba á la
|
|
|
|
|
lengua era para dicho privadamente. Siguió preguntando de un modo
|
|
|
|
|
indirecto.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y... acostumbra Manuela salir así muchas mañanas, y no volver á la
|
|
|
|
|
hora de la comida?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pocas... ¡Hombre! ha de vivir ella en el monte como vivía yo? No se le
|
|
|
|
|
ocurre á nadie eso. Pero á veces, en tiempo de verano (ya se sabe) y
|
|
|
|
|
estando Perucho, les ha sucedido cogerles lejos un chubasco, ó una
|
|
|
|
|
tormenta, y entonces ¿sabes qué hacen? Se meten á comer en casa del cura
|
|
|
|
|
de Naya, ó del pobre de Boán, que en paz descanse, cuando vivía... ¡Cura
|
|
|
|
|
más templado! Se defendió él solo contra una gavilla de más de veinte
|
|
|
|
|
ladrones, que al fin me lo despacharon para el otro mundo; pero antes
|
|
|
|
|
despachó él á uno de los galopines, y malhirió á media docena... ¡Era
|
|
|
|
|
más perro!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Hoy ni llueve ni hay señales de borrasca--insistió con firmeza
|
|
|
|
|
Gabriel. Manuela no se habrá ido á comer á casa de nadie.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Eso es verdad... pero los chiquillos, viendo que ayer no pudieron
|
|
|
|
|
andar juntos, tal día como hoy se habrán querido desquitar tomándolo por
|
|
|
|
|
suyo todo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El artillero sintió algo molesto, agudo y frío en el corazón; algo que
|
|
|
|
|
era inquietud, pena y susto á la vez. Dominando su turbación
|
|
|
|
|
involuntaria, dijo en voz reposada y entera:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Yo, en tu caso, no lo consentiría. Parece mal que una señorita de los
|
|
|
|
|
años de Manuela ande por los montes sin más compañía que un mocito poco
|
|
|
|
|
mayor. Es inconveniente por todos estilos, y hasta es exponerla, con
|
|
|
|
|
este sol de justicia, á que coja un tabardillo pintado.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
No obstante la moderación con que hablaba Gabriel, fuese por estar el
|
|
|
|
|
hidalgo en punto de caramelo ó porque le moviese una secreta antipatía
|
|
|
|
|
contra su cuñado, lo cierto es que exclamó casi á gritos, con bronca
|
|
|
|
|
descortesía y despreciativo acento:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Allá en los pueblos se educa á las muchachas de un modo y por aquí
|
|
|
|
|
las educamos de otro!.. Allá queréis unas mojigatas, unas _mírame y no
|
|
|
|
|
me toques_, que estén siempre haciendo remilgos, que no sirvan para
|
|
|
|
|
nada, que se pongan á morir en cuanto mueven un pie de aquí á la
|
|
|
|
|
escalera de la cocina... y luego mucho de sí señor, de gran virtud y
|
|
|
|
|
gran aquel, y luego sabe Dios lo que hay por dentro, que detrás de la
|
|
|
|
|
cruz anda el diablo, y las que parecen unas santas... más vale callar. Y
|
|
|
|
|
luego, al primer hijo, se emplastan, se acoquinan, y luego, revientan,
|
|
|
|
|
¡revientan de puro maulas!...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Escuchaba Gabriel trémulo y bajado los ojos. Se sentía palidecer de ira;
|
|
|
|
|
notaba y reprimía el temblor de sus labios, la llama que se le asomaba á
|
|
|
|
|
las pupilas, y el impulso de sus nervios que le crispaban los puños. Un
|
|
|
|
|
fuerte dolor en el epigastrio, el síntoma indudable de la cólera
|
|
|
|
|
rugiente, le decía que si aguardaba dos minutos más, no seguiría oyendo
|
|
|
|
|
injuriar la memoria de su hermana sin cometer un disparate gordo. Tendió
|
|
|
|
|
la mano derecha, y sin mirar al marqués, alcanzó un vaso lleno de agua y
|
|
|
|
|
lo apuró de un trago. Con la frescura del líquido, la voluntad vino en
|
|
|
|
|
su ayuda: se incorporó, y dando la vuelta á la mesa, se llegó á don
|
|
|
|
|
Pedro con la sonrisa en los labios, y le puso las manos en los hombros,
|
|
|
|
|
no sin visible sorpresa del hidalgo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Si no fueses todavía más bárbaro que malo (y empleaba el tono
|
|
|
|
|
humorístico que había usado ya para pedirle á Manuela), lograrías
|
|
|
|
|
sacarme de mis casillas, y que me volviese tan incapaz y tan desatinado
|
|
|
|
|
como tú... La suerte que te conozco, y te tomo á beneficio de
|
|
|
|
|
inventario, has oído? Puedes echar por esa boca sapos y culebras: por un
|
|
|
|
|
oído me entran y por otro me salen. No tienes ni pizca de trastienda, y
|
|
|
|
|
no eres tú el que has de excitarme á mí y hacerme saltar... Eso
|
|
|
|
|
quisieras. Cargarme yo? Si me das lástima, fantasmón; si esta mañana no
|
|
|
|
|
pudiste levantar el palitroque aquel para tundir el trigo... No cierres
|
|
|
|
|
los puños, que no te hago maldito el caso; además, que no puedo reñir
|
|
|
|
|
contigo: somos yerno y suegro, como quien dice padre é hijo... y ya que
|
|
|
|
|
tú no cuidas, como debieras, de mi futura esposa, yo voy á buscarla,
|
|
|
|
|
entiendes tú? y á fe de Gabriel Pardo de la Lage, te juro que no volverá
|
|
|
|
|
á suceder que ande por los montes sin que se sepa su paradero!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XXV
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Si vale decir verdad, cuando salió del caserón solariego como alma que
|
|
|
|
|
lleva el diablo, por no oir la retahíla de palabrotas y berridos con que
|
|
|
|
|
don Pedro contestó á su arenga, no sabía el comandante ni hacia dónde
|
|
|
|
|
dirigirse ni á qué santo encomendarse para cumplir el programa de
|
|
|
|
|
encontrar á su sobrina. La hora era además tan cruel y el calor tan
|
|
|
|
|
intolerable, que sólo estando á mal con la vida podía nadie echarse á
|
|
|
|
|
andar por los senderos calcinados. Estarían cayendo las dos de la tarde,
|
|
|
|
|
el momento en que los habitantes así racionales como irracionales de
|
|
|
|
|
los Pazos se aprestaban á gozar las delicias de la siesta, tendiéndose
|
|
|
|
|
cuál panza arriba, cuál de costado para roncar; despatarrados los
|
|
|
|
|
gañanes sobre los haces de paja, y estirados en completa inmovilidad los
|
|
|
|
|
perros, sacudiendo solamente una oreja cuando se les posaba encima
|
|
|
|
|
importuna mosca.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Por vivo que fuese el celo de Gabriel, comprendió la locura de salir á
|
|
|
|
|
descubierta en momentos semejantes, é instintivamente buscó una sombra
|
|
|
|
|
donde guarecerse y consultar consigo mismo. Dió consigo en la linde del
|
|
|
|
|
soto, al pie de un castaño, sinó de los más altos, de los más acopados y
|
|
|
|
|
frondosos, sobre cuyas flores caídas, que mullían dobladamente el tapiz
|
|
|
|
|
de manzanilla y grama, encontró buen recostadero.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No hay remedio...--comenzó á devanar Gabriel.--Yo corto por lo sano...
|
|
|
|
|
El animal de mi cuñado, tengo que reconocerlo, no ve _esto_ que veo
|
|
|
|
|
yo... Es que si lo viese y viéndolo lo consintiese... nada, cuatro
|
|
|
|
|
tiros.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y yo ¿qué veo, en resumen? ¿Tiene fundamento, tiene cuerpo, tiene base
|
|
|
|
|
esta idea? ¡No, y renó! Aquí no hay más que una cuestión de
|
|
|
|
|
conveniencias desatendidas... impremeditaciones é ignorancias de una
|
|
|
|
|
montañesilla inexperta... bárbara indiferencia, atroz descuido de un
|
|
|
|
|
hombre zafio y adocenado... fatalidades de educación, de medio
|
|
|
|
|
ambiente...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No puede negarse que mi venida aquí ha sido providencial. El abandono
|
|
|
|
|
en que está la niña, hija de mi pobre Nucha, clama al cielo... Debí
|
|
|
|
|
enterarme antes, mucho antes. He dejado pasar años sin tomarme la
|
|
|
|
|
molestia... Bien, yo no podía tampoco suponer... ¡Qué calor! Comprendo á
|
|
|
|
|
los japoneses...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Suspiró y cortó una rama de castaño para abanicarse con ella. Lo que le
|
|
|
|
|
sofocaba era, más que la temperatura, la reacción del reciente acceso de
|
|
|
|
|
cólera. El café que acababa de paladear le había dejado en la lengua un
|
|
|
|
|
amargor agradable, y le producía ese ligero eretismo cerebral tan
|
|
|
|
|
propicio á la creación artística y á la fácil emisión de la palabra. La
|
|
|
|
|
naturaleza desfallecía, y el rumoroso silencio del bosque, el ronco
|
|
|
|
|
quejido de la presa, la fragancia de las flores del castaño, ayudaban á
|
|
|
|
|
exaltar la fantasía de Gabriel, muy inclinada, como sabemos, á echarse
|
|
|
|
|
por esos trigos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Por qué causa tal impresión la naturaleza? Yo lo había leído en
|
|
|
|
|
libros, pero me costaba mis trabajos creerlo... Esto de que, porque uno
|
|
|
|
|
vea cuatro montañas y media docena de nubes, se ponga á meditar sobre
|
|
|
|
|
orígenes, causas, el sér, la esencia, la fatalidad, y otras cien mil
|
|
|
|
|
cosazas que carecen de solución! ¡Empeñarnos en que la naturaleza tiene
|
|
|
|
|
voces, y voces que dicen algo misterioso y grande! ¡Ay... á esto sí que
|
|
|
|
|
se le puede llamar chifladura! ¡Voces... Voces! ¡Unas voces que están
|
|
|
|
|
hablando hace miles y miles de años, y á cada cual le dicen su cosa
|
|
|
|
|
diferente! Deduzco que ellas no dicen maldita la cosa... y que nosotros
|
|
|
|
|
las interpretamos á nuestra manera... Lo que pasa con las campanas:
|
|
|
|
|
enseguida cantan lo que á uno se le antoja... Las voces están dentro...
|
|
|
|
|
A mi cuñado le suena la naturaleza así:--¡Buen día de maja!--Y al
|
|
|
|
|
creyente le murmura que hay Dios...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Que no existe el mundo exterior; que lo creamos nosotros? ¡Puf!
|
|
|
|
|
Idealismo trascendental... Váyase á paseo este afán de escudriñar el
|
|
|
|
|
fondo de todas las cosas...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Un saltón verde, muy zanquilargo, vino á posarse en la mano del
|
|
|
|
|
pensador. Gabriel le cogió por las zancas traseras y le sujetó algún
|
|
|
|
|
tiempo, divirtiéndose en ver la fuerza que hacía para soltarse. Al fin
|
|
|
|
|
aflojó, y el bicho se puso en cobro pegando un brinco fenomenal.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y á Manuela ¿qué le dirá la señora naturaleza, la única mamá que ha
|
|
|
|
|
conocido?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
En la memoria de Gabriel, como en placa fonográfica, empezaron á revivir
|
|
|
|
|
fragmentos de la lectura de la noche anterior, sólo que encontrándoles
|
|
|
|
|
un sentido y dándoles un alcance nuevo de respuesta á la última
|
|
|
|
|
pregunta.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--«La sazón es fresca y el campo está hermoso: todas las cosas favorecen
|
|
|
|
|
á tu venida y ayudan á nuestro amor, y parece que la naturaleza nos
|
|
|
|
|
adereza y adorna el aposento... Voz de mi amado se oye: veislo viene
|
|
|
|
|
atravesando por los montes y saltando por los collados... La izquierda
|
|
|
|
|
suya debajo de mi cabeza, y su derecha me abrazará... Hablado ha mi
|
|
|
|
|
amado y díjome: levántate, amiga mía, galana mía, y vente... Ya ves,
|
|
|
|
|
pasó la lluvia y el invierno fuése. Los capullos de las flores se
|
|
|
|
|
demuestran en nuestra tierra, el tiempo de la poda es venido, oída es la
|
|
|
|
|
voz de la tórtola en nuestro campo: la higuera brota sus higos, y las
|
|
|
|
|
pequeñas uvas dan olor: por ende levántate, amiga mía, hermosa mía y
|
|
|
|
|
ven.»
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Según los garrapatos que he visto en la edición, Manuela y su... ¡lo
|
|
|
|
|
que sea! aprendieron á leer por ese libro... Tiene algo de simbólico...
|
|
|
|
|
La más negra no es el texto, sino los comentarios... Cuidado con aquello
|
|
|
|
|
que dice de que el jugar á esconderse burlando es regalo y juego
|
|
|
|
|
graciosísimo del amor... Sí, que no sabrían ellos solos retozar entre
|
|
|
|
|
los árboles... Pues y el enseñarles á que se fijen y reparen en los
|
|
|
|
|
arrullos de las palomas y en los amoríos de los avechuchos?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Lo más tremendo es la manía de llamarla _hermana_... «Robaste mi
|
|
|
|
|
corazón, hermana mía esposa, robaste mi corazón con uno de los tus ojos
|
|
|
|
|
en un sartal de tu cuello... Panal que destila tus labios, esposa, miel
|
|
|
|
|
y leche está en tu lengua; y el olor de tus vestidos, como el olor del
|
|
|
|
|
incienso. Huerto cerrado, hermana mía esposa...»
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Este lenguaje oriental...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--«¿Quién te me dará como hermano que mamase los pechos de mi madre?
|
|
|
|
|
Hallaríate fuera, besaríate, y ya nadie me despreciaría.»
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Con permiso de Fray Luís de León: lo que es sus comentarios á este
|
|
|
|
|
pasaje, son una confusión lastimosa entre el amor y la fraternidad. No
|
|
|
|
|
me negará nadie que es bonita escuela para las señoritas lo que dice á
|
|
|
|
|
propósito de los amores desiguales... Cosa más disolvente que estos
|
|
|
|
|
místicos y contempladores... ¡y el pasaje está más claro que el agua..!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--«Porque se ha de entender que entre dos personas (aunque las demás
|
|
|
|
|
calidades ó que se adquieren por ejercicio ó que vienen por caso de
|
|
|
|
|
fortuna ó que se nace con ellas) puede haber y hay grandes y notables
|
|
|
|
|
diferencias; pero unidas en caso de amor y voluntad, porque esta es
|
|
|
|
|
señora y libre así como en todo es libre y señora; así todos en ella
|
|
|
|
|
son iguales, sin conocer ventaja del uno al otro, por diferentes estados
|
|
|
|
|
y condiciones que sean.»
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Caracoles con Fray Luís!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Quieto, Gabriel, que estás discurriendo como un quídam, sin asomo de
|
|
|
|
|
cultura, como si toda tu vida no te hubieses esforzado en ser
|
|
|
|
|
racional... racional. Si tu sobrina ha leído eso, sería de niña, cuando
|
|
|
|
|
deletreaba; y á fuerza de ser clásico y castizo y repulido, ni lo
|
|
|
|
|
entendió entonces, ni lo entendería ahora. Esta lectura te hace efecto y
|
|
|
|
|
te da en qué pensar á ti, por lo mismo que estás muy civilizado y muy
|
|
|
|
|
saturado de libros y muy harto de meterte en honduras... Lo que es á
|
|
|
|
|
ellos... No has de ser majadero por empeñarte en ser sagaz.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Se me figura que la naturaleza se encara conmigo y me dice: Necio, pon
|
|
|
|
|
á una pareja linda, salida apenas de la adolescencia, sola, sin
|
|
|
|
|
protección, sin enseñanza, vagando libremente, como Adán y Eva en los
|
|
|
|
|
días paradisíacos, por el seno de un valle amenísimo, en la estación
|
|
|
|
|
apasionada del año, entre flores que huelen bien, y alfombras de mullida
|
|
|
|
|
hierba capaces de tentar á un santo. ¿Qué barrera, qué valla los divide?
|
|
|
|
|
Una enteramente ilusoria, ideal, valla que mis leyes, únicas á que ellos
|
|
|
|
|
se sujetan, no reconocen, pues yo jamás he vedado á dos pájaros nacidos
|
|
|
|
|
en el mismo nido que aniden juntos á su vez en la primavera próxima... Y
|
|
|
|
|
yo, única madre y doctora de esa pareja, soy su cómplice también, porque
|
|
|
|
|
la palabra que les susurro y el himno que les canto, son la verdadera
|
|
|
|
|
palabra y el himno verdadero, y en esa palabra sola me cifro, y por esa
|
|
|
|
|
palabra me conservo, y esa palabra es la clave de la creación, y yo la
|
|
|
|
|
repito sin cesar, pues todo es en mí canto epitalámico, y para
|
|
|
|
|
entenderlo, simple! ¿qué falta hacen libros ni filosofías?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pero es cosa que eriza los pelos... La hija de mi hermana, la
|
|
|
|
|
esperanza de mi corazón, caída en ese abismo... ¡Qué monstruosidad
|
|
|
|
|
horrible! y no hay duda... Soy un idiota en no haberlo comprendido desde
|
|
|
|
|
luego... Presentimiento sí que lo tenía... Algo me dió el corazón ya en
|
|
|
|
|
casa de Máximo Juncal... Ay, Nucha, pobre mamita, y qué bien hiciste en
|
|
|
|
|
morirte... Todo el día solos, campando por su respeto á una ó dos leguas
|
|
|
|
|
de la casa... ¿Qué hacen á estas horas? ¿En qué clase de juego
|
|
|
|
|
entretienen la siesta? De seguro...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Maldito yo por no venir antes. Aunque sabe Dios desde cuándo... ¿Y qué
|
|
|
|
|
hago ahora aquí, cavilando y lamentándome? Tocan á moverse... á
|
|
|
|
|
buscarla, voto á sanes! y á deshacer este enredo horrible, y á sacarla
|
|
|
|
|
de la abyección, y á cortar de raíz...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Hacia dónde tomarían?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XXVI
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Siguió el primer sendero que encontró, porque tan probable era que
|
|
|
|
|
hubiesen pasado por aquel como por otro. Caminaba sin fijarse en el
|
|
|
|
|
paisaje, ni formar idea de si se alejaba mucho de los Pazos; y sus ojos,
|
|
|
|
|
devorando el horizonte, trataban de descubrir un campanario, el de Naya.
|
|
|
|
|
¿No había dicho el señor de Ulloa que á Naya solían ir?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Cruzó prados humedecidos por el riego, y heredades acabadas de segar la
|
|
|
|
|
víspera; se metió por entre viñedos; saltó vallados; atravesó huertos
|
|
|
|
|
con frutales y costeó eras donde resonaba el cadencioso golpe del
|
|
|
|
|
_mallo_; en suma, gastó con la actividad y el movimiento su impaciencia
|
|
|
|
|
torturadora, que le encendía la sangre y le ponía los nervios como
|
|
|
|
|
cuerdas de guitarra... El ejercicio le hizo provecho; andando y andando,
|
|
|
|
|
empezó á sentirse con la cabeza más despejada y el corazón más
|
|
|
|
|
tranquilo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Contribuía á ello el acercarse ya el instante de calma suprema, la hora
|
|
|
|
|
religiosa, el anochecer. De la sombra que iba envolviendo el suelo
|
|
|
|
|
emergían las copas de los árboles, coronadas aún por una pirámide de
|
|
|
|
|
claridad; al oeste, los arreboles se extendían en franjas inflamadas
|
|
|
|
|
como el cráter de un volcán: el contraste del incendio, pues hasta forma
|
|
|
|
|
de llamas tenían las nubes, hacía verdear el azul celeste, y unas
|
|
|
|
|
cuantas nubecillas, dispersas hacia el poniente, parecían gigantescas
|
|
|
|
|
rosas y bolas de oro desparramadas por el cielo. Una puesta de sol
|
|
|
|
|
inverosímil, de esas que dejan quedar mal á los pintores cuando se les
|
|
|
|
|
mete en la cabeza copiarlas. Sobre el grupo de árboles más abandonados
|
|
|
|
|
ya de la luz diurna, se desplegaba, á manera de leve cortinilla plomiza,
|
|
|
|
|
el humo que despedía la chimenea de una cabaña; y de las hondonadas,
|
|
|
|
|
donde se conservaba archivado el enervante calor de todo el día, se
|
|
|
|
|
alzaban compactas huestes de mosquitos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
De pronto levantó Gabriel la cabeza... Un tañido lento y lejano, una
|
|
|
|
|
gota, por decirlo así, de música apacible, resignada, admirablemente
|
|
|
|
|
poética en semejante lugar, sobre todo por lo bien que se armonizaba con
|
|
|
|
|
los _saudosos_ ay... lé... lé... que segadoras y majadores entonaban
|
|
|
|
|
desde los campos y las eras, se dejó oir repetidas veces, á intervalos
|
|
|
|
|
iguales... El comandante se paró, y una especie de escalofrío recorrió
|
|
|
|
|
su cuerpo. Se le arrasaron en lágrimas los ojos, lágrimas de esas que no
|
|
|
|
|
corren, que vuelven al punto á sumirse. ¡Cuántas veces había oído hablar
|
|
|
|
|
de la poesía del _Angelus_! Y sin conocerla, se la imaginaba desflorada
|
|
|
|
|
por tanta rima de coplero chirle, por tanto artículo sentimental... Fué
|
|
|
|
|
esto mismo lo que aumentó la fuerza de la impresión, é hizo más inefable
|
|
|
|
|
el misterioso tañido.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--El que discurrió este toque de campana á estas horas, era un artista
|
|
|
|
|
de primer orden... ¡Cáspita! ¿Hacia dónde ha sonado? ¿Estaré, sin
|
|
|
|
|
saberlo, cerca de Naya? No puede ser... He comprendido que Naya se
|
|
|
|
|
encuentra á la subida del monte... y hace un cuarto de hora lo menos que
|
|
|
|
|
bajo al valle. ¡Hola! ¡Si el campanario se ve asomar por allí! ¡Qué
|
|
|
|
|
bajito! Es el de Ulloa, no me cabe duda.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Ya todo era cuesta abajo, y Gabriel la descendió con bastante ligereza,
|
|
|
|
|
sólo que el caminillo daba mil vueltas y revueltas, y el comandante no
|
|
|
|
|
se atrevía á atajar, temeroso de perderse. Caía la noche con sosegada
|
|
|
|
|
majestad; las luces de Bengala del poniente se extinguían, y detrás del
|
|
|
|
|
lucero salía una cohorte innumerable de estrellas. No distinguió Gabriel
|
|
|
|
|
la iglesia hasta estar tocándola casi, y no fué milagro, porque la
|
|
|
|
|
parroquial de Ulloa cada día se iba sepultando más en la tragona
|
|
|
|
|
tierra, que se la comía y envolvía por todos lados, dejando apenas
|
|
|
|
|
sobresalir, como mástil de buque náufrago, la espadaña y el remate del
|
|
|
|
|
crucero del atrio. La puerta del vallado que rodeaba á éste, bien
|
|
|
|
|
fácilmente se podía saltar, sin más que levantar algo las piernas; pero
|
|
|
|
|
Gabriel Pardo no había entrado en el atrio por el gusto de entrar, sino
|
|
|
|
|
por acercarse á _algo_ que él sabía estar allí, y que le pesaba con
|
|
|
|
|
remordimiento profundo no haber visitado antes, desde el momento mismo
|
|
|
|
|
de su arribo á los Pazos...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Cosa de broma saltar la cerca del atrio; mas no así penetrar en el
|
|
|
|
|
cementerio de Ulloa. Parecía como si se hubiese defendido su acceso con
|
|
|
|
|
esmero especial, nada común en las aldeas, donde los camposantos suelen
|
|
|
|
|
andar mal preservados de la contingencia, remotísima en verdad, de una
|
|
|
|
|
profanación. El muro que lo rodeaba era alto, bien recebado, y en el
|
|
|
|
|
caballete se incrustaban recios cascotes de botella; la verja de la
|
|
|
|
|
cancilla, sobre la cual se gallardeaba la copa de un corpulento olivo,
|
|
|
|
|
se componía de maderos fuertes, recién pintados, terminados en unos
|
|
|
|
|
pinchos de hierro. Asegurábanla sólida cerradura y grueso cerrojo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel comprendió que además de la cancilla debía existir una puerta
|
|
|
|
|
que comunicase directamente con el atrio, y no se engañó; sólo que era
|
|
|
|
|
de dos hojas, y no menos sólida y maciza en su género que la cancilla.
|
|
|
|
|
No se podía intentar abrirla; por fuerza, sería un acto irrespetuoso; en
|
|
|
|
|
cuanto á llamar al sacristán, ni pensarlo; de fijo que después de sonar
|
|
|
|
|
las oraciones, se habría retirado á su casa, dejando solos á los muertos
|
|
|
|
|
y á la pobrecilla iglesia.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Intentó al menos el comandante distinguir, al través de la verja, la
|
|
|
|
|
traza del cementerio, acostumbrando la vista á las tinieblas de la
|
|
|
|
|
estrellada noche. Después de mirar fijamente y largo rato, adquirieron
|
|
|
|
|
algún relieve las formas confusas. El cementerio parecía muy bien
|
|
|
|
|
cuidado: las cruces, no derrengadas como suelen andar en sitios tales,
|
|
|
|
|
sino derechas y puestas con simetría y decoro; la vegetación y los
|
|
|
|
|
arbustos ostentando el no sé qué de los jardines, la gentil lozanía de
|
|
|
|
|
la planta regada y dirigida por mano cariñosa. Sobre el fondo sombrío
|
|
|
|
|
del follaje se destacaban irregulares manchones claros, que debían ser
|
|
|
|
|
flores. Flores eran, y ya los ojos de Gabriel, familiarizados con la
|
|
|
|
|
oscuridad, podían hasta darles su nombre propio: las manchas redondas,
|
|
|
|
|
hortensias; las largas, varas de azucenas blanquísimas. Lograba también,
|
|
|
|
|
sin esfuerzo, contar los senderitos abiertos entre las cruces, y los
|
|
|
|
|
montecillos que éstas coronaban.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
A su izquierda distinguió claramente una especie de nicho abultado, con
|
|
|
|
|
pretensiones de mausoleo, y sobre cuya blancura se perfilaban, á modo de
|
|
|
|
|
columnas de mármol negro, los troncos de dos cipreses muy tiernos aún,
|
|
|
|
|
recién plantados sin duda. La mirada se le quedó fija en el mezquino
|
|
|
|
|
monumento... Era _allí_... Se agarró con ambas manos á la verja,
|
|
|
|
|
quedándose abismado en la contemplación que producen los objetos en los
|
|
|
|
|
cuales, como en cifra, vemos representado nuestro destino. ¡Allí, allí
|
|
|
|
|
estaba el cariño santo de su vida, la que al cabo de tantos años, desde
|
|
|
|
|
el fondo de la tumba, le había atraído á aquel ignorado valle!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
En el espíritu de Gabriel batallaban siempre dos tendencias opuestas: la
|
|
|
|
|
de su imaginación propensa á caldearse y deducir de cada objeto ó de
|
|
|
|
|
cada suceso todo el elemento poético que pueda encerrar, y la de su
|
|
|
|
|
entendimiento á analizar y calar á fondo todo ese mundo fantástico,
|
|
|
|
|
destruyéndolo con implacable lucidez. Ante la cancilla de aquel
|
|
|
|
|
cementerio de aldea, triunfaba momentáneamente la imaginación; de buen
|
|
|
|
|
grado ofrecía treguas el entendimiento, y todo lo que en lugares
|
|
|
|
|
semejantes evocan, sueñan y forjan los creyentes y los medrosos, los
|
|
|
|
|
nerviosos y los alucinados, tuvo el comandante Pardo la dicha suprema de
|
|
|
|
|
evocarlo, soñarlo y forjarlo por espacio de unos cuantos minutos.
|
|
|
|
|
Apariciones, aspectos fantasmagóricos, formas que puede tomar el sér
|
|
|
|
|
querido que ya no pertenece á este mundo para presentarse á los que
|
|
|
|
|
todavía permanecen en él, y esa sensación indefinible de la presencia de
|
|
|
|
|
un muerto, ese soplo sutil de lo invisible é impalpable, que cuaja la
|
|
|
|
|
sangre é interrumpe los latidos del corazón. Cuando se produce este
|
|
|
|
|
género de exaltación, nadie la saborea con más extraño placer que los
|
|
|
|
|
espíritus fuertes, los incrédulos: es el gozo de la mujer estéril que se
|
|
|
|
|
siente madre; ¡es un deleite parecido al que causa la lectura de una
|
|
|
|
|
novela de visiones y espectros á las altas horas de la noche, en la
|
|
|
|
|
solitaria alcoba, con la persuasión de que no hay palabra de verdad en
|
|
|
|
|
todo ello, y á la vez con involuntario recelo de mirar hacia los
|
|
|
|
|
rincones á donde no llega la luz de la lámpara, por si allí está
|
|
|
|
|
acechando la _cosa sin nombre_, el elemento sobrenatural que teme y
|
|
|
|
|
anhela nuestro espíritu, ansioso de romper la pesada envoltura material
|
|
|
|
|
y el insufrible encadenamiento lógico de las realidades!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Las flores de hortensia eran manos pálidas que hacían señas á Gabriel;
|
|
|
|
|
las azucenas, flotantes pedazos de sudario; los cipreses, figuras
|
|
|
|
|
humanas vestidas de negro, que inmóviles defendían el acceso del lugar
|
|
|
|
|
donde reposaba Nucha... Y allá del fondo del mausoleo... ¡qué ilusión
|
|
|
|
|
esta tan viva, tan fuerte, tan invencible! sale un murmullo humilde y
|
|
|
|
|
quejoso, como de rezo, un suspiro lento y arrancado de las entrañas...
|
|
|
|
|
¿Es posible que el oído sea juguete de semejantes alucinaciones? No hay
|
|
|
|
|
duda, otro suspiro tristísimo... tan claro, que un estremecimiento
|
|
|
|
|
recorre las vértebras del comandante.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Estas treguas del entendimiento duran poco, y en el cerebro de Gabriel,
|
|
|
|
|
que no poseía la frescura plástica de la ignorancia y de la juventud, la
|
|
|
|
|
razón recobró al punto sus fueros. En un segundo, el apacible cementerio
|
|
|
|
|
perdió su prestigio todo: lo vió lindo y alegre, como debía de ser á la
|
|
|
|
|
luz solar. De su hermana, lo que estaba allí era el polvo... residuos
|
|
|
|
|
orgánicos... ¡Materia! Y trató de figurarse cómo estaría aquella materia
|
|
|
|
|
inerte, qué aspecto tendrían, entre las podridas tablas del ataúd y la
|
|
|
|
|
húmeda frialdad del nicho, los huesecillos de aquellos brazos tan
|
|
|
|
|
amantes, en que se había reclinado de niño. Se le oprimió el corazón:
|
|
|
|
|
por instinto alzó la frente y miró al cielo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Si hay inmortalidad, ahí estará la pobre; en alguna de esas estrellas
|
|
|
|
|
tan hermosas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El firmamento parecía vestido de gala, como para rechazar toda idea de
|
|
|
|
|
muerte y podredumbre, y confirmar las de inmortalidad y gloria.
|
|
|
|
|
Compensando la falta de la luna que no asomaría hasta mucho más tarde,
|
|
|
|
|
los astros resplandecían con tal magnificencia, que inducían á creer si
|
|
|
|
|
toda la pedrería celestial acababa de salir del taller del joyero
|
|
|
|
|
divino. Más que azul, semejaba negra la bóveda; las constelaciones la
|
|
|
|
|
rasgaban con rúbricas de luz; algunos luceros titilaban vivos y
|
|
|
|
|
próximos, otros se perdían en la insondable profundidad; la vía láctea
|
|
|
|
|
derramaba un mar de cristalina leche, y Sirio, el gran brillante
|
|
|
|
|
solitario, centelleaba más espléndido que nunca.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
También el suelo estaba de fiesta. La incomparable serenidad de la noche
|
|
|
|
|
le envolvía en un hálito de amor: las sombras eran densas y vagas á la
|
|
|
|
|
vez: los horizontes lejanos se disfumaban en azuladas nieblas: á pesar
|
|
|
|
|
de la mucha calma, no había silencio, sino murmurios imperceptibles,
|
|
|
|
|
estremecimientos cariñosos, ráfagas de placer y vida; la savia antes de
|
|
|
|
|
parar su curso y retroceder al corazón de los árboles, aprovechaba aquel
|
|
|
|
|
minuto de plenitud del verano para saturar por completo el organismo
|
|
|
|
|
vegetal, y lo que eran acres aromas en el monte, en el valle atmósfera
|
|
|
|
|
verdaderamente embalsamada. La iluminación de la noche nupcial, los
|
|
|
|
|
farolillos venecianos de las bodas, los suministraban las luciérnagas,
|
|
|
|
|
insectos en quienes arde visiblemente el fuego amoroso...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
No podía Gabriel confundir el verdoso y fosforescente reflejo de los
|
|
|
|
|
gusanos con la pequeña llama azul que se alzó de las profundidades del
|
|
|
|
|
cementerio, y que revoloteando suavemente le pasó á dos dedos del
|
|
|
|
|
rostro. Bien conoció el fuego fatuo, arrancado por el calor á aquel
|
|
|
|
|
sitio bajo y húmedo y relleno de cadáveres humanos... Con todo, sintió
|
|
|
|
|
que otra vez se le exaltaba la fantasía, y pegó el rostro á la verja
|
|
|
|
|
escudriñando con avidez el interior del camposanto, por si tras el fuego
|
|
|
|
|
surgía alguna forma blanca, ni más ni menos que en _Roberto el
|
|
|
|
|
Diablo_... Y en efecto... ¡Chifladura, ilusión de óptica! Calle... Pues
|
|
|
|
|
no, que bien claro lo está viendo... Algo se alza detrás del nicho,
|
|
|
|
|
junto á los cipreses... Algo que se inclina, vuelve á alzarse, se
|
|
|
|
|
mueve... ¡Una forma humana...! ¡Un hombre!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Sólo tiene tiempo el artillero para adosarse al muro, al amparo de la
|
|
|
|
|
sombra que proyecta el olivo. Rechina el cerrojo, gira la llave, se abre
|
|
|
|
|
la verja, y sale la persona que momentos antes rezaba al pie del
|
|
|
|
|
mausoleo de Nucha. El rezador nocturno cierra cuidadosamente la verja,
|
|
|
|
|
hace por última vez la señal de la cruz volviéndose hacia el
|
|
|
|
|
cementerio, y pasa rozando con Gabriel y sin verle, con la cabeza baja,
|
|
|
|
|
cabeza blanquecina y cuerpo encorvado y humilde.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡El cura de Ulloa!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Se quedó Gabriel algún rato como si fuese hecho de piedra, sin darse
|
|
|
|
|
cuenta del porqué semejante persona, en tal sitio y entregada á tal
|
|
|
|
|
ocupación, le parecía la clave de algún misterio, uno de esos cabos
|
|
|
|
|
sueltos de la madeja del pasado, que guían para descubrir historias
|
|
|
|
|
viejas que nos importan ó que despiertan novelesco interés.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Ahí están los suspiros y los rezos que yo oía!--pensó, encogiéndose
|
|
|
|
|
de hombros. Si no acierta a salir ahora este buen señor, yo tendría una
|
|
|
|
|
cosa rara que contar... y creería honradamente en una pamplina...
|
|
|
|
|
inexplicable... ¡Ea, me he lucido con mi excursión! De Manuela, ni
|
|
|
|
|
rastro... Verdad es que he visitado á la pobre _mamita_... ¡Adiós,
|
|
|
|
|
adiós! (Volviéndose hacia la verja.) Y en realidad la caminata me ha
|
|
|
|
|
calmado. Se me figura que esta tarde pensé mil delirios y ofendí
|
|
|
|
|
mortalmente con la imaginación á mi sobrina. ¿Cómo ha de estar
|
|
|
|
|
profanada, depravada, una niña que tiene aquel aire franco y sencillo y
|
|
|
|
|
honesto á la vez, el aire y los ojos de su madre? Sé sincero, Gabriel,
|
|
|
|
|
contigo mismo. (Deteniéndose y mirando á las estrellas.) Lo que te
|
|
|
|
|
sucedió, que te encelaste, porque estás interesado por la muchacha...
|
|
|
|
|
Pues amigo, eso no vale. ¿Á qué viniste aquí? ¿A salvarla, verdad?
|
|
|
|
|
Entonces, piensa en ella sobre todo. A un lado egoísmos; si no te
|
|
|
|
|
quiere, que no te quiera; mírala como la debió haber mirado su padre. A
|
|
|
|
|
pedirle mañana una entrevista; á hablarle como nadie le ha hablado nunca
|
|
|
|
|
á la criatura infeliz. Lo que tú has estado pensando allí al pie del
|
|
|
|
|
castaño, es una monstruosidad; pero con todo, bueno es prevenir hasta el
|
|
|
|
|
que á otros se les ocurra la misma sospecha atroz. A ti, al hermano de
|
|
|
|
|
su madre, corresponde de derecho el intervenir. Y caiga quien caiga, y
|
|
|
|
|
así sea preciso prender fuego á los Pazos y llevarte á la muchacha en
|
|
|
|
|
el arzón de la silla... Digo, no; esto de raptos es niñería romántica...
|
|
|
|
|
Pero es decir, que tengas ánimo y que no se te ponga por delante ni el
|
|
|
|
|
Sursumcorda, ¡qué diablos! Y cuidadito cómo le hablas á la montañesa...
|
|
|
|
|
No hay que abrirle los ojos, ni lastimarla, que después de todo...
|
|
|
|
|
reparo deberías tener en tocarla siquiera con el aliento... y morirte
|
|
|
|
|
deberías de vergüenza por las cosas que se te han ocurrido. ¡Pobre
|
|
|
|
|
chiquilla! (Pausa.) ¡Qué noche tan hermosa! ¿Iré camino de los Pazos...
|
|
|
|
|
ó lo estaré desandando? Por allí suena la presa del molino... De noche
|
|
|
|
|
se oye muy bien... Parece el sollozo de una persona inconsolable... Sí,
|
|
|
|
|
hacia esa parte están los Pazos; en llegando al molino, ya los veo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El sollozo del agua le guió á una _corredoira_, no tan honda ni tan
|
|
|
|
|
cubierta de vegetación como la de los Castros, pero perfumada y
|
|
|
|
|
misteriosa cual ninguna deja de serlo en el verano, y alumbrada á la
|
|
|
|
|
sazón por la luz suave y espectral de las luciolas, que á centenares se
|
|
|
|
|
escondían en las zarzas ó se perseguían arrastrándose por la hierba.
|
|
|
|
|
Tan lindo aspecto daban á las plantas las linternas de aquellos
|
|
|
|
|
bichejos, que el artillero, al salir del túnel, se detuvo y miró hacia
|
|
|
|
|
atrás, para gozar del fantástico espectáculo. Una línea fría le cruzó el
|
|
|
|
|
rostro: era un tenuísimo hilo de la Virgen, y Gabriel alzó la vista
|
|
|
|
|
hacia el matorral, queriendo adivinar de dónde salía la sutil hebra.
|
|
|
|
|
Cuando bajó los ojos, se le figuró que al otro extremo del túnel se
|
|
|
|
|
movía un bulto confuso y grande. El pálido resplandor de los gusanos,
|
|
|
|
|
semejante al destello de una sarta de aguamarinas y perlas, no le
|
|
|
|
|
consintió al pronto discernir si eran bueyes ó personas, y cuántas, lo
|
|
|
|
|
que se iba aproximando en silencio. Gabriel, sin reflexionar, se emboscó
|
|
|
|
|
tras las plantas, con el corazón en prensa; si alguien le hubiese
|
|
|
|
|
preguntado entonces ¿porqué te escondes y porqué te azoras así? no le
|
|
|
|
|
sería posible dar contestación satisfactoria. El bulto se acercó... Era
|
|
|
|
|
doble: se componía de dos cuerpos tan pegados el uno al otro como la
|
|
|
|
|
goma al árbol; no hablaban; ¿para qué? Él la sostenía por la cintura, y
|
|
|
|
|
ella se recostaba en su hombro y le pasaba el brazo izquierdo alrededor
|
|
|
|
|
del cuello. Marchaban con el paso elástico y perezoso á la vez, propio
|
|
|
|
|
de la juventud y de la dicha avara, que regatea los minutos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Hacía ya algunos que había desaparecido la enamorada pareja, y todavía
|
|
|
|
|
estaba el artillero quieto, con los puños y los labios apretados, los
|
|
|
|
|
ojos abiertos de par en par, el cuerpo tembloroso, los pies clavados en
|
|
|
|
|
tierra como si se los remachasen, fulminado en suma por la última visión
|
|
|
|
|
de aquella noche de verano. Al fin su pecho se dilató, como para
|
|
|
|
|
respirar; estiró los brazos; descargó una patada en el suelo; y mandando
|
|
|
|
|
enhoramala sus filosofías, su pulcritud de lenguaje y de educación, su
|
|
|
|
|
cultura y su firmeza, arrojó, como arroja el caño de sangre la arteria
|
|
|
|
|
cortada, una interjección obscena y vulgarísima, y añadió sordamente:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Qué vergüenza... qué barbaridad!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XXVII
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
No vayan ustedes á figurarse que desde el entronizamiento del Gallo y
|
|
|
|
|
sus útiles reformas encaminadas á acrecentar el decoro y representación
|
|
|
|
|
de los Pazos, ó al menos de la mayordomía, se hubiese suprimido el
|
|
|
|
|
tertulión de la cocina por las noches. Suprimir, no; depurar, es otra
|
|
|
|
|
cosa. La autoridad del buen ex-gaitero se empleaba en alejar mañosa ó
|
|
|
|
|
explícitamente de allí á la gentuza, como las nietas de la Sabia y otras
|
|
|
|
|
_lambonas_ que sólo andaban tras la intriga y á la socaliña del pedazo
|
|
|
|
|
de pan hoy, y mañana del de cerdo, si á mano viene. Para semejantes
|
|
|
|
|
brujas, chismosas y zurcidoras de voluntades, desde el primer día
|
|
|
|
|
significó el Gallo con toda su autoridad de sultán y marido, la orden de
|
|
|
|
|
expulsión; ¡si conocería él el paño! Y Sabel, aunque muy dada á
|
|
|
|
|
comadrear, hubo de conformarse--como se conformaría á andar á cuatro
|
|
|
|
|
patas, si tales fuesen los deseos del insigne rey del corral.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Escogido ya el número de tertulianos, se redujo á los notables de Ulloa
|
|
|
|
|
y Naya, al pedáneo, á los labriegos cabezas de familia y colonos de los
|
|
|
|
|
Pazos, al criado del cura, al sacristán, al peón caminero, y demás
|
|
|
|
|
personas de suposición que por allí podían encontrarse; de suerte que
|
|
|
|
|
varió muchísimo el carácter de aquel sarao, y no se parecía en lo más
|
|
|
|
|
mínimo á lo que fué en otros días, bajo la dominación de Primitivo _el
|
|
|
|
|
Terrible_. Antaño, predominando el sexo femenino, se pagaba tributo muy
|
|
|
|
|
crecido á la superstición: se refería el paso de la _Compaña_ con su
|
|
|
|
|
procesión de luces; se contaban las tribulaciones de la mocita á quien
|
|
|
|
|
le había dado _sombra de gato negro_ ó atacádola el _ramo cativo_; se
|
|
|
|
|
ofrecían recetas y medicinas para todos los males; se gastaba una noche
|
|
|
|
|
en comentar el robo de una gallina ó el feliz alumbramiento de una vaca;
|
|
|
|
|
un viejo chusco refería cuentos, y las mozas, en ratos de buen humor, se
|
|
|
|
|
tiroteaban á coplas, improvisándolas nuevas cuando se les acababan las
|
|
|
|
|
antiguas. Toda esta diversión populachera era incompatible con los
|
|
|
|
|
adelantos de la civilización que pretendía introducir allí el Gallo.
|
|
|
|
|
Bajo su influjo, la tertulia, compuesta de sesudos y doctos varones, se
|
|
|
|
|
convirtió en una especie de ateneo ó academia, donde se ventilaban
|
|
|
|
|
diariamente cuestiones arduas más ó menos enlazadas con las ciencias
|
|
|
|
|
políticas y morales. El Gallo se encargaba de la lectura de periódicos,
|
|
|
|
|
que realizaba con aquel garabato y chiste que sabemos; y excusado me
|
|
|
|
|
parece advertir lo bien informado que quedaba el público, y las
|
|
|
|
|
exactísimas nociones que adquiría sobre cuanto Dios crió. Así es que el
|
|
|
|
|
debate era de lo más luminoso, y mal año para los gobernantes y
|
|
|
|
|
repúblicos que no viniesen allí á ver resueltos por encanto los
|
|
|
|
|
problemas que tanto les dan en qué entender. Había en la asamblea
|
|
|
|
|
especialistas, profundo cada cual en la materia á que consagraba sus
|
|
|
|
|
desvelos: Goros, el criado del cura de Ulloa, se dedicaba á la
|
|
|
|
|
controversia teológica y á la exégesis religiosa, soltando cada herejía
|
|
|
|
|
que temblaba el misterio; el señor pedáneo tenía á su cargo la política
|
|
|
|
|
interior, cortaba sayos y daba atinadísimos consejos á Castelar y á
|
|
|
|
|
Sagasta, hablaba de ellos como si fuesen sus compinches, y vaticinaba
|
|
|
|
|
cuanto infaliblemente iba á producirse en el seno del gabinete: un
|
|
|
|
|
labriego machucho, el tío Pepe de Naya, antes encargado del ramo de
|
|
|
|
|
chascarrillos, corría ahora con el de hacienda, y exponía las más
|
|
|
|
|
atrevidas teorías de los socialistas y comunistas revolucionarios, sin
|
|
|
|
|
necesidad de haber leído á Proudhon ni cosa que lo valga; y el atador de
|
|
|
|
|
Boán, cuando llamado por deberes profesionales ó alumbrado más de la
|
|
|
|
|
cuenta se veía obligado á pasar la noche en Ulloa, dedicábase á la
|
|
|
|
|
propaganda filosófica, y ponía cátedra de panteísmo, explicando cómo los
|
|
|
|
|
hombres y las lechugas son una sola esencia en diferentes posiciones...
|
|
|
|
|
ó para decirlo en sus propias palabras, lo mismito, carraspo, perdonando
|
|
|
|
|
vusté.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Uno de los mayores placeres de aquel senado campesino era confundir y
|
|
|
|
|
aturdir con su ciencia á los ignorantuelos, á los criados de escalera
|
|
|
|
|
abajo, ó sea de establo y labranza, haciéndoles preguntas capciosas y
|
|
|
|
|
divirtiéndose en acrecentar su estupidez, cosa bastante difícil. A veces
|
|
|
|
|
llamaban al pastor, aquel rapazuco escrofuloso que padeció persecución
|
|
|
|
|
bajo Primitivo y era ahora un tagarote medio idiota; y excitando su
|
|
|
|
|
vanidad (que todos la tienen) le hacían soltar peregrinos despropósitos.
|
|
|
|
|
Generalmente lo examinaban de teología.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Quitaday, marrano, que tan siquiera sabes quién es Dios.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sé, sé--contestaba muy ufano el mozo rascándose la oreja.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues gomítalo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Es un ángel rebelde, que por su...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Coro de risotadas, de exclamaciones y de aplausos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--A ver--exclamaba Goros;--para qué es el Sacramento del Orden?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Si me pergunta de cosas de allá de Madrí, yo mal le puedo dar
|
|
|
|
|
sastifación.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Soó... mulo! El Sacramento del Orden (abre el ojo) es para... criar
|
|
|
|
|
hijos para el cielo!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bien, ya estamos en eso--contestaba muy serio el gañán, entre la
|
|
|
|
|
algazara y regocijo del ateneo de Ulloa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Con intermedios de este jaez se amenizaban las discusiones formales. Es
|
|
|
|
|
de saber que en tiempo de verano, y más si el calor arreciaba, y con
|
|
|
|
|
doble motivo si era en días de maja y siega, el ateneo trasladaba el
|
|
|
|
|
local de sus sesiones de la cocina, á la parte del huerto lindante con
|
|
|
|
|
la era: colocábanse allí bancos, _tallos_, cestas volcadas panza
|
|
|
|
|
arriba, y sin derrochar más candela que la que los astros ó la luna
|
|
|
|
|
ofrecían gratuitamente, gozando el fresco y oyendo en la era el canticio
|
|
|
|
|
y el bailoteo de segadoras y majadores, departían sabrosamente, echaban
|
|
|
|
|
yescas para el cigarro, y la conversación giraba sobre temas de
|
|
|
|
|
actualidad, agrícolas y rurales.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
En mitad de una acalorada discusión sobre la calidad del trigo cayó allí
|
|
|
|
|
Gabriel Pardo, que regresaba de su tremendo viaje á través del valle de
|
|
|
|
|
Ulloa. Por fortuna, la luz estelar, con ser tan viva y refulgente, no
|
|
|
|
|
bastaba á descubrir al pronto lo descompuesto de su semblante; pero bien
|
|
|
|
|
se podía notar lo ronco de la voz en que exclamó, encarándose con el
|
|
|
|
|
primer ateneísta que le salió al paso:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Dónde está Perucho?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El Gallo se levantó obsequiosamente, y con sonrisa afable y la frase más
|
|
|
|
|
selecta que pudo encontrar, respondió lo que sigue:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Señor don Grabiel, no le saberé decir con eusautitú... Quizásmente que
|
|
|
|
|
aún no tendrá voltado, _en atención_ á que no se ha visto por aquí su
|
|
|
|
|
comparecencia...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Falso! Es usted un embustero--gritó brutalmente el comandante, ciego
|
|
|
|
|
de dolor y necesitado, con necesidad física, de desahogar en
|
|
|
|
|
alguien y de hacer daño... de pegar fuego á los Pazos, si
|
|
|
|
|
pudiese.--¡Ea!--añadió--á decirme dónde está su hijo de usted ó lo que
|
|
|
|
|
sea... ¡Aquí no vale encubrir!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
¡Quién viera al rey del corral erguirse sobre sus espolones, enderezar
|
|
|
|
|
la cresta, estirar el cuello, y exhalar este sonoro quiquiriquí:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Adispensando las barbas honradas de usté, señorito don Grabiel, esas
|
|
|
|
|
son palabras muy mayores y mi caballerosidá y mi dicencia, es un decir,
|
|
|
|
|
no me premiten...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Eh... ¿quién le cuenta á usted nada? ¿Qué se me importa por
|
|
|
|
|
usted?--vociferó Gabriel nuevamente.--A quien necesito es á Perucho...
|
|
|
|
|
Llámenle ustedes, pero en seguida.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ha de estar en la era--indicó tímidamente el pastor.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel no quiso oir más, y desapareció como un rehilete en dirección
|
|
|
|
|
de la era. Encontróla brillante, concurridísima. Una tanda de mozas y
|
|
|
|
|
mozos bailaba el _contrapás_, al són de la pandereta y la flauta; la
|
|
|
|
|
tañedora de pandero cantaba esta copla:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
_A lua vay encuberta..._
|
|
|
|
|
_a min pouco se me dá:_
|
|
|
|
|
_a lua que a min m’alumbra_
|
|
|
|
|
_dentro do meu peito está._
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Oíala como en sueños el comandante, detenido á la entrada y presa
|
|
|
|
|
entonces de un paroxismo de ira que le hacía temblar como la vara verde:
|
|
|
|
|
Calma... sosiego... voy á echarlo todo á perder... decía consigo mismo;
|
|
|
|
|
y al par que veía claramente su razón la necesidad de tener aplomo y
|
|
|
|
|
presencia de ánimo, aquella parte de nosotros mismos que debiera
|
|
|
|
|
llamarse la _insurgente_, le tenía entre sus uñas de fierecilla
|
|
|
|
|
desencadenada, y le soplaba al oído:--Qué gusto coger un palo... entrar
|
|
|
|
|
en la era... deslomar á estacazos á todo el mundo... arrimar un fósforo
|
|
|
|
|
á las medas... armar el revólver, y en un santiamén... pun, pun... á
|
|
|
|
|
éste quiero, á éste no quiero...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
A su izquierda divisó un grupo, compuesto de Sabel y de varias comadres
|
|
|
|
|
del vecindario: y delante, en pie, algo ensimismado, á Perucho en
|
|
|
|
|
persona. Gabriel se le acercó, hasta ponerle la mano en el hombro; y al
|
|
|
|
|
_tenemos que hablar_ del comandante, estremecióse el montañés, pero
|
|
|
|
|
respondió con súbita firmeza:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Cuando usted guste.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ahora mismo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bueno, ya voy.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Echó delante el mozo, y siguióle Pardo, sin añadir palabra. Alejándose
|
|
|
|
|
de la gente, atravesaron el huerto, entraron en el corredor, llegaron á
|
|
|
|
|
la cocina, donde la fregatriz revolvía en la sartén, con cuchara de
|
|
|
|
|
palo, algo que olía á fritanga apetitosa; y el montañés, sin detenerse,
|
|
|
|
|
tomó una candileja de petróleo encendida, y guió á las habitaciones de
|
|
|
|
|
la familia del Gallo, entre las cuales se contaba cierta salita, orgullo
|
|
|
|
|
y prez del mayordomo, porque en seis leguas á la redonda, sin exceptuar
|
|
|
|
|
las casas majas de Cebre, no la había mejor puesta, ni más conforme á
|
|
|
|
|
las exigencias del gusto moderno, sin que le faltase siquiera--¡lujo
|
|
|
|
|
inaudito, refinamiento increíble!--un _entredós_ en vez de consola; un
|
|
|
|
|
entredós de imitación de palo santo, con magníficos adornos de un metal
|
|
|
|
|
que sin pizca de vergüenza remedaba el bronce. Frente á este mueble, en
|
|
|
|
|
que el Gallo tenía puesto su corazón, un soberbio diván de _repis_
|
|
|
|
|
amarillo canario convidaba al reposo, y Perucho, dejando la candileja
|
|
|
|
|
sobre el entredós, hizo seña al comandante de que podía sentarse si
|
|
|
|
|
gustaba, al mismo tiempo que se le plantaba enfrente, con la cabeza
|
|
|
|
|
erguida, resuelto el ademán, algo pálidas, contra lo acostumbrado, las
|
|
|
|
|
mejillas, y pronunciando en tono que á Gabriel le sonó provocativo:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Usted dirá, señor de Pardo... ¿Qué se le ofrece?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El comandante midió de alto á bajo al bastardo, frunciendo la boca, con
|
|
|
|
|
el gesto de desprecio más claro y más enérgico que pudo; acercóse luego
|
|
|
|
|
á la puerta, y dió vuelta á la llave, que halló puesta por dentro; y
|
|
|
|
|
volviéndose hacia el montañés, le escupió al rostro estas frases:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Se me ofrece decirte que eres un pillastre y un ladrón, y que voy á
|
|
|
|
|
darte tu merecido, canalla! ¡A ti y á la perra que te parió! ¡Mamarracho
|
|
|
|
|
indecente!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Lo raro era que Gabriel oía sus propias palabras como si las dijese otra
|
|
|
|
|
persona; y allá en el fondo de su sér, las comentaba una voz,
|
|
|
|
|
susurrando:--Es demasiado, ese hombre habla como un loco.--Y no podía,
|
|
|
|
|
no podía sujetar la lengua, ni refrenar la indignación frenética.--Por
|
|
|
|
|
lo que hace á Perucho, oyendo aquellas cláusulas que abofeteaban, saltó
|
|
|
|
|
lo mismo que si le hincasen en la carne un alfiler candente; desvió y
|
|
|
|
|
echó atrás los codos, cerró los puños, y sacó el pecho, como para
|
|
|
|
|
arrojarse sobre Gabriel. El furor ennegrecía sus pupilas azules, y daba
|
|
|
|
|
á sus facciones correctas y bien delineadas la ceñuda severidad de un
|
|
|
|
|
rostro de Apolo flechero.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No... no me tutee usted--balbuceó reprimiéndose todavía--no me tutee
|
|
|
|
|
ni me insulte... porque tan cierto como que Dios está en el cielo y nos
|
|
|
|
|
oye...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Qué harás, bergante?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Lo va usted á saber ahora mismo--gritó el montañés, cuyos ojos eran
|
|
|
|
|
dos llamas oscuras en una máscara trágica de alabastro. Un segundo duró
|
|
|
|
|
para Gabriel la visión de aquel rostro admirable, porque
|
|
|
|
|
instantáneamente sintió que dos barras de hierro flexibles y calientes
|
|
|
|
|
se le adaptaban al cuerpo, prensándole las costillas hasta quitarle la
|
|
|
|
|
respiración. Intentó defenderse lo mejor posible, tenía los brazos en
|
|
|
|
|
alto y libres y podía herir á su contrario en el rostro, arañarle,
|
|
|
|
|
tirarle del pelo; pero aun en tan crítica situación, comprendió lo
|
|
|
|
|
femenil y bajo de resistir así, y ¡extraña cosa! al verse cogido en la
|
|
|
|
|
formidable tenaza, preso, subyugado, vencido por el mismo á quien venía
|
|
|
|
|
á confundir y humillar, su ciega y furiosa ira y el hervor animal é
|
|
|
|
|
instintivo de su sangre se calmaron como por obra de un conjuro, y hasta
|
|
|
|
|
le pareció que experimentaba simpatía por el brioso mozo. Todo fué como
|
|
|
|
|
un relámpago, porque el achuchón crecía, y el ahogo también, y el
|
|
|
|
|
montañés tenía á su rival á dos dedos del suelo, aprestándose á ponerle
|
|
|
|
|
en el pecho la rodilla. Intentó Gabriel un esfuerzo para rehacerse y
|
|
|
|
|
librarse, pero Perucho apretó más, y mal lo hubiera pasado su enemigo, á
|
|
|
|
|
no ser por una casual circunstancia. La butaca contra la cual estaba
|
|
|
|
|
acorralado el comandante era nada menos que una mecedora, mueble que
|
|
|
|
|
hacía la felicidad del Gallo, por lo mismo que nadie de su familia ni de
|
|
|
|
|
seis leguas en contorno acertaba á sentarse en ella sino después de
|
|
|
|
|
reiterados ensayos, continuas lecciones y fracasos serios. Al peso de
|
|
|
|
|
los dos combatientes, la mecedora cedió con movimiento de báscula, y el
|
|
|
|
|
grupo vino á tierra, haciendo la dichosa mecedora el oficio de Beltrán
|
|
|
|
|
Claquin en la noche de Montiel, pues Perucho, que estaba encima, se
|
|
|
|
|
halló debajo, y Gabriel, sin más auxilio que el de su propio peso y
|
|
|
|
|
corpulencia, con la rapidez de movimientos que dicta el instinto de
|
|
|
|
|
conservación, le sujetó y contuvo, teniéndole cogidas las muñecas é
|
|
|
|
|
hincándole la rodilla en el estómago.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Máteme, ya que puede!--tartamudeaba el montañés.--Máteme ó suélteme,
|
|
|
|
|
para que yo... le... ahog...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El aliento se le acababa, porque el cuerpo de su adversario, gravitando
|
|
|
|
|
sobre su pecho, le impedía respirar: Terminó la frase con un ¡z! ¡z! ¡z!
|
|
|
|
|
cada vez más fatigoso... Vió en el espacio unas lucecitas amarillentas y
|
|
|
|
|
moradas... luego sintió un bienestar inexplicable, y oyó una voz que
|
|
|
|
|
decía:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues anda, levántate y ahógame... ¿No puedes? La mano.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Se levantó sostenido por Gabriel, tambaleándose; dió dos ó tres pasos
|
|
|
|
|
sin objeto; se pasó la diestra por los ojos, y miró al artillero
|
|
|
|
|
fijamente; y como viese en su rostro una tranquilidad muy distinta de la
|
|
|
|
|
furia de antes, la tuvo por señal de mofa, cerró otra vez los puños, y
|
|
|
|
|
bajando la cabeza como el novillo cuando embiste, se precipitó. Gabriel
|
|
|
|
|
adelantó las manos para parar el golpe, con calma desdeñosa; entonces,
|
|
|
|
|
el montañés se contuvo, dejó caer los brazos, dió media vuelta, y
|
|
|
|
|
encogiéndose de hombros, exclamó:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Yo no pego á quien no me resiste... ¿Somos aquí chiquillos? ¿Estamos
|
|
|
|
|
jugando, ó qué?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Callaba Gabriel y reflexionaba, sintiéndose ya, con íntima satisfacción,
|
|
|
|
|
dueño de sí y capaz de regir sus acciones. Seamos francos, pensaba; me
|
|
|
|
|
he comportado como un bruto; he hablado como un demente. A bien que en
|
|
|
|
|
mí son momentáneas las excitaciones; que si me durase como me da, yo me
|
|
|
|
|
dejaría atrás á todos los salvajes. Un poco de juicio, señor de Pardo...
|
|
|
|
|
Pero ahora se me figura que ya lo tengo de sobra.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Oiga usted...--dijo á Perucho, tosiendo, para afianzar la voz.--Le he
|
|
|
|
|
maltratado á usted hace un instante; hice mal, y lo reconozco. Es
|
|
|
|
|
decir: no me faltan motivos de hablarle á usted con toda la dureza
|
|
|
|
|
posible; pero con razones, no con injurias... Debí empezar por ahí.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Los motivos que usted tiene, ya los sé yo... Demasiado que los sé.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Se equivoca usted... Hágame el obsequio de sentarse; ya ve que no le
|
|
|
|
|
tuteo, ni le ofendo en lo más mínimo. Pero tenemos que hablar largamente
|
|
|
|
|
y ajustar cuentas, de las cuales no he de perdonarle á usted un céntimo
|
|
|
|
|
si sale alcanzado... Vuelvo á rogarle que se siente.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Perucho se dejó caer en el sofá con hosco ademán, arreglándose
|
|
|
|
|
maquinalmente el cuello y la corbata, que ya no tenía muy en orden antes
|
|
|
|
|
y que con la refriega se habían insubordinado por completo. Ocupó
|
|
|
|
|
Gabriel la mecedora de enfrente, y empezó á mecerse con movimiento
|
|
|
|
|
automático. Arreglaba un discurso; pero lo que salió fué un trabucazo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Usted sabe de quién es hijo? (al preguntarlo se encaró con Perucho).
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y á qué viene eso?--contestó el mozo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿No está usted cansado de conocer á mis padres? Déjeme usted en paz.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y siendo sus padres de usted... un mayordomo y una criada... cómo se
|
|
|
|
|
ha atrevido usted... á poner los ojos en mi sobrina? ¿Cómo se ha
|
|
|
|
|
atrevido usted... (ensordeciendo la voz, que vibraba de enojo aún) á
|
|
|
|
|
levantarse hasta dónde usted no puede ni debe subir? ¡Sólo un hombre vil
|
|
|
|
|
(acercándose al montañés) se aprovecha del descuido y de la confianza
|
|
|
|
|
ajena para... apoderarse de... una señorita... y... abusar de ella,
|
|
|
|
|
cuando come el pan de su casa!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Perucho contenía los bramidos que se le venían á la laringe, y oía
|
|
|
|
|
royéndose la uña del pulgar con tal ensañamiento, que ya brotaba sangre.
|
|
|
|
|
Al fin pudo formar voz humana en la garganta.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Quien... quien abusa es usted, señor de Pardo... Sí, señor, abusa
|
|
|
|
|
usted de mi posición, de verme un infeliz, un hijo de pobres, un
|
|
|
|
|
desdichado que no se puede reponer contra usted como corresponde... Pero
|
|
|
|
|
me repondré, caramba si me repondré... que tampoco no es uno ningún
|
|
|
|
|
sapo, para dejarse patear sin volverse á quien lo patea... Y nos veremos
|
|
|
|
|
las caras donde usted guste, que aunque me ve sin pelo en ella, soy
|
|
|
|
|
hombre para cualquier hombre, y á mí no me espantan palabras ni obras...
|
|
|
|
|
Y si á obras vamos... si se trata de romperse el alma por Manuela,
|
|
|
|
|
porque usted la quiere para sí y ha venido á hacerle los cocos...
|
|
|
|
|
¡mejor, mejor! Nos la rompemos, y en paz... También le puedo contar
|
|
|
|
|
algunas cositas que le lleguen adentro, para que tenga más modo otra
|
|
|
|
|
vez... Que yo como el pan de esta casa; que Manuela es mi señorita, y
|
|
|
|
|
que tumba y que dale... De eso de comer el pan, podíamos hablar mucho;
|
|
|
|
|
porque, según le oí á mi madre, más dinero le debía á mi abuelo la casa
|
|
|
|
|
de los Pazos que mi abuelo á ella... De ser Manola mi señorita... cierto
|
|
|
|
|
que ella es hija de un señor... pero maldito si se conoció nunca que lo
|
|
|
|
|
fuese... Desde chiquillos andamos juntos, sin diferencias de clases ni
|
|
|
|
|
de señoríos; y nadie nos recordó nuestra condición desigual, hasta que
|
|
|
|
|
cayó aquí, llovido del cielo, el señor don Gabriel Pardo de la Lage...
|
|
|
|
|
Manola, ahí donde usted la ve, no tuvo en toda su vida nadie que la
|
|
|
|
|
quisiese más que yo, yo (y se golpeaba el fornido pecho), nadie que se
|
|
|
|
|
acordase de ella, no señor, ni su padre, usted lo oye? ni su padre...
|
|
|
|
|
Yo, desde que levantaba del suelo tanto como una berza, la enseñé á
|
|
|
|
|
andar, cargué con ella en brazos, para que no se mojase los pies cuando
|
|
|
|
|
llovía, le dí las sopas, le guardé el sueño, y le discurrí los juguetes
|
|
|
|
|
y las diversiones... Yo le enseñé lo poco que sabe de leer y escribir,
|
|
|
|
|
que sino, ahora estaría firmando con una cruz... Yo la defendí una vez
|
|
|
|
|
de un perro de rabia... ¿Sabe usted lo que es un perro de rabia? ¡No,
|
|
|
|
|
que en los pueblos eso no se ve nunca! Pues al perro, con aquellos ojos
|
|
|
|
|
encarnizados y aquel hocico baboso, lo maté yo, pero no de lejos, sino
|
|
|
|
|
desde cerquita, así, echándome á él, machacándole la cabeza con una
|
|
|
|
|
piedra grande, mientras la chiquilla lloraba muerta de miedo... ¡Si no
|
|
|
|
|
estoy yo allí, á tales horas Manola es ánima del purgatorio! En el brazo
|
|
|
|
|
y en la pierna me mordió el perro, y gracias que la ropa era fuerte, y
|
|
|
|
|
allí se quedó la baba... Otra vez la cogí á la orillita de un barranco,
|
|
|
|
|
que si me descuido, al Avieiro se me larga... Yo me quemé la mano en el
|
|
|
|
|
horno por sacarle una bolla caliente, que se le había antojado... ¿ve
|
|
|
|
|
usted...? aquí anda todavía la señal... Y yo por ella me echaría de
|
|
|
|
|
cabeza al río, y me dejaría arrancar las tiras del pellejo... Ni ella
|
|
|
|
|
tiene sino á mí, ni yo sino á ella. ¿Que es usted su tío? ¿Y qué?, ¿Se
|
|
|
|
|
ha acordado usted de ella hasta la presente? ¡Buena gana! Andaba usted
|
|
|
|
|
por esos mundos, muy bien divertido y recreado. Yo con ella, con ella
|
|
|
|
|
siempre... hasta morir! Me quiere, la quiero, y ni usted ni veinte como
|
|
|
|
|
usted... ni el mismo Dios del cielo que bajase con toda la corte
|
|
|
|
|
celestial! me la quitan. Así me valga Cristo, y antes yo ciegue que
|
|
|
|
|
verla casada con usted!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El montañés hablaba con presteza, accionando mucho, como escupiendo
|
|
|
|
|
palabras y pensamientos que desde muy atrás le rebosaban del corazón. Su
|
|
|
|
|
gallarda persona y su acción fogosa y expresiva parecían no caber en la
|
|
|
|
|
ridícula sala, bien como el gran actor no encuentra espacio en un
|
|
|
|
|
escenario estrecho; y á cada molinete de su fuerte brazo se hallaban en
|
|
|
|
|
inminente peligro los cromos, las cajas de cartón, las orquestas de
|
|
|
|
|
perritos y gatitos de loza, las figuras de yeso teñidas con purpurina
|
|
|
|
|
imitando bronce, todas las simplezas importadas por el Gallo de sus
|
|
|
|
|
excursiones orensanas, pues tan adelantado estaba el buen sultán en la
|
|
|
|
|
ciencia suntuaria de nuestra época, que hasta cultivaba el _bibelot_.
|
|
|
|
|
Gabriel oía, mostrando un rostro apenado, perplejo y meditabundo; á
|
|
|
|
|
veces cruzaban por él vislumbres de compasión; otras, aquella pasión tan
|
|
|
|
|
juvenil y fresca, tan vigorosamente expresada, le removía como remueve
|
|
|
|
|
la escena de un drama magnífico; y su boca se crispaba de terror, lo
|
|
|
|
|
mismo que si el conflicto, tan grave ya, creciese en proporciones y
|
|
|
|
|
rayase en horrenda é invencible catástrofe... Viendo callado al
|
|
|
|
|
artillero, Perucho se persuadió de que lo convencía, y continuó con más
|
|
|
|
|
calor aún:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Si Manola es rica, sepan que yo no quiero sus riquezas, y que me futro
|
|
|
|
|
y me refutro en ellas... Que el padrino gaste su dinero en lo que se le
|
|
|
|
|
antoje; que lo gaste en cohetes, ó lo dé á los pobres de la parroquia.
|
|
|
|
|
Dios se lo pague por la carrera que me está dando, pero con carrera ó
|
|
|
|
|
sin ella... yo ganaré para mí y para mi mujer. Manola se crió como la
|
|
|
|
|
hija de un labriego; no necesita lujos ni sedas; yo menos todavía. Mi
|
|
|
|
|
madre no es pobre miserable: heredó del abuelo un pasar, y me dará... Y
|
|
|
|
|
si no me da, tal día hizo un año. Con cuatro paredes y unas tejas, allá
|
|
|
|
|
en el monte, frente á las Poldras, vivimos como unos reyes, sin
|
|
|
|
|
acordarnos del mundo y sus engañifas... Casualmente lo único para que
|
|
|
|
|
sirvo yo es para arar y sachar: los estudios me revientan: paisano nací
|
|
|
|
|
y paisano he de morir, con la tierra pegada á las manos... Una casita y
|
|
|
|
|
una heredad y una pareja de bueyes con que labrarla, no hemos de ser tan
|
|
|
|
|
infelices que eso nos falte,... y en teniendo eso, que se ría el mundo
|
|
|
|
|
de mí, que yo me reiré del mundo... y estaré como en el cielo, y Manola
|
|
|
|
|
también... mientras que con usted rabiaría y se condenaría, porque no le
|
|
|
|
|
quiere, no le quiere y no le quiere.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Acabar su peroración el montañés y sentirse Gabriel Pardo
|
|
|
|
|
definitivamente vencido y arrastrado por la corriente de simpatía que
|
|
|
|
|
empezaba á ablandarle desde que había jadeado entre los brazos fuertes
|
|
|
|
|
del mozo, fueron cosas simultáneas. Obedeciendo á impulso irresistible,
|
|
|
|
|
tendió la mano para darle una palmada en el hombro; hízose atrás
|
|
|
|
|
Perucho, tomando por nueva hostilidad lo que no era sino halago.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡No ponerse en guardia, amigo, que no hay de qué!--exclamó el
|
|
|
|
|
artillero, cuya noble fisonomía respiraba ya concordia y bondad al par
|
|
|
|
|
que dolor y pena.--Tan no hay de qué, que se va usted á pasmar... Déme
|
|
|
|
|
usted esa mano, y perdóneme todo cuanto le he dicho al entrar aquí... He
|
|
|
|
|
procedido con injusticia, con barbarie y con grosería; pero si usted
|
|
|
|
|
supiese cómo me estaba doliendo el alma, y cómo me duele aún... No
|
|
|
|
|
conserve usted nada contra mí: déme la mano...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Los ojos azules le miraron con desconfianza, y Perucho retiró el brazo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mucho estimo eso que usted dice ahora, pero mejor fuera no venirse con
|
|
|
|
|
esos desprecios de antes... Nadie tiene cara de corcho, y la vergüenza
|
|
|
|
|
es de todo el mundo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Usted lleva razón, pero yo la he perdido media hora de este aciago
|
|
|
|
|
día... Motivo me ha sobrado para ello. ¡Oigame usted, por lo que más
|
|
|
|
|
quiera! Por... por mi sobrina. Déme usted su palabra de que hará lo que
|
|
|
|
|
voy á rogarle.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No señor, no; yo no prometo nada tocante á Manola. ¿Y á qué viene
|
|
|
|
|
mentir? Mejor es desengañarle. Lo mismo da que lo prometa que que no lo
|
|
|
|
|
prometa. Ahora prometería, pongo por caso, no arrimarme á ella en
|
|
|
|
|
jamás, y de contado me volvería á pegar á sus faldas. Imposibles no se
|
|
|
|
|
han de pedir á nadie.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No es eso... ¡Si usted no me oye...!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿No es nada de dejar á Manoliña?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No... Es que me prometa usted que de lo que vamos á hablar no dirá
|
|
|
|
|
usted palabra á nadie... ¡á nadie de este mundo!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Corriente. Si no es más que eso...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No más.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues venga.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No--replicó Gabriel bajando la voz...--Aquí no... Acompáñeme usted á
|
|
|
|
|
mi cuarto... Tengo excelente oído... y juraría que anda gente en el
|
|
|
|
|
corredor.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XXVIII
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Como saliesen un poco más aprisa de lo justo, abriendo con ímpetu la
|
|
|
|
|
puerta, estuvieron á punto de aplastar entre hoja y pared la nariz del
|
|
|
|
|
Gallo, el cual, sin género de duda, atisbaba. Al impensado portazo,
|
|
|
|
|
lejos de enfadarse, sonrió con dignidad y afabilidad, murmurando no sé
|
|
|
|
|
qué fórmulas de cortesía: su gran civilización le obligaba á mostrarse
|
|
|
|
|
atento con las personas que visitaban su domicilio. Pero Gabriel y
|
|
|
|
|
Perucho cruzaron por delante de él como sombras chinescas, y no le
|
|
|
|
|
hicieron maldito el caso. Lo cual, unido á otros singulares incidentes,
|
|
|
|
|
la ira de Gabriel, su afán por encontrar á Perucho, lo extraño de la
|
|
|
|
|
entrevista, la encerrona, le puso en alarma y despertó su aguda
|
|
|
|
|
suspicacia labriega. Rascóse primero detrás de la oreja, luego al través
|
|
|
|
|
de las patillas, y estas operaciones le ayudaron eficazmente á deliberar
|
|
|
|
|
y á dar desde luego no muy lejos del hito.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al entrar Perucho y Gabriel en la habitación de éste, se encontraron á
|
|
|
|
|
oscuras: el montañés rascó un fósforo contra el pantalón, y encendió la
|
|
|
|
|
bujía; el artillero acudió á echar la llave, prevención contra
|
|
|
|
|
importunos y curiosos. Para mayor seguridad, acercóse á la ventana,
|
|
|
|
|
bastante desviada de la puerta. Ninguno de los dos pensó en sentarse.
|
|
|
|
|
Recostado en la pared, con la izquierda metida en el seno, al modo de
|
|
|
|
|
los oradores cuando reposan, el brazo derecho caído á lo largo del
|
|
|
|
|
muslo, una pierna extendida y firme y otra cruzada y apoyada en la punta
|
|
|
|
|
del pie, Perucho aguardaba, animoso y resuelto, como el que no ha de
|
|
|
|
|
transigir ni renunciar por más que hagan y digan. Con las manos en los
|
|
|
|
|
bolsillos de la cazadora, la cabeza caída sobre el pecho, y meneándola
|
|
|
|
|
un poco de arriba abajo, los labios plegados, arrugada la frente,
|
|
|
|
|
Gabriel Pardo se paseaba indeciso, tres pasitos arriba, tres abajo. Al
|
|
|
|
|
fin hizo un movimiento de hombros como diciendo--pecho al agua--y,
|
|
|
|
|
súbitamente, se enderezó, encaróse con el montañés y articuló lo que
|
|
|
|
|
sigue:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Vamos claros... ¿Usted sabe ó no sabe que es hermano de Manuela?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Si asestó la puñalada contando con los efectos de su rapidez, no le
|
|
|
|
|
salió el cálculo fallido. El montañés abrió los brazos, la boca, los
|
|
|
|
|
ojos, todas las puertas por donde puede entrar el estupor y el espanto;
|
|
|
|
|
enarcó las cejas, ensanchó la nariz... fué, por breves momentos, una
|
|
|
|
|
estatua clásica; el escultor que allí se encontrase lamentaría, de fijo,
|
|
|
|
|
que estuviese vestido el modelo. Y sin lanzar la exclamación que ya se
|
|
|
|
|
asomaba á los labios, poco á poco mudó de aspecto, se hizo atrás, bajó
|
|
|
|
|
los ojos, y se vió claramente en su fisonomía el paso del tropel de
|
|
|
|
|
ideas que se agolpan de improviso á un cerebro, la asociación de
|
|
|
|
|
reminiscencias que, unidas de súbito en luminoso haz, extirpan una
|
|
|
|
|
ignorancia inveterada; la revelación, en suma, la tremenda revelación,
|
|
|
|
|
la que el enamorado, el esposo, el creyente, el padre convencido de la
|
|
|
|
|
virtud de la adorada hija, se resisten, se niegan á recibir, hasta que
|
|
|
|
|
les cae encima, contundente, brutal y mortífera, como un mazazo en el
|
|
|
|
|
cráneo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡No!--balbuceó en ronca voz.--No, Jesús, Señor, no, no puede ser...
|
|
|
|
|
usted... vamos á ver... ¿ha venido aquí para volverme loco? ¿Eh? ¡Pues
|
|
|
|
|
diviértase... en otra cosa! Yo... no quiero loquear... ¡No se divierta
|
|
|
|
|
conmigo! Jesús... ¡ay Dios!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Llevóse ambas manos á los rizos, y los mesó con repentino frenesí, con
|
|
|
|
|
uno de esos ademanes primitivos que suele tener la mujer del pueblo á
|
|
|
|
|
vista del cuerpo muerto de su hijo. Al mismo tiempo quebrantaba un
|
|
|
|
|
gemido doloroso entre los apretados dientes. Rehaciéndose á poco, se
|
|
|
|
|
cruzó de brazos y anduvo hacia Gabriel, retándole.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mire usted, á mi no me venga usted con trapisondas... usted ha entrado
|
|
|
|
|
aquí traído por el diablo, para engañarme y engañar á todo el mundo...
|
|
|
|
|
Eso es mentira, mentira, mentira, aunque lo jure el Espíritu Santo...
|
|
|
|
|
Malas lenguas, lenguas de escorpión inventaron esa maldad, porque...
|
|
|
|
|
porque nací sirviendo mi madre en esta casa... Pero no puede ser...
|
|
|
|
|
¡Madre mía del Corpiño! No puede ser... ¡No puede ser! ¡Por el alma de
|
|
|
|
|
quien tiene en el otro mundo, señor de Pardo... no me mate, confiéseme
|
|
|
|
|
que mintió... para quitarme á Manola...!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel se acercó al bastardo de Ulloa y logró apoyarle la mano en el
|
|
|
|
|
hombro; después le miró de hito en hito, poniendo en los ojos y en la
|
|
|
|
|
expresión de la cara el alma desnuda.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--La mitad de mi vida daría yo--dijo con inmensa nobleza--por tener la
|
|
|
|
|
seguridad de que en sus venas de usted no corre una gota de la sangre
|
|
|
|
|
de Moscoso. Créame... ¿No me cree? Sí, lo estoy viendo; me cree usted...
|
|
|
|
|
Pues escuche; si usted fuese hijo del mayordomo de los Pazos... yo,
|
|
|
|
|
Gabriel Pardo de la Lage, que soy... ¡qué diablos! ¡un hombre de
|
|
|
|
|
bien...! me comprometía á casarlo á usted con mi sobrina. Porque he
|
|
|
|
|
visto lo que usted la quiere... y porque... porque sería lo mejor para
|
|
|
|
|
todos. ¿Cree usted esto que le aseguro?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Sin fuerzas para contestar, el montañés hizo con la cabeza una señal de
|
|
|
|
|
aquiescencia. Gabriel prosiguió:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No solamente mi cuñado le tiene á usted por hijo suyo, sino que le
|
|
|
|
|
quiere entrañablemente, todo cuanto él es capaz de querer... más que á
|
|
|
|
|
Manuela, ¡cien veces más! y hoy, si se descuida, delante de todos los
|
|
|
|
|
majadores le llama á usted... lo que usted es. Su propósito es
|
|
|
|
|
reconocerle, y después de reconocido, dejarle de sus bienes lo más que
|
|
|
|
|
pueda... Su padrastro de usted lo sabe; su madre... ¡figúrese usted!
|
|
|
|
|
y... ¡es inconcebible que no haya llegado á conocimiento de usted jamás!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Me lo tienen dicho, me lo tienen dicho las mujeres en la feria y los
|
|
|
|
|
estudiantes en Orense... Pero pensé que era guasa, por reirse de mí, y
|
|
|
|
|
porque el... padrino... me daba carrera... Estuve ciego, ciego! Ay Dios
|
|
|
|
|
mío, qué desdicha, qué desdicha tan grande! Lo que me sucede... lo que
|
|
|
|
|
me sucede! Pobre, infeliz Manola!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gimió esto cubriendo y abofeteando á la vez el rostro con las palmas; y
|
|
|
|
|
á pasos inciertos, como los que se dan en el primer período de la
|
|
|
|
|
embriaguez, se dejó caer de bruces, borracho de dolor, sobre la cama de
|
|
|
|
|
Gabriel Pardo, cuya colcha mordió revolcando en ella la cara. Gabriel
|
|
|
|
|
acudió y le obligó á levantarse, luchando á brazo partido con aquella
|
|
|
|
|
desesperación juvenil que no quería consuelo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Vamos, serénese usted... Qué hace usted, qué remedia con ponerse así?
|
|
|
|
|
Serenidad... un poco de reflexión... Venga usted, criatura, venga á
|
|
|
|
|
sentarse en el sofá... Calma... calma! Con esos extremos lo echa usted
|
|
|
|
|
más á perder... Venga usted... Respire un poco!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
En el sofá, donde le sentó medio por fuerza, Perucho volvió á dejar caer
|
|
|
|
|
la cabeza sobre los brazos, y á esconder la cara, con el mismo
|
|
|
|
|
movimiento de fiera montés herida, que sólo aspira á agonizar sola y
|
|
|
|
|
oculta. Balanceaba el cuello, como los niños obstinados en una perrera
|
|
|
|
|
nerviosa, que ya les tiene incapaces de ver, de oir, ni de atender á las
|
|
|
|
|
caricias que les hacen.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sosiéguese usted--repetía el artillero.--¿Quiere usted un sorbo de
|
|
|
|
|
agua? Ea, ánimo, qué vergüenza! Sea usted hombre.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Se volvió rugiendo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Soy hombre, aunque parezco chiquillo... Hombre para cualquiera,
|
|
|
|
|
repuño! Pero soy el hombre más infeliz, más infeliz que hay bajo la capa
|
|
|
|
|
del cielo... y un infame... sí, un infame, el infame de los infames...
|
|
|
|
|
Hoy mismo, hoy--y se retorcía las manos--he perdido á... á una santa de
|
|
|
|
|
Dios, á Manola, _malpocado_... Debían quemarme como la Inquisición á
|
|
|
|
|
las brujas... Que no quemase á la condenada que nos echó, esta mañana la
|
|
|
|
|
paulina... y nos hizo mal de ojo, por fuerza! Maldito de mí, maldito...
|
|
|
|
|
Pero qué más casti...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al desventurado se le rompió la voz en un sollozo, y dejándose ir al
|
|
|
|
|
empuje del dolor, se recostó en el pecho de Gabriel Pardo, abriendo
|
|
|
|
|
camino al llanto impetuoso, el llanto de las primeras penas graves de la
|
|
|
|
|
vida--lágrimas de que tan avaros son después los ojos, y que torciendo
|
|
|
|
|
su cauce, van á caer, vueltas gotas de hiel, sobre el corazón. Movido de
|
|
|
|
|
infinita piedad, Gabriel instintivamente le alisó los bucles de crespa
|
|
|
|
|
seda. Así los dos, remedaban el tierno grupo de la última cena de Jesús;
|
|
|
|
|
y en aquel hermoso rostro, cercado de rizos castaño oscuro, un pintor
|
|
|
|
|
encontraría acabado modelo para la cabeza del discípulo amado.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Que llore, que llore... Le conviene.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Casi agotado el llanto, agitaba los labios y la barbilla del montañés
|
|
|
|
|
temblor nervioso, y un ¡ay! entrecortado y plañidero, del todo
|
|
|
|
|
infantil, infundía á Gabriel tentaciones de estrecharle y acariciarle
|
|
|
|
|
como á un niño pequeño. Perucho se levantó con ímpetu, y se metió los
|
|
|
|
|
puños en los ojos para secar el llanto, dominando el hipo del sollozo
|
|
|
|
|
con ancha aspiración de aire. Pardo le cogió, le sujetó, temeroso de
|
|
|
|
|
algún acceso de rabia.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No se asuste... Déjeme... ¿Por qué me sujeta? Me deje digo. ¡También
|
|
|
|
|
es fuerte cosa! ¡Le matan á uno, y luego ni le dejan menearse!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Es que quiere usted matar... por su parte... á Manuela? ¿Eh? ¿Se
|
|
|
|
|
trata de eso? Le leo á usted en la cara... y le sujeto para que no dé la
|
|
|
|
|
última mano al asunto! Cuidado me llamo... ¡Manuela no ha de saber ni
|
|
|
|
|
esto! ¿Eh, no se hace usted cargo de que tengo razón?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí, sí señor, razón en todo... Que no lo sepa, no... ¡Así no se la
|
|
|
|
|
llevarán los demonios como á mí!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No se entregue usted á la desesperación... La desgracia que aflige á
|
|
|
|
|
usted... ¡que nos aflige á todos! es enorme... pero todavía hay algo
|
|
|
|
|
que, bien mirado, le puede á usted servir de consuelo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Algo? ¿Qué algo?--preguntó con ansia el mozo, agarrándose al clavo
|
|
|
|
|
ardiendo de la esperanza.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Que no hay por parte de usted tal infamia, sino impremeditación,
|
|
|
|
|
locura, desatino, ¡infamia no! Usted tiene el alma derecha; aquí lo que
|
|
|
|
|
está torcido son los acontecimientos... y la intención de ciertas
|
|
|
|
|
gentes... Otros son los criminales; usted sólo ha delinquido porque la
|
|
|
|
|
sangre moza... En fin, al caso. (Queriendo estrecharle afectuosamente la
|
|
|
|
|
mano; pero el montañés la retira con violencia.) Sí, comprendo que no le
|
|
|
|
|
soy á usted demasiado simpático; en cambio usted á mí me ha interesado
|
|
|
|
|
por completo... Acepte usted ahora mis consejos; demasiado conoce que me
|
|
|
|
|
animan buenas intenciones. ¡Ea, valor! A lo hecho pecho: no hay poder
|
|
|
|
|
que deshaga lo que ya ha sucedido: á remediar en lo posible el daño...
|
|
|
|
|
A eso estamos y eso es lo único que importa... ¡Escuche, hombre! Usted
|
|
|
|
|
se tiene que marchar inmediatamente de esta casa... y no volver en mucho
|
|
|
|
|
tiempo, al menos mientras que Manuela no... no cambie de situación, ó...
|
|
|
|
|
¡En fin, mucho tiempo! A estudiar á Barcelona ó á Madrid... Yo le
|
|
|
|
|
proporcionaré á usted fondos... colocación... Todo cuanto le haga falta.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Un quejido de agonía alzó el pecho del montañés.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Reflexione usted bien, mire la cuestión por todos sus aspectos: hay
|
|
|
|
|
que marcharse.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿No volveré ya en mi vida á ver á Manuela?--lloró el mozo, cayendo en
|
|
|
|
|
el sofá é hincándose las uñas en la cabeza.--Pues entonces, al Avieiro,
|
|
|
|
|
que es bien hondo... Así como así tendré mi merecido.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Vamos... ¡que estoy apelando á su razón de usted! No me responda con
|
|
|
|
|
delirios... ¿No ha dicho usted allá cuando empezamos á reñir (Gabriel se
|
|
|
|
|
sonrió) que Dios está en el cielo y nos oye? ¿Cree usted lo que dijo?
|
|
|
|
|
¿Lo cree?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Soy algún perro para no creer en Dios?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues... si hay Dios... y si usted cree en él... ¡mire que le está
|
|
|
|
|
ofendiendo!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Perucho asió de una muñeca á Gabriel, y se la oprimió con toda su
|
|
|
|
|
fuerza, que no era poca; y acercándole mucho la cara, arrojó:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues si no hubiese Dios... ¡lo que es á Manola... soltar no la suelto!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Buena pieza se quedó el comandante Pardo sin saber qué contestar,
|
|
|
|
|
dominado, vencido. En la encarnizada batalla llevaba, desde el
|
|
|
|
|
principio, la peor parte; y lo extraño es que la derrota moral que
|
|
|
|
|
sufría, conocida de él solamente, le ocasionaba íntimo placer, y le
|
|
|
|
|
apegaba cada vez más al antes detestado bastardo de Ulloa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Viendo callado á Gabriel, Perucho alentó un poco, y en tono de súplica
|
|
|
|
|
humilde, murmuró:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Me iré, me iré... haré cuanto me manden, y si quieren, me meteré en el
|
|
|
|
|
Seminario de Santiago y seré cura... cualquier cosa... pero respóndame,
|
|
|
|
|
señor, dígame la verdad... ¿Se va usted á casar con Manola cuando...
|
|
|
|
|
después que... falte yo?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel alzó la vista y le miró cara á cara. Tardó bastante, bastante en
|
|
|
|
|
responder: sus ojos brillaron, adquirió su fisonomía aquella expresión
|
|
|
|
|
elevada y generosa que era su única hermosura, y respondió serenamente:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Yo no le he de salvar á usted mintiéndole... Hoy más que nunca estoy
|
|
|
|
|
dispuesto a casarme con mi sobrina... ¡No rechine usted los dientes, no
|
|
|
|
|
se enfurezca, por todos los santos... oiga, oiga! Cuando ella, por su
|
|
|
|
|
voluntad, sin imposiciones de ningún género, porque me cobre cariño ó...
|
|
|
|
|
porque necesite mi protección en cualquier terreno y por cualquier
|
|
|
|
|
causa, se resuelva á casarse conmigo... yo estoy aquí; cuanto soy y
|
|
|
|
|
valgo, de ella es... Pero jamás ¡jamás! si ella no quiere... Y ella no
|
|
|
|
|
querrá--fíese usted en mí, que tengo experiencia--ni en mucho tiempo,
|
|
|
|
|
ni tal vez en su vida... Es aún más montañesa y más porfiada que
|
|
|
|
|
usted... Sobre todo, ¡como no le hemos de soltar el tiro de decirle lo
|
|
|
|
|
que hay de por medio! Eso sí, usted tiene el deber de procurar... ¡con
|
|
|
|
|
resolución! ¡con heroísmo! que ella le olvide, que ella no piense en
|
|
|
|
|
usted... sino como se piensa en el compañero querido de la niñez...
|
|
|
|
|
¡Nada más! Usted se va, usted le escribe algo al principio...
|
|
|
|
|
cariñosamente... pero... con cariño... fraternal... Luego escasean las
|
|
|
|
|
cartas... Luego cesan... Luego... tiene usted novia, ¡novia! y ella lo
|
|
|
|
|
averigua... Si es verdad que usted quiere á Manuela, usted hará todo
|
|
|
|
|
eso... ¡y mucho más!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El montañés tenía los párpados entornados, la mirada vagabunda por los
|
|
|
|
|
rincones del aposento, repasando, probablemente sin verlas, las molduras
|
|
|
|
|
barrocas de la cama, las pinturas del biombo, los remates de época del
|
|
|
|
|
Imperio que lucía el vetusto sofá. Cuando acabó de hablar Gabriel, sus
|
|
|
|
|
pupilas destellaron, hizo con la mano derecha ese movimiento de sube y
|
|
|
|
|
baja que dice clarísimamente:--Plazo... espera...--y se dirigió á la
|
|
|
|
|
puerta. Pero Gabriel saltó y se interpuso, estorbándole la salida.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No se pasa... (en tono más cariñoso y festivo que otra cosa).
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Haga usted favor... Si por lo visto usted está para bromas, yo no, y
|
|
|
|
|
sentiría cometer una barbaridad.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--En serio (con mucha energía), no le dejo á usted pasar sin que me diga
|
|
|
|
|
adónde. De evitarle la barbaridad se trata.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bueno, pues sépalo; tanto me da que lo sepa, y si le parece mal...
|
|
|
|
|
(gesto grosero). No me da la gana de creer, por su honrada palabra de
|
|
|
|
|
usted, que Manola y yo... En fin, usted quiere á Manola... yo le
|
|
|
|
|
estorbo... le viene de perillas que me largue... y como no soy ningún
|
|
|
|
|
páparo... ¿eh? no me mete usted el dedo en la boca... Voy á la fuente
|
|
|
|
|
limpia... á saber la verdad, ¡la verdad!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Cómo, cómo? ¿á quién se la va usted á preguntar? ¡Cuidado... á mi
|
|
|
|
|
sobrina nada!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Eh!... ¿Si pensará usted que ha de tener más miramientos que yo con
|
|
|
|
|
Manola? Repuño, que ya me cargó á mí esto! La verdad se la voy á sacar
|
|
|
|
|
de las mismísimas entrañas á don Pedro Moscoso... y apartarse, y dejarme
|
|
|
|
|
de una vez!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Ciñó los brazos al cuerpo del artillero, y de un empujón lo lanzó á dos
|
|
|
|
|
varas de distancia. Luego se precipitó hacia fuera.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XXIX
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Muchas veces bajaba el marqués de Ulloa á la científica tertulia de su
|
|
|
|
|
cocina, sobre todo en invierno, cuando los vastos salones estaban
|
|
|
|
|
convertidos en una nevera, y el _lar_ con su alegre chisporroteo
|
|
|
|
|
convidaba á acurrucarse en el banquillo del rincón y dormitar al arrullo
|
|
|
|
|
de las discusiones. En verano, y habiendo labores agrícolas emprendidas,
|
|
|
|
|
prefería don Pedro el corro al aire libre de los jornaleros y
|
|
|
|
|
jornaleras, donde se comentaban verbosamente los mínimos incidentes del
|
|
|
|
|
día, el peso y el color de la espiga, el grueso de la paja. Y en todas
|
|
|
|
|
estaciones, podía asegurarse que el hidalgo, á las diez y media, estaba
|
|
|
|
|
retirado ya en su dormitorio.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
No lo había escogido como necio: era una habitación contigua al archivo,
|
|
|
|
|
y aunque no de las mayores de la casa, abrigada del frío y del calor por
|
|
|
|
|
lo grueso de las paredes. Parecía un nido de urraca, tal revoltillo de
|
|
|
|
|
cachibaches había en ella. Olía allí a perro de caza, y á ese otro
|
|
|
|
|
tufillo llamado de _hombre_, siendo cosa segura que no lo despide ningún
|
|
|
|
|
hombre aseado, y sí el tabaco frío, la ropa mal cuidada y el sudor
|
|
|
|
|
rancio. Escopetas, morrales, polainas raídas, sombreros de distintas
|
|
|
|
|
formas y materias, bastones, garrotes, cachiporras, calabazas, frascos
|
|
|
|
|
de pólvora, mugrientos collares de cascabeles, espigas enormes de maíz,
|
|
|
|
|
conservadas por su tamaño, chaquetones de somonte, pantalones con
|
|
|
|
|
perneras de cuero, yacían amontonados por los rincones, cubiertos con
|
|
|
|
|
una capa de polvo, sobre la cual era dable, no sólo escribir con el
|
|
|
|
|
dedo, sino hasta grabar en hueco con buen realce. Único mueble serio de
|
|
|
|
|
la habitación era la cama, de testero salomónico y fondo de red, y la
|
|
|
|
|
vasta mesa-escritorio, forrado por delante de un cuero de Córdoba que
|
|
|
|
|
lucía los encantadores tonos pasados y mates del oro, la plata, los
|
|
|
|
|
rojos y azules que suelen prevalecer en tan hermoso producto de la
|
|
|
|
|
industria nacional. En el centro, sobre un medallón de damasco carmesí
|
|
|
|
|
rodeado de orlas de oro, estaba pintado el montés blasón de los
|
|
|
|
|
Moscosos, las cabezas de lobo, el pino y la puente. Al hidalgo le servía
|
|
|
|
|
la mesa para toda clase de menesteres y usos. Allí picaba tabaco y liaba
|
|
|
|
|
cigarrillos; allí amontonaba su escasa correspondencia, haciendo oficio
|
|
|
|
|
de prensapapeles una pistola de arzón inservible; allí tenía libros de
|
|
|
|
|
cuentas que no consultaba jamás, así como mazos de plumas de ganso y
|
|
|
|
|
otras de acero comidas de orín, al lado de una resma de papel sucio por
|
|
|
|
|
las orillas ya, aunque su virginidad estuviese intacta; allí rodaba la
|
|
|
|
|
cajita de píldoras contra el estreñimiento y el cajón de ricos habanos,
|
|
|
|
|
el rollo de bramante y la navaja mohosa; y cuando venía el tiempo de las
|
|
|
|
|
perdices y don Pedro intentaba reverdecer sus lauros cinegéticos, allí
|
|
|
|
|
se cargaban á mano los cartuchos y allí se limpiaban y atersaban á
|
|
|
|
|
fuerza de gamuza y aceite las mortíferas armas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Mientras Gabriel y Perucho discutían cosas harto graves en la estancia
|
|
|
|
|
próxima, el hidalgo, recogido ya á la suya, entreteníase en contar las
|
|
|
|
|
rayitas que durante la jornada había hecho en una caña con el
|
|
|
|
|
cortaplumas. Cada rayita representaba una gavilla de trigo, y con este
|
|
|
|
|
procedimiento sabía á punto fijo la cantidad de gavillas majadas.
|
|
|
|
|
Abierta estaba la ventana, á causa del mucho calor, y por ella entraban
|
|
|
|
|
las falenas enamoradas de la luz á girar dementes sobre el tubo del
|
|
|
|
|
quinqué: alguna vez un murciélago negro y fatídico venía, revoloteando
|
|
|
|
|
torpemente, á caer sobre la mesa ó á batir contra un rincón del cuarto.
|
|
|
|
|
En el cielo asomaba ya la luna, triste é indiferente.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La puerta se abrió con fragor y estruendo; el hidalgo soltó su caña y
|
|
|
|
|
miró... Casi en el mismo instante se deslizaba en el corredor una
|
|
|
|
|
sombra, un hombre que no hacía ruido al andar, por la plausible razón de
|
|
|
|
|
que llevaba los pies descalzos. Una de las cosas mejor montadas en las
|
|
|
|
|
aldeas--con mayor perfección que en los palacios, ó con mayor descaro
|
|
|
|
|
por lo menos--es el espionaje, y difícilmente hará un señor que vive
|
|
|
|
|
rodeado de labriegos cosa que ellos no olfateen y atisben, siempre que
|
|
|
|
|
el atisbarla convenga á sus miras ó importe á su curiosidad. Este dato
|
|
|
|
|
se refiere sobre todo al campesino de Galicia. Bajo el aspecto
|
|
|
|
|
soñoliento y las trazas cariñosas y humildes del aldeano gallego, se
|
|
|
|
|
esconde una trastienda, una penetración y una diplomacia incomparables,
|
|
|
|
|
pudiéndose decir de él que siente crecer la hierba y corta un pelo en el
|
|
|
|
|
aire, si no tan aprisa, quizás con mayor destreza que el gitano más
|
|
|
|
|
ladino. A la perspicacia une la tenacidad y la paciencia; y si tuviese
|
|
|
|
|
también la energía y el arranque, de cierto no habría raza como esta en
|
|
|
|
|
el mundo. En suma, lo que el gallego se empeña en saber, lo rastrea
|
|
|
|
|
mejor que el zorro rastrea el ave descarriada. Primero se dejaría
|
|
|
|
|
nuestro Gallo arrancar la cresta y la cola, que no ir á pegar el oído á
|
|
|
|
|
la puerta de los señores aquella noche memorable. Resignándose á la
|
|
|
|
|
ignominia de la descalcez, rondó el cuarto del comandante; pero ¡oh
|
|
|
|
|
dolor! nada se oía: el salón era extenso, y Gabriel precavido en cerrar
|
|
|
|
|
y situarse. Ahora la cosa mudaba de aspecto: el dormitorio del marqués
|
|
|
|
|
era chico, y allí sí que no se diría palabra que se le escapase al
|
|
|
|
|
Gallo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Una sola inquietud: ¿no saldría el comandante á cogerle con las manos en
|
|
|
|
|
la masa? Se arrimó á la puerta de Gabriel y le oyó pasear arriba y
|
|
|
|
|
abajo, con paso acelerado, indicio de agitación...--No sale! dedujo el
|
|
|
|
|
sultán: aguarda ahí por el otro!--Así era en efecto: Gabriel no quería
|
|
|
|
|
meter la mano entre la cuña y la madera, y esperaba impaciente, pero
|
|
|
|
|
esperaba.--Mis atribuciones no llegan á tanto... decía para sí: allá se
|
|
|
|
|
las hayan padre é hijo... Que se desengañe, que se convenza... Ya
|
|
|
|
|
veremos después.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Tranquilo por esa parte el sultán, volvió al observatorio. Algo le
|
|
|
|
|
estorbaba una vieja mampara, que reforzando la puerta, apagaba el ruido
|
|
|
|
|
de las voces. Con todo, las más altas le llegaban bien distintas, y él
|
|
|
|
|
no necesitaba otra cosa para coger el hilo del diálogo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Acalorado, muy acalorado... Perucho preguntaba y el señor de Ulloa daba
|
|
|
|
|
explicaciones en tono brusco, á manera de persona que confirma una
|
|
|
|
|
verdad sabida y conocida hace tiempo... ¡Calle! aquí empieza el asombro
|
|
|
|
|
del Gallo... el mocoso del rapaz, en vez de alegrarse, se pone como un
|
|
|
|
|
potro bravo... Un genio tan _maino_ como gasta siempre, y ahora ¡qué
|
|
|
|
|
_fantesía_! Dios nos libre! Está diciéndole trescientas al señor... Si
|
|
|
|
|
éste lo toma por malas, se va á armar la de _saquinte_... Le echa en
|
|
|
|
|
cara que no lo reconoció desde pequeñito... ¡Se insolenta! Hoy hay aquí
|
|
|
|
|
un terremoto... El señor... no se oye cuasimente... de indinado que
|
|
|
|
|
está, parece que le sale la voz de dentro de una olla... ¿Y el rapaz?
|
|
|
|
|
Ese berra bien... ¡ay lo que está diciendo...! Que se va y que se va y
|
|
|
|
|
que se va de esta casa arrenegada... Que se larga aunque tenga que pedir
|
|
|
|
|
limosna por el mundo adelante... Que más que se esté muriendo el señor y
|
|
|
|
|
lo llame para cerrarle los ojos, no viene, sino que lo amarren con
|
|
|
|
|
cordeles y lo traigan así codo con codo atado... Que se cisca en lo que
|
|
|
|
|
le deje por testamento, y que no quiere de él ni la hostia... ¡Ojo...
|
|
|
|
|
habla el señor... No se oye miga...! todo lo entrapalla con toser y con
|
|
|
|
|
la rabia que tiene... El rapaz!... Que bueno, que si le mandan la
|
|
|
|
|
Guardia civil para traerlo acá de pareja en pareja, que vendrá á la
|
|
|
|
|
fuerza pero que se ahorcará con la faja ó se tirará al Avieiro... Que de
|
|
|
|
|
lo que gane trabajando le ha de enviar el dinero que gastó con él, y que
|
|
|
|
|
después no le debe nada, y ya lo puede aborrecer á su gusto... Ahora el
|
|
|
|
|
señor alborota... Que no lo tiente, que conforme lo hizo también lo
|
|
|
|
|
deshace... que le tira á la cabeza un demonio... Que maldito y condenado
|
|
|
|
|
sea... Arre!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Esta última exclamación la lanzó para sí el Gallo, porque estuvo á punto
|
|
|
|
|
de ser aplastado segunda vez por la puerta, que el montañés empujó
|
|
|
|
|
furioso para salir, al mismo tiempo que voceaba, volviendo el rostro
|
|
|
|
|
hacia el interior del cuarto:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues con más motivo le maldigo yo, y maldito sea por toda la
|
|
|
|
|
eternidad, amén. ¡Que no esté yo solo en el infierno!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Tan aturdido y ebrio salía, que ni reparó en la presencia de una persona
|
|
|
|
|
arrimada á la puerta. Corriendo se volvió á la habitación del
|
|
|
|
|
comandante, entró en ella... Bien quisiera continuar sus investigaciones
|
|
|
|
|
el sultán, pero ni el rumor más mínimo llegó á sus oídos: si se hablaba
|
|
|
|
|
allí, debía ser en voz muy queda, lo mismo que cuando se confiesan las
|
|
|
|
|
gentes.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XXX
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
¡Bueno venía el _Motín_ aquella mañana; bueno, bueno! La caricatura, de
|
|
|
|
|
las más chistosas; como que representaba á _don Antonio_ con una lira,
|
|
|
|
|
coronado de rosas y rodeado de angelitos; ¡y luego, en la sección de
|
|
|
|
|
sueltos picantes, cada hazaña de los _parroquidermos_ y _clericerontes_!
|
|
|
|
|
Aquello sí que era ponerles las peras á cuarto. ¡Habráse visto
|
|
|
|
|
sinvergüenzas! ¡Pues apenas andarían ellos desbocados si no hubiese un
|
|
|
|
|
_Motín_ encargado de velar por la moral pública y delatar
|
|
|
|
|
inexorablemente todas las picardigüelas de la gente negra! ¡Si con
|
|
|
|
|
_Motín_ y todo...!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Juncal se regodeaba, partiéndose de risa ó pegando en la mesa puñetazos
|
|
|
|
|
de indignación, según lo requería el caso; pero tan divertido y absorto
|
|
|
|
|
en la lectura, que no hizo caso del perrillo acostado á sus pies cuando
|
|
|
|
|
ladró anunciando que venía alguien. En efecto entró Catuxa, frescachona
|
|
|
|
|
y vertiendo satisfacción al preguntar á su marido:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Que no ciertas quien tay viene?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El alborozo de su mujer era inequívoco; el médico de Cebre cayó en la
|
|
|
|
|
cuenta al punto, y saltó en la silla dando al _Motín_ un papirotazo
|
|
|
|
|
solemne y exclamando:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Don Gabriel Pardo?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡El mismo!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mujer... ¡y no lo haces subir! Anda, despabílate ya... No, voy yo
|
|
|
|
|
también... ¡Qué mómara! ¡Menéate!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Si todavía no llegó á casa, ¡polvorín! Vilo desde el patio; viene de á
|
|
|
|
|
caballo. ¡Y corre como un loco! ¡Parece que viene á apagar un fuego!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Máximo, sin querer oir más, bajó á paso de carga la escalera, salió al
|
|
|
|
|
patio, y como la llave del portón acostumbraba hacerse de pencas para
|
|
|
|
|
girar, la emprendió á puñadas con la cerradura; á bien que la médica le
|
|
|
|
|
sacó del paso, que sino, de puro querer abrir pronto, no abre ni en un
|
|
|
|
|
siglo. Y cuando la cabalgadura cubierta de sudor se detuvo y fué á
|
|
|
|
|
apearse el comandante, Juncal no se dió por contento sino recibiéndole
|
|
|
|
|
en sus brazos. Hubo exclamaciones, afectuosas palmadicas en los hombros,
|
|
|
|
|
carcajadas de gozo de Catuxa; y antes de preguntarse por la salud, ni de
|
|
|
|
|
entrar bajo techado, ya se le habían ofrecido al huésped toda clase de
|
|
|
|
|
manjares y bebidas, insistiendo en saber _qué tomaría_, hasta no dejarle
|
|
|
|
|
respirar. La respuesta de Pardo le llenó á la amable médica las medidas
|
|
|
|
|
del deseo:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--De buena gana tomaré chocolate, Catalina, si no le sirve de
|
|
|
|
|
molestia... Ahora recuerdo que he salido de los Pazos en ayunas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Solos ya, sentáronse en el banco de piedra, y Gabriel dijo al médico
|
|
|
|
|
que le miraba embelesado de gratitud y regocijo:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No me agradezca usted la visita; vengo á reclamar sus servicios
|
|
|
|
|
profesionales.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Se le ha puesto peor el brazo? ¡Ya lo decía yo! Con estas idas y
|
|
|
|
|
venidas... No, y está usted algo... desmejorado, vamos; el semblante...
|
|
|
|
|
y eso que viene sofocado... Mucha prisa trajo, ¡caramba!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Bastante me acuerdo yo de mi brazo! Si usted no lo menta ahora...
|
|
|
|
|
¡Hay en los Pazos gente enferma...?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿En los Pazos? ¡Eso es lo peor! Pero ya sabe que yo, desde las
|
|
|
|
|
elecciones...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Déjeme usted de elecciones... usted se viene conmigo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Con usted, al fin del mundo; sólo que si luego creen que me meto donde
|
|
|
|
|
no me llaman...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pierda usted cuidado.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y quién está malo? ¿Es el marqués?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y su hija.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Los dos?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel dijo que sí con la cabeza, y se quedó unos instantes pensativo,
|
|
|
|
|
acariciándose la barba. Realmente estaba pálido, ojeroso, abatido; pero
|
|
|
|
|
le quedaba el aire de viril resolución que tan simpático le hacía.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Oiga usted, Juncal... ¿Puedo contar con usted? ¿Haría usted por mí
|
|
|
|
|
algo que le pidiese? ¡No es cosa muy difícil!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Don Gabriel! Me está usted faltando... ¡Voto al chápiro...! ¡Por
|
|
|
|
|
usted...! ¿Quiere... que organice un comité conservador en Cebre?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡En política estaba yo pensando...! Lo primero es... no decirle nada á
|
|
|
|
|
Catalina. Que sepa que va usted á los Pazos, bien; que va usted por la
|
|
|
|
|
enfermedad de mi cuñado, corriente... Pero de la de mi sobrina, ni esto.
|
|
|
|
|
¿Conformes?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Hasta la pared de enfrente.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Además... que nos marchemos cuanto antes.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y el chocolate?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pretexto para quitarnos de encima á la pobre Catalina. No haga usted
|
|
|
|
|
caso. Diga que es urgente echar á andar, y que en vez de chocolate, me
|
|
|
|
|
contento con... cualquier cosa bebida... ¿Leche, supongamos?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bueno... pero en mientras que arrean la yegua, también está el
|
|
|
|
|
chocolate listo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Se lo suplico... arréela usted al vuelo!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
No bien acabó de manifestar este deseo, estaba el médico en la cuadra,
|
|
|
|
|
dando al rapazuelo que curaba de su hacanea las necesarias órdenes. A
|
|
|
|
|
los tres minutos volvía junto á Gabriel.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Perdone, ya me doy prisa... pero es que no me ha dicho qué casta de
|
|
|
|
|
mal es la que anda por los Pazos, y no sé qué he de llevar de
|
|
|
|
|
medicamentos, instrumentos...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Manuela sufre, desde ayer por la tarde, fuertes accesos nerviosos...
|
|
|
|
|
Pero muy fuertes... Convulsiones, lloreras,... soponcios.... Desvaría un
|
|
|
|
|
poco... yo creo que hay delirio.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Bien! Mal conocido, herencia materna... Bromuro de potasio. Por
|
|
|
|
|
suerte lo tengo recién preparadito. ¿Y el... _marqués_?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ese no me parece que tenga cosa de cuidado... Ahogos, la sangre
|
|
|
|
|
arrebatada á la cabeza...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Bah, bah! Coser y cantar... Me llevo la lanceta, y le doy cuerda para
|
|
|
|
|
un año... Le han acostumbrado desde muchacho á la sangría, y aunque yo
|
|
|
|
|
las proscribo severamente, uniendo mi humilde opinión á la de los más
|
|
|
|
|
ilustrados facultativos de Francia y Alemania... en este caso
|
|
|
|
|
particular, me declaro empírico. El hábito es...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Por Dios.... Despachemos--exclamó Gabriel, que parecía también
|
|
|
|
|
necesitar bromuro, según la agitación, no por reprimida menos honda, que
|
|
|
|
|
se observaba en su rostro y movimientos. Conviene decir, en abono de la
|
|
|
|
|
excelente voluntad de Juncal, que para ninguna de sus correrías médicas
|
|
|
|
|
se preparó más brevemente que para aquella. Ni tampoco, desde que el
|
|
|
|
|
mundo es mundo, se ha sorbido más aprisa ni de peores ganas una taza de
|
|
|
|
|
chocolate que la presentada por Catuxa á Pardo... y cuidado que venía
|
|
|
|
|
para abrir el apetito á un difunto, por lo espumosa y aromática.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Tan siquiera un bizcochito, señor!--suplicaba Catuxa.--Mire que están
|
|
|
|
|
fresquitos de ahora, que cantan en los dientes... ¿Y el esponjado? ¡Ay,
|
|
|
|
|
que el agua sola mata á un cristiano! Señor... ¿y las tostadas?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Cállate la boca ya--gritó Juncal severamente;--cuando hay apuro, hay
|
|
|
|
|
apuro... El marqués de Ulloa se encuentra mal... y vamos allá á escape.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Cosa de un kilómetro se habrían desviado de Cebre, cuando don Gabriel,
|
|
|
|
|
ladeándose en la silla, preguntó á Juncal:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Dice usted que es herencia materna lo de mi sobrina?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí señor, ¡en mi desautorizada opinión al menos! La pobre doña
|
|
|
|
|
Marcelina, _que en gloria esté_--masculló con gran compunción el impío
|
|
|
|
|
clerófobo--era nerviosísima y algo débil, y aunque la señorita Manuela
|
|
|
|
|
salió más robusta y se crió de otra manera muy distinta, en su edad es
|
|
|
|
|
la cosa más fácil... Habrá tenido cualquier rabieta... Pero no pase
|
|
|
|
|
susto, que ese no es mal de cuidado.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Enmudeció el artillero, y por algunos minutos no se oyó más que el trote
|
|
|
|
|
de las dos yeguas sobre la carretera polvorosa. Gabriel callaba
|
|
|
|
|
reflexionando, con la quijada metida en el pecho; de aquellas
|
|
|
|
|
reflexiones salió volverse á Juncal y decirle con tono suplicante y
|
|
|
|
|
persuasivo:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Amigo Máximo, en esta ocasión espero de usted mucho... Espero que me
|
|
|
|
|
pruebe que efectivamente he encontrado aquí lo que tan rara vez se
|
|
|
|
|
tropieza uno por el mundo adelante: un amigo verdadero, de corazón.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Señor de Pardo!--exclamó el médico, á quien semejantes palabras
|
|
|
|
|
cogían por su lado flaco--¡Bien puede usted estar satisfecho--aunque la
|
|
|
|
|
cosa no lo merece--de que ni á mi padre le tuve más respeto, ni á mis
|
|
|
|
|
hermanos los quise más que á usted! Desde que le ví me entró una
|
|
|
|
|
simpatía de repente... vamos, una cosa particular, que los diablos
|
|
|
|
|
lleven si la sé explicar yo mismo. A mi señora se lo tengo dicho: mira,
|
|
|
|
|
chica, si te da la ocurrencia de ponerte un día muy mala y quieres
|
|
|
|
|
médico, que no sea el mismo día que me necesite don Gabriel... ¿Y luego,
|
|
|
|
|
qué pensaba? Pero si no me pide otra cosa de más importancia que darle
|
|
|
|
|
bromuro á la sobrina... para eso, maldito si...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Las circunstancias--dijo Gabriel titubeando aún--son tales, que yo
|
|
|
|
|
necesito creer á pie juntillas lo que usted me asegura para no perder el
|
|
|
|
|
tino y desorientarme completamente. Voy á hablarle, á usted con
|
|
|
|
|
franqueza, como hablaría yo también á mi hermano...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Pongo la yegua al paso? La de usted no lo sentirá--preguntó Juncal,
|
|
|
|
|
que oía con toda su alma.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí... conviene salir cuanto antes del atolladero, y que nos entendamos
|
|
|
|
|
los dos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Hable con descanso, que así me arrodillasen para fusilarme, de mi boca
|
|
|
|
|
no saldría una palabra.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Eso quiero: cautela y secreto absoluto por parte de usted. Mi infeliz
|
|
|
|
|
sobrina está desde ayer tarde en un estado de exaltación alarmantísimo.
|
|
|
|
|
Yo creo que su razón se oscurece algunas veces. Y entonces grita, llora,
|
|
|
|
|
habla, desbarra, dice enormidades que... que nadie debe oir, ¿lo
|
|
|
|
|
entiende usted? ¡sino personas que antes se dejen arrancar la lengua que
|
|
|
|
|
repetirlas!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Juncal sacudió la cabeza gravemente, murmurando:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Entendido!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Los accesos--prosiguió el artillero--le dan con bastante intervalo, y
|
|
|
|
|
del uno al otro se queda como postrada y sin fuerzas. Ayer ha tenido
|
|
|
|
|
dos, uno á las cinco de la tarde y otro á las diez de la noche; dormitó
|
|
|
|
|
unas horas, y á las tres de la madrugada, el acceso más fuerte,
|
|
|
|
|
acompañado de una copiosa hemorragia por las narices; á las siete, se
|
|
|
|
|
repitió la función, sin hemorragia; y así que la dejé algo tranquila,
|
|
|
|
|
suponiendo que tendríamos al menos tres ó cuatro horas de plazo, me vine
|
|
|
|
|
reventando la yegua... y así que acabe la explicación la volveré á
|
|
|
|
|
reventar, para llegar antes de que el acceso se produzca. ¿Qué opina
|
|
|
|
|
usted? ¿Le dará antes de mi vuelta?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Señor don Gabriel, esperanza en Dios... Es probable que no le dé.
|
|
|
|
|
Según lo que usted me va contando, la neurosis de la señorita tiene
|
|
|
|
|
carácter epiléptico, y hay un poco de tendencia al desvarío... Bien, ya
|
|
|
|
|
puede hablar, que es como si se lo dijese á un agujero abierto en la
|
|
|
|
|
pared. Y... ¿Usted no sospecha algo de las causas de este mal tan
|
|
|
|
|
repentino?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Enderezóse Gabriel en la silla, como afianzándose en una resolución
|
|
|
|
|
inevitable.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sin que yo se lo dijese, en cuanto llegue usted á los Pazos se
|
|
|
|
|
enterará de que allí han ocurrido ayer y anteayer sucesos gravísimos...
|
|
|
|
|
Basta para imponerle á usted el primero que encuentre, el mozo de cuadra
|
|
|
|
|
que recoja la yegua. Anteayer, de noche, mi cuñado sostuvo un altercado
|
|
|
|
|
terrible con... ese muchacho que pasaba por hijo de los mayordomos...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bien, bien... Ya estamos al cabo--indicó Juncal guiñando el
|
|
|
|
|
ojo...--Pero ¡qué milagro enfadarse con él! Si lo quería por los
|
|
|
|
|
quereres.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mucho le quiere, en efecto; ¿de qué está malo hoy, sino del berrinche?
|
|
|
|
|
Pues... á consecuencia de la escena espantosa que se armó entre los dos,
|
|
|
|
|
el muchacho, que es testarudo y resuelto, arregló ayer mañana su
|
|
|
|
|
maletilla de estudiante, y ni visto ni oído... A pie se largó... y hasta
|
|
|
|
|
la fecha no se ha vuelto á saber de él.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Al ir narrando, fijábase don Gabriel en la expresión del rostro de
|
|
|
|
|
Juncal. Aunque éste procuraba no dejar salir á él más pensamientos que
|
|
|
|
|
los que no mortificasen ni alarmasen al artillero, no podía ocultar la
|
|
|
|
|
luz que iba penetrando en su cerebro y que no tardaría en ser completa.
|
|
|
|
|
La prueba es que exclamó como involuntariamente:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ah... ya.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí--añadió Pardo con resignación:--desde que Manuela supo la marcha de
|
|
|
|
|
su... amigo...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y quién se la contó? ¿A que se lo encajaron de golpe y porrazo...
|
|
|
|
|
con todas las exageraciones?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Lo mismito que usted lo piensa! La mayordoma...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Que es una vaca...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Se fué á abrazar con ella, llorando á gritos...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--A berridos, que es como lloran semejantes bestias...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y le dijo que Perucho no volvía más; que se había marchado decidido á
|
|
|
|
|
embarcarse para América, y que iba tan desesperado, que era fácil que le
|
|
|
|
|
diese por tomar arsénico...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--_Séneca_, que le llaman así.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--En fin, le dijo... ¿Hace falta más explicación?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Qué lástima de albarda, Dios me lo perdone, para esa pollina vieja!
|
|
|
|
|
Bueno, señor de Pardo; no añada más, no se moleste, sosiéguese; ya
|
|
|
|
|
estamos enterados de lo que conviene ahora. Tranquilizarle á la niña el
|
|
|
|
|
pensamiento... ¡todo lo posible...!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y en especial...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Basta, basta! En especial, silencio... y que los curiosos se queden á
|
|
|
|
|
la puerta... La curiosidad, para la ropa blanca. Fíese en mí. ¿Al trote?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Al galope, que es cuesta arriba.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Arrancaron las dos yeguas alzando una polvareda infernal.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XXXI
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El sol había salido, y también el cura de Ulloa á celebrar el santo
|
|
|
|
|
sacrificio de la misa. Goros, medio en cuclillas ante la piedra del
|
|
|
|
|
hogar, con las manos fuertemente hincadas en las caderas, el cuerpo
|
|
|
|
|
inclinado hacia delante, los carrillos inflados y la boca haciendo
|
|
|
|
|
embudo, soplaba el fuego, al cual tenía aplicado un fósforo. Y á decir
|
|
|
|
|
verdad, no se necesitaba tanto aparato para que ardiesen cuatro ramas
|
|
|
|
|
bien secas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Ladró el mastín en el patio, pero con ese tono falsamente irritado que
|
|
|
|
|
indica que el vigilante conoce muy bien á la persona que llega, y ladra
|
|
|
|
|
por llenar una fórmula. En efecto, cansado estaba el _Fiel_ de contar en
|
|
|
|
|
el número de sus conocidos al madrugador visitante. Como que, siendo
|
|
|
|
|
aquel todavía cachorro, éste se había encargado de la cruenta operación
|
|
|
|
|
de cercenarle la punta del rabo y la extremidad de las orejas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Venía el atador de Boán con el estómago ayuno de bebida, pues acababa de
|
|
|
|
|
dejar la camada de paja fresca con que aquella noche le había obsequiado
|
|
|
|
|
el pedáneo; y si esta narración ha de ser del todo verídica y puntual,
|
|
|
|
|
conviene advertir que llevaba el propósito de matar el gusanillo en la
|
|
|
|
|
cocina del cura. Lo cual prueba que el señor Antón no estaba muy al
|
|
|
|
|
tanto de las costumbres severas y espartanas del incomparable Goros,
|
|
|
|
|
incapaz de tener, como otros muchos de su clase, el frasquete del
|
|
|
|
|
aguardiente de caña oculto en algún rincón. Es más: ni siquiera por
|
|
|
|
|
cortesía ofreció un tente-en-pie, un _taco_ de pan y algo de comida de
|
|
|
|
|
la víspera, y se contentó con responder secamente:--Felices nos los dé
|
|
|
|
|
Dios--al saludo del algebrista. La razón de esta sequedad era una razón
|
|
|
|
|
profunda, seria y digna del temple de alma de Goros. Allá en su
|
|
|
|
|
conciencia de creyente á macha martillo y de persona bien informada en
|
|
|
|
|
lo que respecta al dogma, Goros tenía al señor Antón por un endemoniado
|
|
|
|
|
hereje, acusándole de que, merced al trato con las bestias, no
|
|
|
|
|
diferenciaba á un cristiano de un animal, ni siquiera de una hortaliza,
|
|
|
|
|
y que para él era _lo mismo una ristra de ajos_, con perdón, que el alma
|
|
|
|
|
de una persona humana. En las discusiones del ateneo de los Pazos, Goros
|
|
|
|
|
tenía siempre pedida la palabra en contra, y así que el algebrista se
|
|
|
|
|
descolgaba con una de sus atrocidades, allí estaba el criado del cura
|
|
|
|
|
hecho martillo de herejes, confutando las proposiciones panteísticas que
|
|
|
|
|
el alcohol y el atavismo ponían en los sumidos labios del componedor de
|
|
|
|
|
Boán.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Vienes á ver los animales?--preguntóle aquella mañana
|
|
|
|
|
desapaciblemente.--Están bien lucidos. San Antón por delante. No tienen
|
|
|
|
|
falta de médico.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Vengo á me sentar... que el cuerpo del hombre no es de madera, y á las
|
|
|
|
|
veces cánsase también.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bueno, ahí está el banco.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Quién como tú!--suspiró el algebrista, quitándose el sombrero de copa
|
|
|
|
|
alta y poniéndolo entre las rodillas.--¡Hecho un canónigo, carraspo! Así
|
|
|
|
|
te engordan los cachetes, que pareces fuera el alma el marrano del
|
|
|
|
|
pedáneo cuando lo van á matar.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí, sí, vente con endrómenas... Si hablases de otros criados de otros
|
|
|
|
|
curas diferentes, de todos los más que hay por el mundo adelante, que
|
|
|
|
|
revientan de gordos y de ricos... á cuenta de los malpocados de los
|
|
|
|
|
feligreses... Pero este mi señor, que antes de la hora de la muerte ya
|
|
|
|
|
ha entrado de patas en la gloria, nunca tiene sino necesidades y
|
|
|
|
|
pobrezas, y si el criado fuese como los vagos y lambones que andan de
|
|
|
|
|
casa en casa á la chupandina del jarro y del pisquis de caña... ¡ya le
|
|
|
|
|
quiero yo un recadito!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Mal hablado! Aun siquiera una gota te pedí.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Buena falta hace que me la pidas. Conozco yo las entenciones de la
|
|
|
|
|
gente...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Echóse á reir el algebrista, pues no era él hombre que se formalizase
|
|
|
|
|
por tan poco. De oirse llamar borrachón y pellejo estaba harto, y esas
|
|
|
|
|
menudencias no lastimaban su dignidad. Al contrario, dábanle pretexto
|
|
|
|
|
para explayarse en sus favoritas y perniciosas filosofías.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bueno, carraspo, bueno; el hombre tampoco es de palo y ha de tener sus
|
|
|
|
|
aficiones... quiérese decir, sus perfirencias. Y sino ¿para qué venimos
|
|
|
|
|
á este mundo recondenado? A la presente estamos aquí platicando los dos;
|
|
|
|
|
pues cata que sale una mosca verde del estiércol y te pica... el
|
|
|
|
|
_caruncho_ sea contigo, y acabóse; ya puede el señor cura plantarse
|
|
|
|
|
aquellos riquilorios negros con la cinta dorada. Que pasa un can con la
|
|
|
|
|
lengua de fuera, un suponer, y te da una dentada... pues como no te
|
|
|
|
|
acudan con el hierro ardiendo, ó no te pongan la cabeza de un conejo en
|
|
|
|
|
vez de la tuya, que dice que es ahora la última moda de Francia para la
|
|
|
|
|
rabia...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Vaya á contar mentiras al infierno--exclamó Goros furioso, destrozando
|
|
|
|
|
en menudos fragmentos una onza de chocolate, pues el agua hervía ya en
|
|
|
|
|
la chocolatera.--No sé cómo Dios no manda un rayo que te parta, cuando
|
|
|
|
|
dices esos pecados de confundirnos con las bestias, Jesús mil veces!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Si ya anda en los papeles! A fe de Antón, carraspo, que no te miento.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Los papeles son la perdición de hoy en día. Los que escriben los
|
|
|
|
|
papeles, más malvados aún que las amas de los clérigos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Asosiégate, hombre, que tú no has de arreglar el mundo, ni yo tampoco.
|
|
|
|
|
Lo que se quiere decir, es que para cuatro días que tenemos de vida, no
|
|
|
|
|
debe un hombre privarse de lo que le gusta, en no haciendo daño á sus
|
|
|
|
|
desemejantes.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Como los cerdos, con perdón, ¿eh?--vociferó Goros en el colmo de la
|
|
|
|
|
indignación, mientras buscaba por la espetera el molinillo.--¿Como los
|
|
|
|
|
marranos? ¿Comer, dormir, castizar, y luego á podrirse en tierra? Calle,
|
|
|
|
|
calle, que hasta parece que se me revuelve el estómago.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Lo que se revolvía era el chocolate, bajo el vertiginoso girar del
|
|
|
|
|
molinillo en la chocolatera. El cura de Ulloa padecía debilidad, y
|
|
|
|
|
necesitaba que en el mismo momento de llegar de la iglesia le metiesen
|
|
|
|
|
en la boca su chocolate, fuese en el estado que fuese; por lo cual Goros
|
|
|
|
|
acostumbraba tenerlo listo con anticipación, y el señor cura tomarlo
|
|
|
|
|
detestable.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Yo no sé qué diferentes son de los marranos los hombres,
|
|
|
|
|
carraspo--blasfemó el algebrista.--Tras de lo mismo andan; el comer, el
|
|
|
|
|
beber, las mozas... Al fin, de una masa somos todos...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡No sé cómo Dios aguanta á este empío en el mundo!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y yo qué mal le hago á Dios, por si es caso? ¡De quien se ríe Dios es
|
|
|
|
|
de los bobos que se están aunando y con flatos y pasando mala vida!
|
|
|
|
|
¿Para quién hizo Dios,--vamos á ver, responde, cristiano,--para quién
|
|
|
|
|
hizo Dios las cosas buenas, el vino, y más la comida, y más las
|
|
|
|
|
muchachas de salero? ¿Las hizo Dios, sí ó no? Pues si las hizo, no será
|
|
|
|
|
para que nadie las escupa. Y si alguien las escupe, se ríe Dios de él,
|
|
|
|
|
¡carraspo y carraspiche!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Si le oye mi señor, le echa con cajas destempladas de la cocina.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿No va en los Pazos el señor abad?--preguntó el algebrista, mudando de
|
|
|
|
|
tono, y como quien pregunta algo serio.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿En los Pazos? No, va en misa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues dice que lo van á llamar de los Pazos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Milagro! ¿Para qué será?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Para echarle los desconjuros y los asperjes á la señorita Manola, que
|
|
|
|
|
tiene el _ramo cativo_, y para darle la esterminación á don Pedro, que
|
|
|
|
|
está en los últimos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Quién le dijo todo eso?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--El estanquero de Naya. Allá estive de noche.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues es una mentirería descarada. Ayer noche fuí á los Pazos á ver qué
|
|
|
|
|
sucedía. También me lo encargó el señor abad. Y ni la señorita Manola
|
|
|
|
|
está endemoniada, ni el marqués tan malo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--El haber hay en la casa un rebumbio de dos mil júncaras. ¿Hay ó no?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Rebumbio lo hay, eso es como el Evangelio; pero eusageran, que no es
|
|
|
|
|
tanto.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y será mentira también el cuento de lo que pasó con el Perucho, el
|
|
|
|
|
hijo de la Sabel? Por Naya anda el cuento más corrido, ¡que no sé!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Largó de casa, y no se sabe á derechas el motivo. Ese es el caso.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La fisonomía del algebrista, truhanesca y socarrona como ella sola, se
|
|
|
|
|
contrajo y arrugó con el más malicioso gesto posible.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--El motivo... Endrómenas, carraspo... Unos dicen de una manera, otros
|
|
|
|
|
de la otra, y tú vete á saber la verdá...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--La verdá sólo Dios--sentenció Goros...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ó el diaño, que inda es más listo. Pues señor, que dicen unos que la
|
|
|
|
|
señorita tuvo un disgusto grandísimo con el padre, á que había de echar
|
|
|
|
|
de casa al Perucho, y que hasta que lo echó no paró. Otros que ese señor
|
|
|
|
|
que está ahí... ¡ese de los cuatro ojos!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ya sé. El hermano de la difunta señora.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Que fué quien porfió por echar á Perucho, porque quiere casarse con la
|
|
|
|
|
señorita... y así que supo que don Pedro le dejaba cuartos por
|
|
|
|
|
testamento, amenazó á Perucho de matarlo y por poco lo mata... hasta que
|
|
|
|
|
se tuvo que largar con viento fresco. Que otros... (aquí el guiño se
|
|
|
|
|
hizo más malicioso) que si andaban, si no andaban, si el Perucho y la
|
|
|
|
|
Manola y el otro y todos... ¡El diablo y más su madre! El cuento es que
|
|
|
|
|
juraban que el señor no salía de esta... que estaba gunizando... y que
|
|
|
|
|
tenían llamado al médico de Cebre, aquel con quien riñeran por mor de
|
|
|
|
|
las eleuciones...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Goros sacó en esto la chocolatera del fuego, porque ya había dado los
|
|
|
|
|
dos hervores de rúbrica; y meneando la cabeza con aire filosófico,
|
|
|
|
|
pronunció:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ni por ser rico... ni por ser señor... ni por por poca edá... ni por
|
|
|
|
|
sabiduría... Cuando llega la de pagar la gabela de las enfermedades y de
|
|
|
|
|
las desgracias y de la muerte negra...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
El algebrista callaba, como el que no tiene ganas de armar disputa otra
|
|
|
|
|
vez, y picaba con la uña, de una gruesa tagarnina, cantidad bastante
|
|
|
|
|
para liar un papelito. Así que lo hubo liado, se encasquetó la
|
|
|
|
|
monumental chistera, y acercándose al fogón, murmuró con tonillo
|
|
|
|
|
insinuante:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Con que no das ni una pinga?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No gasto--respondió el criado del cura áspera y lacónicamente.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Da entonces lumbre para el cigarro, que no te arruinará, cutre,
|
|
|
|
|
sarnoso.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Goros le alargó un tizón, y el componedor, con un cigarrillo en el canto
|
|
|
|
|
de la boca, salió rezongando un
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Conservarse!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Creyóse el perro en el compromiso de soltar un ladrido de alarma al ver
|
|
|
|
|
salir al señor Antón; mas de allí á dos minutos, rompió á ladrar con
|
|
|
|
|
verdadero frenesí, con ese bronco ladrido, casi trágico, que es aviso y
|
|
|
|
|
reto á la vez. Goros se lanzó fuera y se halló, á la puerta del patio,
|
|
|
|
|
con el señor de los _cuatro ojos_.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XXXII
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿El señor cura? ¿Está en casa?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Ay señor! Va en la misa... ya hace un bocadito que salió.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Tardará mucho?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Quién es capaz de saberlo? La misa se despabila pronto; solamente que
|
|
|
|
|
después, si le da la gana de ir á rezar al camposanto... lo mismo puede
|
|
|
|
|
tardar media hora que una. Si quiere, voy á buscarlo en un instante.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Nada de eso... Déjele usted que rece. No tengo prisa; esperaré.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Quieto, can! ¡Quieto, arrenegado! Pase, éntre, haga el favor de
|
|
|
|
|
subir.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Pasábase por la cocina para llegar á la sala del cura, sala que hacía
|
|
|
|
|
oficio de comedor, y se reducía á cuatro paredes enyesadas, una mesa
|
|
|
|
|
vieja con tapete de hule, una Virgen del Carmen de bulto, encerrada en
|
|
|
|
|
su urna de cristal y caoba, y puesta sobre una cómoda asaz ventruda y
|
|
|
|
|
apolillada, y media docena de sillas de Vitoria. Goros se deshacía
|
|
|
|
|
buscando y ofreciendo la menos desvencijada y vieja.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Gracias, estoy muy bien--afirmó el artillero después de tomar
|
|
|
|
|
asiento;--no deje usted sus quehaceres, amigo; váyase á trabajar.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La verdad es que deseaba estar solo, como todos los que lidian con
|
|
|
|
|
preocupaciones muy serias. Pesado silencio llenaba la salita, y lo
|
|
|
|
|
interrumpía sólo el zumbido de un moscardón, que se aporreaba la cabeza
|
|
|
|
|
contra los vidrios de la ventana. Gabriel Pardo acercó su silla á la
|
|
|
|
|
mesa, y apoyando en ésta los codos, dejó caer sobre las palmas de las
|
|
|
|
|
manos la frente, experimentando algún consuelo al oprimirse los párpados
|
|
|
|
|
y las sienes doloridas. Ni él mismo sabía por qué, después de dos ó tres
|
|
|
|
|
días de febril actividad, de lucha encarnizada con una situación
|
|
|
|
|
espantosa, le entraba ahora tan inmenso desaliento, tales ganas de
|
|
|
|
|
echarlo todo á rodar, meterse en un coche y volverse á Santiago, á
|
|
|
|
|
Madrid...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Tres noches llevaba sin dormir y tres días sin comer casi, y tal vez por
|
|
|
|
|
culpa de la vigilia y abstinencia le parecía en aquel instante que su
|
|
|
|
|
cerebro estaba reblandecido, y que sus ideas eran como esos círculos que
|
|
|
|
|
hace en el agua la piedra arrojadiza; no tenían consistencia alguna. A
|
|
|
|
|
fuerza de encontrarse frente á frente, de lidiar cuerpo á cuerpo con uno
|
|
|
|
|
de los problemas más tremendos que pueden acongojar á la razón humana,
|
|
|
|
|
ya había perdido la brújula, y el desbarajuste de su criterio le
|
|
|
|
|
amedrentaba.--Vamos á ver (y era la centésima vez que repetía aquel
|
|
|
|
|
soliloquio mental). Aquí se han tronzado moralmente dos existencias; se
|
|
|
|
|
les ha estropeado la vida á dos seres en la flor de la edad. Los dos se
|
|
|
|
|
causan horror á sí mismos; los dos se creen reos de un crimen, de un
|
|
|
|
|
pecado espantoso... y los dos, bien lo veo, seguirán queriéndose largo
|
|
|
|
|
tiempo aún. ¿Son delincuentes en rigor? Por de pronto, que no lo sabían;
|
|
|
|
|
pero supongamos que lo supiesen, y así y todo... No, dentro de la ley
|
|
|
|
|
natural, eso no es crimen, ni lo ha sido nunca. Si en los tiempos
|
|
|
|
|
primitivos, de una sola pareja se formó la raza humana, ¿cómo diantres
|
|
|
|
|
se pobló el mundo sino con _eso_? ¡Ea, se acabó; está visto que yo no
|
|
|
|
|
tengo lo que llaman por ahí sentido moral! ¡A fuerza de lecturas, de
|
|
|
|
|
estudiar y de ejercitar la razón, me he acostumbrado á ver el pro y el
|
|
|
|
|
contra de todas las cosas... Me he lucido! Lo que la humanidad encuentra
|
|
|
|
|
claro como el agua, lo que un niño puede resolver con las nociones
|
|
|
|
|
aprendidas en la escuela, á mí me parece hondísimo é insoluble... Sólo
|
|
|
|
|
en el primer momento, guiado por mi instinto, procedo con lógica; así
|
|
|
|
|
cuando quería matar á Perucho; entonces era yo un hombre resuelto, no
|
|
|
|
|
un divagador miserable; pero ¿cuánto me dura á mí esa fuerza, esa
|
|
|
|
|
convicción? Diez minutos; el tiempo que tardo en echarme á filosofar
|
|
|
|
|
sobre el asunto y empezar con porqués, con atenuaciones, indulgencias y
|
|
|
|
|
tolerancias... ¡El cáncer que me roe á mí es la indulgencia, la
|
|
|
|
|
indulgencia! ¿Me casaría yo, aunque fuese lícito, con una de mis
|
|
|
|
|
hermanas? No, y estoy disculpando el incesto. Como aquella vez que
|
|
|
|
|
encontré mil excusas á la cobardía del famoso Zaldívar, el que se guardó
|
|
|
|
|
varios bofetones y no quiso batirse... ¡y luego tuve que echármelas yo
|
|
|
|
|
de matón para que no se figurasen que defendía causa propia! Aún me
|
|
|
|
|
río... ¡Cómo me puse cuando el otro botarate de Morón me dijo con mucha
|
|
|
|
|
soflama que era cómodo tener ciertas teorías á mano...! Aún se deben
|
|
|
|
|
acordar en el café de la que allí se armó... ¡Ay, y qué cansado estoy de
|
|
|
|
|
estas dislocaciones de la razón, de este afán de comprenderlo y
|
|
|
|
|
explicarlo todo! La calamidad de nuestro siglo. Quisiera tener el
|
|
|
|
|
cerebro virgen, ¡qué hermosura! ¡Pensar y sentir como yo mismo; con
|
|
|
|
|
energía, con espontaneidad, equivocándome ó disparatando, pero por mi
|
|
|
|
|
cuenta! Ese montañés me ha inspirado simpatía, cariño, envidia,
|
|
|
|
|
admiración. Él se cree el hombre más infeliz de la tierra, y yo me
|
|
|
|
|
trocaría por él ahora mismo... ¡Con qué sinceridad y entereza siente,
|
|
|
|
|
piensa y quiere! Vamos, que ya daría yo algo por poder decir con aquella
|
|
|
|
|
voz, aquel tono y aquella energía:--¿Soy algún perro para no creer en
|
|
|
|
|
Dios?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel se oprimió más las sienes. El moscardón seguía zumbando y
|
|
|
|
|
golpeándose, incansable en su empeño de romper un vidrio con la cabeza
|
|
|
|
|
para salir al aire y á la libertad que desde fuera le estaban
|
|
|
|
|
convidando. Levantóse Pardo, deseoso de librarse, con la acción, de la
|
|
|
|
|
tortura de aquellas cavilaciones estériles y mareantes. Púsose á pasear
|
|
|
|
|
de arriba abajo por la sala, escuchando el crujido de sus botas nuevas,
|
|
|
|
|
unas botas de becerro blanco encargadas para la expedición al valle de
|
|
|
|
|
Ulloa. Se paró ante la urna de la Virgen del Carmen, y la miró
|
|
|
|
|
atentamente, reparando en su corona, en la inocente travesura de los
|
|
|
|
|
ojos del niño, en la forma del escapulario... ¡De veras que ya iba
|
|
|
|
|
tardando el cura! Sentía Gabriel esa necesidad de movimiento que
|
|
|
|
|
entretiene la impaciencia. Salió á la cocina, donde Goros mondaba
|
|
|
|
|
patatas; y abriendo la petaca, le ofreció cordialmente un cigarro. El
|
|
|
|
|
criado del cura se puso de pie, sonrió complacientemente y se rascó el
|
|
|
|
|
cogote detrás de la oreja, ademán favorito del gallego cuando delibera
|
|
|
|
|
para entre sí. Gabriel adivinó.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿No fuma usted?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No señor, no gasto, hase de decir la verdad. Dios se lo pague y la
|
|
|
|
|
Virgen Santísima y de hoy en un año me dé otro.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Pues si no le he dado á usted ninguno!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--La entención es lo que se estima, señor. No se le va el tiempo; con su
|
|
|
|
|
permiso, cumple avisar al señor abad.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No, hombre; si ya no es posible que tarde mucho. Tiene el abad una
|
|
|
|
|
casita muy mona... ¿Produce mucho el huerto?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No señor, apenas nada... ¿Quiere molestarse en ver cuatro coles?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Si usted no tiene ocupación precisa...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Jesús, señor... Venga por aquí. (Goros tomó la delantera.) Esto es una
|
|
|
|
|
poquita cosa que yo la trabajo cuando tengo vagar... (Encogiéndose de
|
|
|
|
|
hombros con aire resignado.) Porque el señor abad... ¡mi alma como la
|
|
|
|
|
suya! no mete un triste jornalero, y yo á veces me levanto antes de ser
|
|
|
|
|
día, y con un farol en la mano voy cuidando... Y todo me lo come el
|
|
|
|
|
verme...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Obligaba la cortesía á Gabriel á fijarse en un repollo comido de orugas,
|
|
|
|
|
un tomate que rojeaba, un pavío chiquito, enfermo de un flujo de goma, y
|
|
|
|
|
un peral muy cargado ya. Luego entraron en la corraliza donde se ofrecía
|
|
|
|
|
á los ojos un cuadro de familia interesante. Era una marrana soberbia en
|
|
|
|
|
medio de su ventregada de guarros, los más rosados y lucios que pueden
|
|
|
|
|
verse. La madre vino á frotarse cariñosamente contra Goros; pero al ver
|
|
|
|
|
á Gabriel gruñó con recelo y echó al trote, seguida de sus críos, hacia
|
|
|
|
|
la pocilga. Goros la llamó con cariñosos apelativos, diminutivos y
|
|
|
|
|
onomatopeyas, para sosegarla.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Quina, quiniña... cuch, cuch, cuch...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Qué grande es y qué hermosa!--observó Gabriel para lisonjear la
|
|
|
|
|
vanidad de Goros.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Es muy hermosísima, sí señor; y eso que está chupada de criar. Cuando
|
|
|
|
|
se cebe tendrá con perdón unas carnes y unos tocinos... como los del
|
|
|
|
|
Arcipreste de Boan. ¿Le conoce, señorito?--exclamó el criado, que ya
|
|
|
|
|
estaba rabiando por vaciar el saco de las chanzas irreverentes.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Algo--respondió Gabriel sonriendo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y no le parece, dispensando usté, que se la podíamos enviar de
|
|
|
|
|
ama?--añadió Goros señalando á la puerca. Como Gabriel no celebró mucho
|
|
|
|
|
el chiste, Goros mudó de estilo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Ve los que tiene?--dijo enseñando los cochinillos.--Pues á todos los
|
|
|
|
|
ha criado... Es el segundo año que cría... Aquel ya es hijo suyo--añadió
|
|
|
|
|
mostrando en un rincón de la corraliza un cerdazo corpulento, pero con
|
|
|
|
|
un aire hosco y feroz que recordaba al jabalí montés.--Matamos el cerdo
|
|
|
|
|
viejo por Todos los Santos... y quedó ese para padre.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Mientras Gabriel consideraba á aquel Edipo de la raza porcuna, un
|
|
|
|
|
gracioso animal vino á enredársele entre los pies: era una paloma
|
|
|
|
|
calzuda, moñuda, de cuello tornasolado donde reverberaban los más lindos
|
|
|
|
|
colores; giraba arrullando, y su ronquera era honda, triste y voluptuosa
|
|
|
|
|
á la vez. Gabriel se inclinó hacia ella, y el ave, sin asustarse mucho,
|
|
|
|
|
se limitó á desviarse unos cuantos pasos de sus patitas rosadas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Hay palomar?--preguntó Pardo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No señor... (El criado estregó el pulgar contra el índice, como
|
|
|
|
|
indicando que no sobraba dinero para meterse en aventuras.) Pero el
|
|
|
|
|
señor abad... como Dios lo dió tan blando de corazón... y como las
|
|
|
|
|
palomas le gustan..., mantiene á las de todos los palomares de por ahí,
|
|
|
|
|
y siempre tenemos la casa llena de estas bribonas.... Siquiera sacamos
|
|
|
|
|
un par de pichones para asarlos; aquí no vienen sino á llenar el papo y
|
|
|
|
|
marcharse.... ¡Largo, galopinas!--añadió dirigiéndose á varias que desde
|
|
|
|
|
el tejado descendían á la corraliza volando corto.--¡Ay señor!--añadió
|
|
|
|
|
el criado tristemente:--es mucho gusto servir á un santo... ¡pero
|
|
|
|
|
también... los trabajos que se pasan para ir viviendo acaban con uno!
|
|
|
|
|
Aquí no se cobran derechos.... aquí los feligreses se ríen del señor, y
|
|
|
|
|
no traen ni huevos, ni gallinas, ni fruta, ni nada... aquí la fiesta del
|
|
|
|
|
Patrón, como si no la hubiera... Aquí se guarda el tocino y la carne
|
|
|
|
|
para los enfermos de la parroquia, y nosotros pasamos con berzas y unto!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Latió el perro de alegría; abrióse la puerta del patio que comunicaba
|
|
|
|
|
con la corraliza, y apareció el cura flaco, sumido de carnes, encorvado,
|
|
|
|
|
canoso, de ojos azules muy apagados, vestido con una sotanuela color de
|
|
|
|
|
ala de mosca, pero limpia. Gabriel se descubrió, se adelantó, y antes de
|
|
|
|
|
saludarle inclinóse y le estampó un gran beso en la mano.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XXXIII
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Para hablar á su gusto y sin temor de que ningún oído indiscreto
|
|
|
|
|
sorprendiese la conversación, se encerraron en el dormitorio del cura,
|
|
|
|
|
que parecía celda. Como no había más que una silla, Gabriel se sentó en
|
|
|
|
|
el poyo de la ventana. Y charló, charló, desahogando su corazón y
|
|
|
|
|
aliviando su cabeza con el relato circunstanciado de toda la tragedia
|
|
|
|
|
ocurrida en la casa señorial. El cura le oía sin levantar los ojos del
|
|
|
|
|
suelo, con las manos puestas en las rodillas, cogiéndose á veces la
|
|
|
|
|
barba como para reflexionar, y á veces moviendo los labios lo mismo que
|
|
|
|
|
si hablase, pero sin pronunciar palabra ninguna. De tiempo en tiempo
|
|
|
|
|
carraspeaba para afianzar la voz, costumbre de todos los que han
|
|
|
|
|
ejercitado el confesonario, y hacía una pregunta, contrayendo la boca al
|
|
|
|
|
decir las cosas graves. Gabriel respondía clara, explícita, llanamente:
|
|
|
|
|
jamás recordaba haber tenido tal satisfacción y tan provechoso desahogo
|
|
|
|
|
en confiarse y desnudarse el alma.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y dice usted--interrogó el cura--que ese desdichado está ya bien lejos
|
|
|
|
|
de aquí? La separación es lo primero que importa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí, padre. Yo le proporcioné dinero; yo le consolé lo mejor que supe;
|
|
|
|
|
yo le acompañé hasta la diligencia, y le dí carta para una persona de
|
|
|
|
|
Madrid que inmediatamente que llegue le colocará de dependiente en una
|
|
|
|
|
tienda. Le conviene trabajar, para que se le quiten de la cabeza las
|
|
|
|
|
cavilaciones. Y no tenga usted miedo, que no le dejaré de la mano. Me
|
|
|
|
|
considero obligado á eso y además me ha dado tanta lástima! Le aseguro
|
|
|
|
|
á usted que iba cobrándole cariño.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y usted.... no sospecha con qué objeto quiere verme la señorita
|
|
|
|
|
Manuela?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Quiere confesarse, ó cosa semejante; quiere.... ¿Qué ha de querer la
|
|
|
|
|
pobrecilla? Imagínese usted.... Consejo, luz; ¡que la ayuden á salir del
|
|
|
|
|
pozo en que cayó hace cuatro días! El mal ha cedido; bien lo decía el
|
|
|
|
|
médico de Cebre, que el daño físico era poca cosa y fácilmente se
|
|
|
|
|
vencería. Ya no hay convulsiones, ni querer batir con la cabeza contra
|
|
|
|
|
la pared, ni aquello de llamar á gritos á Perucho y acusarse en voz alta
|
|
|
|
|
de los más horribles delitos.... Figúrese usted que hasta dijo que ella
|
|
|
|
|
había matado á su madre. Así es que la tuvimos secuestrada, sin permitir
|
|
|
|
|
que en el cuarto entrase nadie.... ¡y ojalá hubiésemos empezado por ahí,
|
|
|
|
|
desde que Perucho se marchó! Entonces no le hubieran contado.... ¿No le
|
|
|
|
|
parece á usted una fatalidad que supiese el parentesco que la une á
|
|
|
|
|
aquel infeliz? Han cargado su conciencia de negras sombras; la han
|
|
|
|
|
torturado con remordimientos que pudieron ahorrársele del todo.... la
|
|
|
|
|
han colocado á dos dedos de la locura!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Me parece que no está usted en lo cierto, señor don Gabriel--respondió
|
|
|
|
|
lentamente el cura de Ulloa.--Si la niña ignorase que hay entre ella y
|
|
|
|
|
el hijo de Sabel un obstáculo eterno é invencible, le seguiría amando y
|
|
|
|
|
no veríamos nunca extinguida la pasión incestuosa. Estas desgracias tan
|
|
|
|
|
terribles provienen cabalmente de no haberle abierto los ojos á tiempo:
|
|
|
|
|
¡tremenda responsabilidad para los que estaban obligados á velar por
|
|
|
|
|
ella! Dios se lo perdone en su infinita misericordia.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Me coge de lleno esa responsabilidad, padre. Yo debí venir antes á
|
|
|
|
|
conocer á la hija de mi pobre hermana, á saber cómo vivía, cómo la
|
|
|
|
|
educaban. Nada de eso hice, y será un remordimiento que me ha de durar
|
|
|
|
|
tanto como la vida. Y usted, usted que es un santo....
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Señor de Pardo, no me abochorne. Soy el último y el más miserable
|
|
|
|
|
pecador.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bien, pues usted.... que es un malvado!--exclamó sonriendo
|
|
|
|
|
cariñosamente el artillero,--¿no tuvo ocasión de insinuarle.... no se
|
|
|
|
|
confesaba la niña con usted?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Algún año por el Precepto.... Confesiones á escape, en que no es
|
|
|
|
|
posible echarle la sonda á un alma y ver lo que tiene dentro. Todo lo
|
|
|
|
|
han descuidado en esa pobrecita, hasta los deberes religiosos, y si hay
|
|
|
|
|
en ella bondad y honradez....
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Ya lo creo que la hay...!--protestó Gabriel con viveza.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Será por virtud natural y por misericordia de Dios... Nada le han
|
|
|
|
|
enseñado; la han dejado vivir entregada á sí misma, por montes y breñas
|
|
|
|
|
como los salvajes. Ha caído muy hondo; pero ¿cómo no había de caer? Al
|
|
|
|
|
borde del abismo la empujaban!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Cómo es que no la veía usted más á menudo? Usted que tanto quiso á su
|
|
|
|
|
madre?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La fisonomía del cura se animó y alteró un tanto. Gabriel le había
|
|
|
|
|
observado desde un principio, y notado que el cura de Ulloa, ahora como
|
|
|
|
|
en la primer entrevista, parecía llevar sobre las facciones una máscara,
|
|
|
|
|
una especie de barniz de impasibilidad, austeridad y desasimiento, que
|
|
|
|
|
le daba gran semejanza con algunas pinturas de santos contemplativos que
|
|
|
|
|
andan por las sacristías. La expresión se había recogido al interior,
|
|
|
|
|
por decirlo así; los ojos, muy sumidos bajo el convexo párpado, miraban
|
|
|
|
|
positivamente para dentro. Eran sus trazas como de hombre que huye de la
|
|
|
|
|
vida de relación y se concentra en su pensamiento, procurando envolverse
|
|
|
|
|
en una especie de mística indiferencia por las cosas exteriores, que no
|
|
|
|
|
es egoísmo porque no impide la continua disposición del ánimo al bien,
|
|
|
|
|
sino que parece coraza que protege á un corazón excesivamente blando
|
|
|
|
|
contra roces y heridas. La forma cristiana de la impasibilidad estoica.
|
|
|
|
|
Pero ante la directa pregunta de Gabriel, quebrantóse la tranquilidad
|
|
|
|
|
del cura: un leve matiz rojo le tiñó las mejillas, y brillaron sus
|
|
|
|
|
apagados ojos. No debía de ser tan flemático, en el fondo, el bueno del
|
|
|
|
|
abad.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No señor--pronunció más aprisa y en tono algo agitado.--Le hablaré á
|
|
|
|
|
usted con franqueza absoluta, por ser usted quien es y por el caso
|
|
|
|
|
extraordinario en que estamos... Hace muchos años que yo no frecuento la
|
|
|
|
|
casa de los Pazos, en que tuve la honra de ser capellán, parte por el
|
|
|
|
|
carácter de su señor hermano político de usted (todos tenemos nuestros
|
|
|
|
|
defectos, nuestras rarezas), parte porque me traían aquellas paredes
|
|
|
|
|
recuerdos... bastante tristes. De esto no necesitamos hablar más.
|
|
|
|
|
Respecto á la niña, mire usted... Cuando era pequeñita, puede decirse
|
|
|
|
|
que recién-nacida, le tenía yo cobrado un cariño... un cariño que no sé:
|
|
|
|
|
muy grande podrá ser el amor de los padres para sus hijos, pero lo que
|
|
|
|
|
es el que yo tenía al angelito de Dios, es una cosa que no se puede
|
|
|
|
|
explicar con palabras. Como luego me fuí de aquí y tardé bastante tiempo
|
|
|
|
|
en volver (hasta que me presentaron para este curato), pude meditar y
|
|
|
|
|
considerar las cosas de otro modo, con más calma; y entonces evité ver
|
|
|
|
|
mucho á la niña, por no poner el corazón en cosas del mundo y en las
|
|
|
|
|
criaturas, que de ahí vienen amarguras sin cuento y tribulaciones muy
|
|
|
|
|
grandes del espíritu... El que se casa, bien está y justo es que quiera
|
|
|
|
|
á sus hijos sobre todas las cosas, después de Dios; pero el sacerdote, y
|
|
|
|
|
en especial el párroco, ha de ser padre de todas sus ovejas, pues tal es
|
|
|
|
|
su oficio... y no amar mucho en particular á nadie, para poder amar á
|
|
|
|
|
todos, y amarlos no en sí, sino en Cristo, que es el modo derecho. Así
|
|
|
|
|
he creído que debía hacer, señor de Pardo... En cuanto al motivo, no
|
|
|
|
|
pienso haber errado; pero, á poder prever los acontecimientos y el
|
|
|
|
|
peligro de la niña, debí proceder de otro modo. Yo, que estaba cerca,
|
|
|
|
|
soy muchísimo más delincuente y reo de descuido que usted que estaba
|
|
|
|
|
lejísimos y no podía razonablemente suponer que corriese Manuela ningún
|
|
|
|
|
riesgo teniendo al lado á su padre.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues ahora--exclamó Gabriel--se me figura que nada remediamos con
|
|
|
|
|
andar volviendo la vista atrás y lamentar lo ocurrido. El lance es
|
|
|
|
|
espantoso; á hacerle cara, y á reparar en lo posible (hablo por mí) el
|
|
|
|
|
delito de que somos reos. Yo tengo aquí en esta mano la reparación. Lo
|
|
|
|
|
que necesita ahora mi sobrina, es rehabilitarse á sus propios ojos; es
|
|
|
|
|
volver á estimarse á si misma; es reconciliarse con su propia
|
|
|
|
|
conciencia. Es muy joven, muy inexperta, muy sencilla, ya por efecto de
|
|
|
|
|
su carácter, ya de sus hábitos; y cree haber cometido uno de esos
|
|
|
|
|
crímenes horribles que la hacen acreedora á que caiga sobre su cabeza el
|
|
|
|
|
fuego del cielo, que abrasó á los habitantes de las cinco ciudades
|
|
|
|
|
aquellas... Cuando no se ha vivido, señor cura, no es posible tener idea
|
|
|
|
|
exacta de la magnitud y trascendencia de nuestros actos, ni del grado de
|
|
|
|
|
responsabilidad que nos toca en ellos; así es que la pobre chica, no le
|
|
|
|
|
quiero á usted decir ni cómo se trata á sí misma, ni las cosas que se
|
|
|
|
|
llama, ni las culpas que se echa, ni las atrocidades que ensarta sobre
|
|
|
|
|
el tema de que se quiere morir, de que no estará tranquila hasta que le
|
|
|
|
|
canten el responso, ¡y otras mil cosas análogas! Desde que ha pasado el
|
|
|
|
|
acceso nervioso, permanece calladita y vuelta de cara á la pared, y sólo
|
|
|
|
|
se le saca de cuando en cuando un--¡Ay Jesús... ay Jesús... yo me quiero
|
|
|
|
|
confesar...!--pero, en resumidas cuentas, el estado de ánimo entonces y
|
|
|
|
|
ahora es el mismo, y aquí no hay más que una solución: tranquilizar,
|
|
|
|
|
calmar, restaurar ese espíritu. Yo lo he intentado por todos los medios;
|
|
|
|
|
pero á mí no me oye ni me atiende, mientras que á usted le llama... Su
|
|
|
|
|
sagrado prestigio de usted lo puede todo en esta ocasión.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Cuanto de mí dependa...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y de mí; ¿no ha entendido usted aún? Lo diré más claro. Hágale usted
|
|
|
|
|
comprender que nada ha perdido, que no está ni infamada ni maldita, una
|
|
|
|
|
vez que su tío, persona decente por los cuatro costados, la pide por
|
|
|
|
|
mujer, la quiere con todo su corazón, y está dispuesto á ser para ella
|
|
|
|
|
cuanto le negó la suerte hasta el día: padre, madre, hermano,
|
|
|
|
|
protector, esposo amantísimo... que con todos estos cariños diferentes
|
|
|
|
|
la sabré querer yo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Reinó en la celdita prolongado silencio. El cura recobraba su expresión
|
|
|
|
|
tranquila; reflexionaba. Por último, interrogó:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Usted se casaría con ella, sin reparar...?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sin reparar en lo sucedido.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y nunca...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y nunca se lo había de traer á la memoria.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Según eso, ¿está usted... prendado de su sobrina?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No señor. Prendado, no, según suele entenderse esa palabra. La quiero;
|
|
|
|
|
y además pago una deuda.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No desmiente usted la buena sangre, señor don Gabriel... _Alguien_ le
|
|
|
|
|
estará á usted dando las gracias y pidiendo por usted desde el cielo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No--respondió Gabriel levantándose--si aquí quien ha de hacer el
|
|
|
|
|
milagro es usted... Mi destino y el de Manuela están en sus manos.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--En las de Dios--respondió fervorosamente el cura de Ulloa. Dicho esto,
|
|
|
|
|
se levantó, volvió la vista hacia una detestable litografía del Corazón
|
|
|
|
|
de Jesús, que tenía colgada á la cabecera de la cama, y movió los
|
|
|
|
|
labios aprisa; aquello sí era rezar.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XXXIV
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
A tiempo que el párroco de Ulloa cruzaba, sereno en apariencia, aquellos
|
|
|
|
|
salones tan poblados para él de memorias y de diabólicas insidias y
|
|
|
|
|
asechanzas contra su reposo, Juncal salía del cuarto de la enferma. A la
|
|
|
|
|
pregunta ansiosa de Gabriel, el médico dió respuesta sumamente
|
|
|
|
|
satisfactoria:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mejor, mucho mejor... Se ha comido la patita de la gallina, toda
|
|
|
|
|
entera... Se bebió un vaso de tostado...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Por su voluntad?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No; tuve que rogarle mucho, pero después se veía que lo despachaba
|
|
|
|
|
sin repugnancia. A esa edad, la naturaleza ayuda... Señor abad;
|
|
|
|
|
¡felices!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Igualmente, don Máximo... ¿De manera que no hay inconveniente en
|
|
|
|
|
entrar junto á ella?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Al contrario... tiene afán por verle á usted.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pues señores... hasta luego.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Así que el cura desapareció tras la puerta del cuarto, Juncal enganchó
|
|
|
|
|
el brazo derecho en el del comandante, y le llevó hacia el claustro,
|
|
|
|
|
diciendo afectuosamente:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Véngase, véngase á tomar un poco el aire... usted va á salir de esta
|
|
|
|
|
batalla con una enfermedad. Duerme y come tan poco como la enferma, y
|
|
|
|
|
eso no puede ser... A ella la sostuvo hasta hoy la excitación nerviosa;
|
|
|
|
|
usted está en diferente caso.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bch... ¿Cómo sigue don Pedro? No voy allá porque se pone hecho un lobo
|
|
|
|
|
cuando me ve... ¡La manía de que yo he venido á traer la desgracia á
|
|
|
|
|
esta casa!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Mire, seguir no le sigue peor; mañana ó pasado se levantará, y
|
|
|
|
|
parecerá muy fuerte; pero... confieso que me ha dado un chasco.
|
|
|
|
|
Físicamente (consiste en la diferencia de edades) le ha hecho la cosa
|
|
|
|
|
más eco que á la muchacha... Ha sido un golpe terrible. Y que nada; que
|
|
|
|
|
no se acostumbra á que el chico se haya marchado. Hasta los jabalíes del
|
|
|
|
|
monte quieren á sus cachorros; esto lo prueba.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bonita está esta casa. Dígole á usted, Máximo, que arde en un candil.
|
|
|
|
|
No hablemos de Manuela; pero entre don Pedro que aúlla, y las gentes de
|
|
|
|
|
abajo, que me arman cada gazapera y cada red... Porque ahora sus
|
|
|
|
|
baterías se dirigen á que don Pedro reconozca... Piensan que va á
|
|
|
|
|
liárselas, y... á lo que estamos, tuerta.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bueno es que usted se impuso desde el primer instante..... Sinó,
|
|
|
|
|
¿quién pararía aquí?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Me impuse; no quiero que molesten á un enfermo; pero lo del
|
|
|
|
|
reconocimiento lo considero muy justo. Si ese cernícalo me quisiese
|
|
|
|
|
oir, se lo aconsejaría. ¡Cuántos daños se hubieran evitado, con hacerlo
|
|
|
|
|
al tiempo debido!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Juncal inclinó la cabeza en señal de asentimiento, y los dos amigos
|
|
|
|
|
siguieron paseando por el claustro, ó mejor dicho por la solana,
|
|
|
|
|
sostenida en pilastras de piedra, con el escudo de Moscoso, que formaba
|
|
|
|
|
el cuerpo superior del claustro. El liquen, á la luz del sol, estriaba
|
|
|
|
|
de oro la piedra; y bajo los aleros del tejado se oía el pitío
|
|
|
|
|
alborotador de las golondrinas, que desmintiendo la popular creencia de
|
|
|
|
|
que sólo anidan en casas donde reinan paz y ventura, entraban y salían
|
|
|
|
|
en sus nidos, con vuelo airoso.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Don Gabriel, usted está alterado--exclamó el médico notando la
|
|
|
|
|
irregularidad del andar y los movimientos del comandante. Todo el cuerpo
|
|
|
|
|
de Gabriel, en efecto, vibraba como una caldera de vapor á tensión muy
|
|
|
|
|
alta.--No se lo dije, que acabaría usted por ponerse más malo que su
|
|
|
|
|
sobrina?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No es eso, no es eso...--exclamó con vehemencia el comandante,
|
|
|
|
|
soltando el brazo de su amigo y reclinándose en una de las
|
|
|
|
|
pilastras.--Es... que ahora, en este mismo instante, se decide el
|
|
|
|
|
destino de mi vida y el de Manuela. El cura de Ulloa lleva un encargo
|
|
|
|
|
mío...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Mi madre querida!--exclamó con cómico terror Juncal, agarrándose con
|
|
|
|
|
las manos la cabeza.--¡Ha puesto usted su destino en manos de un
|
|
|
|
|
clericeronte! ¡Estamos frescos! Ay, don Gabriel, de aquí va á salir una
|
|
|
|
|
_falcatrúa_... Verá, verá, verá.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Hombre!--repuso Gabriel sin poder evitar la risa.--Yo pensé que hacía
|
|
|
|
|
usted una excepción honrosísima en favor del cura de Ulloa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Entendámonos, entendámonos... Hasta cierto punto nada más. ¡El clérigo
|
|
|
|
|
siempre es clérigo! Donde él pone la mano, todo lo deja llevado de
|
|
|
|
|
Judas. ¿Usted piensa que á mí me hizo gracia el que la chica llamase por
|
|
|
|
|
él y quisiera verlo á toda costa? ¡Mal síntoma, síntoma funesto! Yo á
|
|
|
|
|
sanarla, y el clérigo... ¡ya lo verá usted! á enfermar la otra vez, y
|
|
|
|
|
de más cuidado que la primera. Mucho será que hoy no tengamos la
|
|
|
|
|
convulsión y la llorerita... ¡Mecachis en los que vienen ahí á alborotar
|
|
|
|
|
á la gente!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Vamos, Máximo, tolerancia, tolerancia... ¿De modo que si usted
|
|
|
|
|
pudiese, al cura de Ulloa me lo metía en el buque con los demás, y con
|
|
|
|
|
los demás me lo enviaba á tierra de salvajes?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Pues claro, señor! ¿No hace falta un apóstol para convertir á los
|
|
|
|
|
infieles? Pues así habría un apóstol entre muchos pillos... Y nos
|
|
|
|
|
quedaríamos libres por acá de apóstoles, porque nosotros ya estamos
|
|
|
|
|
convertidos hace rato.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
En tomando la ampolleta Juncal sobre esta cuestión, no era facil
|
|
|
|
|
atajarle; y como Gabriel se reía á veces de sus extravagantes dichos, el
|
|
|
|
|
médico sacaba todo su repertorio. Mientras el comandante apuraba el
|
|
|
|
|
cigarro, el médico refería la vida y milagros de todos los abades del
|
|
|
|
|
contorno, más ó menos recargada de arabescos y viñetas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--El de Boan... á ese ya lo habían despachado por bueno: lo atacaron
|
|
|
|
|
veinte facinerosos en su casa, y les probó que servía mejor que ellos
|
|
|
|
|
para el oficio: si se descuidan me los escabecha á todos... Mire qué
|
|
|
|
|
mansedumbre evangélica. El de Naya no me la da á mí con su carita
|
|
|
|
|
complaciente: debe de ser un pillo redomado: más amigo de diversión y
|
|
|
|
|
gaudeamus... Si le estuviesen dando la consagración de obispo y oyese
|
|
|
|
|
que al lado se iban á disparar unos cohetes y á hinchar un globo, tira
|
|
|
|
|
con la mitra y echa mano al tizón... El arcipreste de Loiro... dice que
|
|
|
|
|
se come él solo un capón cebado y que le chorrea la grasa de la enjundia
|
|
|
|
|
por el queso abajo, hasta el ombligo.... ¡Pues no digo nada del nuevo
|
|
|
|
|
que nos han mandado á Cebre! Más bruto no lo hace Dios aunque se
|
|
|
|
|
empeñe... y tiene pretensiones de orador sagrado, porque en Santiago le
|
|
|
|
|
dieron una faena de cavador; en un mismo día predicó por la mañana el
|
|
|
|
|
sermón del Encuentro, al aire libre, y por la tarde el de la Agonía:
|
|
|
|
|
total cuatro horas de echar el pulmón, y de hacer chacota de él los
|
|
|
|
|
estudiantes. Y lo más célebre fué que en el sermón del Encuentro llevaba
|
|
|
|
|
una pelliz, eso sí, muy planchada y muy rizadita; y cuando para
|
|
|
|
|
enternecer al público hizo ademán de abrazar á la Virgen para consolarla
|
|
|
|
|
de la ausencia de su hijo, los estudiantes gritaban: ¡Ay mi pelliz! Así
|
|
|
|
|
que se enteró el Arzobispo, dicen que le pasó recado de que no predicase
|
|
|
|
|
más... Aquí cuando echa la plática aturde la iglesia... Según dicen; que
|
|
|
|
|
yo, ya imaginará usted que no asisto á semejante iniquidad... Usted está
|
|
|
|
|
distraído, vamos; no le cuento á usted más cuentos de esa gente.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No, cuente usted; así entretengo un poco la ansiedad inevitable.
|
|
|
|
|
Porque sepa usted que á mí lo único que me saca de quicio y me desata
|
|
|
|
|
los nervios, es la expectación y la incertidumbre. Para las desgracias
|
|
|
|
|
verdaderas, para los males ya conocidos, creo que no me falta
|
|
|
|
|
resistencia; y eso que no la doy de estoico.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Siguió Juncal refiriendo cuentos de curas; pero como todo se agota, la
|
|
|
|
|
conversación iba languideciendo mucho. Gabriel, de cuando en cuando,
|
|
|
|
|
entraba en el salón, recorría dos ó tres habitaciones, y salía siempre
|
|
|
|
|
diciendo:--¡Nada... nada...! ¡La cosa va larga!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ya verá usted--respondía Juncal--cómo el bueno del cura le mete
|
|
|
|
|
escrúpulos en la cabeza á la señorita.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XXXV
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Queda muy sosegada, y en un estado de ánimo bastante bueno. Mañana,
|
|
|
|
|
Dios mediante, recibirá al Señor--respondió el cura de Ulloa, fijando
|
|
|
|
|
los ojos en un nudo de la madera del piso, pues aquella habitación de
|
|
|
|
|
Gabriel Pardo era _la misma_, la de su hermana, y tender la vista
|
|
|
|
|
alrededor una prueba muy fuerte para el espíritu del párroco.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Y...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Todo se lo he expuesto y se lo he manifestado de la mejor manera
|
|
|
|
|
posible y apoyándolo con cuantas razones me sugirió mi pobre
|
|
|
|
|
inteligencia. Le he dicho que usted le dispensaba una honra y le daba
|
|
|
|
|
una prueba de afecto grandísima, elevándola al puesto de esposa suya,
|
|
|
|
|
después de que...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Ay Dios mío!--exclamó Gabriel tristemente.--Si se lo ha presentado
|
|
|
|
|
usted como un favor, de fijo que se ha resentido su orgullo... y por
|
|
|
|
|
altivez, por delicadeza, habrá sido capaz de negarse...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No señor, no...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Ha dicho que sí? ¿ha dicho que sí?--preguntó Gabriel afanosamente.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Se ha negado...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Ya!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pero por otras causas, que usted y yo estamos en el caso de respetar.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Otras causas?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Manuela se encuentra sinceramente arrepentida... La desventura, el
|
|
|
|
|
golpe que ha recibido le han abierto mucho los ojos del alma. No desea
|
|
|
|
|
más que expiar y llorar su culpa...
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Su culpa!--exclamó Gabriel, con acento de protesta.--¡Su culpa,
|
|
|
|
|
pobre criatura abandonada, sin consejo, sin cariño de nadie! ¡Don
|
|
|
|
|
Julián, don Julián! Ocasiones hay en que yo me condeno á mí mismo por mi
|
|
|
|
|
detestable propensión á la indulgencia; porque creo que se me han roto
|
|
|
|
|
todos los resortes morales; pero ahora... ¡quisiera tener en esta mano
|
|
|
|
|
todo el perdón y todo el amor del mundo... para derramarlo sobre la
|
|
|
|
|
cabeza de mi sobrina! ¡Ella es inocente... otros, otros somos los
|
|
|
|
|
culpables!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Otros--replicó con mansa firmeza el cura--son acaso más culpables que
|
|
|
|
|
ella; pero ella tampoco es inocente, señor de Pardo. Ella lo comprende y
|
|
|
|
|
lo reconoce, y desea, así que su padre se ponga bueno, retirarse á un
|
|
|
|
|
convento de Santiago.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Monja!--exclamó Pardo.--Monja... ¡Quiere ser monja!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Por ahora, no señor. La vocación no viene en un día, y yo siempre le
|
|
|
|
|
daría el consejo de que desconfiase de una vocación repentina, dictada
|
|
|
|
|
por sinsabores ó desengaños del mundo. Lo que Manuela quiere es retiro
|
|
|
|
|
y descanso que le cure las heridas y sitio en qué hacer penitencia de su
|
|
|
|
|
pecado. Yo le he hablado de bodas, de esposo y de alegría; me ha
|
|
|
|
|
respondido celda y llanto. En mí no estaba desviarla de ese propósito,
|
|
|
|
|
desde que me lo manifestó. No me lo permitía mi oficio á aquella
|
|
|
|
|
cabecera.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel se acercó al cura de Ulloa, y tomándole con agitación las manos,
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Sí, padre--exclamó;--sí, sí, usted es el único que podía apartarla de
|
|
|
|
|
ese triste cautiverio en que va á caer voluntariamente... Entrará allí
|
|
|
|
|
ahora, porque cree, porque piensa que se le ha acabado el mundo y que ha
|
|
|
|
|
delinquido atrozmente; porque tiene vergüenza y dolor, porque no sabe lo
|
|
|
|
|
que le pasa... Después de entrar allí, lo que sucede; ya no se atreverá
|
|
|
|
|
á salir, y se creerá en el compromiso de tomar el hábito, y lo tomará, y
|
|
|
|
|
sufrirá, y vivirá mártir, y acaso morirá desesperada... Don Julián,
|
|
|
|
|
¡usted que tanto ha querido á su madre...!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Pardo sintió temblar en la suya la mano del cura de Ulloa, y creyó que
|
|
|
|
|
el argumento había hecho fuerza. En efecto, el cura se levantó, y como
|
|
|
|
|
si despertase de un sueño, abrió sus ojos siempre entornados y los paseó
|
|
|
|
|
por los muebles, por la habitación, los clavó en la ventana. Y con
|
|
|
|
|
expresión de angustia, con acento hondo y muy distinto de la voz sorda y
|
|
|
|
|
tranquila que tenía siempre, gritó:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¡Ojalá que su madre hubiera entrado en el convento también! Dios llama
|
|
|
|
|
á la hija... Que vaya! Que vaya! Virgen Santísima, ¡ampárala, recíbela,
|
|
|
|
|
sostenla, quítala del mundo!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Por primera vez sintió el comandante un impulso de ira contra aquel
|
|
|
|
|
hombre que poseía á sus ojos la aureola y el prestigio del santo,
|
|
|
|
|
ó--para emplear con más exactitud el lenguaje interno de Gabriel--del
|
|
|
|
|
hombre honrado que ajusta á sus convicciones su vida, y no tiene para
|
|
|
|
|
sus semejantes sino ternura y caridad. Rebosando enojo, le apostrofó
|
|
|
|
|
rudamente:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Don Julián, permítame usted que le diga que eso es un enorme
|
|
|
|
|
desacierto! Manuela puede ser en el mundo feliz, buena y honrada... y es
|
|
|
|
|
un horror que vaya á sacrificarse, á enterrarse y á consumirse entre
|
|
|
|
|
cuatro paredes, sin chispa de devoción ni de humor para ello... por qué?
|
|
|
|
|
Por una desdicha que ha tenido, por una falta que todo disculpa, cuyo
|
|
|
|
|
alcance ella no ha podido comprender, y cuya raíz y origen están, al fin
|
|
|
|
|
y al cabo, en lo más sagrado y respetable que existe... en la
|
|
|
|
|
naturaleza!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Señor de Pardo--respondió el cura, que ya había recobrado su
|
|
|
|
|
apacibilidad de costumbre--lo que la naturaleza yerra, lo enmienda la
|
|
|
|
|
gracia; y el advenimiento de Cristo y los méritos de su sangre preciosa
|
|
|
|
|
fueron cabalmente para eso; para remediar la falta de nuestros primeros
|
|
|
|
|
padres y sanar á la naturaleza enferma. La ley de naturaleza, aislada,
|
|
|
|
|
sola, invóquenla las bestias: nosotros invocamos otra más alta... Para
|
|
|
|
|
eso somos hombres, hijos de Dios y redimidos por él. Dejemos esto; yo
|
|
|
|
|
desearía que usted no se quedase con el recelo de que he influído
|
|
|
|
|
directamente en el ánimo de la señorita. Vaya usted junto á ella,
|
|
|
|
|
pregúntele, ínstele... haga usted su oficio, que la Virgen Santísima no
|
|
|
|
|
ha de descuidarse en hacer el suyo... Yo me vuelvo á mi casa, si no
|
|
|
|
|
tiene usted nada que mandar á este humilde servidor y capellán.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Voy junto á mi sobrina ahora mismo--respondió Gabriel retando al cura
|
|
|
|
|
con su decisión y con su cólera.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
XXXVI
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Entró medio á tientas, porque el cuarto estaba casi á oscuras, á causa
|
|
|
|
|
de que la jaqueca de la niña no le consentía ver luz. No tardaron sin
|
|
|
|
|
embargo las pupilas de Gabriel en acostumbrarse á aquella penumbra lo
|
|
|
|
|
bastante para distinguir, en el fondo del cuarto, la blancura de las
|
|
|
|
|
sábanas y la cabeza de Manuela sobre el marco de su negrísimo pelo. Al
|
|
|
|
|
acercarse el comandante, levantóse Juncal y se retiró discretamente. La
|
|
|
|
|
montañesa yacía inmóvil, con los ojos cerrados, y de la cama se alzaba
|
|
|
|
|
ese olor especial que los enfermeros llaman _olor á calentura_, y que se
|
|
|
|
|
nota por más ligera que sea la fiebre.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
A la cabecera de la cama estaba vacante la silla que el médico había
|
|
|
|
|
dejado; pero Gabriel la separó, é hincando una rodilla en tierra, puso
|
|
|
|
|
la mano derecha sobre el embozo de la sábana.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Manuela--cuchicheó.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
La enferma abrió los ojos, sin responder.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Qué tal te encuentras?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Muy bien.... algo cansada.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Te incomodo?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No señor.... Siéntese, por Dios.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Quiero estar así. ¿Me das la mano?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Sacó Manuela su mano morena, ardiente, abrasada, y la entregó como se la
|
|
|
|
|
pedían. Gabriel la tomó y la rozó suavemente con los labios. La niña
|
|
|
|
|
hizo un movimiento para retirarla. Gabriel silabeó en tono suplicante:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--No, hija mía, déjamela... Oye, Manuela... ¿Te molesta oir hablar?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Bajito, no.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Y podrás responderme?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Inclinó la cabeza, diciendo que sí.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Manuela... ¿Te ha dicho algo de mí el señor cura?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ya sé los favores que le merezco--articuló la montañesa.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Ninguno. Ese es el error. ¡Favor! No disparates. Mira en qué postura
|
|
|
|
|
estoy. Pues figúrate que en esa misma te lo pedía, ¿entiendes? Como
|
|
|
|
|
favor para mí, para mí. Vivo muy solo en el mundo; no tengo á nadie, á
|
|
|
|
|
nadie; y me hacías falta, y me darías la vida. Pero ya no se trata de
|
|
|
|
|
eso. De otra cosa más pequeñita y más fácil. Anda, monina, no me lo
|
|
|
|
|
niegues. ¿Verdad que no? Si es facilísimo; si no te cuesta trabajo
|
|
|
|
|
ninguno. Que no pienses en rejas ni en conventos; ¡mira qué poco, y qué
|
|
|
|
|
sencillo! Te quedas aquí, al lado de tu padre. Yo también me quedo. Si
|
|
|
|
|
estás triste, te acompaño; si enferma, te cuido; verás como discurrimos
|
|
|
|
|
maneras de distraerte. Y de aquello que te pedí primero, no se habla
|
|
|
|
|
nada... Nada. Te lo juro por la memoria de tu pobre mamá: ¿á que así me
|
|
|
|
|
crees?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Manuela no abrió los labios. Con el balanceo suave de su cabecita pálida
|
|
|
|
|
y porfiada, daba el _no_ más redondo del mundo.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿No quieres? Que no? ¿Qué te diré, qué te haré para convencerte y
|
|
|
|
|
traerte á buenas? Terquita de mi alma... ¡pobrecita! respóndeme con la
|
|
|
|
|
boca, dime... qué hago, cómo te conquisto? Pídeme tú algo... muy
|
|
|
|
|
grande... muy atroz! Verás cómo soy mejor que tú, cómo te doy gusto...
|
|
|
|
|
Te me has vuelto muy mala.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Los lánguidos ojos de la montañesa resplandecieron un instante, entre el
|
|
|
|
|
oscuro cerco que los rodeaba; alzó un poco la cabeza; apretó la mano de
|
|
|
|
|
su tío, y dejó salir con afán:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿De veras me hará lo que yo le pida?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Oro molido que fuese, monina... Dí, dí.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--¿Me da palabra?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--De honor, de caballero, de todo lo que exijas. ¿Qué es ello? Salga.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Que se vaya por Dios, que se vaya á Madrid corriendo... antes que
|
|
|
|
|
aquel que está allí solito... y desesperado! se desespere de vez, y...
|
|
|
|
|
y...--No pudo proseguir: las lágrimas, de pronto, le nublaron las
|
|
|
|
|
pupilas y le trabaron la voz en la garganta.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Aquel que ve el interior de los corazones sabe que Gabriel Pardo recibió
|
|
|
|
|
el golpe como honrado y valiente, presentando el pecho y con animoso
|
|
|
|
|
espíritu. Allá en el fondo, muy en el fondo de su conciencia, se alzó
|
|
|
|
|
una voz que gritaba:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Cura de Ulloa, ni tú ni yo... tú un iluso y yo un necio. Quien nos
|
|
|
|
|
vence á los dos, es... el rey... No, el tirano del mundo!
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Así se hará, hija mía--dijo en alta voz.--¿Quieres que me marche hoy
|
|
|
|
|
mismo?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Pudiendo ser... ¡Dios se lo pague! Atienda, escuche...--silabeó
|
|
|
|
|
acercando tanto su boca al oído de Gabriel, que éste sentía en la
|
|
|
|
|
mejilla un aliento enfermizo y volcánico.--Haga usted para que no se
|
|
|
|
|
desconsuele mucho... y dígale que así que yo esté en el convento, él
|
|
|
|
|
vuelve aquí, y mi padre queda satisfecho, y todos bien, todos bien.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Adiós--respondió lacónicamente el artillero, que se levantó del suelo,
|
|
|
|
|
se inclinó sobre la montañesa y le dió un besó á bulto, hacia la sien.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
* * * * *
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Quiso ir á pie hasta Cebre, y Juncal, por supuesto, se empeñó en
|
|
|
|
|
acompañarle. En lo alto de la cuesta, donde se domina á vista de pájaro
|
|
|
|
|
el valle de los Pazos, se volvió, y estuvo buen trecho con los brazos
|
|
|
|
|
cruzados, la vista clavada en el tejado de la solariega huronera, en el
|
|
|
|
|
estanque del huerto que destellaba fuego á los últimos rayos del sol, en
|
|
|
|
|
los lejanos picos y azuladas crestas que servían de corona al valle.
|
|
|
|
|
Estas contemplaciones paran, y debiera callarse por sabido, en un
|
|
|
|
|
suspiro muy hondo. Pardo llenó este requisito, y acordándose de todo lo
|
|
|
|
|
que había venido á buscar allí diez días antes, pensó, con humorística
|
|
|
|
|
tristeza:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Otro caballo muerto.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Aquella tarde, el gran ardor de la canícula daba señales de aplacarse
|
|
|
|
|
ya, y eran preludio y esperanza de frescura y acaso de agua las nubes
|
|
|
|
|
redondas y los finos _rabos de gallo_ que salpicaban caprichosamente el
|
|
|
|
|
cielo. Una brisa fresca, vivaracha, que columpiaba partículas de
|
|
|
|
|
humedad, hacía palpitar el follaje. A lo lejos chirriaban los carros
|
|
|
|
|
cargados de mies, y las ranas y los grillos empezaban á elevar su
|
|
|
|
|
sinfonía vespertina, saludando á la lluvia y al viento antes de que
|
|
|
|
|
hiciesen su aparición triunfal y refrigerasen la tostada campiña. Todo
|
|
|
|
|
era vida, vida indiferente, rítmica y serena.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gabriel Pardo se volvió hacia los Pazos por última vez, y sepultó la
|
|
|
|
|
mirada en el valle, con una extraña mezcla de atracción y rencor,
|
|
|
|
|
mientras pensaba:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
--Naturaleza, te llaman madre... Más bien deberían llamarte madrastra.
|